viernes, 31 de diciembre de 2010

Homilía 1 de enero


Como un suspiro, ha transcurrido un año más en nuestra vida. Celebramos esta Misa a pocas horas de terminar el 2010 (de haber comenzado el 2011)
1. Inevitablemente, cuando nos toca atravesar el umbral de un nuevo año, nuestra mirada se vuelve hacia atrás. ¿Cómo fue nuestro 2011? ¿Qué hubo en él de positivo, qué de negativo? Miramos la tele y nos llenan de imágenes con los momentos más importantes de la política, de la economía, de la televisión, del deporte. Existe el peligro de quedar sepultados ante tantas imágenes, en las que se mezclan cosas importantes con imbecilidades e inmoralidades, como si todo fuera lo mismo.
Como católicos, recordaremos este año por haber sido particularmente difícil para la Iglesia en Argentina. Un año donde la “conjura contra la vida”, denunciada por Juan Pablo II, parece haber tomado fuerzas en nuestro país. Hemos podido ser testigos en Paraná del odio a la vida, a la familia y a la Iglesia. Hemos vivido con mucho dolor la aprobación de matrimonio entre personas del mismo sexo, como un signo evidente de la descomposición de nuestra cultura.
Si bien es importante que vivamos inmersos en el tiempo que nos toca, y de las realidades eclesiales, no debemos olvidar que cada uno de nosotros necesita hacer un balance personal.
a) Un balance en el cual lo más importante es la sinceridad. ¡Con qué frecuencia nos mentimos a nosotros mismos! ¡Con qué facilidad nos apropiamos de méritos que no nos pertenecen, o cargamos en las espaldas de los demás las responsabilidades por nuestros propios fracasos! Reconocer lo bueno y lo malo, tal cual han sucedido, sin justificarnos, sin autoengañarnos, es esencial para que tal balance tenga sentido, y nos ayude a seguir adelante.
b) Nuestro balance personal debe ser, a la vez, integral. Otro riesgo que tenemos es quedarnos solo en la superficie: evaluar solo algunas cosas, y olvidar otras. Es importante evaluar cómo nos fue en el plano económico; en el plano laboral; en la salud física; y en cada uno de los aspectos humanos de nuestra existencia. Pero para un creyente, ese análisis es insuficiente. Porque para poder llamar a un año bueno o malo, un cristiano debe examinarlo a la luz del proyecto de Dios, de su plan eterno.
Por eso conviene realizar nuestro “balance personal” ante el Señor de la Historia. Y la preguntas fundamentales que tenés que hacerte son estas: ¿He estado cerca de Dios este año? ¿He procurado vivir como hijo suyo? ¿He cumplido su voluntad? ¿He sabido reconocer su proyecto, sus designios, y los he aceptado de corazón, y me he aferrado a ellos con todas mis fuerzas? Porque todo le pertenece. Porque cada segundo de este año ha sido un regalo, como un talento que hemos recibido, con la tarea de hacerlo fructificar, de multiplicarlo.

2. La fiesta litúrgica de este día nos ilumina, casi sin proponérselo, en esta tarea. Cada una de las fiestas marianas subraya un aspecto de la identidad de María. Cuando celebramos la Inmaculada Concepción, celebramos la santidad de la Virgen. Cuando celebramos la Asunción, contemplamos su destino final, la plena realización en ella del misterio pascual.
La fiesta de hoy, “María Madre de Dios”, nos anima a contemplar la misión de la Santísima Virgen, el “para qué” de su vida. Fue elegida para ser Madre del Hijo de Dios hecho hombre. No solo madre en sentido físico, dándole la vida corporal, sino también –y aquí está el mayor misterio- siendo verdadera madre en sentido espiritual, como modelo, como educadora, como aquella que introdujo al Niño en el misterio de la existencia humana y en el descubrimiento de su propia identidad. Hasta tal punto es real la Encarnación, es Jesús verdadero hombre, que quiere necesitar una madre, como todos nosotros.
Todo lo demás en María está orientado a esta increíble tarea que el Padre pensó para ella.
¿Cómo cumplió María su misión? En primer lugar, con una perfecta fidelidad y responsabilidad. No puso reparos, no tuvo “peros”, ni cuestionamientos ni quejas para con Dios. Se despojó de sí misma y asumió lo que el Padre le encomendaba. Como decimos habitualmente, María firmó a Dios un “cheque en blanco”, para que él dispusiera de su vida a su gusto.
En segundo lugar, María vivió esa misión en el ocultamiento y la oscuridad. Fue Madre de Jesús con la ternura y el cariño más perfectos que nos podamos imaginar, pero en una discretísima vida de familia. Su misión era la más sublime que podía encomendarse a alguien; y sin embargo estaba hecha de miles de pequeños actos de amor, de sacrificio, de renuncia, de humildad. María cumplía su misión cuando daba de mamar al niño, cuando lo limpiaba, cuando jugaba con él y le cantaba por las noches para que se durmiera. Su maternidad divina se expresaba cuando barría su pobre casa, o cuando limpiaba la “vajilla” en la que iba a comer el niño y José. María vivió su vocación en la pequeñez de las cosas simples: cosiendo la ropa de Jesús, peinándolo, enseñándole las primeras palabras, consolándolo cuando lloraba por alguna caída o alguna desilusión. Sin quejarse, sin rezongar, sin esperar aplausos ni reconocimientos. Solo por Dios y para Dios.

3. ¡Qué mensaje tan hermoso para cada uno de nosotros! Seguramente soñamos un 2011 hermoso, mucho mejor que el 2010. Deseamos “Felicidades” a nuestros amigos y seres queridos, lo decimos cuando levantamos nuestras copas. Pero a la vez que rezamos para que así sea, tenemos que convencernos que el 2011 es una hermosa tarea.
El 2011 puede ser el mejor año de nuestra vida, si lo asumimos con las actitudes de la Virgen. Si nos decidimos a cumplir la Voluntad del Padre con su fidelidad y su responsabilidad, en la noche de la fe, en el ocultamiento. Cada uno en su misión, en su vocación: como abuelo, como padre o madre, como hijo, como estudiante, en el noviazgo, en el trabajo y en las diferentes expresiones de la vida social.
Hoy le pedimos a Jesús que nos libere, entonces, del espíritu de disconformidad, de la queja crónica, de la “rezonguitis aguda”, que parece ser una epidemia, y que nos hace estar siempre tristes o descontentos, y nos quita la alegría de vivir. Hoy le pedimos a Jesús que nos libere del espíritu del pesimismo, del mal humor, de los malos pensamientos y las malas palabras. ¡Cuánto tiempo perdemos criticando a los políticos, a los maestros, a los patrones, a los curas (sic)…! ¡Con qué frecuencia intentamos justificar nuestros propios fracasos en la vida cotidiana, descubriendo y amplificando los errores o pecados de los otros! El 2011, para cada uno de nosotros, no depende de Cristina, ni de Cobos ni de Alfonsín, ni de Urribarri, ni de Halle, ni de Obama ni de ninguno de los poderosos de este mundo. No depende del resultado de las elecciones, ni de la inflación, del valor del dólar, ni de cómo le vaya a la selección de fútbol, ni de quien “triunfe” en el circo que montan los medios de comunicación. El 2011, el que sea feliz o no, depende de nosotros, de cómo usemos nuestra libertad, de cómo usemos el tiempo, y de que nos abramos y respondamos a la Gracia.
Pidamos a Jesús que encienda en nosotros la luz de la esperanza, de una esperanza activa, que nos mueva a comprometernos en la búsqueda de la santidad y del bien de nuestra patria. Sin duda que el 2011 será un año difícil para los creyentes, por la inmoralidad reinante, por el avance de una mentalidad que pretende expulsar a Dios. Pero no tenemos miedo, no nos achicamos, ni tampoco debemos quejarnos, ni lamentarnos: este es el tiempo que nos toca vivir, en él nos toca ser santos. Tenemos a Jesús, tenemos su gracia, tenemos la especial bendición de un Papa que con fortaleza y sabiduría nos guía en el seguimiento de Jesús.
Y tenemos a María. Hoy que celebramos la Jornada por la Paz, le pedimos que no se olvide de nosotros. Su Maternidad no terminó, ella no descansa. Después de dar vida y educar a Jesús, María recibió como misión hacer lo mismo en nosotros. Enseñános, María, a ser humildes y alegres. A vivir apasionadamente las pequeñas cosas, a buscar la perfección en el cumplimiento de nuestos deberes. Que a lo largo de este año, si nos llega a faltar la salud, o el dinero, o el trabajo, no nos falte nunca la Paz que viene de tu Hijo, y tu protección y cariño maternal. Amén.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Homilía de Nochebuena

Con un 60% o 70% de Benedicto... va mi homilía para esta gran Fiesta. La mejor Navidad para todos!


Homilía de Navidad 2010
«Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado» (Is 9,5). Lo que, mirando desde lejos hacia el futuro, dice Isaías a Israel como consuelo en su angustia y oscuridad, el Ángel, del que emana una nube de luz, lo anuncia a los pastores como ya presente: «Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor» (Lc 2,11). El Señor está presente. Desde este momento, Dios es realmente un «Dios con nosotros».

El nuevo rostro de Dios
1. Ya no es el Dios lejano al que, mediante la creación y a través de la conciencia, se puede intuir en cierto modo desde lejos. Él ha entrado en el mundo. Es quien está a nuestro lado. Por ustedes ha nacido el Salvador: lo que el Ángel anunció a los pastores, Dios nos lo vuelve a decir ahora por medio del Evangelio y de sus mensajeros.
La maravilla de esta noche es, además, el modo misterioso en que se manifiesta el Señor. Hace pocos días anunciábamos en la Misa: “va a entrar el Señor, él Rey de la Gloria”. Así esperaba el Pueblo la manifestación de su Mesías: como un poderoso Rey, lleno de poder, que con sus ejércitos y su fuerza aniquilaría a los enemigos de Israel. Esperaba ansioso su manifestación, esperaba ver con sus propios ojos, algún día, la Gloria de Dios
Dios entra en la historia con una humildad desconcertante. El Palacio en que nace, es un humilde establo, una fría y oscura cueva, carente hasta de lo más necesario. El trono desde el que manifiesta su poder es un pesebre, el lugar en el que comían las bestias. Su cortejo real son una humilde muchacha de pueblo, y un laborioso y silencioso carpintero. Pronto se suman unos pastores, los más pobres, los últimos de la sociedad de entonces.
“El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su Justicia” La “diestra de Dios, su santo brazo”, esa mano poderosa que liberó al pueblo de la esclavitud de Egipto, y que derrotó a los cananeos, y a los amalecitas  para darles la tierra prometida… es ahora un bracito de recién nacido, es la mano tierna y frágil de un niño, que no retiene ni castiga, sino que acaricia y anhela ser estrechada.
En el Sinai, Dios había hablado con voz de grandes truenos, con un sonido ensordecedor. Ahora el Rey de la gloria pronuncia su “primer discurso” en la forma del llanto de un niño… Sus gemidos, su infante balbucir, que reclama atención, que pide cariño, son la expresión del amor de un Dios que espera el Amor de los hombres, y que no se detiene ante ningún sacrificio con tal de alcanzarlo.
“Nadie puede ver a Dios y seguir viviendo” enseñaba la Sagrada Escritura. Ahora ese Dios se nos presenta con el rostro de un pequeño indefenso, con la sonrisa y la mirada tierna de un recién nacido.
¿Quién puede dudar de acercarse a un niño? ¿Quién huiría ante un pequeño que pide ayuda? ¿Para quién puede ser una amenaza un Dios tan delicado, tan suave?
Queridos hermanos: ¡cómo no conmovernos ante tanto amor! ¡Cómo no dar gracias y decir con el Salmista “Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas… Aclama al Señor tierra entera, gritad, vitoread, tocad!”

Tras las huellas de los pastores
2. Esta es una noticia que no puede dejarnos indiferentes. Si es verdadera, todo cambia. Si es cierta, también me afecta a mí. Y, entonces, también yo debo decir como los pastores: Vayamos, quiero ir derecho a Belén y ver la Palabra que ha sucedido allí.
El Evangelio no nos narra la historia de los pastores, por casualidad. Ellos nos enseñan cómo responder de manera justa al mensaje que se dirige también a nosotros. ¿Qué nos dicen, pues, estos primeros testigos de la encarnación de Dios?

a) Ante todo, se dice que los pastores eran personas vigilantes, y que el mensaje les pudo llegar precisamente porque estaban velando. Nosotros tenemos que despertar para que nos llegue el mensaje.
¿Qué significa esto? La diferencia entre uno que sueña y uno que está despierto consiste ante todo en que, quien sueña, está encerrado en el mundo del sueño que, obviamente, es solamente suyo y no lo relaciona con los otros. Despertarse significa salir de dicho mundo particular del yo y entrar en la realidad común, en la verdad, que es la única que nos une a todos.
Despertad, nos dice el Evangelio. Salid fuera para entrar en la gran verdad común, en la comunión del único Dios. Así, despertarse significa desarrollar la sensibilidad para con Dios; para los signos silenciosos con los que Él quiere guiarnos; para los múltiples indicios de su presencia.

b) En segundo lugar, el Evangelio nos dice que los pastores, después de haber escuchado el mensaje del Ángel, se dijeron uno a otro: «Vamos derechos a Belén... Fueron corriendo» (Lc 2,15s.). Se apresuraron, dice literalmente el texto griego. Lo que se les había anunciado era tan importante que debían ir inmediatamente.
En nuestra vida ordinaria muchas veces las cosas no son así. La mayoría de los hombres no considera una prioridad las cosas de Dios, no les acucian de modo inmediato. Y también nosotros, como la inmensa mayoría, estamos bien dispuestos a posponerlas. Se hace ante todo lo que aquí y ahora parece urgente, y para las cosas de Dios somos vuelteros, lentos, perezosos.
En la lista de prioridades, Dios se encuentra frecuentemente casi en último lugar. Cuántas veces en este año dejamos de rezar, dejamos de ir a Misa, por cosas que valen infinitamente menos.
Pero el Evangelio nos dice: Dios tiene la máxima prioridad. Así, pues, si algo en nuestra vida merece premura sin tardanza, es solamente la causa de Dios. Dios es importante, lo más importante en absoluto en nuestra vida. Ésta es la prioridad que nos enseñan precisamente los pastores. Aprendamos de ellos a no dejarnos subyugar por todas las urgencias de la vida cotidiana. El tiempo dedicado a Dios y, por Él, al prójimo, nunca es tiempo perdido. Es el tiempo en el que vivimos verdaderamente, en el que vivimos nuestro ser personas humanas.  

c) Por último, vemos que los pastores, las almas sencillas, han sido los primeros en ir a ver a Jesús en el pesebre y han podido encontrar al Redentor del mundo. Los sabios de Oriente, llegaron mucho más tarde. En efecto, los pastores estaban allí al lado. Por el contrario, los sabios vivían lejos. Debían recorrer un camino largo y difícil para llegar a Belén. Y necesitaban guía e indicaciones.
Pues bien, también hoy hay almas sencillas y humildes que viven muy cerca del Señor. Por decirlo así, son sus vecinos, y pueden ir a encontrarlo fácilmente.
Pero la mayor parte de nosotros, hombres modernos, vive lejos de Jesucristo, de Aquel que se ha hecho hombre, del Dios que ha venido entre nosotros. Vivimos en filosofías, en negocios y ocupaciones que nos llenan totalmente y desde las cuales el camino hasta el pesebre es muy largo.
Sin embargo, Él nos llama a todos, para que también nosotros podamos decir: ¡Ea!, emprendamos la marcha, vayamos a Belén, hacia ese Dios que ha venido a nuestro encuentro. Vayamos allá. Superémonos a nosotros mismos. Hagámonos peregrinos hacia Dios de diversos modos, estando interiormente en camino hacia Él. Pero también a través de senderos muy concretos, en la Liturgia de la Iglesia, en el servicio al prójimo, en el que Cristo me espera.

Ser signos para nuestros hermanos
3. Hoy nos toca celebrar la Navidad en un mundo neo-pagano. Cientos de familias, miles, se reunirán esta noche sin saber en el fondo bien para qué. Su reunión carecerá de un sentido profundo, verdadero, para diluirse en un puro celebrar, en el derroche y en la excesos fiesta mundana. ¡Qué tristeza para el corazón de Cristo, ver a tantos discípulos suyos perder el sentido de su Nacimiento!
Por eso hoy se nos confía una misión. Como los ángeles, mensajeros de la Buena Noticia de la Salvación, tenemos que poder decirles a nuestros contemporáneos: “Hoy nos ha nacido un salvador… Hoy Dios te busca… Hoy podés encontrar en Él la felicidad y la Salvación”. Los pastores, al volver a su casa, iban contando a sus vecinos y amigos las grandes maravillas que habían visto y oído. Nosotros, como ellos, tenemos la misión de mostrar al mundo que Dios está vivo. Que no se ha ausentado. Que sigue siendo Dios-con-nosotros, que permanece fiel. Deciselo a tu mamá, a tus hijos, a tus hermanos. A tu suegra, a tu cuñada, a tu yerno. Decíselo a tus amigos. Con palabras, pero sobre todo decíselo con el modo peculiar de amar y servir, que solo con la gracia de jesús podemos vivir.
Por eso queremos pedir en esta Noche Santa, por medio de María: Señor Jesucristo, tú que has nacido en Belén, ven con nosotros. Entra en mí, en mi alma. Transfórmame. Renuévame. Haz que yo y todos nosotros,  nos convirtamos en personas vivas, en las que tu amor se hace presente y el mundo es transformado. Amén

sábado, 20 de noviembre de 2010

5 años de Misas...

Hoy se cumplieron 5 años del día en que presidí mi Primera Misa Solemne. El otro día estuve en casa y, mirando fotos, encontré las de ese día. Fue el Domingo 20 de Noviembre de 2005, Solemnidad de Cristo Rey. Me había olvidado de afeitarme - o creía no necesitarlo, pero en la foto se nota, je-, y estaba religiosamente peinado a la gomina, casi igual que el día de la Primera Comunión y de la Confirmación, que recibí en el mismo lugar.
Recuerdo todos los preparativos, los días previos. Parece que no es necesario "prepararla", máxime teniendo en cuenta que desde enero del 1994 había tenido Misa practicamente todos los días. En Primero de Mayo, antes de entrar al Seminario, hasta me había aprendido algunas plegarias eucarísticas de memoria...
Y sin embargo, no era lo mismo. Ahora se trataba de realizar el máximo misterio que alguien puede realizar en la tierra. Se trataba de prestarle a Jesús las manos, la voz, toda mi miserable humanidad, para que él pudiera realizar el Milagro. Habíamos elegido como lema el texto que narra las cuatro acciones de Jesús en la Eucaristía: "Lo tomó, lo bendijo, lo partió y lo dio". Y ahora me tocaba renovar sacramentalmente el misterio que había acontecido en la Última Cena, como anticipo de la Cruz.
Tengo algunas imágenes sueltas: los nervios de la previa, el calor casi insoportable, la Iilesia preparada, el órgano que realizaba alguna que otra variación rítmica o melódica. Y los curas que fueron llegando, algunos puntuales, otros bastante más tarde de lo previsto. De todos modos, estaba prohibido enojarse en un día de fiesta...
Recuerdo la homilía de Gustavo, a mis sobrinitos llevando las ofrendas, a mis compañeros acolitando o concelebrando, el magnífico prefacio de Cristo Rey. Y la Consagración, donde no hay palabras para describir lo que acontece en el interior del sacerdote cuando intuye, al menos en parte, la grandeza del Acontecimiento. 
Recuerdo que se me había grabado una frase de Monseñor Tortolo: "todo lo ofrecido será transustanciado", y quería que todo: mi presente, mi pasado, mi futuro, mis defectos y límites, los dones que el Señor me había dado, las personas que me confiaría, las cruces que me esperaban; todo debía ser transustanciado.
La Misa continuó, haciéndose un poco larga quizá, entre agradecimientos, la Consagración a María y el besamanos. Por la tarde vino la Misa en la capilla del Colegio Sagrado Corazón,  donde Jesús fue sembrando su Palabra en mí, donde aprendí el "Venid y vamos todos", el Ave María de Fátima  y tantos cantos más que marcaron mi piedad infantil.

¡Cuantas Misas, desde entonces! En pequeñas capillas o en la Catedral, presidiendo con algún  o ningún monaguillo o concelebrando con cientos de sacerdotes más, en una sala velatoria, a la orilla de algún arroyo, bajo una tenue llovizna o al "rayo del sol". Con ornamentos de fiesta o con la fiel casulla de campaña -la que me hicieron en Feliciano-, con vasos sagrados relucientes o con los más sencillos que se puedan imaginar. Siempre la maravilla inmensa, indescriptible, que nunca acabaremos de comprender, valorar y agradecer. "Todo el bien espiritual de la Iglesia, Cristo mismo, Nuestra Pascua"
¡Que locura de amor la de Dios! Que confianza casi "imprudente" la de este Padre, que pone en manos pecadoras lo más valioso que tiene. Cada día, antes de mostrar el Cuerpo de Jesús, rezo la oración que propone la Iglesia y que dice ""líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre, de toda culpa, y de todo mal. Concédeme cumplir siempre tus mandamientos, y jamás permitas que me separe de tí". 
Y pido al Señor que me conceda y nos conceda a todos los sacerdotes del mundo una renovada conciencia del Misterio Eucarístico. ¡Que nunca nos acostumbremos! ¡Que preserve nuestras manos ungidas de la rutina, del cansancio, de la insensibilidad!

sábado, 13 de noviembre de 2010

Otro texto de Benedicto XVI, hace pocos meses...

Y, por estar vivo y resucitado, Cristo puede convertirse en “pan vivo” (Jn 6, 51) para la humanidad. Por eso siento que el centro y la fuente permanente del ministerio petrino está en la Eucaristía, corazón de la vida cristiana, fuente y culmen de la misión evangelizadora de la Iglesia. Podéis así comprender la preocupación del Sucesor de Pedro por todo lo que pueda ofuscar el punto más original de la fe católica: hoy Jesucristo continua vivo y realmente presente en la hostia y en el cáliz consagrados.
Una menor atención que en ocasiones se ha prestado al culto del Santísimo Sacramento es indicio y causa de oscurecimiento del sentido cristiano del misterio, como sucede cuando en la Santa Misa ya no aparece como preeminente y operante Jesús, sino una comunidad atareada con muchas cosas en vez de estar en recogimiento y de dejarse atraer a lo Único necesario: su Señor. Al contrario, la actitud primaria y esencial del fiel cristiano que participa en la celebración litúrgica no es hacer, sino escuchar, abrirse, recibir… Es obvio que, en este caso, recibir no significa volverse pasivo o desinteresarse de lo que allí acontece, sino cooperar – porque nos volvemos capaces de actuar por la gracia de Dios – según “la auténtica naturaleza de la verdadera Iglesia, que es simultáneamente humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, empeñada en la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y sin embargo peregrina, pero de forma que lo que en ella es humano se debe ordenar y subordinar a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación, y el presente a la ciudad futura que buscamos” (Const. Sacrosanctum Concilium, 2). Si en la liturgia no emergiese la figura de Cristo, que está en su principio y que está realmente presente para hacerla válida, ya no tendríamos la liturgia cristiana, toda dependiente del Señor y toda suspendida de su presencia creadora.
¡Qué distantes están de todo esto cuantos, en nombre de la inculturación, caen en el sincretismo introduciendo ritos tomados de otras religiones o particularismos culturales en la celebración de la Santa Misa (cf. Redemptionis Sacramentum, 79)! El misterio eucarístico es un “don demasiado grande – escribía mi venerable predecesor el Papa Juan Pablo II – para soportar ambigüedades y reducciones”, particularmente cuando, “despojado de su valor sacrificial, es vivido como si en nada sobrepasase el sentido y el valor de un encuentro fraterno alrededor de la mesa” (Enc. Ecclesia de Eucharistia, 10). Subyacente a varias de las motivaciones aducidas, está una mentalidad incapaz de aceptar la posibilidad de una real intervención divina en este mundo en socorro del hombre. Este, sin embargo, “se descubre incapaz de rechazar por sí mismo los ataques del enemigo: cada uno se siente como prisionero con cadenas” (Const. Gaudium et spes, 13). La confesión de una intervención redentora de Dios para cambiar esta situación de alienación y de pecado es vista, por cuantos participan de la visión deísta, como integrista, y el mismo juicio se hace a propósito de un signo sacramental que hace presente el sacrificio redentor. Más aceptable, a sus ojos, sería la celebración de una señal que corresponda a un vago sentimiento de comunidad.
Pero el culto no puede nacer de nuestra fantasía; sería un grito en la oscuridad o una simple autoafirmación. La verdadera liturgia supone que Dios responda y nos muestre cómo podemos adorarlo. “La Iglesia puede celebrar y adorar el misterio de Cristo presente en la Eucaristía, precisamente porque el propio Cristo se dio primero a ella en el sacrificio de la Cruz” (Exort. ap. Sacramentum caritatis, 14). La Iglesia vive de esta presencia y tiene como razón de existir ampliar esta presencia en el mundo entero.
(del discurso a los Obispos de Brasil, en la visita ad limina, el jueves 15 de abril de 2010)

viernes, 12 de noviembre de 2010

Un texto del Cardenal Ratzinger que me resuena por estos días

Extraido del libro "Informe sobre la fe", Card. Joseph Ratzinger. Vittorio Messori.

Un espacio para lo sagrado

Volviendo al planteamiento general: ¿qué reproches tiene que hacer el Prefecto a cierta liturgia de hoy? (O, quizá, no exactamente de hoy, puesto que, como observa, «parece que se están atenuando ciertos abusos de los años posconciliares: me parece que está en vías de cristalizar una nueva toma de conciencia; algunos están cayendo en la cuenta de que han corrido demasiado y demasiado aprisa». «Pero —añade— este nuevo equilibrio es de élite, por el momento; se adopta en algunos círculos de especialistas, mientras que es ahora cuando llega a la base la onda expansiva que precisamente ellos pusieron en movimiento. Así, puede suceder que algún sacerdote o algún laico se entusiasmen tardíamente y juzguen actualísimo lo que los expertos sostenían ayer, mientras que hoy se adhieren a posiciones diversas, abiertamente más tradicionales»).
Como quiera que sea, lo que según Ratzinger tiene que encontrarse de nuevo plenamente es «el carácter predeterminado, no arbitrario, «imperturbable», «impasible» del culto litúrgico». «Ha habido años —recuerda— en que los fieles, al prepararse para asistir a un rito, a la misma Misa, se preguntaban de que modo se desencadenaría aquel día la «creatividad» del celebrante... » Lo cual, recuerda, estaba en abierta contradicción con la advertencia insólitamente severa y solemne del Concilio: «Que nadie (fuera de la Santa Sede y de la jerarquía episcopal), que nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la liturgia» (SC n.22,§3).
Añade: «La liturgia no es un show, no es un espectáculo que necesite directores geniales y actores de talento. La liturgia no vive de sorpresas «simpáticas», de ocurrencias «cautivadoras», sino de repeticiones solemnes. No debe expresar la actualidad, el momento efímero, sino el misterio de lo Sagrado. Muchos han pensado y dicho que la liturgia debe ser «hecha» por toda la comunidad para que sea verdaderamente suya. Es ésta una visión que ha llevado a medir el «resultado» de la liturgia en términos de eficacia espectacular, de entretenimiento. De este modo se ha dispersado el proprium litúrgico, que no proviene de lo que nosotros hacemos, sino del hecho de que aquí acontece Algo que todos nosotros juntos somos incapaces de hacer. En la liturgia opera una fuerza, un poder que ni siquiera la Iglesia entera puede conferirse: lo que en ella se manifiesta es lo absolutamente Otro que, a través de la comunidad (la cual no es dueña, sino sierva, mero instrumento), llega hasta nosotros».
Continúa: «Para el católico, la liturgia es el hogar común, la fuente misma de su identidad: también por esta razón debe estar «predeterminada» y ser «imperturbable», para que a través del rito se manifieste la Santidad de Dios. En lugar de esto, la rebelión contra la que se ha llamado «vieja rigidez rubricista», a la que se acusa de ahogar la «creatividad», ha sumergido la liturgia en la vorágine del «hazlo-como-quieras», y así poniéndola al nivel de nuestra mediocre estatura: no se ha hecho otra cosa que trivializarla».
Hay otro orden de problemas sobre el que Ratzinger quiere llamar también la atención: «El Concilio nos ha recordado con razón que liturgia significa también actio, acción, y ha pedido que se asegure a los fieles una actuosa participatio, una participación activa».
Me parece un verdadero acierto, digo.
«Sin duda —asiente—. Pero este concepto nobilísimo ha sufrido una restricción fatal en las interpretaciones posconciliares. Se ha llegado a creer que sólo se daba «participación activa» allí donde tenía lugar una actividad exterior, verificable: discursos, palabras, cánticos, homilías, lecturas, estrechamiento de manos... Pero se ha olvidado que el Concilio, por actuosa participatio, entiende también el silencio, que permite una participación verdaderamente profunda y personal, abriéndonos a la escucha interior de la Palabra del Señor. Ahora bien, en ciertos ritos no ha quedado ni rastro de este silencio».

lunes, 8 de noviembre de 2010

“Leandro, ¿me querés lavar el auto?” Para los que no conocieron al Padre Juan Alberto Puiggari (II)

Si hay algo que me llevó tiempo entender, es como alguien podía tener tanta mansedumbre. La pude admirar en repetidas ocasiones, la mayoría de las veces como paciencia: atendiéndonos las mil veces que lo importunábamos, cuando estaba súper ocupado, escuchándonos decir centenares de tonterías infanto-juveniles, o prestándonos todas sus cosas con el riesgo de que las rompiéramos o las perdiéramos. O cuando era objeto de nuestras gastadas por la escasez de su pelo, o cuando en el viaje de Quinto le festejamos el cumpleaños y le colocamos un espartillo en la cabeza, llamándolo “señor Mishagui”…
Pero pude ver la mansedumbre del padre Juan Alberto sobre todo allá por abril o mayo del 96, no recuerdo bien la fecha, pero sí que yo hacía poco que estaba en el Seminario.
Resulta que se confirmaba el hermano de Jorge Fontana, y el Padre Juan Alberto había sido delegado por Monseñor Karlic para administrar el Sacramento. Jorge le pidió si podíamos acompañarlo, junto con Luciano Ojeda y el Coco Gaitán. Ellos serían monaguillos en la celebración, y yo lo ayudaba a cantar a Jorge. Aprendimos el “Cántico de Confirmación”, el “Ven a nuestras almas” de Zaninnetti y algunos más.
Ese domingo nos levantamos a la hora habitual pero no fuimos a la Misa con el resto, sino que nos fuimos a desayunar. Y cuando bajamos a la rectoría, el padre Puiggari estaba un poco atrasado con otros asuntos. Para ganar tiempo y poder llegar a horario a Viale, preguntó: “¿Alguno de ustedes sabe manejar?”. Leandro, orgulloso de haber manejado desde los 8 años –ejem- respondió: “yo, padre”. “Bueno, sacame el auto así ganamos tiempo”.
Me dio la llave y entre nervioso, apurado y contento enfilé –por primera vez en esos dos meses- para el estacionamiento del Seminario.
No me imaginaba lo que me esperaba. Me costó abrir la reja. No entendía como se abría el otro portón, el del garage. No encontraba la luz. Y el Renault 12 blanco estaba metido ¡en una esquinita!
Pensé: “no lo saco ni loco”. Claro, no era lo mismo manejar en Primero de Mayo, Pronunciamiento, Las Achiras, Tres de Febrero… por ahí Villa Elisa o Colón, que maniobrar en reversa con un auto ajeno y contrarreloj.
Pero mi honor de precoz conductor pudo más: me subí al 12 y empecé a dar marcha atrás. Doblé hacia la derecha, después hacia la izquierda, girando mi cuello casi 180 grados –no sabía usar los espejos, por entonces…- y… ¡zas! Cuando iba saliendo, la impecable puerta derecha del 12–el que todavía usa Alfonso Dittler- ¡rayada!.
Yo estaba cada vez más nervioso, pero la piamontesa tozudez me impedía retroceder en mi propósito. Logré zafar del portón, y salí al espacio donde se encendía la caldera. Ahí decidí dar marcha atrás hasta arriba, hasta el lugar donde está el quincho de Teología. Cerré el portón del garage, subí y aceleré marcha atrás. Cuando creía habber abandonado el acceso, giré hacia la derecha y nuevamente…
No puedo explicar el pánico que me entró: ¡le había dado al medio al árbol que marcaba el ingreso al garage –el mismo que tiempo después chocó el Tony Barboza con el auto del Padre Mario-! Y no era un árbol recién plantado: debía ser de los primeros que plantó monseñor Paul con el  padre Melchiori, en la década del ´50. Tenía como 60 ctms de diámetro. Los que conocen el lugar saben que es imposible chocar ahí, pero yo lo hice. Resultado: el paragolpes y el baúl del 12 hundidos como 25 ctms…
Para colmo de males, eran como las 9:05. Acababa de terminar la Misa del Seminario Mayor, y unos 30 filósofos y teólogos estaban afuera. El primer testigo fue el Chelo Cardozo, a quien por el retrovisor vi agarrarse la cabeza y matarse de risa.
Yo ya imaginaba el soberano reto del dueño del 12. Me imaginaba volviendo a casa para juntar plata y pagarle el arreglo. Me imaginaba castigado y no teniendo oportunidades de volver a manejar durante años. Me imaginaba…
Lo que nunca me imaginaba es que cuando el padre salió y vio el auto… ¡ni se inmutó! ¡No se le movió ni una pestaña! Solamente se sonreía y me decía: “¡no te preocupés, Leandro, no es nada, agradecé que no te pasó nada a vos!” Y yo no paraba de dar explicaciones, y de pedir perdón, y de poner excusas, y de prometer pagarle el arreglo. El padre solo se reía, y me decía que no pensara más en el asunto…
Y por si fuera poco, a la semana siguiente –después de haber soportado las cargadas de todo el mundo, hasta el Ciro y la Dalma se rieron de mí-, el sábado después de comer –horario tradicional de lavar los autos-, el padre Puiggari me dice, ofreciéndome la llave del 12, y devolviéndome de una manera magistral la confianza: “Leandro, ¿me querés lavar el auto?”

jueves, 4 de noviembre de 2010

Por si no saben quien es el padre Juan Alberto Puiggari...

Era enero de 1995. Yo tenía 15 años, y ya no "aguantaba" más las ganas de "ser cura". Tenía que ser ya: el retiro con el padre Ernesto me lo había hecho ver más claro que nunca.
Claro que no tenía ni la más pálida idea de cuáles eran los pasos a seguir. Se me hacía eterno pensar en tener que terminar la secundaria en Primero de Mayo para entrar al Seminario Mayor.
Cuando fui con la novedad al P. Heraldo, me "pinchó el globo". Me dijo que mejor esperara un año más, que siguiera formándome, que madurara, que ahorrara plata, etc, etc. Y que íbamos a ir viendo para entrar al Seminario menor en Paraná. Ahí fue cuando por primera vez escuché hablar del Padre Puiggari. Reverdito me dijo: "en el menor de Paraná está Puiggari, que es muy piadoso". Yo no entendía demasiado en aquél entonces -y no se si totalmente ahora...- qué tanta importancia tenía ese factor. Pero la frase me quedó grabada, y por supuesto la curiosidad por conocer al piadoso sacerdote.
Eso sucedió recién allá por Agosto. Pedí permiso en el Aserradero -gracias, Lucho- y vinimos a Paraná. Toda una odisea para mí en aquél entonces. Recuerdo que visitamos la Catedral, y me impresionó el Cristo yacente que está en el lateral izquierdo. Y la semipenumbra en que estaba el Sagrario. Y también fuimos a la librería del Arzobispado. Pero lo más importante era, obviamente, el Seminario.
Y ahí conocí al "piadoso sacerdote". Me impresionó de verdad su mansedumbre -otro día escribire una alabanza a ella...- y la profundidad con la que miraba a los ojos. 
En casi siete años y medio que pude compartir con él -como rector del Menor, director espiritual, rector del Mayor, profesor...- pude entender lo que significaba la frase.
Significaba que el Padre Juan Alberto tenía una intensa vida de oración, y una búsqueda permanente de Jesús en el Sagrario. Del Padre Juan Alberto aprendimos a comenzar y terminar cada día con la visita al Santísimo, y jalonar la jornada con breves momentos ante el Señor. En sus últimos años, siendo ya obispo auxiliar, siendo bedel del Menor pude admirar la frecuencia de estas visitas: casi después de cada charla o de cada actividad, se lo veía caminar desde la rectoría a la capilla. Y por las noches, muchas veces lo encontrábamos con el Sagrario abierto, una velita prendida, en oración silenciosa....
Significaba  tenía un amor tierno y a la vez apasionado a la Virgen María, a quien nos enseñó a querer y ante quien, hasta sus últimos días en Paraná, terminaba cada uno de sus días. ¡Si lo habremos visto besar la mano de la imagen del menor!
Valga por ahora este sencillo homenaje, más testimonial que otra cosa. Es probable que haya muchos obispos más eruditos que Monseñor Puiggari. Seguramente otros tendrán más experiencia, otros más creatividad, otros mayor intuición pastoral, otros mayor elocuencia.
De lo que sí podemos estar seguros, -y eso significa mucho-, es que tendremos un Arzobispo piadoso.
¡Felicitaciones, Padre Juan Alberto! ¡Duc in altum!

jueves, 28 de octubre de 2010

Del Padre Castellani... sin comentarios


Franklin D. Roosevelt (†12 de abril de 1945)

            Murió don Franklin Delano              
            todo acaba todo muere.                    
            Murió don Franklin Delano.             
            Miserere.                    

            Murió uno de los Tres Grandes.                   
            Nadie es grande sino Dios.               
            Murió uno de los tres grandes.                     
            Quedan dos.              

            Murió sin ver la Victoria                   
            sin ver el fin de la guerra.                 
            Su conquista más notoria                  
            son siete palmos de tierra.                 

            Murió cuando no pensaba.                
            Se acabó en un brusco hipo,             
            con todo lo que esperaba.                 
            Pobre tipo.                 

            Se acabó la Casa Blanca                   
            el caviar, la vita bona;                       
            lo hundió de un golpe de tranca                   
            la Pelona.                   

            Murió temprano Delano                    
            nadie muere cuando quiere.              
            Murió el Panamericano.                    
            Miserere.                    

            Ya no ganará elecciones,                  
            ya no será reelegido.             
            Su alma llena de pasiones                 
            ¿dónde ha ido?                     

            Feneció como en la tierra                  
            fenece la frágil flor,               
            sin ver el fin de la Guerra                 
            ni el Mundo Nuevo y Mejor.                        

            Quería salvar el mundo                     
            la Cultura Occidental                        
            y la Argentina. Recemos                   
            por los que nos hacen mal.                

            ¿Qué se han hecho los extremos                   
            adónde quiso subir?              
            Todo se acabó. Recemos.                 
            Todos hemos de morir.                     

            Pasó su nombre a la gloria                
            su alma al «Ente Universal»,            
            dice Crítica. La Historia                   
            le dedicará un fanal.              

            Le dedicará un fanal             
            la Historia ni que decir.                     
            Si el pobre ha acabado mal               
            de mucho le va a servir.                    

            Su estampa a cuatro columnas                      
            que ha publicado La prensa              
            lo consolará en su tumba                   
            si está allá donde uno piensa.                       

            Murió don Franklin Delano              
            nadie por eso se altere.                      
            Acaba todo lo humano.                    
            Miserere.                    

            Morirán todos los otros.                    
            Aprendan que todo es vano,             
            si hay alguno entre nosotros             
            medio aprendiz de tirano.                 

            Ninguno exulte o se mofe,                
            ninguno se desespere.                       
            Todos echarán el bofe.                      
            Miserere.                    

            Piensen todos en la Pálida                
            que a todos apunta y tira.                 
            Vayan limpiando las ánimas             
            de mentira.                

            Querer pararla es en vano.                
            No esperen que los espere.                
            Morirán como Delano.                      
            Miserere.                    

            Miserere ei, Dómine, secundum magnam misericordiam tuam.                 
            Et secundum multitúdinem miserationum tuarum déle iniquitatem ejus...              

(Traducción libre del Miserere en latín que se rezó en la Catedral de Buenos Aires el 16 de abril de 1945, enviada por Sancho I desde su prisión de la Patagonia).

miércoles, 27 de octubre de 2010

¡Que descanse en paz!

Cuando mi mamá me mandó un mensaje esta mañana, que decía :"elevemos una oración por Néstor", pensé que se había descompuesto nuevamente, como en febrero y septiembre. Al conocer que esta vez su vida terrena había llegado al final, se me vinieron inmediatamente a la mente dos textos bíblicos, que la liturgia nos hizo escuchar hace muy poco tiempo. Con esto no quiero transformarme en juez de Néstor, para quien sinceramente pido salvación y misericordia. Pero diganme si los textos no se parecen mucho a la realidad...

El primero es Lc 11, 16-21
Les dijo entonces una parábola: "Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: '¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha'.
Después pensó: 'Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida'.
Pero Dios le dijo: 'Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?'.
Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios".

De que valen, en el momento de la muerte, los $55.537.290 de patrimonio declarado, los terrenos, hoteles, casas, estancias...
 

Y el segundo es Lc 12, 42-46
El Señor le dijo: "¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquel a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Pero si este servidor piensa: 'Mi señor tardará en llegar', y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.

De qué valen tantas peleas, tantos enfrentamientos, que sentido tienen a la luz de la eternidad tantas batallas y golpes dados a diestra y siniestra por un ratito de poder...

Todo eso se desvanece como el humo. Lo único que Nestor ha llevado y puede presentar al Supremo Juez son sus buenas acciones, el amor efectivo hacia los demás y la fe en Jesucristo. Roguemos, en un gesto de cristiana caridad, que Néstor encuentre misericordia.
Quiera el Señor que este acontecimiento nos ayude a todos los argentinos a fundar nuestra vida no sobre las arenas de las glorias humanas y del poder temporal, sino sobre la roca firme de la fe y el Amor a nuestro Señor.

lunes, 25 de octubre de 2010

domingo, 24 de octubre de 2010

¡Otro blog más!

Esta vez es en homenaje a los cincuenta años de vida sacerdotal de los padres César y Raúl Molaro. Como el lema de esta celebración es "Cien años de sacerdocio, salvadores con Jesús", el blog se llama
http://cienaniosdesacerdocio.blogspot.com/
¡Pasen y vean!

domingo, 17 de octubre de 2010

Sobre el rescate de los mineros chilenos y el aborto legal...


Me dejó pensando el tema este de los mineros… No lo seguí demasiado por los medios, porque nos tomó en el mes más complicado del año, con media docena de actividades que requerían mucho tiempo de preparación…
Me impresionó que la situación de riesgo de estas 33 personas mantuviera en vilo a miles de millones en todo el mundo, que se informaban, rezaban, pensaban y debatían sobre el tema en todos los ámbitos. Se estima que el momento en que el primer minero, Florencio Ávalos, emergió desde el fondo de la mina, unas mil millones de personas alrededor de todo el mundo vieron lo mismo que millones de chilenos. La “gente común” hablaba de los mineros en el supermercado, en las paradas del colectivo, en las salas de espera, como si los conociera de toda la vida, a veces con nombre y apellido. Muchos lloraron de alegría en el momento en que el primer salió a la luz del día. Así lo describía un medio de prensa:
"El reality show más apasionante que jamás hayas visto. El rescate de 33 mineros, que parecía ser su tumba bajo el desierto de Chile, fue la culminación de un relato mítico de la muerte y resurrección que, brevemente, unificó al mundo de alegría".

Impresiona también como para su rescate se movilizaron todas las fuerzas de un país, y se invirtió un caudaloso presupuesto.  El presidente chileno Sebastián Piñera afirmó que el rescate de los 33 mineros desde la Mina San José tuvo un costo de entre 10 y 20 millones de dólares, los cuales serán financiados por el gobierno y la empresa privada.
Más impresiona todavía la justificación del presidente para semejante gasto:
"Pero les quiero decir algo mucho más importante, cada peso valió la pena, cada peso se gastó bien y con un propósito noble: rescatar con vida y sanos y salvos a nuestros mineros", enfatizó el mandatario.

Mientras tanto, en Paraná miles de mujeres se reunieron para “debatir” temáticas relativas a la mujer. Miles de ellas –no todas, gracias a Dios- enarbolaron casi como único reclamo: “aborto legal, seguro y gratuito”. Parece, por momentos, que todos los problemas que afectan a las mujeres se resolverían, mágicamente, con la legalización del aborto.
La sociedad paranaense, en su mayoría, recibió desprevenida la venida del Encuentro Nacional de mujeres. Pensaron que quizá era verdad eso de un encuentro “abierto, horizontal, democrático, pluralista”, desmentido de manera casi grotesca con las pintadas que ensuciaron la ciudad y sobre todo con tantas imágenes de odio a la vida y a las miembros de la Iglesia Católica, expulsadas de los talleres con empujones, patadas y golpes de puño.
Si bien en su mayoría la sociedad rechazó el encuentro, me dejó preocupado el motivo del rechazo. Se vio en la televisión algún paranaense –que ojalá no exprese el pensamiento de otros- diciendo “si quieren abortar que aborten, pero que no vengan a ensuciar la ciudad…” En su lógica, era más grave una pintada que un homicidio. No le importaba en absoluto la suerte de los pequeñisimos seres humanos que para las organizadoras eran enemigos del bienestar humano: sólo le importaba la “limpieza” de su ciudad. Le parecía más grave la basura que el encuentro dejó en Paraná, que el hecho de que miles de niños fueran arrojados a la basura...

Y yo pensaba: la vida de los no nacidos, de los millones de niños y niñas amenazadas por quienes proclaman y quieren imponer el derecho a asesinarlos, ¿vale menos que la de los mineros? ¿O es que hay personas valiosas y personas que no lo son? ¿O es que solo tienen derecho a vivir aquellos que pueden pedir ayuda, gritando, mandando mensajes desde lo profundo de la tierra, haciéndonos sentir su deseo de continuar su existencia?
La comunidad internacional y la sociedad en general, que se conmovió por estos 33 –queremos creer que sinceramente- y que deseó con todas sus fuerzas que pudieran salir con vida del “seno de la tierra”, ¿puede permanecer indiferente ante la terrible injusticia y discriminación que sufren a diario los niños para quienes el seno materno se transforma en precoz sepultura? ¿Habrá quienes lloren de dolor y se conmuevan por tantos abortos, como se conmovieron y lloraron por cada minero rescatado?
El Estado chileno invirtió millones de dólares por “cada vida”. Dinero justamente invertido, sin duda alguna. ¿Puede llegar a ser el Estado Argentino y sus instituciones cómplices y autores de la muerte? ¿Es razonable que nuestro sistema de salud sea transformado, -por el egoísmo de algunos, por las ideologías y los intereses de otros- en una máquina de matar? ¿No es demencial y contradictorio que se pida el “aborto legal”, y de ese modo se reclame que el Estado Argentino invierte millones de dólares para la muerte?

Cada católico y cada hombre de bien debe ser conciente de que está frente a un desafío superior al que se enfrentaron los rescatistas en Chile. El combate entre la vida y la muerte crece día a día en la Argentina. El “aborto legal”, como signo de la disolución del alma argentina, parece aproximarse, a pesar de todos nuestros esfuerzos.
La lucha pro vida no puede reducirse, entonces, a una “proclamación de principios”. Por supuesto que esta es irrenunciable: tenemos que testimoniar el valor de la vida y nuestro rechazo al aborto en todos los ámbitos de la sociedad: en la educación, en los medios de comunicación, a través de las instituciones, con marchas, carteles, cadenas de correo electrónico, etc. Pero nuestro servicio a la vida debe ir más allá.
Jesús nos pide que rescatemos a cada niño de la amenaza de la muerte. Me viene a la mente el mensaje pastoral del Obispo de San Sebastián, España. En su maravillosa carta pastoral, ante la implementación de la ley de aborto legal más permisiva del mundo, el Obispo expresaba:
¿Y ahora qué? ¿Vamos a quedarnos de brazos cruzados a la espera de los recursos judiciales? ¿Acaso la "causa de la vida" se reduce a la batalla legal? ¡Ciertamente no!... Como dice el refrán, "más vale encender una vela que maldecir las tinieblas". En estos días he recordado una famosa frase de la Madre Teresa de Calcuta, pronunciada cuando el aborto se liberalizaba en Occidente, en medio de fuertes polémicas: "No los matéis, dádmelos a mí. ¡Yo sí los quiero!". Tampoco puedo olvidar que en cierta ocasión un periodista le preguntaba a la Madre Teresa cuál había sido su estrategia para salvar a tantos niños y desahuciados de la vida. Su respuesta no dejaba lugar a equívocos: "¡Uno a uno!"
Pues bien, ha llegado el momento del "uno a uno"... La mayoría de las asociaciones provida han orientado su acción en los últimos años en esta línea. En muchos lugares -también en San Sebastián- ya vienen trabajando con gran éxito grupos de "rescate", bajo la coordinación de la fundación "RedMadre". Decenas de miles de vidas humanas han sido salvadas "in extremis", cuando tenían ya puesta la "cita" en el abortorio. Su método consiste en dar a la mujer embarazada soluciones alternativas al sacrificio de la vida de su hijo: acompañamiento personal, ayuda económica, pisos de acogida, asistencia médica y jurídica, etc.

Quiera el Señor que las familias católicas argentinas tengan la valentía y el compromiso de decir: “no los maten, dénmelos a mi”. Que podamos encontrar formas concretas de servir a la vida, de estar cerca de las personas que están en situaciones de riesgo. Que así como muchos invirtieron su esfuerzo y dinero para salvar 33 personas de la muerte, nosotros también mostremos nuestro compromiso colaborando incluso materialmente con las asociaciones que, gracias a Dios, ya están surgiendo en Argentina.
Quiera el Señor que dejándonos impulsar por la gracia del Espíritu Santo seamos capaces de custodiar el milagro de la vida, de cada vida humana.

Catequesis Prebautismal II

Ave María Purísima!!!
Revisando las estadísticas del blog, descubrí que muchos llegan a él buscando material para la catequesis prebautismal, que subí hace ya unos años en una de las primeras entradas.
Ahora quiero dejara a su disposición un Powerpoint que preparé y utilizamos en la parroquia para la charla prebautismal. En realidad es de la primera mitad de la charla: la segunda parte, referida a la "educación en la fe", no está. Pero creo que igualmente les puede servir, al menos como base de otras presentaciones más completas.

jueves, 14 de octubre de 2010

Peregrinación Hasenkamp-Paraná 2010

Había prometido acostarme temprano, pero... no pude resistir la tentación de sacrificar un rato de sueño para compartir la profunda emoción que me embarga por estas horas.
Es un poco inexplicable e inexpresable: hice la peregrinación ya varios años -con distintos "rendimientos..."- pero este año es especial.
La soñé desde principios de año, cuando supe que iba a ser una semana después del Encuentro Nacional de Mujeres. La esperè ansioso este último mes; la empecé a palpitar desde la primera reunión de preparación, una semana atrás.
Y hoy casi puedo decir que la necesitamos. 
La necesito yo, en primer lugar y como cada año, para expresarle a María mi cariño filial, la confianza ilimitada que aprendí a tenerle en este tiempo y que se renueva cada año para estas épocas.
La necesita nuestra Iglesia de Paraná, para poder expresarse y a la vez visualizarse a sí misma. No estará toda la diócesis, numéricamente hablando. Pero a lo largo de los más de 80 kms que -Dios mediante- caminaremos, podremos vislumbrar el misterio de la Iglesia, reunida "en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", y formada por miembros diversos: el Obispo y los sacerdotes, las religiosas y consagradas, los jóvenes y niños,  los ancianos; hombres y mujeres maduros, grupos de amigos, novios a punto de casarse, matrimonios con nietos... Gente de grupos misioneros, de Schoensttat, focolares, de la Acción Católica, catequistas, docentes de nuestras escuelas, ministros de la Comunión, Scouts, del movimiento de la Palabra, de Jornadas, de Cursillos, de Emaús... Todos formando "un solo Cuerpo", caminando de la mano de María, gritando al mundo el gozo de creer en Jesús y de pertenecer a la Iglesia. Alentándonos mutuamente, alegrándonos y consolándonos para poder llegar a la meta, símbolo de la meta definitiva que anhelamos alcanzar.
Y por eso mismo, la necesita nuestra sociedad paranaense y -por qué no- la necesita el mundo. Para recobrar la esperanza, y volver a convencerse de que no todo está perdido. Para que las marchas de la muerte, los gritos, los insultos, el odio a la vida y a la verdad, sean suavizados y contrarrestados con el lenguaje del Amor y de la Paz. Para que la sociedad pueda también redescubrir que la Iglesia no es basura, ni es la dictadura, sino que -con nuestras limitaciones y pecados incluidos- la Iglesia  es una gran familia, es el inicio del reinado de Jesús, "reino de Verdad y de vida, el reino de la santidad y de gracia, El reino de la justicia, el amor y la paz". Para escuchar que una multitud apuesta por el perdón y la reconciliación, que sabe que "el camino es el amor", y que está dispuesta a hacer brillar en el medio de la noche de los tiempos, la luz del Evangelio.
Será una marcha a favor de la vida, a favor de la familia, a favor del hombre, de todo hombre. 
Será una marcha por la mujer y hacia la Mujer, porque caminamos sabiendo que unos brazos maternales nos esperan en el Santuario. Y sin habernos puesto de acuerdo, estoy seguro de que muchos caminaremos pidiendo al Señor por todas las mujeres que, días atrás, nos han permitido ver sus heridas, sus carencias, la ausencia de Dios en sus vidas, y por eso la ausencia del amor.
A María, Mujer, Hija, Esposa, Madre de Jesús y de los redimidos, confiamos el alma de cada una de ellas.

martes, 12 de octubre de 2010

XXV Encuentro Nacional de Mujeres en Paraná. ¡Esto también pasó!


Es posible que hayan visto, directamente o por los medios, algo del Encuentro Nacional de Mujeres. Casi todo lo que trascendió fue muy feo, en el sentido más profundo de la expresión. Si suele relacionarse la mujer con la belleza, y la belleza con la mujer, poco de femenino y de bello, puede encontrarse en lo que se difundió. Lo más grave de todo: muchas mujeres –ancianas algunas, maduras, jóvenes muchas- gritando de manera exaltada “aborto legal”. Es el absurdo en una de sus expresiones más grotescas. Es una lamentable e inconcebible contradicción: quienes tienen por vocación dar vida reclaman el derecho a matar. Y como si fuera una metáfora de ese absurdo de la fealdad y la muerte: plazas devastadas, calles y edificios pintados, chicas muy “desfemeneizadas” –feas, en suma-, empujones, insultos, gestos. Podríamos seguir enumerando…

Quiero contar que, en este fin de semana largo –para muchos, el más laaaaargo que viviremos en años…- sucedieron cosas maravillosas, impresionantes. Como “no hay mal que por bien no venga” y como Dios “ordena todas las cosas para el bien de los que lo aman” y “sabe sacar bienes incluso del mal”, este encuentro nos hizo redescubrir la belleza de lo que hemos recibido y de lo que –aun imperfectamente- somos.
Lo voy a contar en forma de agradecimiento, desde la experiencia vivida como vicario de San Francisco de Borja, y aunque no nombre a todos, los que lean sabrán reconocerse. Como no tengo el diccionario de sinónimos al lado, seguramente voy a repetir los adjetivos: la emoción a veces corta la inspiración...

Gracias, en primer lugar, a nuestros Obispos. Que nos han dado un testimonio impresionante de paternidad. Que se la “bancaron” de una manera increíble, asumiendo este desafío con una entereza notable. Cuento algo que lo refleja de un solo trazo. El Domingo al mediodía, después de la Misa de niños  en Borja, fui al Colegio sede. Estaban llegando las mujeres de los talleres y allí, no solo las recibían los servidores con aplausos y vivas, sino el mismísimo Arzobispo, al “rayo del sol”. Saludando, felicitando a las que venían con aire de triunfo, consolando a las que llegaban angustiadas… Así también Monseñor Fernández. Iluminando ambos con sabiduría evangélica la difícil tarea de las católicas en el Encuentro. Gracias también a tantos hermanos en el ministerio, que se brindaron enteros y con quien pudimos compartir momentos intensos.

Gracias a todas las mujeres que participaron. Nuevamente, ancianas algunas, maduras otras , jóvenes muchas. Con un temple heroico, con una enorme conciencia de su identidad y de su misión. Con verdadero espíritu evangélico, exponiéndose en muchos casos a la violencia verbal y hasta física. Gracias por su preparación, por el estudio previo, por los sacrificios y renuncias que les implicó participar. Agradezco en especial a las de mi parroquia, a quienes colaboraron más de cerca en la preparación –por la paciencia, por la disponibilidad, por poner la cara-. Estoy seguro que esta experiencia ha sido para todas de un enorme enriquecimiento.

Gracias a todos los que fueron parte de la Comisión Organizadora. Sé que todo ha sido muy duro, muy difícil. Que había decisiones complicadas de tomar. Que había que lograr acuerdos que no eran tan simples. Vi de cerca a dos de las más involucradas, y realmente quedo conmovido por semejante abnegación y espíritu de servicio.

Gracias a todos los miembros de la comunidad parroquial. En ellos reconozco y agradezco a todos los fieles de la ciudad que abrieron sus hogares y dispusieron sus bienes, y que de una u otra forma ofrecieron todo para que nuestros visitantes estuvieran bien y se sintieran “en casa”. En nuestra Parroquia nos tocó recibir a las tucumanas. Fue hermoso poder palpar la solidaridad en quienes donaron cosas para el desayuno –teníamos como para 3000 desayunos-, prestaron sus colchones, recibieron como a verdaderos hermanos a desconocidos, ofrecieron sus casas para que pudieran ducharse, limpiaron la escuela, pasaron la noche en vela, prepararon el desayuno, dejaron todo en condiciones para las clases. Gracias también a todos los que participaron como servidores, entregándose con una generosidad admirable para preparar y entregar almuerzos, mantener limpios los lugares comunes, limpiar los baños, cuidar a las chicas, acarrear sillas… En total, cientos de personas movilizadas para servir. Sin cobrar un peso, sin reclamar reconocimiento. Ellos no salieron en los diarios, pero el Padre no se olvida de sus gestos de amor. ¡Gracias!

En todo esto creo que podemos percibir la belleza del Evangelio, la hermosura de ser cristianos. Frente al reino de la Mentira, queremos permitirle a Jesús que nos ayude a ser testigos de la Verdad. Frente a la Cultura de la Muerte, nosotros decimos sí a la vida. Frente a la violencia y el odio, nosotros queremos ser testigos del perdón, del amor y de la paz. Frente a la soberbia y la prepotencia de los poderosos de este mundo, nosotros enarbolamos la bandera de la mansedumbre, la humildad y el servicio.