lunes, 12 de abril de 2010

Los niños siempre dicen la verdad...

Pensé que mi retiro anual había terminado el viernes al mediodía, después de compartir unas espléndidas jornadas en Stella Maris. Las reflexiones de Mons. Ángel Rovai, la lectura en la comida de unas preciosas homilías de Cantalamessa, los momentos de oración silenciosa... todo fue de Dios. ¡Qué grande y qué pequeño a la vez uno se siente cuando piensa un poco - alejado del fragor de la vida cotidiana- en el misterio del sacerdocio!
Pero Jesús me tenía preparada la "última charla" del retiro. Me la dío hoy, a través de dos niños de salita de cuatro años, una parte de mañana y otra a la siesta.
Estábamos sentados junto al Sagrario de la parroquia -ellos en el suelo, yo en un reclinatorio- y había bajado la imagen del Jesús Misericordioso. Yo intentaba explicarles el significado de los rayos, y cómo teníamos que confiar en Jesús; y no sé como ni por qué, uno de los chiquitos -creo que era Leandro, mi pequeño tocayo- me dijo, señalando la imagen "Jesús es más grande que vos".
Jesús es más grande... ¡Cuánto nos cuesta confiar en Él, y abandonarnos en su Providencia! Cuantas veces nosotros, los sacerdotes, nos olvidamos de eso... Cuantas veces olvido que Él es el grande, que Él hace la obra, que somos "siervos inútiles", totalmente prescindibles. Que la pastoral y el futuro de la Iglesia no están en mis manos, sino en las Suyas... Que, como tantas veces he rezado, "es necesario que él crezca y que yo disminuya". ¡Qué verdad tan maravillosa, que certeza tan consoladora! ¡Cuantas veces mi orgullo y falta de fe me impiden descansar en esa certidumbre!

Pero faltaba más, el "retiro" aún no terminaba. Por la tarde, apenas levantado de la siesta para ir a recibir los jardineros de ese turno, Candela me recibió con estas palabras: "¡Hola, Jesús!"
Y en esas palabras se me revelaba, a pesar de mis incapacidades y miserias, mi ser más profundo y mi misión. Ese es el misterio de nuestra frágil humanidad, revestida y "transustanciada" en el ser del Hijo de Dios hecho hombre. Como aprendimos en el Seminario: el sacramento nos cambió ontológicamente, nos cristificó. ¡Con qué frecuencia vivimos lejos de esa verdad luminosa! ¡Que "grande" nos queda! Y sin embargo, ¡cómo no alegrarnos a la vez por esa arcana predilección del Señor!. ¡El Sacerdote es Jesús!
Jesús: si alguna vez olvidara para qué vivo, para qué fui ordenado sacerdote, mandame a Leandro y a Candela, que me lo recuerden: Vos, que sos siempre el "más grande" me ha tomado, me ha bendecido, y partiéndome me ha dado: soy Jesús, debo ser Jesús.