sábado, 20 de diciembre de 2014

La Anunciación, narrada por el Anunciador

Comparto un texto que escribí hace un tiempo, y que puede ayudarlos en este IV domingo de Adviento.
Es una especie de contemplación del Misterio de la Anunciación y la Encarnación, mirada desde el punto de vista del Arcángel Gabriel

En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea...”


No me resulta fácil contar esto, por muchos motivos. El principal es que es muy diferente la vida del cielo que la de la tierra; nuestra relación con la historia de los hombres es un misterio para nosotros mismos.
No obstante, desde la Creación, Dios ha confiado a algunos de nosotros algunas misiones en el mundo de los hombres. De hecho, muchos estamos vinculados a ellos porque debemos custodiarlos hasta llegar al Cielo.
En mi caso, también antes de la plenitud de los tiempos tuve una misión. Eran tiempos oscuros, tiempos de crisis para el Pueblo de Israel, y yo tuve que animar su esperanza.

Pero seguro que a ustedes les interesa saber otra cosa: cómo fue aquella vez, en la casa de María. Sin embargo, quisiera hacer mención al motivo por el cual fui enviado: la compasión y el amor de Dios por la humanidad.
Una humanidad que gemía bajo el yugo del sufrimiento, del pecado, de la muerte. Una humanidad sumida en la tristeza y en la desesperación, porque todo anhelo, todo esfuerzo parecía condenado al fracaso más rotundo.
Y -esto que les cuento es casi una infidencia- créanme que esta situación hacía sufrir a Dios... A veces los hombres se imaginan que Dios no se inmuta, que es tan perfecto y todopoderoso que nada le afecta. Pero yo les puedo asegurar que el Padre se estremecía ante la humanidad extraviada y hundida en la desesperanza.

Hasta que en un momento -al menos así lo vivimos nosotros- el Hijo, que es un eterno reflejo, perfectísimo, del Padre, decidió unirse a los hombres. Esto lo digo así, porque así nos fue dicho, pero no lo comprendo, y sé que jamás lograré comprenderlo. Porque esto estaba ya en los planes del Padre desde antes de la Creación, y sin embargo, se realizó de un modo concreto, en la historia marcada por el pecado de Adán... Sin dejar el seno del Padre, el Hijo se disponía a hacerse un hombre... Increíble, pero real, posible por el infinito Amor, que es el Espíritu Santo.

La decisión estaba tomada. Para rescatar al hombre perdido, para buscar a la oveja que se había extraviado, y que yacía herida, en el profundo foso de la muerte, el Hijo se ofrecía: “He aquí que vengo, Padre, para hacer en la tierra tu voluntad...”. Un misterio de Obediencia perfecta, que vendría a reparar la inaudita desobediencia de Adán. Pero más inaudito era aún el camino por el cual Él tomaría la naturaleza humana.

Y ahí es donde fui llamado. Una gran misión se me confió. Porque Dios siempre hace las cosas de un modo desconcertante, que nosotros nos acabamos de comprender.
Me presenté, y se me dijo: “tienes que ir a Jerusalén, a anunciar a Zacarías que le nacerá un hijo...” Esta historia ya la conocen, y la incredulidad de Zacarías, y la promesa que se cumplió.

Pero el Padre prosiguió: “en el sexto mes debes ir a Nazaret... allí vive una joven virgen, ella será la Madre de mi hijo... debes anunciarle, y recibir, en mi nombre, su consentimiento... será el Espíritu Santo...”

Imagínense: ¡Nazaret! Existían cientos de miles de lugares mejores donde el Padre podía realizar su plan, pero, ¡Nazaret!
Y una joven, una joven virgen... el Espíritu Santo.
Pero lo más impresionante fue que el Padre, el Todopoderoso, quería recibir el consentimiento de esta jovencita...

Cumplí mi misión en Jerusalén, y, en el sexto mes, obedeciendo el mandato del Padre, realicé la mayor de las misiones. Aquí me quiero detener en los detalles del momento, un momento único, irrepetible

Galilea es una región hermosa. A diferencia de Judea, más árida, tiene suaves colinas que, en determinadas épocas del año, se cubren de verde hierba.
Nazaret era apenas una aldea: gente sencilla, algunos creyentes, otros poco piadosos, algunos trabajadores, otros no tanto... muchos pacíficos, pero también algunos rebeldes, casi revolucionarios.

La casita era una de tantas, sin nada que la distinguiera. Una casita pobre, de gente trabajadora a la que nunca le había sobrado nada. Paredes austeras, muebles austeros, todo muy ordinario.

Pero lo más importante era ella... creánme que se me hace difícil describirla: ¿cómo podría yo?. Sería necesario ser poeta, y yo soy sólo Ángel. Estaba como tantas veces, ocupada en sus labores de niña casi joven. Su rostro expresa tanta discreción como majestad. Sus manos laboriosas trabajaban con precisión y delicadeza.
Mi saludo la sorprendió. Ella siempre se había imaginado ser la última, la más pequeña: se sentía cómoda sintiéndose así. No era amiga de ideas extravagantes, y nunca había pedido a Dios ninguna señal... Todo lo que sucedería era inesperado para María, y, sin embargo, hubo inmediatamente entre nosotros una sintonía singular.

Al percibir mi presencia, se puso en cuclillas, profundamente inclinada, con la cabeza baja, de tal manera que al principio no pude ver sus ojos. Por un momento un gesto de preocupación cruzó su frente, desvaneciéndose casi al instante.
“¿Llena de Gracia..., yo?... ¿qué quiere decir?” pensaba en su interior. Su corazón estaba inundado de la Palabra de la promesa, escuchada y meditada desde su infancia. Cada palabra mía activaba en su interior, decenas de imágenes, antiguos oráculos, oraciones del pueblo que ella había aprendido en su casa y en la Sinagoga.

Proseguí con lo que el Padre me había enviado: “No temas, María... Dios te ha favorecido... Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús... él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”.

Tuve la inmediata sensación de que ella entendía todo. Poco a poco, fue levantanto la cabeza, con una enorme dignidad, pero sin perder la humildad. En verdad ella no temía, no temía a nada, desde el momento en que supo que yo venía de parte de Dios.
Cuando mencioné el hijo, vi como un destello en sus ojos, al igual que al pronunciar su nombre. Ella conocía cada una de las profecías: sabía muy bien que yo le anunciaba que sería la Madre del Mesías. La idea a la vez le parecía imposible y enormemente lógica. Su alma se iba inundando de luz. Se sabía agraciada de una manera singular, y a la vez, cada vez más pequeña ante el misterio que se le anunciaba.

En ese momento, vi en su mirada como un momento de vacilación. Ella era tan transparente, que podía casi leer sus pensamientos. Después de un instante de silencio, preguntó:
¿Cómo puede ser eso... yo no tengo relaciones con ningún hombre?” Parecía extraña esta referencia, y sin embargo era lógica. Pude comprender en ese momento que María, movida por el Señor, había sentido desde pequeña un gran deseo de ser toda de Dios... de permanecer virgen. Ella había hablado de esto con el varón justo a quien sus padres la habían unido, y él la había comprendido, y apoyado. ¿Cómo sucedería entonces ahora? ¿Debía abandonar aquel propósito que había sido como el hilo conductor de su vida? Ella estaba dispuesta a todo, sólo quería comprender mejor...
Ese destello de preocupación desapareció del todo cuando comencé a explicarle: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti... el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. El niño será Santo y será llamado Hijo de Dios.”
Lo que tuve que decirle era a la vez de una trascendencia infinita y de una sencillez divina. María escuchaba, y con cada nueva Palabra, su rostro se volvía más luminoso. “Hijo de Dios”. Esa Palabra la conmovió, los ojos se le llenaron de lágrimas, pero siguió tan atenta: todo su ser estaba allí, pendiente de mi anuncio.
El Padre me había autorizado a revelarle el milagro ocurrido en su prima: “también tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes...”
Y concluí mi misión, ser portador de esta buena noticia, diciendo “porque no hay nada imposible para Dios”.

Ese momento fue impresionante. Tuve la sensación de que no estábamos solos en esa humilde casita. Me pareció que, de alguna manera, estaban allí Adán, Abel, Abraham... Moisés, Sansón, David... Jeremías, Isaías... Esdras, Judit, Judas Macabeo... y tantos otros... y hasta me animo a pensar que Miguel, Rafael, y todos los coros angélicos, miríadas y miríadas de espíritus celestiales, estaban ahí, con nosotros, pendientes de nosotros, o, mejor dicho, de ella.

Todos expectantes, todos pendientes de esta humilde joven, casi niña. La historia del mundo, la salvación del género humano tal como el Padre la había pensado, pendían en ese instante del sí de esta niña. El eterno Pastor, deseoso de salvar a la humanidad descarriada, esperó, paciente, la respuesta de su creatura, la única libre del pecado que Él debía cargar sobre sí.

Fueron sólo unos segundos, pero ese instante pareció largo, muy largo. ¿Qué ocurría en su interior? Esto ya no lo puedo saber. Sólo imagino como un combate interior entre la humildad y la disponibilidad. ¿Cómo ella, ella, podría ser madre del Rey? ¿Qué podía significar ser madre del Hijo de Dios? ¿Era digna? ¿Sería capaz? Sólo ansiaba ocultarse, vivir sólo para Dios, pero nunca había imaginado que ese anhelo que abarcaba toda su vida se realizaría de esta manera. Era consciente de que Dios tenía un proyecto , pero que no la forzaba, que tenía que decidir libremente.
Vivir sólo para Dios”. Tal vez ese fue el pensamiento decisivo para que diera su consentimiento. ¿Reina ella? No podía ser reina. Siempre se había imaginado sirviendo, siempre absoluta disponibilidad. Por eso la expresión de su Sí fue como les cuento. En ese momento, en que casi ni me atrevía a mirarla, pude percibir una sonrisa, tenue, pero luminosa. Una sonrisa que condensaba siglos de espera y el gozo de la nueva libertad que se prometía y realizaba. Una sonrisa llena de radiante belleza, y a la vez solemne, majestuosa, como su consentimiento:

Yo soy la esclava del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”.

Ese instante ya no puede ser descrito. No nos alcanzará la eternidad para escrutarlo.

Sólo puedo decir que, en el mismo momento de su respuesta, una fuerza irresistible me hizo postrarme, ante Ella y ante Él, que vivía en Ella.

Supe que el Evangelista Lucas, dichoso confidente de María, escribió: “y el Ángel se alejó”. Claro, los ángeles no viven en la tierra, sino en el Cielo.

Pero ¡qué dificil, desde ahora, distinguirlos! Porque el Señor del Cielo vivía en la tierra. Las fronteras, de repente, se desdibujaban. Mucho más imperceptibles aún en la casa y en el corazón de María.

martes, 16 de diciembre de 2014

Un examen de conciencia para jóvenes que me gustó... y retoqué

Muchas veces he buscado en internet exámenes de conciencia para jóvenes.
Hace un tiempo encontré uno que me pareció completo y adecuado, y por eso quiero compartirlo.
Le hice, además, algunos "agregados", con un lenguaje que trata de ser claro y delicado a la vez.
¡Espero que les sirva!





Examen de Conciencia
Antes de confesarme:
* ¿He mentido deliberadamente en alguna confesión anterior o no le he dicho algún pecado mortal al Sacerdote por vergüenza?
* ¿Me he esforzado en corregirme de mis pecados anteriores y en tratar de no volverlos a cometer?
* ¿He recibido la Comunión sin haber confesado antes algún pecado mortal, o sea, alguna falta grave contra la Ley de Dios?

1. AMARÁS A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS Y AL PRÓJIMO COMO A TÍ MISMO
Relación con Dios:

¿Busco amar a Dios con todo mi corazón?
¿Pongo a Dios primero que todo en mi vida y primero que todas las personas?
¿Dedico tiempo a amar a Dios hablando con Él en la oración?
¿Alguna vez me he quejado a Dios o lo he insultado por algo que me ha sucedido a mí o a alguien?
¿He caído en superstición o algún tipo de ocultismo (brujería, hechicería, poder mental, metafísica, astrología, adivinación, lectura de las cartas, magia, fetichismo, espiritismo –juego de la copa-, satanismo) u otra práctica contraria a la fe cristiana?
¿Confío en amuletos, pirámides, cristales, etc.?

2. NO TOMARÁS EL NOMBRE DE DIOS EN VANO
¿Tengo reverencia y amor por el nombre de Dios o le ofendo con juramentos falsos, blasfemias (palabras o acciones contra Él) o usando su nombre sin respeto?
¿He incumplido alguna promesa hecha a Dios?
¿He rechazado o abusado de algún objeto sagrado (he jugado en la iglesia o con las cosas sagradas)?

3.SANTIFICAR LAS FIESTAS.
MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA.
¿He faltado a Misa los Domingos pudiendo ir?
¿Participo con atención y devoción en la Santa Misa o estoy distraído, tal vez hasta comiendo chicle o con el celular?

4. HONRARÁS A TU PADRE Y A TU MADRE
¿Respeto y obedezco a mis padres? ¿Soy agradecido con ellos?
¿Los desprecio o no les demuestro amor?
¿Me avergüenzo de ellos?
¿Los insulto o trato con palabras irrespetuosas que los hacen sufrir?
¿Los he ayudado en sus trabajos y necesidades?
¿He contribuido en medio de mi familia a la armonía y alegría de los demás con mi actitud o he generado conflictos por mi rebeldía?
¿He sido respetuoso y obediente a mis maestros o adultos con autoridad (entrenadores, instructores)?

5. NO MATARÁS
¿He herido a alguien físicamente? ¿He golpeado a alguien?
¿He caído en excesos que pueden dañar mi cuerpo (beber o fumar en exceso, utilizar drogas o comer más de lo necesario)?
¿He caído, por el contrario, en descuidar mi salud, descuidando las comidas, conduciendo a excesiva velocidad, etc?
¿He caído en peleas o insultos?
¿Me he dejado llevar por el resentimiento, el odio, la ira, los deseos de desquite y venganza?
¿He dicho o hecho cosas que ofenden al prójimo?
¿He llevado a alguien al pecado (con malos ejemplos, con malos consejos)?
¿He aconsejado o realizado un aborto?
¿He pedido perdón cuando he hecho algún daño?
¿He perdonado?

6° Y 9°. NO COMETERÁS ACTOS IMPUROS; NI CONSENTIRÁS PENSAMIENTOS IMPUROS
¿Me distraigo en pensamientos y deseos impuros o trato de rechazarlos?
¿Me he causado estos pensamientos, películas, sitios de internet o algún otro tipo de material pornográfico?
¿He disfrutado oyendo o contando chistes de doble sentido; cantado o disfrutado de canciones inmorales?
¿He hecho juegos indecentes, atentando contra la intimidad de los otros con miradas o acciones?
¿He tenido contactos sexuales ocasionales y superficiales? ¿He “transado” con personas con quienes no tengo una relación de afecto?
Si estoy de novio, ¿he faltado a la pureza teniendo relaciones sexuales o con gestos que me conducen a ellas?
¿Me he vestido de manera provocativa, llevando a otros al pecado?
¿He incitado a otros al pecado con mi ejemplo y comportamiento, con mi falta de decencia?
¿Rezo inmediatamente para que se vayan los pensamientos impuros y las tentaciones?
7. NO ROBARÁS
¿He robado algo alguna vez?
¿He devuelto lo robado? Si esto no ha sido posible, ¿he reparado el daño de alguna manera?
¿He devuelto lo que me habían prestado?
¿He dañado a propósito algo que pertenezca a otra persona?
¿Desperdicio el tiempo en la escuela o en la casa?
¿He sido cuidadoso con las cosas materiales que mis padres me dan?
¿He sido cuidadoso con la Creación de Dios?

8. NO LEVANTARÁS FALSOS TESTIMONIOS NI MENTIRÁS
¿He dicho mentiras? (decir lo que no es cierto)
¿Miento para quedar bien?
¿He incurrido en chismes? (contar a otra persona lo malo que dicen de ella)
¿He calumniado? (inventar contra otro lo que no han hecho)
¿He difamado o “sacado el cuero”? (decir lo malo que otra persona ha hecho y que quizás no se sabía)
¿He juzgado a las personas? (dedicarse a opinar y pensar en contra de los demás)
¿Soy crítico, negativo o falto de caridad en mis pensamientos de los demás?
¿Mantengo los secretos que me han confiado?

10. NO DESEARÁS LOS BIENES AJENOS
¿Envidio las pertenencias o posesiones de los demás?
¿Tengo un deseo exagerado de poseer bienes materiales?
¿Soy egoísta?
¿Confío en que Dios se ocupa de todas mis necesidades aunque no lo parezca?

Pecados Capitales
y
Virtudes Contrarias
1. Soberbia / Humildad
¿Me comparo con otros?
¿He tratado de llamar la atención con mis conocimientos, mi físico, etc.?
¿Busco aprobación, reconocimientos, honores y alabanzas?
¿Desprecio a otros en mi corazón? • ¿Me he resentido por el trato recibido?
¿Reconozco mis errores y pido perdón?

2. Avaricia / Generosidad
¿Estoy apegado a las cosas y al dinero?
¿Sacrifico mi tiempo para ayudar a los demás?
¿Soy generoso o egoísta con lo que tengo?

3. Lujuria/Castidad
(ya examinado en 6º y 9º Mandamientos)
4. Ira / Paciencia
¿Soy intransigente e intolerante? ¿Impaciente e iracundo?
¿Me pongo de mal humor cuando las cosas no salen como yo quiero?
¿Le echo la culpa a otras personas o a otras cosas cuando pierdo el control (ej: “me sacaron de quicio”, “fue que él me hizo tal cosa”)? ¿O asumo mi responsabilidad?

5. Gula / Templanza
¿Como más de lo necesario?
¿Estoy adicto al alcohol, drogas, juego?
6. Envidia / Caridad
¿Soy celoso de mis hermanos(as), compañeros, etc.?
¿Envidio los bienes o las cualidades de los demás?
¿Distraigo mis pensamientos en comparaciones que me llevan a la envidia?
¿Le reclamo a Dios en mi interior por el bienestar o cualidades de los demás?

7. Pereza / Diligencia
¿Cumplo con mis deberes estudiantiles y familiares?
¿Dejo las cosas para más tarde?
¿Descanso más de lo necesario?
¿Tengo pereza o desinterés por las cosas de Dios?

Pésame
Pésame, Dios mío, me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí, por el cielo que perdí; pero mucho más me pesa, porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como vos. Antes querría haber muerto que haberos ofendido y propongo firmemente no pecar mas y evitar las ocasiones próximas de pecado. Amén


lunes, 14 de abril de 2014

Examen de conciencia para "hijos pródigos"



Suele suceder en la peregrinación Hasenkamp-Paraná, y también en otras circunstancias (como el viernes santo durante la mañana, o antes de unas primeras comuniones) que algunas personas quieren confesarse, pero "no se acuerdan cómo". Sienten deseos de pedir perdón pero también a veces "no saben qué decir". 


A veces, porque el paso del tiempo y el influjo de la mentalidad relativista fue "borrando" la Ley de Dios de sus conciencias. 

Otras veces esas mismas conciencias, para evitar el peso del remordimiento, fueron justificando las faltas, hasta "enterrarlas" por algún lugar, o "evaporarlas" (son las metáforas que se me ocurren).

En esos casos, suelo ayudar a las personas con algunas preguntas siguiendo los diez mandamientos, y deteniéndome en algunas faltas que suelen o pueden ser graves. 

Se las comparto, un poco "mejoradas", como un "examen de conciencia para hijos pródigos". 

Ojalá sirva a alguno para reconciliarse en este tiempo.

¿Hace mucho que no te confesás? ¿Fue por algo en especial que dejaste de hacerlo?

1. ¿Has tenido fe en Dios? ¿Te has acordado de rezar siempre? ¿Has confiado en Dios? ¿Ha sido importante en tu vida o lo has dejado de lado? ¿Alguna vez te enojaste con Dios y lo insultaste por algo malo que te sucedió?

2. ¿Has recurrido a la magia, a curanderos, a adivinos? ¿Has ido a que te tiren las cartas? ¿Has participado en reuniones de otras religiones o iglesias?

3. ¿Has ido a Misa todos los domingos y fiestas de precepto? ¿Has cumplido con los días de ayuno y abstinencia?

4. ¿Has sido bueno con tus padres, o no has sido buen hijo? ¿Te ocupás de tus papás si son ancianos, o te has desentendido de ellos? ¿Has sido un buen padre o no te has ocupado suficientemente de tus hijos? ¿Has tratado bien a tu familia? ¿Has sido motivo de paz y alegría en tu hogar, o por el contrario, motivo de discordia? ¿Has cumplido tus deberes como ciudadano?

5. ¿Has peleado, insultado, agredido físicamente o verbalmente a alguien? ¿Has tenido discusiones violentas? ¿Hay alguna persona a quien no logres perdonar? ¿Odiás a alguna persona? ¿Has cometido, aconsejado o colaborado con un aborto? ¿Has cuidado tu salud, o alguna vez te emborrachaste, consumiste drogas o pusiste tu vida en peligro sin necesidad? ¿Haz sido indiferente ante el sufrimiento del prójimo?

6. ¿Has consumido pornografía o mirado programas, páginas de internet o revistas impuras? ¿Has cometido actos impuros solo (masturbación)? ¿Has tenido relaciones sexuales antes del matrimonio? ¿Estás casado por Iglesia? ¿Sos fiel a tu esposo/a? ¿Has respetado a tu esposo/a, o has usado la sexualidad de modo egoísta?¿Has estado abierto a la vida, o has utilizado métodos anticonceptivos artificiales?

7. ¿Has robado cosas o dinero? ¿Has sido honesto en los negocios o has estado mezclado en cosas sucias? ¿Has cumplido con tu horario de trabajo? ¿Has sido responsable en el estudio? ¿Has cuidado los bienes que el Señor te regaló o has sido derrochón? ¿Has ayudado al prójimo? ¿Has cumplido con tus obligaciones impositivas o has evadido injustamente?

8. ¿Has mentido? ¿Has difamado al prójimo gravemente, divulgando defectos suyos sin necesidad? ¿Has calumniado, es decir, divulgado mentiras sobre el prójimo, o dicho cosas sin estar seguro? ¿Has copiado en los exámenes o falsificado trabajos prácticos? ¿Has dado testimonio de tu fe y de la verdad?

9. ¿Has deseado la mujer / el esposo de tu prójimo? ¿Te entretuviste en deseos o pensamientos impuros?

10. ¿Has tenido envidia y codiciado los bienes del prójimo, entristeciéndote de su progreso o alegrándote de su fracaso? 

¿Has sentido orgullo, o te has creído mejor que otros, y los haz mirado con desprecio?

domingo, 6 de abril de 2014

El regreso del porno-familiar



Parece que el 14 de este mes -justo coincidiendo con la semana santa- comienza de nuevo "Bailando por un sueño". 

Ojalá que no, pero es probable que - como casi cada año en la última década- la historia se repita: niños que llegan con sueño a la escuela -en el turno mañana- porque se quedaron mirando “el bailando”. Niños de 7 y 8 años comentando el programa. Y hasta niños de esa edad imitando el baile del caño en las galerías de la escuela, o niñas de 10 u 11 años posando en su perfil de facebook como vedettes...

Familias consumiendo veneno, pornografía, en el living de su casa, con total naturalidad. Alguien ha llamado a este tipo de programas "porno-familiar".

Porque creo que dentro del panorama de la televisión prostibularia (como alguien la definió) este programa ha hecho escuela y marcado tendencia. Con la particularidad de que ha invadido todos los espacios: noticieros, programas deportivos, diarios online, suplementos de diarios impresos...

Por esa razón me animo a compartir estas razones, con las cuales algunos acordarán y otros quizá no, para no mirar este programa que tanto daño ha hecho y tanto daño puede seguir haciendo, si es que sigue en la misma línea.

1. Es pornográfico: La casi totalidad de ritmos “bailados” derivan en una imitación ampulosa de actos sexuales. Casi invariablemente, los protagonistas están semidesnudos. Las cámaras muestran insistentemente los órganos sexuales de los bailarines. La pornografía de este tipo -al igual que la más explícita, si es que se puede decir- provoca un gran daño en las personas, dificultando la correcta maduración afectiva u obstaculizando en los jóvenes adultos la posibilidad de establecer vínculos afectivos ordenados.
2. Se banalizan las relaciones entre el varón y la mujer: las relaciones entre varones y mujeres son completamente distorsionadas. En el transcurso mismo del ciclo o en un mismo programa, los protagonistas “juegan” a seducirse y provocarse sexualmente, e incluso tocarse y besarse de modo superficial y ostentoso.
3. Se promueve la bisexualidad y otras perversiones: varios de los bailarines protagonizan escenas de homosexualidad o lesbianismo, e incluso tienen gestos sexuales con personas de ambos sexos simultánteamente. Se promueven y muestran como normales los tríos u otras formas orgiásticas de la sexualidad. Las bailarinas semidesnudas se asemejan a un exuberante harén de un soberano polígamo. Se simulan actos sádicos.
4. Se cosifica la mujer: el desprecio a que es sometida la mujer durante el programa es inaudito, con su interesada complicidad. Las cámaras enfocan obsesivamente sus órganos sexuales, y repiten hasta el hartazgo los “accidentes” que las dejan más expuestas aún. El cuerpo desnudo de la mujer es el ícono del programa.
5. Se utiliza un lenguaje vulgar e inmoral: los “diálogos” del conductor con los participantes, del jurado, de los participantes, son de una inmoralidad incontestable. De un contenido sexual grotesco y grosero en extremo, con permanentes alusiones a los órganos o actos sexuales.
6. Se generan intencionalmente conflictos y discusiones violentas: el clima de descontrol y conflictos permanentes del jurado es proverbial, un clima provocado para ser noticia, pero que tiene su correlato en la vida real. Hay descalificaciones soeces, actitudes infantiles e inmaduras en personas adultas, que son un verdadero escándalo para cualquiera que los escuche.
7. Atenta contra la cultura y el arte: las mismos ritmos, que pueden tener una identidad propia y una riqueza específica, quedan destruidos por la permanente tendencia a sexualizarlos, desnaturalizándolos. Los jurados están compuestos algunas veces por personas completamente incompetentes, con lo cual se hace una burla al verdadero arte de la danza: ignorantes “juzgando” lo que no conocen.

Por estas 7 razones, y por muchas otras que el sentido común y la fe te pueden indicar: no mires bailando por un sueño, no permitas que lo miren tus hijos, no permitas que les roben la inocencia y que a vos -si sos adulto- te manchen al alma y te lleven a ofender a Dios.

sábado, 29 de marzo de 2014

El Otoño y la Cuaresma


En el otoño -según aprendimos en la Escuela, simplificando un complejo proceso biológico- los árboles se "desprenden" de las hojas secas, las cuales caen al suelo, suavemente.
El árbol queda medio "desnudo". Es un proceso difícil, como una "muerte", pero es necesario para asegurar su ciclo vital.
Las hojas secas, además, abonan la tierra y permiten al árbol crecer más fuerte, en la próxima primavera.
Cuando la maestra de cuarto grado nos preguntó: "¿por qué Dios hizo que en otoño los árboles queden sin hojas?", un compañero respondió: "para que no tape el sol y éste pueda calentar a los hombres en el tiempo de más frío"

La Cuaresma es algo así como el otoño. Un tiempo en el cual Dios nos invita a "dejar caer las hojas secas", desprendernos de lo que sobra en nuestra vida, pero que permaneciendo nos afea, y nos impide seguir el ciclo de crecimiento que el Padre nos fija, amorosamente.
De las renuncias que la Providencia nos impone y las que voluntariamente elegimos, el Señor se vale para "abonar la tierra" de nuestro corazón.
Que el viento del Espíritu Santo en la oración y el "frío" de la penitencia hagan caer las hojas secas de nuestra alma, para que dejemos pasar el calor del amor de Dios a través de las obras de caridad.

viernes, 14 de marzo de 2014

Divorcio y segundas nupcias en la Iglesia antigua: ¿antes se podía?

Por su interés, reproduzco íntegro el artículo del padre Javier Olivera Ravasi.

Divorcio y segundas nupcias en la Iglesia primitiva: ¿Antes se podía?
Por momentos uno lee los diarios y pareciera que todo está por cambiar en la “era Francisco”. No sólo se lo pinta como un superman a contrapelo suyo sino que se le endosan doctrinas no corroboradas por él[1], como señala en su reciente entrevista.
Sin entrar a profundizar en sus declaraciones, queremos hacer mención a un error histórico que a fuerza de repetición, puede quedar como una “verdad” moderna y es ésta: que “la Iglesia al inicio de la historia, permitía las segundas nupcias a los que se habían equivocado en su primer matrimonio”, de allí que ahora podría volverse a la misma praxis pastoral.
¿Es así? ¿Acaso durante más de 17 siglos la Iglesia ha venido olvidando esta práctica y hablando en nombre de Dios acerca de algo que Jesús había permitido?
Alguno dirá: “¡Pero a nadie le interesa esto!¡Hoy nadie se casa!”. Puede ser, pero aún hay personas que desean vivir como Dios lo quiere; y si no, déjenme contarles una anécdota que me ocurrió hace unos días, luego de la Misa parroquial.
Había terminado de confesar cuando una pareja de 40 años cada uno, más o menos, me dijo:

-          Padre, querríamos que nos bendijera en una ceremonia.
-          Ahaá… ¡Encantado! –les dije– y cuéntenme… ¿Cómo es la cosa? ¿cumplen aniversario de matrimonio o algo así?
-          No, no…, nosotros no estamos casados; somos sólo pareja…
-          Ahhhhh –dije– y… ¿entonces?
-          Es que ambos éramos casados pero luego la cosa no anduvo con nuestras anteriores parejas y ambos nos separamos. Luego nos conocimos y ahora nos queremos y vivimos juntos, por eso queremos que “Dios bendiga nuestra unión”.
-          Ahhhh –dije yo– mientras pensaba por dentro: “¿y a estos qué les digo?”.
-          Sí, padre –insistía ella– hemos  ido por otras parroquias, pero nos dijeron que no se podía hacer eso, pero como ahora dicen que la Iglesia está cambiando con Francisco nosotros veníamos a ver si se podía…
-          Bien –dije con cara simpática  tranquila– yo encantando les bendigo la pareja en una ceremonia, pero para eso van a tener que permitirme que antes arranque un par de páginas del Evangelio –ellos se quedaron pensativos y dijeron:
-          ¿Cómo dice, padre? ¿cómo va a arrancar una página de la Biblia? –me preguntaron sin entender mucho a lo que iba.
-          Sí; miren, la cosa es así. El problema es que hay un par de páginas que dicen lo contrario de esto, pero si las arrancamos, ninguno tendrá problemas de conciencia; ni Uds. ni yo… Por ejemplo, podríamos sacar esa donde dice Cristo: “Desde el comienzo Dios los hizo varón y mujer… De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre” (Mt 19,5-6) y también dice esa otra donde dice que “se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: «¿Puede el marido repudiar a la mujer?»… Jesús les dijo: lo que Dios unió, no lo separe el hombre.» Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. El les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio” (Mc 10,2-12).
La pareja iba entendiendo a dónde iba. Les dije que el problema era que Dios había hecho así las cosas y que el matrimonio era para toda la vida, no sólo en virtud del sacramento que así lo exigía, sino por los múltiples beneficios que trae incluso en el orden natural para la familia, los hijos, etc., y todas esas cosas que los curas decimos…
Los exhorté a saber comprender las cruces y sobrellevarlas con sobrenaturalidad; la cruz de la castidad, la cruz de la soledad, etc., pero veía que aún no estaban preparados para dar ese paso que es difícil. Aún no tenían fuerzas espirituales para afrontar un cambio, por lo que les pedí que no dejaran de cumplir el resto de los mandamientos, de educar a los hijos en la Fe, de ir a Misa aunque ahora no pudieran comulgar, de rezar, etc., porque Dios siempre premia con la gracia a quien se esfuerza.
Era gente de Fe pero confundida por lo que está sucediendo ahora con este tema, de allí que ellos mismos recordaran que no podían comulgar aún por no estar viviendo como Dios mandaba, es decir, en gracia de Dios, de allí que también recordamos el texto de San Pablo que dice “quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor” (1 Cor 11,27).
Entendieron y no se enojaron, porque se dieron cuenta de cómo era la cosa. Pero yo quedé preguntándome; ¿tanta gente confundida? ¿qué pasa? ¿si estas eran cosas que se aprendían en el Catecismo?
 Propaganda mundial contra la Iglesia y la  cuestión de la Iglesia Primitiva
 Como muchos habrán leído, para el mes de octubre se está preparando un Sínodo en Roma que tocará el tema del matrimonio cristiano (un sínodo es una reunión de obispos para analizar un tema puntual). Para ello, meses antes, se comienzan a hacer reuniones entre obispos, cardenales y el mismo Papa, con el fin de preparar lo que se debatirá; y aquí comienza a jugar la propaganda de los medios de comunicación y de los sectores más progresistas de la Iglesia.
Son ellos, los enemigos de la Iglesia, los que sin estar casados, ni divorciados, ni importarles tres cuernos el Evangelio, los que comienzan a “instalar”: “la Iglesia está cambiando”, “Francisco no es Benedicto”, “Se acabó la inquisición”, “Prohibido prohibir, etc., etc., etc”. Vean nomás los diarios de los últimos meses sobre el tema y tendrán para rato.
El método no es nuevo; es la propaganda puesta al servicio del método “machaque” hasta que las ideas vayan entrando y haciéndose “naturales”. ¿Qué idea se está imponiendo ahora? Ésta: que la Iglesia permitirá, a pesar del Evangelio y a pesar de la enseñanza de 2000 años sobre el tema, la comunión a los que, habiéndose casado antes por Iglesia, “rehicieron” su vida con una nueva pareja.
La excusa de fondo siempre es la misma: la Iglesia no puede quedarse en la época de las cavernas sino que tiene que acomodarse a los tiempos modernos, donde hoy nadie se casa o donde el casamiento es sólo un rito social más.
Pero como decimos, no son sólo los medios de comunicación los que, de un día para otro, largan la noticia sin decir “agua va”. Tienen sus motivos: ¿cómo?
Ni más ni menos que un príncipe de la Iglesia, el cardenal Kasper, uno de los referentes del progresismoalemán, ha dado motivos para que esta propaganda se diseminara con bombos y platillos.
En efecto, en su discurso introductorio para la preparación del Sínodo, el día 20 de febrero pasado, se pasó casi dos horas explicando cómo esto podría ser posible, es decir, cómo podríamos gambetear el Evangelio…
Allí, para salir de este embrollo moderno de los divorciados, proponía dos soluciones:
1)   Agilizar al máximo los trámites de nulidad matrimonial por medio de sacerdotes idóneos dentro de las diócesis y sin intervención de la Santa Sede (algo así como una “nulidad express”). No me detendré en este tema.
2)   Apelando al cristianismo de “los primeros siglos”, es decir, apelando a que, teóricamente, la “Iglesia primitiva”, permitía la comunión de los divorciados vueltos a casar…
Vamos a sus palabras; allí el cardenal Kasper decía que los primeros siglos del cristianismo:
“Nos dan una indicación que puede servir como una forma de salida (…) No puede haber, sin embargo, alguna duda sobre el hecho de que en la Iglesia de los orígenes, en muchas Iglesias locales, por derecho consuetudinario había, después de un tiempo de arrepentimiento, la práctica de la tolerancia pastoral, de la clemencia y de la indulgencia. En el contexto de dicha práctica se entiende también, quizás, el canon 8 del Concilio de Nicea (325), dirigido contra el rigorismo de Novaciano. Este derecho consuetudinario está expresamente testimoniado por Orígenes, que lo considera no irrazonable. También Basilio el Grande, Gregorio Nacianceno y algunos otros hacen referencia a él. Explican el “no irrazonable” con la intención pastoral de “evitar lo peor”. En la Iglesia latina, por medio de la autoridad de Agustín, esta práctica fue abandonada en favor de una práctica más severa. También Agustín, sin embargo, en un pasaje habla de pecado venial. No parece, por tanto, haber excluido de partida toda solución pastoral”[2].
Al leer el texto, lo confieso, me sorprendí; ¿cómo un Concilio había permitido todo esto y no lo conocía? Me agarró cierto remordimiento por un momento, porque si esto era así, tal vez habría sido yo duro en exceso con algunas personas.
¡Qué duro había sido al intentar explicarles a este matrimonio lo que dice el Catecismo en el nº 2384 cuando expresa que “el divorcio atenta contra la Alianza de la salvación de la cual el matrimonio sacramental es un signo. El hecho de contraer una nueva unión, aunque reconocida por la ley civil, aumenta la gravedad de la ruptura: el cónyuge casado de nuevo se halla entonces en situación de adulterio público y permanente”.
¡Qué mal que había estado al recordar desde joven las palabras que escuché de boca del mismo Juan Pablo II cuando en Córdoba, en 1987, decía: “El verdadero amor no existe si no es fiel, y no puede existir si no es honesto. Tampoco existe pacto conyugal verdadero si no hay de por medio un compromiso que dura hasta la muerte”.
¡Qué mal que había estado incluso cuando estudié que Pío XII le había dicho a los párrocos de Roma, el 16 de marzo 1946, que “el matrimonio entre bautizados válidamente contraído y consumado no puede ser disuelto por ningún poder en la tierra, ni siquiera por la Suprema Autoridad Eclesiástica”!
Pero luego me puse a pensar si no podía haber alguna confusión y me encontré con una sorpresa.
En primer lugar, fue realmente una lástima para mí que el cardenal no hubiese dado las referencias bibliográficas, pero a su vez me obligó a ir a las fuentes; a desempolvar libros y me di cuenta de una cosa: en Alemania tienen malas ediciones, o están erradas, o no traen números de página. Porque lo que encontraba en las fuentes, era muy diverso… Veamos[3]:
1)        Durante los primeros cinco siglos de la era cristiana no se puede encontrar ningún decreto de un Concilio, ni ninguna declaración de un Padre de la Iglesia que sostenga la posibilidad de disolución del vínculo matrimonial. Cuando, en el siglo II, Justino, Atenágoras, Teófilo de Antioquía, hacen mención a la evangélica prohibición del divorcio, no dan ninguna indicación de una excepción. Tertuliano y San Clemente de Alejandría son aún más explícitos. Y Orígenes, en la búsqueda de alguna justificación para la práctica adoptada por algunos obispos, afirma que está en contradicción con la Escritura y la Tradición de la Iglesia (Comment. in Mat., XIV, c. 23, en: Patrología Griega, vol. 13, col. 1245).
2)        Dos de los primeros concilios de la Iglesia, el de Elvira (306) y el de Arles (314), lo reiteran claramente. En todas partes del mundo, la Iglesia sostenía que la disolución del vínculo era contraria a la ley de Dios y el divorcio con el derecho a casarse de nuevo era completamente desconocido.
3)        Entre los Padres de la Iglesia que tratan más ampliamente la cuestión de la indisolubilidad matrimonial, justamente, está San Agustín y su De Coniugiis adulterinis; y en muchas otras obras refuta a los que se lamentaban de la severidad de la Iglesia en materia matrimonial, demostrando que, una vez que se ha hecho el contrato ya no se puede romper por cualquier motivo o circunstancia.
4)        En cuanto a San Basilio baste con leer sus cartas, y a encontrar en ellas un pasaje que autorice explícitamente el segundo matrimonio. Su pensamiento se resume en lo que escribe en la Ethica: “No es lícito a un hombre repudiar a su esposa y casarse con otra. Tampoco está permitido que un hombre se case con una mujer que está divorciada de su marido” (Ethica, Regula 73, c. 2 en: Patrística griega, vol. 31, col. 852).
5)        Lo mismo se puede decir del otro autor citado por el cardenal Kasper, San Gregorio Nacianceno, quien escribe: “el divorcio es absolutamente contrario a nuestras leyes, aunque sean distintas de las leyes del juez Romano” (Epístola 144, en: Patrística griega, vol 37, col. 248).
Es decir, las citas contradicen lo que planteaba el cardenal en su discurso y quizás justamente por ello la Iglesia estuvo dispuesta incluso a perder un país entero como Inglaterra en vez de concederle el divorcio a Enrique VIII, apasionado por su Ana Bolena.
El “famoso” canon 8 del Concilio de Nicea
 Habría mucho más para decir; pero, en segundo lugar, creo que es necesarísimo desenmascarar el punto que nos parece más grave. En el texto se cita un “canon”, es decir, un artículo de uno de los Concilios más grandes de la Iglesia, el Concilio de Nicea (325). Este canon dice, refiriéndose a aquellos que se habían separado de la Iglesia y querían volver a su seno:
“En cuanto a aquellos que se dicen puros (está hablando de la secta de los novacianos), si desearan entrar en la Iglesia Católica, este sagrado y gran concilio establece (…) antes que nada que ellos deben declarar abiertamente por escrito, que aceptan y siguen las enseñanzas de la Iglesia Católica que consisten en queentrarán en comunión con aquellos que han realizado segundos matrimonios (en griego se dice “dígamoi”).
Ahora bien, esta palabrita, “dígamoi”, ha sido interpretada por el cardenal Kasper y por la corriente de cambio como aquellos que “se casan dos veces”. Es decir, el razonamiento es: si ya desde antiguo la Iglesia aceptaba a los “que se casaban dos veces”, ¿no habría que volver a esa práctica y listo?
Pero las ideas no vienen solas y siempre hay algún librito que apoya detrás. Como lo declara el vaticanista Sandro Magister (aceptando incluso inocentemente algunas premisas) un sacerdote italiano llamado Giovanni Cereti, escribió en 1970 su tesis en teología patrística bajo el título de “Divorcio, nuevas bodas y penitencia en la Iglesia Primitiva[4], hoy reeditado y en venta en Amazon. Se trataba de la vorágine pos-conciliar que veía en el Concilio Vaticano II un acordeón a estirar y encoger à piacere.
El libro tiene su contexto: fue escrito en Italia, el mismo año en que se decretaba el divorcio civil, es decir, intentando ser una justificación en el tiempo de que la Iglesia no era tan anticuada… ¿Y en qué se basaba? En que ese texto del Concilio de Nicea, que tenía por finalidad acercar a los novacianos (una secta herética y puritana) daba la clave de bóveda para entender el trato con los divorciados en el siglo IV.
Sin embargo, nadie se encargó de ver quién era este tal Cereti ni porqué un texto tan importante había pasado sin pena ni gloria incluso en los medios de aquella época. La verdad, como narra en un artículo el profesor John Lamont, Cereti fue ampliamente refutado inmediatamente después de que su libro salió a luz ni más ni menos por uno de los grandes patrólogos (estudiosos de los Padres de la Iglesia) del siglo XX. En efecto, el jesuita Henri Crouzel, publicó un año después una terrible crítica al libro del italiano, titulada “La Iglesia primitiva frente al divorcio” (“L’Eglise primitive face au divorce”, Paris, Beauchesne 1971”)[5].
¿Qué decía Crouzel y por qué sepultó en el arcón de los recuerdos a Cereti? El gran estudioso jesuita no negaba que algunos prelados hubiesen hecho oídos sordos a segundas nupcias (malos pastores hubo siempre), pero sí afirma rotundamente con Orígenes que “los obispos que permitieron a una mujer casarse nuevamente mientras vivía su marido, ‘actuaron contrariamente a la ley primera traída en las Escrituras’”[6]. Pero esto no es lo que se lee en la historia de la Iglesia ni en la de los sacramentos, como se lee en serios y doctos libros juntos[7].
Cereti, traicionando el texto griego y su interpretación, traducía maliciosamente la palabra “digamoi” (técnicamente, “dos veces casado”) diciendo que se trataba de aquellos que se habían casado dos veces, estando aún en vida su esposa o esposo, mientras que en realidad, de lo único que se trataba era del matrimonio de los viudos vueltos a casar…
En efecto, el Concilio de Nicea, intentando acercar a los novacianos que negaban incluso el perdón a los que habían caído en pecado mortal, proponía como condición que primero ellos aceptaran que no cometían pecado quienes, habiendo enviudado, se casaban de nuevo.
Fueron tales los errores que Crouzel y un grupo de estudiosos le enrostraron a Cereti, que su obra ni siquiera fue reeditada una vez hasta el año pasado.
Ahora, envalentonado por haberse reflotado su tesis refutada, no sólo no confiesa nuevamente la verdad, sino que llega a decir en un reportaje que ese fue “el mayor servicio que hecho a la comunidad cristiano-católica. La experiencia me dice, en efecto, que ‘lo que Dios ha unido, el hombre no debe separar’, por eso si una unión termina, muy probablemente es porque nunca había sido unida por Dios, al contrario, la segunda unión es la que Dios une” (http://www.adistaonline.it/?op=articolo&id=53413; traducción propia). Y uno podría preguntarse: ¿por qué sólo la segunda unión y no la tercera, la cuarta, la décima? ¡Qué retrógrado!
*                        *          *
 El gran humorista inglés, Groucho Marx, decía: “estos son mis principios, pero si no les gusta, tengo estos otros…”.
Ojo; hay confusión y tormenta sobre el tema, pero hay que recordar las palabras de Cristo cuando le preguntaron: “‘¿Puede uno repudiar a su mujer por un  motivo cualquiera?’… A lo que respondió: ‘Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así”.
Y en la Iglesia primitiva tampoco…
 Que no te la cuenten…
 P. Javier Olivera Ravasi







[1] Véase la entrevista del 5 de Marzo de 2014 al Corriere della Sera y el diario La Nación: http://www.lanacion.com.ar/1669312-francisco-pintar-al-papa-comosi-fuera-una-especie-de-superman-me-resulta-ofensivo
[2] http://www.infobae.com/2014/03/03/1547495-se-conocio-el-texto-vaticano-los-divorciados-vueltos-casar
[3] El gran escritor católico de Roma, hoy proscripto, Roberto De Mattei, tiene un artículo reciente en italiano donde analiza el tema de los Padres de la Iglesia, aunque sin analizar el canon 8 del Concilio de Nicea que veremos más adelante (véase http://www.corrispondenzaromana.it/cio-che-dio-ha-unito/).
[4] Obviamente, hoy reeditado con bombos y platillos por una editorial laica e ingnota, gracias a Dios: Giovanni Cereti, Divorzio, nuove nozze e penitenza nella Chiesa primitiva, Aracne Editrice, Roma, 2013, pp. 440.
[5] Véase también de Henri Crouzel, Divorce et remariage dans l’Eglise primitive: quelques reflexions de methodologie historique, Nouvelle Revue Theologique, Dec. 1976 ; Un nouvel essai pour prouver l’acceptation des secondes noces après divorce dans l’Eglise primitive, Augustinianum, Dec. 1977 ; ‘Les “digamoi” visés par le concile de Nicee dans son canon 8′, Augustinianum, Dec. 1978, p. 566. Para ver uno de los iluminadores textos de Crouzel, haga click AQUI
[6] Cfr. Commentaire sur Matthieu XIV, 23 ; GCS X, p. 341, ligne 7 (Henri Crouzel, Divorce et remariage dans l’Eglise primitive: quelques reflexions de methodologie historique, Nouvelle Revue Theologique, Dec. 1976, 897).
[7] Cfr. Carlos Chardon, Historia de los sacramentos, Imprenta Real, Madrid 1801, 80. Chardon trae varias citas más de otros Padres de la Iglesia. El libro puede consultarse on-line aquí: http://books.google.com.ar/books?id=jdRGaX0usVEC&pg=PA80&lpg=PA80&dq=novacianos+y+bigamia&source=bl&ots=rCbdB6UNpw&sig=GO5sYdLmJqKeK5OXH7hao-HOcek&hl=es&sa=X&ei=jQcXU6PkJoegkAfr5IGgCg&ved=0CD8Q6AEwBQ#v=onepage&q=novacianos%20y%20bigamia&f=false