miércoles, 27 de febrero de 2013

Carta al padre José (Ratzinger)



Querido padre José:
Antes que nada, me presento, porque yo te conozco, pero vos no a mí. Me llamo Leandro, soy argentino, vivo en Paraná. Y soy uno de los aproximadamente 400.000 sacerdotes católicos que hay en el mundo. Permitime tratarse así, sencillamente, de "padre", porque siempre quisiste ser y siempre seguiste siendo, fundamentalmente, sacerdote. Cada nueva responsabilidad que te confiaba la Iglesia la aceptaste solo como un acto de amor a Cristo, y a su Cuerpo. 
Te escribo esta carta porque ya he agotado todas las otras maneras por las cuales quería agradecerte tus 85 años de servicio a la Iglesia y al mundo. Pero todas las anteriores no me alcanzaron para poder expresar tanta admiración, tanta gratitud.

Padre José, te conozco desde hace unos 20 años. Escuché por primera vez tu nombre allá por el año ´93. En mi casa había un libro gordo, nuevo, que yo al principio solo miraba de lejos. A fines de ese año supe que era el Catecismo de la Iglesia Católica. Supe que un grupo de obispos, guiados por vos, lo había elaborado. Y me enamoré de ese libro, a tal punto que lo leí ¡dos veces! completo antes de ingresar al Seminario Menor. Sin entenderlo apenas, claro. Con el paso del tiempo, me di cuenta que era una obra magnífica, una síntesis impresionante de la Escritura, la Tradición y el Magisterio, destinado a iluminar a muchas generaciones. Por eso te quiero decir ¡gracias! por el Catecismo.
Unos años más tarde, ya en el Seminario Mayor, llegó a mis manos un librito, en cuya tapa estabas vos, con tu sotana y tu faja cardenalicia. “Informe sobre la fe”, se titulaba. Uno de los libros que he releído más veces, donde comencé a admirar no solo tu conocimiento de la Escritura y la teología, sino también tu enorme capacidad para dialogar con el pensamiento actual, dando respuestas fundamentadas y bellas a los grandes problemas del hombre de hoy. Allí aprendimos que hay una forma de “criticar” a la Iglesia que brota del amor, y que se ratifica con el testimonio de servicio.
Cada vez más tus enseñanzas y tus escritos –en conferencias, en los documentos de la CDF, en libros que recogían entrevistas u homilías tuyas- iluminaban la vida del Pueblo de Dios. Comenzaste a volverte casi imprescindible para la Iglesia en un mundo tan complejo.
Mi último descubrimiento fueron tus escritos de Liturgia. ¿Qué puedo decir yo? Sólo que me ayudaste a ver y a vivir en una nueva dimensión, la del “Cielo abierto”, cada celebración.

Cuando Juan Pablo II se fue debilitando, tu presencia se hizo más visible. Nos conmovieron las meditaciones que preparaste para el Via Crucis del 2005. Nos emocionó tu homilía en las exequias de tu antecesor. Nos impresionó el claro diagnóstico de nuestra época que hiciste unos días antes de ser elegido, al acuñar la imborrable expresión “dictadura del relativismo”.
Cuando el 19 de abril de ese año el cardenal Jorge Medina Estévez dijo “Annuntio vobisgaudium magnum; habemus Papam: Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum, DominumJosephum Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Ratzinger qui sibi nomen imposuitBenedictum XVI” estábamos todos los seminaristas reunidos en la sala de video. Nunca voy a olvidar ese momento. Quien lo escuchara desde lejos podía pensar que estábamos festejando un Mundial que ganaba la selección de fútbol, o algo así… Repicaron las campanas de la Capilla del Seminario. Festejamos con gozo pascual.
Desde tus primeras palabras, comenzaste a enseñarnos. Y no dejaste de hacerlo desde entonces.
Pero, ¡qué puedo decirte de algo tan grande! “No pretendo grandezas que superan mi capacidad”.  El Ministerio Petrino, como la Iglesia, es un Misterio profundísimo, que solo desde la fe podemos comenzar a vislumbrar mejor.
Gracias por cada palabra y por cada gesto como Pontífice.
Gracias por enseñarnos la “hermenéutica de la reforma”
Gracias por enseñar a los jóvenes a vivir “Edificados enCristo, firmes en la fe”
Gracias por enseñarnos a unir la Verdad a la Belleza y al Amor.
Gracias por animarnos a la Nueva Evangelización.
Gracias por recordarnos que Deus Caritas est, que somos “Spesalvi”. Y que la el verdadero estilo cristiano se expresa en la Caritas in veritate.

Y no quiero extenderme más, debes tener muchas otras cosas importantes para hacer, ahora que has decidido consagrarte a la oración y la penitencia por la Iglesia.
Para terminar, te cuento una cosa. Todos estos días han sido durísimos. No para mi fe, que sigue intacta, confiada, totalmente segura de la que Iglesia es guiada por Jesús. Han sido días difíciles para mi corazón. Obviamente, me he mostrado “fuerte” y casi “impasible” ante los demás, pero por dentro me embarga la emoción y una alta cuota de tristeza.
No suelo decir estas cosas, pero quiero que sepas que te voy a extrañar.
Vos, padre José, pedile a la Virgen y a Jesús en cada Misa que celebres, desde ahora oculto a los ojos de los hombres, que los hombres sepamos recoger la posta. Que podamos encender nuestras antorchas con la llama luminosa de la fe, que vos mantuviste siempre bien en alto. Que la tengamos siempre bien en alto, y que con ella iluminemos muchos corazones.
¡Hasta siempre!

Mis textos preferidos de Benedicto XVI, VII




Fue en el marco del impresionante viaje al Reino Unido, uno de los más difíciles a primera vista. Le prepararon actos en su contra, campañas difamatorias o directamente calumniosas. Muchos pronosticaban un fracaso rotundo. Pero a medida que pasaron los días, la calidez y humildad con que supo desenvolverse, y sobre todo la profundidad de cada palabra pronunciada hicieron que los mismos medios que quisieron arruinar su visita tuvieran que reconocer el éxito de la misma.

Particularmente recuerdo este párrafo, en el que, además de referirse a Newman, está haciendo un "autorretrato"

"La vida de Newman nos enseña también que la pasión por la verdad, la honestidad intelectual y la auténtica conversión son costosas. No podemos guardar para nosotros mismos la verdad que nos hace libres; hay que dar testimonio de ella, que pide ser escuchada, y al final su poder de convicción proviene de sí misma y no de la elocuencia humana o de los argumentos que la expongan. No lejos de aquí, en Tyburn, un gran número de hermanos y hermanas nuestros murieron por la fe. Su testimonio de fidelidad hasta el final fue más poderoso que las palabras inspiradas que muchos de ellos pronunciaron antes de entregar todo al Señor. En nuestro tiempo, el precio que hay que pagar por la fidelidad al Evangelio ya no es ser ahorcado, descoyuntado y descuartizado, pero a menudo implica ser excluido, ridiculizado o parodiado. Y, sin embargo, la Iglesia no puede sustraerse a la misión de anunciar a Cristo y su Evangelio como verdad salvadora, fuente de nuestra felicidad definitiva como individuos y fundamento de una sociedad justa y humana.

martes, 26 de febrero de 2013

Mis textos preferidos de Benedicto XVI, VI




Todos los textos de este viaje son una joyita. Por la claridad de los conceptos. Por la valentía con la cual el Santo Padre toca "de frente" todos los temas, incluidos los más difíciles: relación Iglesia-Estado, la unidad de la Iglesia, la necesidad de la reforma...

Este que menciono me parece enormemente incisivo y con un mensaje para todos los católicos del mundo. La Iglesia debe cambiar, claro, pero, ¿qué debe cambiar?

Cito uno de los párrafos que más me impresionan y hacen pensar:

"Desde hace decenios, asistimos a una disminución de la práctica religiosa, constatamos un creciente distanciamiento de una notable parte de los bautizados de la vida de la Iglesia. Surge, pues, la pregunta: ¿Acaso no debe cambiar la Iglesia? ¿No debe, tal vez, adaptarse al tiempo presente en sus oficios y estructuras, para llegar a las personas de hoy que se encuentran en búsqueda o en duda?
A la beata Madre Teresa le preguntaron una vez cuál sería, según ella, lo primero que se debería cambiar en la Iglesia. Su respuesta fue: Usted y yo.
Este pequeño episodio pone de relieve dos cosas: por un lado, la Religiosa quiere decir a su interlocutor que la Iglesia no son sólo los demás, la jerarquía, el Papa y los obispos; la Iglesia somos todos nosotros, los bautizados. Por otro lado, parte del presupuesto de que efectivamente hay  motivos para un cambio, de que existe esa necesidad. Cada cristiano y la comunidad de los creyentes en su conjunto están llamados a una conversión continua."

lunes, 25 de febrero de 2013

Mis textos preferidos de Benedicto XVI, V:


La introducción del primer tomo de "Jesús de Nazaret"


Si bien no es un texto magisterial, ya que los libros sobre Jesús son una obra como teólogo, en esa introducción aportó una intensa luz sobre una cuestión -a mi entender- esencial, no solo para la teología sino para toda la vida de la Iglesia: el valor histórico de los Evangelios. 
Benedicto, con la autoridad que le da el conocer a cada uno de los autores que critica, a algunos personalmente, desmantela muchos argumentos falaces, provenientes de las corrientes más radicales de la exégesis histórico-crítica, que debilitaban tremendamente la figura histórica de Jesús.
Con ese enfoque planteado en la introducción de los libros, y con la reflexión de los tres tomos, Benedicto ha hecho progresar los estudios cristológicos en continuidad con la fe católica. Con sabiduría magistral, asume los resultados válidos de la exégesis histórico crítica, y a la vez señala sus límites e insuficiencias.

Les dejo un enlace al primer tomo, y comparto párrafo el que más me iluminó al leerlo:

"Como resultado común de todas estas tentativas, ha quedado la impresión de que, en cualquier caso, sabemos pocas cosas ciertas sobre Jesús, y que ha sido sólo la fe en su divinidad la que ha plasmado posteriormente su imagen. Entretanto, esta impresión ha calado hondamente en la conciencia general de la cristiandad. Semejante situación es dramática para la fe, pues deja incierto su auténtico punto de referencia: la íntima amistad con Jesús, de la que todo depende, corre el riesgo de moverse en el vacío...(...)
Para mi presentación de Jesús esto significa, sobre todo, que confío 
en los Evangelios. Naturalmente, doy por descontado todo lo que el Concilio y la exegesis moderna dicen sobre los géneros literarios, sobre la intencionalidad de las afirmaciones, el contexto comunitario de los Evangelios y su modo de hablar en este contexto vivo. Aun aceptando todo esto, en cuanto me era posible, he intentado presentar al Jesús de los Evangelios como el Jesús real, como el «Jesús histórico» en sentido propio y verdadero. Estoy convencido, y confío en que el lector también pueda verlo, de que esta figura resulta más lógica y, desde el punto de vista histórico, también más comprensible que las reconstrucciones que hemos conocido en las últimas décadas. Pienso que precisamente este Jesús —el de los Evangelios— es una figura históricamente sensata y convincente."

domingo, 24 de febrero de 2013

Mis textos preferidos de Benedicto XVI, IV:



Un texto de una sinceridad y valentía inaudita e impresionante, para abordar uno de los temas más difíciles que le tocó afrontar durante su pontificado: los abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia en un país de gran tradición católica, como Irlanda.
A esta carta habría que añadirle los gestos de este Pontífice, injustamente acusado de encubridor, que en cada viaje en que tuvo oportunidad se encontró con las víctimas y, según cuenta una de Malta, lloró con ellas.

sábado, 23 de febrero de 2013

Mis textos preferidos de Benedicto XVI, III



No digo ninguna novedad afirmando que las catequesis de Benedicto XVI son una obra magistral.
Desarrolló varios ciclos: sobre la oración cristiana, sobre los apóstoles, sobre los padres de la Iglesia…
Nos estaba deleitando y enriqueciendo en éste último tramo con las catequesis sobre la fe.
En cada una de ellas planteaba las cuestiones de fondo de la vida cristiana, y a la vez descendía, siempre, a la vida concreta. Explicaba con lucidez el sentido histórico de los textos o personajes, y a la vez actualizaba el mensaje, trayéndolo siempre al presente.

Entre todas ellas, comparto una que me parece sublime: la catequesis sobre el salmo 22, en el marco de las catequesis sobre la oración: 

“Quien va con el Señor en los valles oscuros del sufrimiento, de las dudas y de todos los problemas humanos, se siente seguro. Tú estás conmigo: esta es nuestra certeza, la que nos sostiene. La oscuridad de la noche da miedo, con sus cambiantes sombras, la dificultad de distinguir los peligros, su silencio lleno de ruidos indescifrables. Si el rebaño se mueve después de la puesta de sol, cuando la visibilidad no es buena, es normal que las ovejas se inquieten, existe el riesgo de caerse o de alejarse y perderse, y también está el temor de posibles agresores que se escondan en la oscuridad. Para hablar del valle “oscuro”, el Salmista usa una expresión hebrea que evoca las tinieblas de la muerte, por tanto el valle que hay que atravesar es un lugar de angustia, de amenazas terribles, de peligros de muerte. Sin embargo, el orante camina seguro, sin miedo, porque sabe que el Señor está con él. Ese “tú estás conmigo” es una declaración de confianza inquebrantable, que resume una experiencia de fe radical; la cercanía de Dios transforma la realidad, el valle oscuro pierde toda su peligrosidad, se vacía de toda amenaza. El rebaño puede caminar tranquilo, acompañado del sonido familiar del bastón que golpea sobre el terreno y señala la presencia tranquilizadora del pastor.”

viernes, 22 de febrero de 2013

Mis textos preferidos de Benedicto XVI, II:

Las homilías de la Misa Crismal y de las ordenaciones sacerdotales.


En casi todas ellas realizó una catequesis espléndida sobre los signos y símbolos litúrgicos, extrayendo de ellos una rica espiritualidad para los sacerdotes.
En particular, recuerdo con emoción y comparto aquí la Homilía de la Misa Crismal del 2007:

"Cristo se ha puesto nuestros vestidos: el dolor y la alegría de ser hombre, el hambre, la sed, el cansancio, las esperanzas y las desilusiones, el miedo a la muerte, todas nuestras angustias hasta la muerte. Y nos ha dado sus "vestidos". 
Esta teología del bautismo se repite de modo nuevo y con nueva insistencia en la ordenación sacerdotal. De la misma manera que en el bautismo se produce un "intercambio de vestidos", un intercambio de destinos, una nueva comunión existencial con Cristo, así también en el sacerdocio se da un intercambio: en la administración de los sacramentos el sacerdote actúa y habla ya "in persona Christi"."

jueves, 21 de febrero de 2013

Mis textos preferidos de Benedicto XVI I


Nos queda una semanita nomás con este "humilde trabajador de la viña del Señor" en el timón de la Barca de la Iglesia.

El Obispo de Córdoba (España) decía ayer que algún día será declarado "Doctor de la Iglesia". Lo vamos a leer y citar en los próximos siglos, sin lugar a dudas.

Se me ocurrió compartir los textos de Benedicto que más me han impresionado durante su pontificado. Es una selección parcial y subjetiva, pero quizá a alguno le ayuda a conocer más a fondo a este "profesor llamado a ser Papa", como dijo de sí alguna vez.



El "temible teólogo", el "panzerkardinal", se despachó con una homilía tan bella como profunda y sencilla.

Me quedo con este párrafo:
"Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino de ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él, de tal modo que sea él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia."

jueves, 14 de febrero de 2013

Sobre los Carnavales de Entre Ríos: impresiones y reflexiones.



“Parvus error in principio magnus est in fine”

Yo, que hace varios años dejé de estudiar latín, traduzco esta frase de Santo Tomás de Aquino (en el prólogo del “De ente et essentia”) así:

Un pequeño error en el principio es grande en el final” (esa es la más literal)
Un pequeño error en los inicios es grande con el paso del tiempo” (aquí traduzco principio no en sentido filosófico sino cronológico, principio temporal, que Tomás me disculpe esta adaptación)

O más en criollo aún:
“Lo que empieza mal, aunque al principio parezca chiquito, luego se transforma en una tragedia”

Esto es solo una introducción para compartirles este artículo de un diario de Gualeguaychú y algunas reflexiones:


En la nota y en los comentarios se puede observar la claridad con que se narran las “consecuencias” del Carnaval de Gualeguaychú.
    Les pego dos comentarios, uno que narra lo sucedido y el otro que muestra la “lógica” a la cual hice mención anteriormente:
   “Vergonzoso lo que se vivió en Gualeguaychú, era libertinaje, todo lo que tuvimos que vivir durante la temporada, por favor hagan algo para el próximo año yo no quiero esta clase de turismo, no tengo porque bancarme hombres haciendo nudismo y teniendo sexo en la calle, orinando en cualquier lado, manoseando a las chicas nuestras, gritándole ustedes son de gchú son unas hortivas porque no se prestaban al juego de ellos”
Y más adelante otro responde:
“Que tengan sexo en la calle no me jode, menos si son lesbianas, además nuestro show, “el carnaval del país” muestra un montón de minas en bolas, ¿que nos hacemos los extrañados?”

Perdón por la expresión grosera. Pero es clarito: según este comentarista desprejuiciado, el “sexo libre”, el “sexo en la vereda”, entre personas de cualquier condición, es algo que no debe extrañar a quienes aceptan un montón de “chicas desvestidas” (digámoslo con elegancia).
Es decir, siguiendo mi razonamiento: la gente se asusta del gran error en el final, pero aceptó naturalmente el “pequeño” error en el principio.

¿Cuál es el “pequeño error en el principio”?

Creer que los carnavales –sobre todo el que se realiza CON FORMATO RÍO DE JANEIRO- son inocentes.
Creer y sostener que es un “evento cultural” más. Una diversión entre tantas otras.

Yo opino (con toda seguridad de mi parte) que eso es falso. Es falso, con meridiana claridad, si aceptamos la cosmovisión cristiana, y si creemos que en hombre hay una naturaleza y unos fines innatos.

Y cito, para apoyar mi afirmación, el artículo que pueden leer en Wikipedia. Enciclopedia que nadie tildará de puritana, creo yo.


Allí se dice, en el encabezado:
“ A pesar de las grandes diferencias que su celebración presenta en el mundo, su característica común es la de ser un período de permisividad y cierto descontrol. En la noche del Carnaval todo  vale”

El Carnaval (sobre todo, vuelvo a decirlo, CON FORMATO RÍO, el que se está sosteniendo en Gualeguaychú desde hace años, y prolifera, desgraciadamente, en cada rincón de la provincia) es una fiesta pagana, donde se exaltan todos los excesos, donde el descontrol es la lógica.
Descontrol que quizá al principio se disimule o se muestre en “cuentagotas”, pero que progresivamente abandona su “guarida” y se transforma en el eje, en el hilo conductor de la fiesta. Como pueden leer en cualquier nota sobre los carnavales con más años, se considera este tiempo como un tiempo de “vale todo”. Y cuando se dice todo, es todo.

El Carnaval CON FORMATO RÍO (aclaro esto porque no me estoy refiriendo a otros carnavales, ni a las murgas y otras expresiones afines) es hoy, sobre todo, una exaltación de la lujuria, del deseo sexual.
Es una forma de manipulación de la belleza del cuerpo de la mujer, hiperexpuesta a la mirada de todos. Es, entonces –lo afirmo con toda certeza- una forma de violencia de género. Es una forma de “usar” los cuerpos para el goce egoísta de los sentidos y del corazón corrompido del varón. No respetando la nobilísima dignidad de la mujer y el sentido antropológico profundo de su corporeidad.
Hace un par de años, el “puritano” diario Página 12 publicaba que una organización feminista hizo una denuncia contra Tinelli por la “violencia simbólica” contra la mujer que se daba en sus programas.  La responsable de ese movimiento decía así: “A las mujeres se las trata como a objetos y eso es ilegal. Hablamos de la imagen de un conductor que elige poner primeros planos de los cuerpos de las mujeres casi desnudos y que sea eso lo que hace negocio, que cosifique, que nos ponga en lugar de objetos”
¿Alguien puede percibir alguna diferencia sustancial con lo que ocurre todos los veranos en las calles de nuestras ciudades?

Progresivamente los límites se han ido “corriendo”. Cada vez era necesario “mostrar” más, como casi “única” forma de progresar y atraer. Así nuestras pantallas de televisión a toda hora, y los sitios de internet de los diarios, están inundados de cuerpos de mujeres semidesnudas, como algo completamente natural.
Así se han ido “naturalizando” lo excesos, en todas las direcciones. Termina pareciéndonos natural que nuestros jóvenes no puedan divertirse sin alcoholizarse, que ciertas drogas estén presentes en todas las edades y condiciones sociales. Total, vale todo. Y cuando “vale todo”, vale todo para mí. Total, el prójimo, los demás, el bien común, no importan. De tal forma que la “lógica del descontrol”, divertida al principio, termina afectando necesariamente el tejido y la paz social. Porque la lujuria es lo contrario del amor y del compromiso que fundan una familia, porque el descontrol en el alcohol y las drogas y la “exaltación de la joda” son lo contrario de la disciplina, del espíritu de superación y sacrificio que forjaron nuestra patria.
Seguramente alguien pensará: "qué exagerado este cura, debe tener un problema", o algo así. "No todos los que vamos a los carnavales llegamos a estos excesos" seguro pensarán otros, y es verdad. Pero la progresiva aceptación de lo degradante va haciendo que todo sea relativo. Hay pocos hechos tan tristes como ver personas ancianas, que han llevado una vida bastante ordenada y limpia, han ido perdiendo poco a poco todo criterio moral. "Eso no es culpa del Carnaval": claro que no, pero repito, cuando uno acepta una lógica, poco a poco la traslada a los diferentes ámbitos de la vida. En personas que han vivido otros estilos, puede notarse menos. Pobres los niños y jóvenes que nacieron y crecieron en ella..

Obviamente, nadie está obligado a pensar como yo. Ni estoy juzgando a nadie en particular. Sólo Dios sabe qué grado de responsabilidad hay en cada persona que realiza cada acción, muchas veces sin saber que está mal, muchas veces con la conciencia deformada por malos ejemplos y consejos.
Sí estoy interpretando, desde mi visión humana y cristiana, un acontecimiento que cada día parece crecer, sin que nos demos cuenta de sus riesgos. Y que, objetivamente, va expresando y fomentando cada vez más el proceso de degradación moral de nuestra sociedad.

Pero como sé que algunos por ahí me leen, sobre todo algunos católicos, quisiera decir: un cristiano no puede participar de esta fiesta pagana. Un cristiano debe oponerse con todas sus fuerzas a la lógica del descontrol y de la lujuria que impera en estos eventos. Un cristiano no puede cooperar de ninguna manera en la realización de estas fiestas. Nuestro testimonio en favor la belleza de la pureza y del carácter sagrado de la sexualidad, hoy más que nunca, nítido, claro, luminoso.
Les recuerdo dos textos de San Pablo, uno del cuarto capítulo de la carta a los Colosenses:
“Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría.” (Col 4, 5)
Y el otro del capítulo quinto de la carta a los Gálatas
“Se sabe muy bien cuáles son las obras de la carne: fornicación, impureza y libertinaje, idolatría y superstición, enemistades y peleas, rivalidades y violencias, ambiciones y discordias, sectarismos, disensiones y envidias, ebriedades y orgías, y todos los excesos de esta naturaleza. Les vuelvo a repetir que los que hacen estas cosas no poseerán el Reino de Dios.”

En Brasil, donde hace varios años que estas cosas ocurren, algunos grupos de cristianos –sobre todo jóvenes- dedican los días de Carnaval a realizar retiros espirituales y jornadas de Adoración al Santísimo en reparación por las ofensas a Dios y por la profanación de los templos del Espíritu Santo que son los cuerpos de los bautizados.

¿Llegará un día en que nosotros, católicos de Argentina, nos demos cuenta con esa misma claridad, y obremos en consecuencia?

Este es mi candidato para suceder a Benedicto XVI:


Para suceder a Benedicto XVI, quiero un papa:

Con el amor apasionado a Jesucristo de Pedro.
Con el celo incansable de Pablo
Con la pureza de Juan
Con la disposición al martirio de Ignacio de Antioquía
Con la capacidad de expresar la belleza de Dios de Agustín
Con la Sagrada elocuencia de Juan Crisóstomo
Con el alma contemplativa de Benito
Con la capacidad y la sabiduría pastoral de gobierno de Gregorio
Con el amor a la Virgen de Bernardo
Con la “locura” por Cristo y el amor a la pobreza de Francisco de Asís
Con la suprema inteligencia iluminada por la fe de Tomás
Con la disciplina de Ignacio
Con la capacidad de trabajo de Francisco Javier
Con la vida mística de Juan de la Cruz
Con el amor a los enfermos de Camilo de Lellis
Con la dulzura y amabilidad de Francisco de Sales
Con el amor a la penitencia de Juan María VIanney
Con la alegría de Juan Bosco
Con la valentía de Pio X
Con el heroísmo de Maximiliano
Con la bondad de Juan XXIII…

O bien: que sea una mezcla de todo lo bueno de Juan Pablo II y Benedicto.

O de manera sintética: que sea como Jesús.

Sé que quien lea esto va a decir: ¡Ese candidato no existe!
Yo también lo pienso al principio. Pero me acuerdo en seguida del Ángel: “nada es imposible para Dios”
Ese candidato no existe, quizá. Pero puede existir. Porque Dios da la gracia para lo que pide.
Por eso debemos rezar para que los cardenales elijan bien, y el electo sea dócil a la acción del Espíritu Santo, que lo hará “el Dulce Cristo en la tierra”.
Cada uno de los que nombré anteriormente están haciendo “horas extras” en el Cielo, pidiendo por esta intención

martes, 12 de febrero de 2013

Mis siete reacciones ante la renuncia de Benedicto XVI



I.        Me sorprendió muchísimo: el año de la Fe acaba de empezar, esperaba ansioso su encíclica sobre la Fe para “devorarla” como a sus libros sobre Jesús de Nazareth o sus homilías de Navidad, la JMJ estaba a la vuelta de la esquina… nada parecía indicar cercana esta decisión.
II.      Me provocó una enorme emoción: que disimulé completamente, je. Estábamos con el padre "Coco Folonier" y –como siempre- hicimos comentarios agudos sobre la realidad eclesial y varios chistes… Pero eran solo maneras de atenuar y “disfrazar” la tristeza por su próxima ausencia al frente de la barca de Pedro. Como sacerdote, su testimonio de fidelidad a la misión es impecable y me marca profundamente.
III.    Me produjo una inmensa admiración: otra vez este hombre –uno de nosotros, uno como nosotros, aunque excepcional- nos ha dado una lección. Mejor dicho, unas cuantas lecciones:
a)      Una lección de realismo: siente que ya no tiene fuerzas, y prefiere dejar el lugar a otro.
b)      Una lección de fe: porque tomó la decisión ante Dios, examinando su conciencia, y no ante los hombres.
c)       Una lección de humildad: porque nunca se creyó el “salvador”, porque siempre tuvo claro que el que conducía a la Iglesia era Otro, no él.
d)      Una lección de confianza en la Providencia: porque sabe que “el poder de la muerte no prevalecerá” contra la Iglesia, y que Dios enviará el Pontífice que la Iglesia necesita en este tiempo.
IV.    Me dejó una gran serenidad: porque, aunque admiro profundamente a Benedicto, y he disfrutado de cada cosa suya que he leído, y me siento identificado profundamente con su manera de ejercer el ministerio petrino, creo firmemente, sé, estoy convencido, tengo la absoluta confianza, descanso tranquilo en la certeza de que el Papa que venga –por quien ya comenzamos a gritar “¡Viva el Papa!”- será para nosotros el dulce Cristo en la Tierra.
V.      Me quedé recordando algunas de las cosas más importantes que, en mi vida sacerdotal, me ha dejado Benedicto: y enumero las cinco que recuerdo ahora. No es un análisis de su pontificado –que, obviamente, soy incapaz de hacer- sino una enumeración de las cosas que no olvidaré:
a)      Su predicación: Profunda y clara. Fiel a la Escritura y enriquecida con los Padres de la Iglesia y las símbolos de la Liturgia. Completamente sobrenatural y a la vez en diálogo con la problemática del hombre de hoy. Creo que leeremos y meditaremos sus homilías y discursos durante siglos.
b)      La “reforma de la reforma litúrgica”: continuando con su tarea como profesor y teólogo, nos ha dejado una manera de percibir y celebrar la Liturgia que nos permite adentrarnos anticipadamente en la Liturgia celestial.
c)       La “hermenéutica de la continuidad”: Benedicto ha encontrado –a mi entender- una manera enormemente acertada de hablar del Concilio, en exacto equilibrio entre visiones extremas -y por lo tanto parciales-, que tanto han dañado a la Iglesia.
d)      Su actitud ante los escándalos en la Iglesia: hombre bondadoso y sereno, no le "tembló el pulso" para procurar la purificación de la Iglesia. Su política de “tolerancia cero” –en continuidad con la de los últimos años de pontificado de Juan Pablo II- ha dado y seguirá dando frutos en la Iglesia.
e)      Sus libros sobre Jesús: Aún cuando no sean Magisterio, han sido un regalo para la Iglesia. Sobre todo porque con palabra críticamente fundamentada, sentido común y fe sencilla, ha hecho frente –Dios quiera de que manera definitiva- a todos los que han puesto en cuestión la historicidad de los Evangelios.
f)       Su titánico esfuerzo por la unidad de la Iglesia: que lo llevó a realizar muchos gestos incomprendidos. Buscó tender puentes, dar la mano, abrir la puerta en todas las direcciones, manteniendo a la vez la fidelidad a la verdad que nos viene de Jesús.
VI.    Me produce bastante gracia la manera de abordar el tema en algunos medios de comunicación. Parecen ser incapaces de aceptar que alguien “encumbrado” en la cima de una institución bimilenaria y con más de mil millones de fieles –al que, según ellos, arribó con ansias de poder y dominio- dé un paso al costado. Me da gracia que, en general, en lugar de rendirse y reconocer la grandeza del gesto, busquen por todos los medios razones ocultas e inventen intrigas…
VII.   Y me invita a rezar más por la Iglesia: mañana empezamos la Cuaresma. Todo este tiempo estará marcado por la oración y la espera de la llegada del nuevo sucesor de Pedro. Seguramente surgirán voces encontradas, se ventilarán supuestas o verdaderas rivalidades intraeclesiales, los medios de comunicación montarán el “circo” con el que rodean tantas otras sucesiones seculares… 
      Quiera el Señor que en estos días penitenciales, en los que se hablará más de la Iglesia, cada uno de los creyentes aprovechemos para conocerla mejor, para interiorizarnos en su historia, para comprometernos en su edificación. 
      Que el Espíritu Santo, cuya representación se encuentra en un lugar privilegiado en la Basílica San Pedro, asista a los Cardenales y al nuevo Pontífice. 
      Que la Dulce Madre de la Iglesia consuele y dé reposo a Joseph, (a quien durante estos años llamamos Benedicto) en recompensa por su generoso servicio.