Manual de pastoral Familiar
Paternidad responsable
INDICE
Prólogo
Capítulo I
Visión
Global
1º El Magisterio de la Iglesia
2º Visión Cristiana del hombre
3º Los caminos lícitos de
regulación
4º Los caminos ilícitos de la
regulación
Capítulo II
Fundamentos
de la paternidad responsable
1º Fundamentos antropológicos
2º Bases científicas de los
métodos naturales
Capítulo III
Profundización
del concepto
1º La misión de los esposos
2º La realización de los
esposos
3º Las exigencias de la
paternidad responsable
1. Integración de la
esfera biológica
2. Integración de la
esfera psicológica
3. Perspectiva sociológica
4. El crecimiento del amor
Capítulo IV
Dificultades
de esta pastoral
1º La falta de convicción entre
los responsables
2º Factores que desprestigian los métodos naturales
3º Diversas formas de
ignorancia
4º El uso de estrategias
erradas en la difusión
5º Falta de médicos y matronas disponibles
6º Las actitudes defensivas y
prejuiciadas
7º Dudas sobre las bases de la
doctrina
8º Descontrol ético
Capítulo V
Líneas
pastorales
1º Objetivos pastorales
2º Líneas de acción pastoral
1. Formación de agentes
pastorales
2. Preparación de
material de apoyo
3. Adecuada presentación
de los métodos
4. Creación de centros
de pastoral
5. Grupos de usuarios
que den testimonios
6. Ubicación de la
pastoral de paternidad respons.
3º Aspectos organizativos
1. La autonomía
estructural
2. La creación de una
central de apoyo
3. La formación de un
equipo central
4. El carácter
pluridisciplinar
Capítulo VI
Profundización
del Magisterio
1º Cambio de enfoque del
matrimonio
1. Sentido y finalidad
del Matrimonio
2. Los descubrimientos
médicos
2º Respuesta del Magisterio
1. Pío XI, Casti
Connubii
2. Magisterio de Pío XII
3. Concilio Vaticano II,
Gaudium et Spes
4. Paulo VI, Humanæ Vitæ
Prólogo
El tesoro más propio de todo matrimonio es el amor que se prodigan mutuamente los cónyuges. Por ser específicamente «conyugal», ese amor tiene una connotación de totalidad: involucra alma y cuerpo y, por tratarse de personas sexuadas, se orienta a la generación de una nueva vida.
Es tarea de la pastoral familiar ayudar a los esposos para que vivan de tal manera su mutuo amor, que merezca denominarse «amor hermoso»: Un amor que viene de Dios, sin interferencias; que manifiesta algo de El porque transforma y purifica; y que conduce hacia El, porque se hace escuela de santidad. Un amor vivido en la fuerza del Espíritu Santo, a través del sacramento del matrimonio, que hace posible una entrega sincera de sí mismo del uno al otro. Un amor que asume al tú en toda su realidad, sin descartar aspectos esenciales de su persona.
Sobre esta base se sitúa lo que entiende la Iglesia por una paternidad plenamente responsable. Esta forma de asumir la paternidad no consiste, por lo tanto, en la simple utilización de métodos lícitos de regulación de la fertilidad para limitar el número de los hijos, sino que en la manera de vivir el amor mutuo en forma integral y de cara a Dios cooperando con Él en la procreación de un nuevo ser, amado por Dios por sí mismo. Desde esta perspectiva se hace posible rescatar la plena dignidad de la genitalidad como instrumento de comunión personal y como camino a la vida para nuevas personas.
La responsabilidad esencial de los cónyuges consiste en que asumen el amor mutuo con todas sus consecuencias de unión y de procreación, porque es un don que viene de Dios. Los esposos, inspirados en esa espiritualidad, se experimentarán aliados y cooperadores de Dios que, en la gestación de la nueva vida, les confía a un ser amado por El por sí mismo desde la eternidad. Un ser llamado a reflejarlo e invitado a tomar parte en la vida eterna.
Considerándose enriquecidos y comprometidos con la fuente única del amor y de la vida, los esposos estarán en condiciones de descubrir el sentido positivo, liberador y enriquecedor de la abstinencia periódica que conlleva la práctica de los métodos naturales de regulación de la fecundidad. Desprovisto de esta espiritualidad, que le da pleno sentido, el uso de los métodos naturales se hará insostenible, o bien, se confundirá con una anticoncepción lícita, dejando de ser la expresión de una manera de vivir el amor hermoso.I Visión global
El tema de la
paternidad responsable surgió con fuerza en el Magisterio de la Iglesia después de la
segunda guerra mundial. La urgencia de abordarlo provino de dos vertientes: Por
una parte, la necesidad de que la autoridad eclesiástica asumiera una postura
clara frente al problema de la explosión demográfica, que había comenzado a ser
claramente manipulada por ciertos círculos neomaltusianos. Por otra parte,
junto con esas distorsiones de tipo doctrinal, también se hacía necesario
responder a las inquietudes de las familias modernas que se sentían presionadas
por la necesidad de limitar el número de hijos debido a sus nuevas condiciones
de vida. Se hacían especialmente gravosas para ellas la disminución de la mortalidad
infantil, que era un regulador natural del número de hijos, la estrechez
económica, el aumento de los costos de la educación, problemas habitacionales,
la prolongación de la etapa de fertilidad en la vida matrimonial y otra cantidad de problemas similares. Estas
dos realidades pusieron sobre el tapete el tema de la regulación de la
natalidad.
1° EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA
El telón de fondo
de nuestro análisis lo encontramos en el Magisterio de la Iglesia. Pero , hay
que precisar que se entiende por ello. Se trata de lo que enseña oficialmente la Iglesia y,
específicamente, lo que ha sido propuesto por el Magisterio papal de las
últimas décadas.
Tenemos que
comenzar señalando que el Magisterio papal está especialmente expresado en dos
documentos básicos. Uno, el más fundamental, es la encíclica del Papa Paulo VI
llamada Humanae Vitae, de 1967, y el
otro es la
Exhortación Apostólica , Familiaris Consortio, de Juan Pablo
II, de 1981. Junto con esos documentos hay numerosas intervenciones y
alocuciones pontificias que precisan o comentan estos dos documentos.
Situándose en una
perspectiva propiamente religiosa, la inquietud central debe ser siempre la
búsqueda de la voluntad de Dios, de su plan de amor, para tratar de vivirlo con
fidelidad, con la certeza de que es camino sabio de auténtica felicidad. De ahí
viene también la pregunta permanente de los cristianos acerca de cuál es el pensamiento o doctrina
de la Iglesia ,
qué enseñan la Revelación
y el Magisterio. Ciertamente que, para llevarla a la vida práctica, es
necesario confrontarla con la pedagogía, tratando de descubrir los caminos cómo
enseñar a vivir lo que la
Iglesia enseña.
2° VISIÓN CRISTIANA DEL HOMBRE
1. El amor conyugal
Dentro
de este análisis, adquiere una importancia fundamental la comprensión profunda
del significado de un amor propiamente conyugal. Por él, los esposos, en su
donación mutua y recíproca, “propia y
exclusiva de ellos” -dirá Juan Pablo II- tienden naturalmente a la comunión
plena de sus seres y, por eso mismo, a un mutuo perfeccionamiento personal. Esa
tendencia, que es lo que se ha llamado el "fin
unitivo" del amor conyugal, que
los lleva a complementarse y
perfeccionarse mutuamente. Esa forma específica de amor total, comprende
también intrínsecamente la tendencia de colaborar con Dios en la generación y
en la educación de los hijos. Es decir, lo que se llama el sentido procreador del amor esponsalicio. El Magisterio enseña que,
ambos sentidos, ambas finalidades y significados, pertenecen, esencial e
intrínsecamente, al matrimonio y al amor conyugal.
El Papa
Paulo VI - y más tarde Juan Pablo II - lo comenta, al hablar de las
características propias del amor conyugal, las va a resumir diciendo que es “un amor plenamente humano”, es decir,
que abarca lo sensible y lo espiritual. Formulado en categorías más
sicológicas, un amor que abarca la dimensión instintiva, la dimensión afectiva,
la dimensión volitiva, de la voluntad libre. La concepción de un amor
propiamente humano va en contra de cualquier reducción a una dimensión meramente
instintiva o pasional. En la actualidad, este aspecto parcial es considerado el
factor más importantes al hablar de sexo o de sexualidad. Por eso, al tocar el
tema, tenemos que preguntarnos qué se está entendiendo por sexo: si se le ve en
su sentido amplio y plenamente humano, o bien, simplemente se están refiriendo
a la genitalidad, que es un aspecto parcial dentro de la sexualidad humana.
Hablamos de un
amor total y pleno, es decir, que quiere llevar a una forma singular,
específica del amor conyugal, de la donación mutua de los cónyuges, de un
compartir mutuamente todo. Es lo que da a esta relación interpersonal su
singularidad respecto a cualquier otra forma de amistad o de relación
interpersonal. Y por eso, es un amor fiel, exclusivo, que es para toda la vida.
Y con una nota también esencial: es un
amor fecundo, es decir, que no se agota en la comunión de los esposos, sino
que, por su mismo sentido intrínseco, tiende a prolongarse y a perpetuarse en
la gestación de una nueva vida, en los hijos. Esta dimensión del amor fecundo
es la que toca el tema de la paternidad responsable. La palabra paternidad se
usa en el doble sentido, referente a la paternidad de ambos padres, padre y
madre. Los grupos feministas han dicho que se diga paternidad y maternidad. Al
hablar de paternidad responsable nos referimos a ambos esposos, no solamente la
paternidad del esposo sino la maternidad de la esposa también. Es decir,
paternidad y maternidad responsable.
2. La paternidad responsable
La
paternidad responsable tiene distintos aspectos que es necesario tener
presente.
A. Conocimiento de los procesos biológicos.
Primero,
en relación con la vida o los procesos biológicos, paternidad responsable
significa conocer estos procesos, respetarlos, respetar las leyes biológicas de
la transmisión de la vida, de la sexualidad humana, como parte integrante de la
persona humana. La persona humana no solamente tiene sexo y sexualidad sino que también es sexo y sexualidad. No es algo yuxtapuesto sino inherente a la
persona, pertenece al ser de la persona. La biología de la persona no es algo
separado y anexo a la sicología de la persona. La biología y sicología de la
persona están íntimamente unidas y se condicionan mutuamente.
B. Dominio de las tendencias instintivas.
En relación con las
tendencias del instinto o de las pasiones, paternidad responsable implica saber
tener el dominio necesario sobre los propios instintos y pasiones, lo cual
implica una autoeducación para posibilitar que los instintos y pasiones en la
persona humana actúen coordinados e integrados por la voluntad y por la razón.
Es lo que tiene relación con la castidad. Por eso se dice que el ejercicio de
la sexualidad humana implica el ejercicio y desarrollo de la virtud de la
castidad, a la cual nos referiremos más tarde.
C. Consideración de las circunstancias de vida.
En relación con
las condiciones físicas, sociales, económicas y sicológicas del matrimonio, la
paternidad y maternidad responsables implica saber ponderar las circunstancias:
sea en el plano físico de la salud, en el plano económico del mantenimiento y
educación de los hijos, en el plano psicológico de la capacidad de atención y
dedicación a ellos, en el plano social de las circunstancias en que atraviesa la Iglesia y sociedad en ese
momento; sea el tomar una decisión, en una deliberación que el Papa llama
ponderada y generosa, por una familia numerosa, si las posibilidades se dan, o
también una decisión que, por motivos graves, por motivos serios o por motivos
plausibles, implique espaciar temporalmente, o por tiempo indefinido, un nuevo
nacimiento. Es importante tener esto presente, porque, a veces, la paternidad y
maternidad responsables se reducen solamente a esta tercera dimensión y se
dejan de lado las dos primeras.
3° LOS CAMINOS LÍCITOS DE LA REGULACIÓN.
Con lo dicho,
entramos propiamente al tema más complejo de la paternidad responsable. Si la
paternidad responsable implica el conjunto de aspectos que hemos enumerado y se
dan las circunstancias en que, de acuerdo al ejercicio de esa paternidad responsable,
los esposos, ponderadamente, deciden espaciar, postergar un nuevo nacimiento en
lo que de ellos depende, ¿cuáles son los caminos, las vías para poder hacerlo?
1. El uso de los períodos agenésicos.
El
Magisterio pontificio dice clara y expresamente que el camino moralmente
legítimo para la regulación de la natalidad o de la fecundidad - término más
preciso, porque regulación de los
nacimientos, que es su sinónimo, en la práctica puede tener una
ambivalencia peligrosa, porque también el aborto regula el nacimiento, pero no
regula la fecundidad - es el uso justificado de los períodos agenésicos o
infértiles que se producen en el organismo femenino, en una determinada
regularidad o periodicidad.
2. Fundamentación ética.
La razón de esta
determinación u orientación moral, es la consideración que, en el plan de Dios,
la sexualidad humana tiene esa doble significación: unitiva y procreativa. Y
por eso, el acto conyugal y cada acto conyugal, en la medida que depende de la
libre voluntad de los esposos, debe, de por sí, permanecer abierto a la
transmisión de vida. Es decir, no es legítimo impedir, voluntaria o
arbitrariamente, que ese acto conyugal pueda tener las consecuencias de una
nueva vida, con una intervención directa en contra de ello. Esta abertura a la
vida no significa que cada acto tenga que estar abierto a la vida, porque en
cada período hay situaciones en que el organismo materno, femenino, no está
dispuesto a una procreación en forma regular, en los períodos agenésicos del
ciclo, en los períodos de una lactancia cuando es plena, al menos por varios
meses, y en los períodos que vienen después de la menopausia femenina. Y, sin
embargo, en esos períodos el organismo, por sí mismo, no está abierto a una
transmisión de vida y es legítimo -como veremos después- el uso de esos
períodos, porque no es una intervención arbitraria de los esposos, sino que es
el uso lícito de situaciones que se dan naturalmente.
4° LOS CAMINOS ILÍCITOS DE LA REGULACIÓN.
A diferencia de
lo expuesto como lícito, la
Iglesia precisa que hay caminos ilícitos para una regulación
de la fecundidad, aunque sea justificada. En primer lugar, como vía ilícita, y
la más grave, es el aborto querido y
procurado voluntariamente, en forma directa. Es decir, es vía ilícita la
interrupción de un proceso de gestación que se da en cualquiera de sus etapas.
Incluso, el así llamado aborto
terapéutico, que se da cuando se estima que es necesario la muerte del feto
para salvar la vida de la madre.
En la medicina de hace diez o veinte años atrás, la necesidad
de recurrir a un aborto terapéutico podía ocurrir en forma muy ocasional; pero
con la medicina moderna, que dispone de los medios avanzados, cambió la
situación. Ya no se precisa el recurso a él para enfrentar situaciones médicas
difíciles. Siendo así, llamó mucho la atención de que el tema del aborto
terapéutico reapareciera hoy día con tanta insistencia en los proyectos
legislativos de diversos países. Tratándose de un tema, medicamente, -por así
decirlo- pasado de moda, era algo sospechoso. Su reaparición se debió a un
hecho extremadamente malicioso. Concretamente, entre los contraceptivos que han
entrado en el mercado mundial, se ha popularizado la famosa píldora RU 408 o pesticida humano. Resulta que entre las
pruebas de laboratorio que se exigen antes de una comercialización masiva, era
preciso comprobar en animales -cuyas reacciones son similares al ser humano en
ciertas dimensiones biológicas, como los cuyes- no sólo los efectos que tenía
ese fármaco en el animal que servía para el experimento, sino también en sus
crías. Y se pudo comprobar que, en un gran porcentaje, el fármaco podía no
producir la infecundidad pero si, una malformación del feto. Este era un grave
impedimento para su comercialización. Por esa razón, se vio que no bastaba sólo
asegurar su efecto radicalmente abortivo, presentándolo como un anticonceptivo de mucha eficacia, sino que era preciso
asegurar a las usuarias que existiría, en caso de fallar, la posibilidad,
aceptada por todas las legislaciones, de recurrir al aborto terapéutico. Así se
podía utilizar sin problema: En el caso, poco probable, que tuviese efectos
negativos en el feto, se podía recurrir legalmente a un aborto terapéutico.
En segundo lugar,
la Iglesia
rechaza también como camino ilícito la esterilización,
sea temporal o permanente, cuando es directamente querida y no por una
necesidad terapéutica. Sea del hombre, sea de la mujer.
En
tercer lugar, la Iglesia
rechaza toda acción que, en
prevención, en el desarrollo o en las consecuencias posteriores al acto
conyugal, tenga por intención directa
impedir una posible fecundidad u obstruir el resultado de una fecundidad si
ésta se ha producido. Esa fue la frase de la Encíclica Humanae
Vitae que llevó a la mayor discusión en diversos círculos. Aunque en ella no se
mencionaba directamente la píldora
anticonceptiva o anovulante, indirectamente, con esta consideración, se la
catalogaba como un medio ilícito. Es así como ocurrió la paradoja de que se
habla de la encíclica de la píldora, en
circunstancias que en esa encíclica no aparece en ninguna parte esta palabra.
Muchos hablan de ello sin haber leído nunca esta encíclica, sino sólo basándose
en los comentarios.
También se
considera medios ilícitos los medios
anticonceptivos, sean mecánicos, o de tipo químico como los tipos de
cremas, los preservativos y, en un grado mayor, los que no solamente son
anticonceptivos sino los llamados microabortivos.
Las primeras píldoras eran anovulantes, anticonceptivos
porque impedían la ovulación del
organismo femenino; el óvulo no maduraba y por eso no podía haber fecundación.
La cantidad de hormonas que se administraba tenía tal efecto secundario en el
organismo femenino y su uso prolongado, más allá de los seis meses, provocaba
serias perturbaciones secundarias de distinto tipo. Por eso, en los países
industrializados, que las lanzaron al mercado, pronto se pasó a un nuevo tipo de
píldoras en que la cantidad de hormonas no inhibe la ovulación, no es
contraceptiva propiamente, sino que crea alteraciones en la mucosa cervical, en
el útero, de modo que se impide la
anidación de un posible óvulo que ha sido fecundado. Es decir, si en esa
relación ha habido una fecundación y ha surgido una nueva vida, ese medicamento
impide que ese óvulo pueda anidarse y es expulsado. De esto no hay certeza,
pero está permanentemente la posibilidad. Y no se habla de aborto, en el
sentido estricto de la palabra, sino de un microaborto.
Esta es, resumida
brevemente, la doctrina del Magisterio de la Iglesia respecto al tema de la paternidad
responsable.
5° LÍNEAS DE ESPIRITUALIDAD.
Tal como
hemos presentado la paternidad responsable, nos damos cuenta que requiere de la
renuncia consciente, y muchas veces difícil, que significa la “continencia periódica”. Esta renuncia
puede conducir a situaciones muy difíciles. De hecho puede ser especialmente
duro para la mujer ya que se le pide abstenerse de la relación íntima
precisamente en los días en que está más dispuesta para ello. Esto significa
que es muy difícil llevar a la práctica esta línea de conducta sin el apoyo de
una espiritualidad profunda. Hay tres dimensiones pedagógicas que pueden
ofrecer un aporte muy rico para ayudar pastoralmente a que la doctrina de la Iglesia sobre el ideal
matrimonial y familiar se pueda realizar más fácilmente en la vida cotidiana.
1.
El matrimonio
como alianza de amor.
El primer aporte
consiste en ayudar a los esposos a descubrir y a vivir en profundidad el amor
matrimonial como una alianza de amor
matrimonial que, iluminada y robustecida con la alianza de amor con María,
llevará a esa plenitud de comunión interpersonal que está en el plan de
Dios. Y, por eso, mostrará un ideal de
la plenitud de amor, de una alianza de amor, la más profunda y total entre dos
personas humanas.
2. El ideal de paternidad
Un
segundo aporte consiste en ayudar a los esposos a descubrir en toda su plenitud
el ideal de una auténtica paternidad y
de una auténtica maternidad en el plan de Dios, como una colaboración con
Dios no solamente en la obra procreadora
sino en la obra educadora. Y cómo los padres, por su manera de ser y de actuar,
en la forma de relacionarse con sus hijos, son el primer camino para ser
transparente del misterio del amor de Dios, del misterio del amor de María. Por
eso, la actitud de una auténtica paternidad y maternidad en la propia familia,
es un auténtico apostolado y la primera catequésis de la fe, no tanto con
palabras, sino con hechos.
3. El contacto personal con la Inmaculada.
Un
tercer aporte consiste en ayudar a los esposos a relacionarse íntimamente con María, la plenamente redimida y llena
de gracias, especialmente como Inmaculada.
No verla como aquella creatura sin pecado, que es una dimensión negativa, sino
acentuar la dimensión positiva: aquella persona que, precisamente, por carecer
de pecado, tenía una plena integración de toda su dimensión humana, de su
instinto, de su pasión, de su afecto, de su voluntad, con el amor de Dios, con
la caridad. Y por eso es el modelo hacia el cual aspira la persona redimida. Si
bien lo que en María está al inicio de su camino, para nosotros está en un
largo proceso de crecimiento y maduración. El ideal matrimonial y familiar y
las exigencias que conlleva no están al inicio sino que se van conquistando. Y
lo importante es cómo se va creciendo progresivamente a una mayor plenitud. Por
eso, la pregunta central para ellos no está en la línea de qué es pecado y qué
no es pecado, qué es lícito o qué no es ilícito, sino a qué plenitud de amor
matrimonial, a qué plenitud de amor familiar aspiran y quieren vivir con ayuda
de María.
II. Fundamentos de la Paternidad Responsable
La paternidad responsable, tal como la
concibe la Iglesia ,
involucra aspectos valóricos y científicos. Presentamos una corta síntesis de
ambos aspectos a fin de fundamentar su propuesta.
1º FUNDAMENTOS
ANTROPOLÓGICOS
Para entender, con
toda su riqueza y exigencias, la propuesta de la Iglesia en relación a
la sexualidad y la procreación, es necesario tener ante los ojos, al menos los
rudimentos de la antropología cristiana. Sólo desde esa perspectiva se hace
comprensible la exigencia que plantea en relación a la continencia periódica.
1. La vocación al amor
El punto de partida
para entender la paternidad responsable, tal como la concibe la Iglesia Católica ,
lo encontramos en la vocación primordial del hombre al amor. Creado a imagen y
semejanza de Dios, que se ha revelado como «Amor», debe reconocer que su
vocación más elemental es amar. Con toda razón podemos decir que la realización
o la frustración definitiva de cada ser humano depende de si durante su vida en
la tierra, se abrió o se cerró al amor.
Ahora bien, el primer
cauce para la realización de esta vocación primordial se encuentra en la
realidad complementaria que existe entre los sexos. Es así como el encuentro y
la complementación del varón y la mujer sólo se puede comprender profundamente
desde la perspectiva del amor. El cuerpo humano sexuado entraña una dimensión
conyugal. Es un don para otro.
Más allá de la
invitación a la procreación que está latente en la sexualidad humana, a
diferencia de los animales, muestra un camino de amor y comunión que involucra
toda la persona. El cuerpo sexuado está directamente relacionado con la
vocación de toda la persona a ser reflejo del Dios-Amor. Mientras en el animal
el sexo está simplemente orientado a la reproducción, en el ser humano
participa de las cualidades de la persona y está subordinado a la razón y
ordenado a la plenitud del amor. Desde esa perspectiva, lo que en el animal es
simple reproducción, en el ser humano es procreación, paternidad y maternidad,
esto es, relación eminentemente personal y personalizante.
2. Diversas
dimensiones del amor conyugal
La vocación al amor
conyugal le da pleno sentido a la sexualidad humana a través del llamado al
«amor total», esto es, un amor que abarca, en forma inseparable, la dimensión
sensible y espiritual del ser humano.
El amor propiamente
humano nunca puede transformarse en pura sensualidad sin deshumanizarse. El
cuerpo humano, que está animado por un alma espiritual, no es pura materia,
sino realidad humana. Participa de la dignidad de la persona y tiene el sello
de una vocación conyugal.
3. El amor total y la
vida
El matrimonio es el
cauce en el cual se puede expresar en forma plena la vocación al amor total.
Esa totalidad, que abarca cuerpo y alma, abarca también la procreación, que es
el fruto natural de un amor que se expresa físicamente en la intimidad
conyugal. Por su misma naturaleza es procreativo. La fecundidad no es un
elemento extraño que se le puede agregar o quitar. Si se le priva de este
elemento específico, no solamente perdería algo central de su integridad sino
que ya no sería un amor total o conyugal.
El amor conyugal se
hace íntimo y pleno en la relación sexual de los esposos. Según el plan divino,
esta expresión íntima y total de los esposos está orientada a una doble
finalidad: 1) En primer lugar, a la realización propiamente personal de los
esposos en el amor. El Señor lo expresa diciendo que «no es bueno que
el hombre esté solo». Por esa razón, para que pueda entrar en comunión
superando la soledad se le da una compañía semejante a él. 2) En segundo lugar,
está orientada a la fecundidad personal en la paternidad y la maternidad y a la
prolongación de la humanidad a través de la gestación de nuevos hombres.
En un lenguaje más
resumido y técnico se habla de dos dimensiones del acto sexual: una dimensión
unitiva y una procreativa. Ambas dimensiones del acto por el cual los esposos
expresan su amor son inseparables. Los actos sexuales dentro del matrimonio
deben, por lo tanto, quedar abiertos a la procreación de una nueva vida, esto
es, no deben ser artificialmente interferidos en su dinámica propia. A los
esposos corresponde escoger el momento en que expresen su amor en la intimidad
conyugal, pero no es lícito que priven a esa expresión de amor de la dimensión
procreativa que el Creador le asignó.
4. La paternidad como
responsabilidad
La relación sexual,
como acto responsable de los esposos, se enmarca dentro del ámbito de su
libertad. Los esposos deben asumir, conscientemente, las consecuencias de esta
forma de expresión de su amor. Esta responsabilidad es compleja, esto es,
abarca diversas dimensiones del ser humano como persona y como ser social. Por
una parte, los esposos tienen que asumir el hecho de que la expresión corporal
del amor presupone y se orienta a la comunión personal. Se entrega el cuerpo
para entregar el espíritu y para entrar en la intimidad de una comunión de
personas. La relación sexual no es, en primer lugar, para descargar la tensión hormonal
o para obtener placer sino para expresar la intimidad del amor. El placer no es
la finalidad del acto sexual, sino su consecuencia. Vale decir, es la
consecuencia de una experiencia íntima de amor personal. Debe ser la
consecuencia de amar y ser amado íntimamente. Esto no se puede desvirtuar.
Por otra parte, los
esposos se reconocen mutuamente como fecundos, saben y deben asumir el hecho de
que la expresión sexual de su amor conduce, muchas veces, a la procreación. La
fertilidad no es algo exterior a ellos. Es parte integrante del otro y de sí
mismo. No siempre los actos por los cuales los esposos se expresan el amor son
fecundos en la procreación, pero hay que contar con eso. Ellos no pueden
interferir artificialmente privando el acto por el que se expresan el amor
total, de su natural fecundidad porque es una negación flagrante de la
aceptación total del otro y de la donación total a él. La conyugalidad no
admite una entrega limitada: «me entrego a ti excluyendo algo inherente a mi
propia persona», o bien, «te acepto a ti, siempre que renuncies a algo
inherente a tu persona», «me entrego a ti, pero me defiendo de ti».
Sin embargo, la
infecundidad periódica de la mujer les abre las puertas para regular el número
de los hijos. De aquí surge una doble responsabilidad: a) Saber cuándo pueden
tener una expresión íntima de amor, aprovechando los períodos agenésicos, si en
conciencia se dan cuenta que deben espaciar o limitar los hijos. b) Discernir
cuál es la voluntad de Dios para ellos, en relación al número de los hijos que
deban traer al mundo. Deben adecuarse a los caminos que les muestra Dios a
través de la misma naturaleza para regular su número.
Hay que destacar que, la
dimensión más noble de la «responsabilidad» de la paternidad y de la maternidad
consiste en la participación en el acto por el cual Dios crea a un nuevo ser,
cooperando así al nacimiento de una nueva persona, amada por Dios por sí misma
y llamada, como ellos, a la vida eterna. Esta asociación con el
Dios de la vida requiere de un discernimiento maduro en relación al ejercicio
de la intimidad sexual.
2º BASES CIENTÍFICAS
DE LOS MÉTODOS NATURALES 1
Si bien es cierto que
al hombre no le es lícito privar, maliciosamente, al acto sexual de su
virtualidad procreadora, le es lícito elegir el momento en que expresa su amor
íntimamente en la relación conyugal. Dios imprimió un ciclo en todos los
organismos vivos. El ser humano no escapa a esta realidad orgánica. También en
su cuerpo experimenta diversos momentos del ciclo de la vida. La fertilidad,
que es permanente en el varón, pasa por diversos momentos de infertilidad en la
mujer. Comienza cuando ya está psicológicamente madura y termina con la
menopausia. Cada mes vuelve a reproducirse en ella un ciclo de fertilidad e
infertilidad. Los períodos de infertilidad pueden ser detectados y utilizados
para espaciar los hijos sin interferir en la dinámica natural del acto sexual.
Adecuarse, en las
expresiones de la sexualidad, a los períodos agenésicos presupone una
disciplina e involucra una abstinencia. Es importante entender bien el sentido positivo
de esa renuncia en función del amor propiamente conyugal. La renuncia física
está en función de mantener vivo el amor afectivo y espiritual. Exige a los
cónyuges aprender a comunicarse, mutuamente, en formas que suelen perderse y
deteriorar la misma sexualidad. Los tiempos de abstinencia deben ser
entendidos como momentos de cultivo de la conquista mutua, de crecimiento en la
ternura y sus expresiones en la caricia. Esto significa que, lejos
de contrariar a la naturaleza y perturbar la relación conyugal, la renuncia
periódica viene a constituir un seguro importante de la integridad del amor.
1. Método de la
temperatura basal
1 Jensen Dr. Luis,
adaptación de su libro "SEXUALIDAD Y TRANSMISIÓN DE LA VIDA , Los métodos
naturales", Editorial Patris, 1991, Santiago. Chile.
Data de la década del
40. Prácticamente todas las mujeres con alguna dificultad para lograr un
embarazo lo han tenido que aprender, ya que es el más preciso, sencillo y
económico para determinar si hubo ovulación. Se fundamenta en el efecto que
posee la progesterona, hormona secretada por el ovario después de ocurrida la
ovulación, a nivel del centro regulador de la temperatura corporal. Esta
técnica es la más segura que existe. Según datos de la Organización Mundial de la Salud este método es
más seguro que varios de los métodos anticonceptivos artificiales modernos.
Posee una eficacia de método cercana al 99%. Sin embargo, tiene dos
inconvenientes: depende de un instrumento y sólo da seguridad en el período
post-ovulatorio.
La primera limitante
se refiere al termómetro: hay que tenerlo, usarlo bien e interpretar los datos
correctamente. La mujer debe tomarse la temperatura todos los días en
condiciones basales, es decir, en condiciones especiales de reposo. Para
algunas mujeres, por su sistema y/o condiciones de vida, significa un esfuerzo
grande o impracticable. Por último, la interpretación del registro tiene que
ser enseñada por alguien que tenga una experiencia calificada.
La segunda limitante
está relacionada con la abstinencia que demanda ya que sólo da seguridad en el
período post-ovulatorio. Este método certifica la ovulación mediante el alza en
la curva de la temperatura. Si hay alza, quiere decir que hubo ovulación y como
ésta ocurre una sola vez en el ciclo, el período restante es absolutamente
infértil. Aquí radica su altísima seguridad. El problema está en las mujeres
que no ovulan, ya que mientras no se produzca un alza en la curva, no existe
ninguna seguridad y hay que suponer fertilidad.
La ausencia de alza en
la temperatura es lo que dificulta el uso del Método de la Temperatura Basal en
las mujeres que tienen ciclos largos, ciclos anovulatorios o que están en
período de lactancia. Las circunstancias mencionadas hacen que los cónyuges
puedan pasar varias semanas o meses sin saber qué terreno pisan. Ante la duda,
la prudencia aconseja abstenerse de relaciones sexuales, sobre todo si existe
una razón de peso para no tener un hijo. Lo anterior se traduce en un período
muy largo sin poder tener relaciones sexuales.
2. Método de la Ovulación
Data de fines de la
década del 50. Las primeras pruebas clínicas se realizaron en la mitad de los
años 60. Se conoce por el nombre de sus descubridores, los Drs. John y Evelyn
Billings. Aparentemente, es la técnica más difícil, pero una vez conocida y
dominada, es claramente la más fácil y más universalmente aplicable para todas
las mujeres, en cualquier período de su vida reproductiva.
Surgió de las
observaciones del Dr. Billings, en las cuales constató que prácticamente todas
las mujeres son capaces de percibir, espontáneamente, una serie de síntomas y
signos de fertilidad. Síntomas y signos que, desde mediados del siglo pasado,
en la literatura científica, aparecen relacionadas con la fertilidad femenina.
Para dar solidez a sus hallazgos, correlacionó lo detectado por las mujeres con
la evaluación objetiva basada en determinaciones hormonales en la sangre. Una
vez que demostró la consistencia de sus hallazgos, desarrolló un método
pedagógico para que las mujeres se "sintonicen" con estos signos de
fertilidad, los reconozcan e interpreten con seguridad, y puedan usarlos con
confianza.
El signo clave de este
método es la presencia o ausencia de síntomas producidos por las mucosidades
cervicales en el ámbito de los genitales externos de la mujer. Las sensaciones
o los síntomas que las mucosidades producen en la zona son más importantes que
la observación del flujo. El 80% de las mujeres se han dado cuenta,
espontáneamente, de la presencia de flujo mucoso y, más de alguna vez, han
notado que no están secas, sino que presentan un flujo, distinto al de la
menstruación, cuyo aspecto es el de una clara de huevo cruda. Aquellas que
permanentemente presentan algún flujo notan que éste aumenta o cambia sus características.
Para las que nunca han detectado ningún flujo, si se observan con más atención,
podrán percibir que hay cambios en las sensaciones, que son detectables aun
cuando sean muy sutiles. Una ilustración que ejemplifica muy bien esta
situación es apreciar el cambio que se observa al pasar la lengua por los
labios, inmediatamente se puede detectar el cambio de seco a húmedo.
Sin embargo, la
mayoría de las mujeres no da importancia a estos síntomas porque los han
sentido siempre y no les molestan, de manera que los consideran algo normal en
sus vidas, pero desconocen su significado. Otras, en cambio, al detectar las
mucosidades creen que están enfermas y consultan al médico. Creen tener
"flores blancas" o estar "pasadas de frío", y sienten una
gran tranquilidad al saber que esto es normal.
Hay que destacar que
lo que está biológicamente determinado y, por lo tanto, lo más constante, es la
distancia desde el comienzo del período fértil hasta la menstruación siguiente.
En cambio, el período infértil, inmediatamente después de la menstruación,
puede no existir, como es el caso de los ciclos cortos, o bien prolongarse por
meses durante la lactancia. Sin embargo, cada mujer puede determinar, día a
día, su estado de fertilidad o infertilidad.
La presencia de mucosidades
y el cambio en los síntomas vulvares, indican el comienzo de la fertilidad, la
cual durará hasta 3 días después de la desaparición total de los signos de
fertilidad. El flujo mucoso con su patrón cambiante ascendente y progresivo
durante un promedio de 6 días y luego su desaparición brusca, es un espejo de
lo que ocurre a nivel del ovario. El óvulo y sus estructuras van madurando a
una velocidad creciente y secretando estrógenos (la hormona que estimula la
secreción de mucosidades con patrón ascendente en cantidad y características de
fertilidad.) La caída brusca que presentan estas mucosidades es la señal que
antecede, de 24 a 36 horas la salida del óvulo del ovario (la
ovulación).
Con estos elementos
(cambio, progresión ascendente y desaparición brusca de las mucosidades) cada
mujer puede saber día a día si está fértil o infértil, no importando la
regularidad de sus ciclos ni la situación de fertilidad en que esté a lo largo
de su vida reproductiva. Tampoco es un inconveniente el hecho de que las mucosidades
sean escasas o estén siempre presentes, ya que la zona de los genitales
externos, donde van a ser detectadas es altamente sensible y la mujer, con un
entrenamiento adecuado, puede captar los más mínimos cambios.
La mujer detecta estas
mucosidades en la cara interna de los labios menores. Ahí hay más terminaciones
nerviosas que en el pulpejo de los dedos o en los labios de la boca. Gracias a
la sensibilidad de la vulva, casi todas detectan, espontáneamente, la
existencia de estas mucosidades. Por esto cualquier mujer que se lo proponga
puede aprenderlo fácilmente: el 97% lo logra en 1 a 2 ciclos de
aprendizaje, ese decir, 5 a 6 semanas de instrucción personal.
El objetivo final de
la instrucción es lograr que las mujeres lleguen a ser independientes en el
conocimiento de la fertilidad. Esto ocurre generalmente al cuarto mes de
práctica. A esta altura, la mujer sabe, incluso, el momento del día en que
comienza la fertilidad y, con mucho más precisión, el momento en que ésta
termina. Llega a "saberse" fértil: se "siente" fértil sin
necesidad de mayores controles. El conocimiento de la fertilidad pasa así a ser
para las mujeres algo natural y espontáneo, llegando a tener autonomía en
materia de regulación de la fecundidad, lo que ningún otro método permite.
¿Sirve para evitar un
embarazo cuando es necesario hacerlo? Para contestar esta pregunta hay que
considerar dos aspectos de los métodos naturales: Primero, ¿con qué seguridad
se puede llegar a conocer la fertilidad femenina? Segundo, ¿con qué responsabilidad
los cónyuges son capaces de respetar esta fertilidad, es decir, capaces de
practicar la abstinencia periódica?
La precisión con que
la mujer logra detectar su fertilidad es extraordinaria. Si 100 mujeres usan el
método por un año 98,5% llegan a saber, con seguridad, cuándo están fértiles.
Esto quiere decir que si 100 parejas siguen el método correctamente, durante un
año, sólo 1.5 se va a embarazar involuntariamente, porque la mujer no detectó
su fertilidad, aun habiendo hecho todo correctamente para percibirla. A esto
hay que sumar menos de una mujer que se podría embarazar por un malentendido en
el proceso de enseñanza-aprendizaje. Las cifras mencionadas están respaldadas
por investigaciones en distintos grupos y condiciones (Organización Mundial de la Salud ).
Cuando se aplica el
método en un grupo heterogéneo de parejas, es decir, cónyuges que sólo desean
distanciar un nacimiento junto con otros que no desean más hijos, la eficacia
tiende a disminuir, ya que hay otras causas de embarazo no intentado, distintas
a las atribuibles al método propiamente tal. La principal se refiere a las
fallas de uso, es decir, cónyuges que, sabiendo que están fértiles, no cumplen
con las reglas de evitar cualquier contacto genital en este período, y tienen
relaciones sexuales. En otras palabras, se arriesgan sin ninguna precaución; no
observan la regla número uno: "ante la duda, abstente".
Es así como la mayoría
de los embarazos no intentados conscientemente, que ocurren en los cónyuges
usuarios de métodos naturales, no lo son porque el o los métodos fallen, sino
porque las parejas se arriesgan, ya que las razones para evitar un nuevo
nacimiento no eran de gran peso y, por lo tanto, no justificaban el esfuerzo,
es decir, la abstinencia exigida.
Es importante definir
las características de esta abstinencia en el uso de los métodos naturales,
determinar muy bien las reglas del juego y sus fundamentos para que así sea más
fácil observarlas o saber exactamente cual es la probabilidad de que ocurra un
embarazo al transgredirlas. Es decir, el chance que están jugando. La
abstinencia periódica deber ser absoluta, vale decir, debe darse durante
"todo" el período fértil y se debe evitar "cualquier contacto
genital" durante el mismo.
¿Por qué durante
"todo" el período fértil? La mayoría de los embarazos no intentados
ocurre porque se tienen relaciones en los días extremos, pensando que aún no
comienza o ya terminó la fertilidad. Sin embargo, el método es "todo o
nada" y la posibilidad de un embarazo, aunque sea menor, existe durante todo
el período fértil. La razón es que apenas comienza el flujo mucoso, las
condiciones para el paso y la sobrevida de los espermatozoides, en los
genitales de la mujer, mejoran notablemente. Si los espermatozoides no
encuentran mucosidades fértiles, se quedan en la vagina que tiene condiciones
muy adversas (una acidez muy alta) y mueren todos al cabo de pocas horas. En
cambio, las mucosidades cervicales fértiles poseen un ambiente neutro, igual al
de los espermatozoides, de manera que en esas condiciones pueden vivir muchos
días y no sólo 72 horas como se pensaba antes (método de Ogino). La sobrevida
de los espermatozoides en este ambiente favorable puede ser de siete o más
días, por lo tanto, apenas comienzan los primeros síntomas de fertilidad
cualquier contacto genital puede traducirse en un embarazo.
¿Por qué evitar
cualquier contacto genital durante el período fértil? El flujo mucoso no sólo
posee un ambiente propicio para los espermatozoides, sino que además es una
verdadera "aspiradora". Tiene un efecto microcapilar, de manera que
si un espermatozoide toma contacto con un extremo del flujo, casi
instantáneamente llega a la otra punta. Se ha demostrado que en 60 segundos un
espermatozoide puede estar dentro del cuello del útero, en camino a fecundar el
óvulo. Esto significa que no es necesario que exista penetración del pene en la
vagina para que ocurra un embarazo, porque el extremo de "la
aspiradora" -el flujo mucoso- está en la vulva, en la parte externa de los
genitales. Otro hecho biológico fundamental es que no sólo hay espermatozoides
en el momento de la eyaculación, sino que antes ya han salido unos cuantos
millones. Las razones mencionadas aclaran por qué puede haber un embarazo sin
necesidad que haya ni penetración ni eyaculación dentro de la vagina, bastando
sólo un contacto genital durante el período fértil.
Podríamos definir el
flujo mucoso, también, como una "compuerta" que permite el paso de
los espermatozoides hacia el cuello del útero, el cual vendría a ser un
"servicentro" para los espermatozoides, ya que ahí estos son muy bien
tratados, seleccionados, ordenados y mantenidos en buenas condiciones a la
espera del óvulo para fecundarlo. La sobrevida del óvulo es corta, de
sólo 6 a 12 horas, de manera que los espermatozoides son los que tienen
que estar listos para realizar su misión. Esta es la principal razón de la
existencia de los días fértiles preovulatorios, 6 en promedio con un rango
entre 4 y 8 días.
III.
Profundización del concepto
Antes de introducirnos
en el tema propiamente pastoral, conviene clarificar un poco más el concepto
mismo de paternidad responsable. Ya hemos mencionado algunos aspectos
generales, sin embargo, conviene profundizar un poco la idea.
Este concepto es mucho
más amplio, profundo y rico que el que se utilizaría para señalar el sólo hecho
de ser «responsable» en decidir el número de los hijos y el momento adecuado de
traerlos al mundo de acuerdo a las diferentes circunstancias que a cada
matrimonio le toca vivir. Involucra una «misión» de los esposos,
que es preciso asumir seriamente. Compromete la vida matrimonial en todos sus
aspectos y la de las personas más queridas: los hijos. Está íntimamente
relacionado con aquello que es lo más propio del ser personal: el amor y la
vida.
Ejercer la misión de
paternidad responsable «exige» una integración permanente de la
esfera biológica, psicológica y social, dado que cada persona es un organismo
que, para «crecer» sanamente, tiene que ir armonizando cada uno
de los elementos.
Cuando queremos mirar
más de cerca cuáles son los elementos que están involucrados en lo que
entendemos por paternidad responsable, nos damos cuenta que tenemos que
recurrir a tres elementos claves: la misión, los esposos y las exigencias.
1° LA MISIÓN DE LOS ESPOSOS
Para entender el
significado de la misión de los esposos en la paternidad responsable, conviene
comenzar con una constatación. Dado que el desarrollo tecnológico actual
permite dos cosas: tener relaciones sexuales sin transmisión de vida - a lo que
llamamos anticoncepción - y generar vida sin relaciones sexuales - a lo que
llamamos fertilización asistida - es fundamental poner explícitamente en primer
lugar lo que es el centro y origen de la vida y del amor: Dios. Tenemos que
comenzar reconociendo que El es el Dueño y Señor, el Modelo y el Fin de la vida
humana. Todo el tema de la reproducción se sitúa así en el ámbito de
procreación subordinada al Creador.
Enfocar la paternidad
responsable desde esta óptica permite entenderla como una alianza permanente
entre Dios y los esposos, que libremente quieren cooperar en su plan de amor y
de vida. Esto los obliga a esforzarse por entender sus mensajes que están
inscritos en la naturaleza biológica, en la estructura psicológica y en las
circunstancias que le toca vivir a cada uno. Esto permite descubrir detrás de
la paternidad una auténtica misión de los esposos. Su primera y principal tarea
consiste en descansar en el hecho que Dios es realmente quien tiene el timón de
sus vidas y que la «responsabilidad» que ellos tienen radica en tratar de hacer
su voluntad. El resto viene por añadidura.
2° LA REALIZACIÓN DE LOS
ESPOSOS
Los esposos están
llamados a cumplir una misión de paternidad y maternidad en la fuerza de su
amor y en el ámbito de su matrimonio. Esa misión es un elemento clave en la
realización de su propio amor. El varón y la mujer, al sellar su matrimonio,
reciben, a través del sacramento, las gracias necesarias para poder ejercer
esta misión que está unida a la plenitud de la unión conyugal, sellada en la
donación sexual, camino para el inicio de una nueva vida, la de un hijo, el don
más preciado del amor.
La paternidad y
maternidad es una misión de los esposos porque implica su participación
personal libre a través de la relación sexual, pero reciben la misión como un
elemento constitutivo de su propia realización en el amor. Para la Iglesia , el matrimonio es
la única instancia en que esta relación puede darse con toda plenitud. Sólo en
el contexto matrimonial esa relación es expresión, camino y seguro de las
características de un amor auténticamente conyugal, esto es, plenamente
humano (sensible y espiritual), total (sin
ninguna reserva, ni cálculo egoísta), fiel y exclusivo (hasta
la muerte) y fecundo.
Dada la banalización
de una relación sexual considerada sólo como medio de placer es importante
destacar la riqueza y el significado que tiene. Esta riqueza proviene de dos
vertientes: a) Por una parte, es realización personal de ambos esposos a través
de la comunión en el amor personal. b) Por otra parte, es el camino para lograr
la más plena fecundidad personal a través de la transmisión de la propia vida y
naturaleza.
Es un desafío para los
matrimonios cristianos el poder dar testimonio de la riqueza de estas dos
dimensiones del amor personal, que mutuamente se complementan hasta llegar a la
perfección que Dios ha escrito en la naturaleza humana.
3º LAS EXIGENCIAS
DE LA
PATERNIDAD RESPONSABLE
La paternidad
responsable comporta una doble exigencia de integración: a) Por una parte,
requiere del esfuerzo por integrar armónicamente las esferas biológicas,
psicológicas y sociales entre sí. b) Por otra parte, requiere del esfuerzo por
integrar armónicamente la doble alianza de amor que le da sentido a su vida de
esposos cristianos: la alianza con Dios y la alianza matrimonial.
1. Integración de la
esfera biológica
Este aspecto es
fundamental para conocer como se concibe un hijo. La
información sobre la biología de la reproducción humana que hoy se tiene,
permite saber con certeza científica las leyes de la
transmisión de la vida.
En el campo de la regulación
de la fecundidad el desafío es cómo hacer accesible esta
información a las personas que desean administrar su fertilidad. Para esto, han
sido desarrolladas diversas técnicas conocidas como «métodos naturales de
regulación de la fecundidad». Estas técnicas permiten a la mujer, saber día a
día, si está fértil o infértil y así evitar o no la relación sexual según sea
la intención con respecto al embarazo. Como la fertilidad es cíclica (que no es
sinónimo de regular) estos métodos se conocen también como deabstinencia
periódica.
Se ha destacado el
hecho de conocer y saber, lo cual es radicalmente
distinto a «calcular», «suponer» o «pronosticar». Esto no se puede hacer en
forma confiable con la fertilidad, que, por ser un hecho biológico, posee
características esenciales de variabilidad. Es altamente improbable que sea
constante, como se ha pretendido enseñar, por décadas, a través del método de
Ogino Knauss o del Ritmo. Dada la amplia difusión de esta técnica mencionada,
es importante clarificar que, actualmente, no se considera como un método
natural. Por otro lado, el método de la Ovulación (descrito
por los doctores Billings), el método de la temperatura, o la combinación de
ambos (Sintotérmico) son técnicas que dan información confiable, que llevan a
la mujer a conocer su fertilidad, de manera que, después de un tiempo, se llega
asaber fértil o infértil, independiente de la longitud de
sus ciclos o de la situación de vida en que esté (ciclos irregulares,
lactancia, perimenopausia, etc.).
La fertilidad es algo
personal y, por lo tanto, cada mujer tiene que aprender a observarse
sistemáticamente, ayudada por alguien que conozca las bases biológicas y que
sepa como enseñar a interpretar y usar los diferentes síntomas y signos según
la intención de lograr o evitar un embarazo. Se trata de aprender a observar,
interpretar (comparar) y aplicar (sacar una conclusión), es decir, aplicar el
método científico para descifrar las leyes de transmisión de la vida. De las
mujeres que lo intentan, el 97% logra conocerse con un grado de certeza del 98%
en 1 a 3 ciclos de instrucción. Son métodos de fácil aprendizaje, de
alta eficacia y seguros, ya que no representan riesgo alguno para la salud de
la mujer, ni del hijo, durante la concepción y gestación. Tienen un costo en
educación tanto en el aspecto biológico, como en el aspecto psicológico para
ambos cónyuges: llegar a respetar la fertilidad
mediante la abstinencia periódica, es decir, aprender a educar el impulso
sexual. Este aspecto será el punto siguiente, pero antes es importante
profundizar la actitud de respeto.
El conocer las leyes
de transmisión de la vida en el marco de la alianza con Dios es tratar de
conocer cómo El hizo la naturaleza humana y, por lo tanto, en esta fertilidad
encontrar un mensaje de El, una invitación a dialogar, a preguntarle sobre sus
planes y proyectos para la vida matrimonial y familiar. En este sentido,
abstenerse es hacer algo que Dios quiere; es hacer su voluntad en la tierra
conyugal; es permitir que El reine en lo más íntimo de la alianza y de la vida
matrimonial. Este es un aspecto del misterio del sacramento del matrimonio,
aplicado a la práctica cotidiana de los métodos naturales: haciendo la voluntad
del Padre Dios, llegar a amar al cónyuge como Cristo ama a su Iglesia.
El cultivo de esta
actitud marca la diferencia radical con la planificación familiar que, a través
de los diferentes anticonceptivos o esterilizaciones manipulan la fertilidad,
para lograr los objetivos individuales (derechos reproductivos, hedonismo,
consumismo, etc.) o de control de la natalidad, según la perspectiva que se
utilice. No es el momento de definir cada uno de los conceptos, pero es
importante que quede claro que ninguno de ellos es recomendado por la Iglesia.
2. La integración de
la esfera psicológica
La eficacia del método
natural, el respeto de la fertilidad y casi todo lo planteado hasta aquí, se
decide en un hecho muy concreto y difícil a la vez: si se es capaz de practicar
la abstinencia periódica, y de evitar la relación sexual cuando ésta no corresponde,
independiente de los deseos y del impulso sexual, que conducen fuertemente a
realizarla. Esta es la gran dificultad para la mayoría de las personas, en la
cultura actual. Sin embargo, para los que llevan años practicando los métodos
naturales, tratando de alcanzar un estilo de vida matrimonial de alianza
natural y sobrenatural, este desafío se ha transformado en la gran riqueza de
los métodos naturales.
Así como para poder
administrar la fertilidad es necesario conocer y respetar las leyes biológicas,
en el plano del impulso sexual, para poder utilizar constructivamente su
fuerza, es necesario conocerlo y educarlo. Esto obliga a definirlo: ¿qué es el
impulso sexual?
La mejor definición,
confirmada por la experiencia clínica y pastoral, es entenderlo como la
necesidad y la capacidad de complementación con el otro. Esto enriquece
el enfoque actual, individualista, de sólo satisfacer las propias urgencias,
planteando los desafíos de desarrollar las capacidades de hacer feliz a la
persona querida a través de la mutua complementación en todos los planos:
físico, afectivo, espiritual (racional y volitivo). Basta enunciar estos
aspectos, cada uno con una dinámica propia, para imaginar la amplitud y la
densidad de vida matrimonial que se puede cultivar desde esta perspectiva.
En la práctica, la
abstinencia periódica significa poder llegar a tener asegurado - en cada ciclo
femenino - una etapa de noviazgo (sin relaciones sexuales) y una luna de miel
(cuya calidad dependerá de la comunicación afectiva alcanzada en el pololeo).
La vida matrimonial no se improvisa, es fruto de un trabajo constante de mutua
complementación en todos los planos, durante todo el día y para toda la vida.
Este esfuerzo
permanente es exigido y asegurado por los métodos naturales de regulación de la
fecundidad, como una característica propia de ellos. Este estilo de vida,
enfocado desde la luz de la alianza, se va traduciendo en llegar a amar al
cónyuge como Dios lo desea, hasta alcanzar la perfección del amor, es decir,
como Cristo ama a su Iglesia.
3. Perspectiva
sociológica
Para muchos, los
métodos naturales al ser usados para posponer un embarazo no tienen ninguna
diferencia con un anticonceptivo. Igual se "cierran a la vida" y
estarían en oposición con el "deseo de Dios" de que haya "vida
en abundancia"; no seguirían la enseñanza de la Iglesia de "que
hay que recibir todos los hijos que Dios manda". ¿Dónde radica la
"apertura a la vida”?
Con lo expuesto hasta
ahora, ya está clara la dimensión personal y matrimonial al reenfocar lo biológico
y lo psicológico desde la perspectiva de la misión de paternidad responsable.
Este tercer aspecto abarca la dimensión familiar, social o más bien el proyecto
de vida de los esposos y la familia: cuál es la fecundidad, cómo se cultiva la
generosidad.
La forma más simple de
entender si se enfoca correctamente esta dimensión es que los esposos cada
ciclo descubran que la fertilidad es una invitación a tener un hijo y ambos de
corazón puedan responder que quisieran aceptar la invitación, pero, no pueden.
Hay diversas circunstancias, que ambos han ponderado cuidadosa y generosamente,
que les impiden aceptar la invitación por lo cual optan por hacer el esfuerzo
de la abstinencia periódica para así respetar la fertilidad. Sin embargo,
estarían felices y aceptarían gustosos otro hijo si esa es la voluntad de Dios,
la cual no la habrían interpretado correctamente en el análisis previo a la
opción libre y generosa de posponer el embarazo por cultivar otra forma de
fecundidad.
Desde esta
perspectiva, la práctica de los métodos naturales no debería ser nunca
considerado como si se tratase de un "anticonceptivo natural", sólo
una técnica para evitar un embarazo, que en la mayoría de los casos se podría
tener pero no se quiere; o cuando realmente no se puede tener otro hijo,
entonces el temor -y no la confianza alegre y generosa- es el sentimiento que
prima. Se vive con los dientes apretados o simplemente se usan métodos
naturales mientras sea "posible " tener otro embarazo, luego hay que
solucionar el "problema" en forma definitiva.
La actitud de alianza
matrimonial permite descubrir juntos las múltiples formas de fecundidad:
desarrollo personal, capacidad de complementación, acompañamiento a los hijos
en su proceso de crecimiento personal, atmósfera del hogar, acogimiento y
apertura a otros miembros de la familia o comunidad, etc. La capacidad de
concebir se manifiesta en otras expresiones. La actitud de alianza sobrenatural
abre a la gran dimensión de la misión sacerdotal de los esposos de colaborar en
el plan de redención lo cual se hace real en la opción por el esfuerzo de
respetar la voluntad del Padre hasta morir a los propios deseos, de manera que
sea El quién reine... obedeciendo hasta la cruz, fuentede verdadera vida y
verdadero amor como el de Cristo por su Iglesia.
4. El crecimiento del
amor
La misión de
paternidad responsable es una invitación permanente a un crecimiento continuo
del amor conyugal y del proyecto familiar en armonía con la naturaleza humana y
el plan de amor de Dios, lo cual dista mucho de la imagen existente de una
restricción a la felicidad de los esposos. Las exigencias que plantea generan
una forma de vida que orienta permanentemente a desarrollar la capacidad de
complementación con el otro, es una escuela continua de aprendizaje para vencer
el egoísmo, enemigo del verdadero amor que se manifiesta en una comunión más
plena y en una fecundidad mayor en lo personal, matrimonial, familiar, eclesial
y social.
Algunos aspectos más
destacados para ejemplificar las formas de crecimiento en lo arriba mencionado:
en lo personal se crece en la capacidad de encuentro a través de la donación
mutua, descubriendo la felicidad de hacer feliz al otro. En lo matrimonial, el
desarrollo de la mutualidad orientada al constante desafío de la
complementación en todos los planos y en todo el quehacer cotidiano, genera un
espacio de encuentro y enriquecimiento que logra crear una forma de vida, una
cultura nueva: lo masculino enriquece las áreas reservadas a lo femenino y
viceversa, gracias a la visión compartida que se va teniendo del mundo.
IV. Dificultades de la pastoral de la Paternidad responsable
La pastoral de paternidad
responsable desemboca en una adecuada y amplia difusión de los métodos
naturales de regulación de la fertilidad humana. Debe contar con la resistencia
del ambiente actual. Con certeza encontrará muchos obstáculos para lograr ese
objetivo. Antes de la planificación pastoral, conviene hacer consciente los
problemas concretos que enfrenta la difusión de los métodos naturales. Sólo así
será posible elaborar un programa efectivo.
1° LA FALTA DE CONVICCIÓN
ENTRE LOS RESPONSABLES
La primera dificultad
proviene de los mismos responsables de la pastoral. En amplios círculos
clericales, se nota un cierto escepticismo en relación a la plena validez de
los métodos naturales de regulación de la fertilidad.
Mientras obispos,
sacerdotes, diáconos y demás agentes pastorales no se hayan metido en
profundidad en el tema y hayan elaborado, seriamente, sus convicciones, es
difícil esperar que la pastoral de la paternidad responsable reciba un impulso
fuerte y una orientación clara. Los matrimonios usuarios serán los testigos que
avalen esta orientación pastoral.
2° FACTORES QUE
DESPRESTIGIAN LOS MÉTODOS NATURALES
Hay muchos factores
que desprestigian los métodos naturales. Para superarlos, hay que conocerlos.
Vamos a señalar sólo aquellos más evidentes y comunes.
1. La mentalidad
antivida
El mundo actual está
marcado por una mentalidad antivida, que ha sido fomentada artificialmente por
el mundo desarrollado, por razones geopolíticas. El control de la natalidad por
todos los medios es parte de una política de “seguridad nacional”. Juan Pablo
II nos previene frente a esta realidad. Las campañas antinatalistas,
maliciosamente propiciadas o impuestas por el Primer Mundo, especialmente con
la complicidad de la IPPF (APROFA),
ejercen una fuerte presión en toda la sociedad.
2. Formación
prejuiciada en el área de la salud
La formación
prejuiciada que se ha impartido, en este campo, en muchas Escuelas de Medicina,
Obstetricia y Enfermería durante largo tiempo. Esto repercute en médicos y
enfermeras. En ellas se estudian en detalle los métodos artificiales de control
de la fertilidad. En cambio, los métodos naturales, salvo raras excepciones,
sólo se nombran como algo raro, haciendo hincapié en su ineficacia.
3. Decepción de muchos
usuarios
Las personas que han
hecho un mal uso de los métodos naturales y los declaran inútiles y poco
científicos constituyen una pésima propaganda. Han acuñado los términos hijo
de Billings como antes lo hacían con loshijos de Ogino. Son
incontables las personas a las cuales les ha fallado el método y como no se han
detenido a averiguar si fue por causa de ellas mismas, lo descalifican sin más.
Normalmente, son ellas las que influyen más sobre las mujeres católicas. A ese
fenómeno hay que contraponer las estadísticas publicadas por la Organización Mundial de la Salud y otras
instituciones en las que se avala la rigurosidad científica de los métodos
naturales y su contribución a la salud integral de las usuarias.
4. Sacerdotes con
prejuicios
Muchos sacerdotes
parten de una base errada. Sin detenerse a comprobarlo, sostienen que en
amplios círculos de la sociedad, especialmente los estratos socioculturales de
bajos ingresos, es imposible proponer esos métodos. Hablan de una utopía. Un
crecido número incluso nunca se han metido en el tema, pero no se privan de
opinar al respecto. Muchos opinan que dar a conocer esta forma evangélica de
vivir la sexualidad es sobrecargar a la gente, que ya tiene suficientes
problemas. Vendría a ser una auténtica falta de caridad.
5. Psicosis
anticonceptiva
El ambiente público
está cargado de una mentalidad anticonceptiva. Es un tema recurrente, en los
medios de comunicación, que crea una verdadera angustia frente a la
procreación. No en vano el siglo pasado le dio a los hijos el apelativo
de carga familiar. A esto se suman los comentarios descalificadores
irresponsables que hacen muchas personas serias, en sus círculos sociales y
familiares, creando un ambiente negativo al respecto.
3° DIVERSAS FORMAS DE
IGNORANCIA.
Como una dificultad
especial para introducir los métodos naturales de regulación se pueden
constatar diversos tipos de ignorancia.
1. Sobre los progresos
científicos al respecto.
Hay personas responsables
dentro de la Iglesia que
poseen una información atrasada. Se quedaron en una primera etapa del proceso y
no se han actualizado. Son incontables las personas de Iglesia que aseguran que
se trata de métodos que no sólo son inseguros sino, además, excesivamente
complicados.
2. Sobre la aplicación
de los métodos.
Faltan espacios donde
se entregue una información oportuna, adecuada y convincente. Además, hay
personas que han leído algún folleto de difusión y sin mayor profundización han
tratado de aplicarlos. Son los más expuestos a ser fuente de prejuicios.
3. Sobre las
implicaciones de la doctrina
Por último, algunos
católicos no han logrado compaginar la doctrina sobre el amor conyugal, la
sexualidad y la vida, con el resto de la doctrina de la Iglesia. Se les
produce una dicotomía. Tienen la impresión de que, en esta materia, se está
ante una imposición arbitraria, propia de personas que no viven los problemas
de la sexualidad, en razón del celibato.
4° EL USO DE
ESTRATEGIAS ERRADAS EN LA
DIFUSIÓN.
El progreso de la
pastoral de paternidad responsable se ha visto dificultada también por los
esfuerzos para difundir los métodos naturales que han realizado personas de
buena voluntad, pero mal orientadas.
1. Presentación como
método anticonceptivo lícito
Se puede constatar
que, en muchos centros de atención de usuarios de métodos naturales, se les ha
dado la imagen de que se trata simplemente de aprender a utilizar métodos
anticonceptivos lícitos. No se hace hincapié en la espiritualidad que le da
sentido. Los métodos naturales presuponen el amor a la vida y una apertura
gozosa a la paternidad.
Hay quienes olvidan
que estos métodos naturales forman parte integrante de una manera de vivir el
amor hermoso que requieren una formación adecuada y se apoya en una mística. Se
les olvida que se trata de un complemento valioso para ayudar a los esposos a
vivir el amor y la sexualidad conyugales como camino de santidad. Desprovistos
de mística, los métodos naturales tienden a perder su pleno sentido.
2. Presentación moralista
Hay quienes, habiendo
vivido una auténtica conversión en relación a los métodos
naturales, actúan en forma excesivamente apasionada al propiciarlos. Corren el
riesgo de absolutizarlos y de crear anticuerpos en las personas que les
escuchan. Algunos, incluso, han ido más lejos, los presentan en un contexto
moralista con terminologías condenatorias. Este tipo de presentaciones muchas
veces proviene de ciertos círculos de una jerarquía que se preocupa poco del
aspecto pastoral y que ve su misión sólo en proclamar verdades de fe.
5° FALTA DE MÉDICOS Y
MATRONAS DISPONIBLES.
Se suele producir un
fenómeno curioso: hay sectores donde existe un buen equipo profesional de
apoyo, pero faltan las personas interesadas en transformarse en usuarios de los
métodos naturales; en cambio, hay otros donde no es posible poner un centro de
atención por falta del apoyo médico.
Esta pastoral depende
de la buena voluntad de los profesionales. Muchos agentes pastorales ven a los
médicos y enfermeras tan ocupados, que tienen el temor de que sean
inaccesibles. Esto los inhibe de propiciar la pastoral de métodos naturales en
sus respectivas parroquias. Tienen miedo de hacer una oferta a la que no pueden
responder. Hay que hacer un esfuerzo por superar prejuicios y por facilitar el
acceso de los responsables de la pastoral familiar a los equipos de la salud
que sirven este campo. Una descoordinación entre ambas instancias, responsables
de la pastoral familiar y equipos de profesionales, puede frenar todo el
proceso.
6° LAS ACTITUDES
DEFENSIVAS Y PREJUICIADAS
Se puede constatar que
muchas personas católicas activas, frente al tema de los métodos naturales,
reaccionan de una manera abiertamente traumática. Están en una actitud
defensiva que va más allá de lo normal. La pregunta que nos plateamos es ¿de
dónde surgen los prejuicios que las cierran? La respuesta a esta pregunta es
muy importante para establecer las pautas pastorales.
1. Temor a cambiar de
hábitos
Es difícil dejar
hábitos adquiridos y cultivados. Se piensa que con ellos se es feliz. Es así
como muchas parejas, sin mayor reflexión, se han habituado a usar otros métodos
y les parece que cambiar su rutina va a significar un desajuste total en sus
vidas. Esto vale, especialmente, para matrimonios de mediana edad.
2. Temor a la
responsabilidad de un nuevo hijo
Muchas personas
entienden mal la postura de la
Iglesia en el tema de la procreación. Piensan que ella
propicia que los matrimonios tengan indiscriminadamente hijos, sin una
ponderación bien hecha ante Dios. Esto los desanima a atenerse a sus
orientaciones. La Iglesia ,
por el contrario, invita a los esposos a una reflexión profunda ante Dios para
saber cuál es el número de hijos que les corresponde según la fisonomía global
de su familia. El ambiente actual, no sin fundamentos bastante contundentes,
presentan al hijo como un problema económico insuperable (hospital, médico,
alimentación, educación, vestuario, etc.). La sola idea de traer un nuevo hijo
al mundo causa un auténtico pánico. No es puro comodismo ni
falta de generosidad. La sociedad entera se ha organizado considerando sólo
familias nucleares pequeñas, el tamaño de las casas, los medios de transporte,
los sueldos, etc., todo se confabula. Sería un error confundir el temor con el
egoísmo.
3. Temor a asumir
molestias y limitaciones
Ciertamente que, junto
con la dificultad de tener una familia numerosa en una sociedad que
socioeconómicamente está diseñada para admitir sólo familias pequeñas, existe
una fuerte corriente hedonista y sensualista. Cualquier cosa que se presente
con la perspectiva de asumir molestias y limitaciones produce espanto y rechazo
inmediato.
7° DUDAS SOBRE LAS
BASES DE LA DOCTRINA
En algunos círculos
más cultos, dentro de la
Iglesia , aún subsisten las dudas planteadas por la Comisión de Expertos
constituida por Juan XXIII para estudiar el uso de los medios anticonceptivos.
La mayoría en esa comisión pensó que era conveniente aceptar el uso de esos
medios novedosos que ofrecía la ciencia médica para producir artificialmente
períodos de infertilidad. El peso de la Comisión era enorme,
ya que incluía personalidades tan prominentes como los futuros Papas Juan Pablo
I y Juan Pablo II. Esto hizo pensar a muchas personas de alto nivel eclesial
que la promulgación de la
Humanae Vitae habría sido un error doctrinal de Paulo
VI. Es interesante saber que el Cardenal Albino Luciani, que era proclive al
uso de la progesterona como anticonceptivo, más tarde, cuando fue elegido Papa
Juan Pablo I, entre las pocas cosas que alcanzó a realizar en sus 33 días de
pontificado fue ratificar la Humanae Vitae. Para Paulo VI, las
declaraciones doctrinales de sus antecesores pesó más que el de la Comisión. No se
sintió autorizado para desdecir a Pío XI y a Pío XII.
Estas dudas han salido
más allá del ámbito estrecho de los teólogos. Hay quienes, incluso,
abiertamente sostienen que los métodos naturales no son sino formas de
manipulación artificial de la sexualidad. Algunos piensan que el hecho de que
la continencia periódica obligue a la mujer a tener relaciones íntimas en los
momentos de su menor apetencia, es una voz de Dios que habla desde la
naturaleza misma. Según ellos, este método atenta en contra de la espontaneidad
de la expresión del amor.
8° DESCONTROL ÉTICO
Por último, otro
aspecto que gravita fuertemente como obstáculo es el surgimiento del
hombre light, esto es, un tipo de personalidad que no tolera
normas, ni disciplinas. El caldo de cultivo de este tipo de hombre es el
relativismo moral en que se debate un mundo que recién viene saliendo de un
largo tiempo de moralismo y dogmatismo rígidos. Los hombres actuales,
especialmente los jóvenes, se sitúan al margen de cualquier control ético y
autoeducación. Los métodos naturales son una expresión eminente de un hombre
orientado por principios y que aspira a lo sublime.
Por una parte, muchos
rechazan los métodos por exceso de hedonismo, esto es, porque se ha idealizado
de tal manera el placer, como finalidad de la vida humana, que cualquier
privación, aunque sea temporal y por una felicidad mayor, aparece como
intolerable y fuera de lugar. Por otra parte, la falta de comunicación afectiva
y de diálogo, junto con las carencias y vacíos del corazón, han creado un clima
de exacerbación de la sexualidad. Para muchos, es el único camino para
comunicarse y temen que se les limite
V Líneas pastorales
No es lo mismo enseñar con exactitud la doctrina de la Iglesia sobre esta materia que iluminar los procesos de vida de los cónyuges para que se desarrollen sanamente. Esto último supone, además de la claridad conceptual, el manejo de la pedagogía pastoral. Proclamar la doctrina en toda su exigencia, sin preocuparse de la situación real de las personas a quienes les llega, se asemeja a lanzar semillas sin preocuparse del terreno. Por lo general, esta actitud hace que la Iglesia sea tildada de fundamentalista, exagerada y fuera del contexto histórico, o que, dentro de la misma Iglesia haya quienes la acusen de rigorismo.
1º OBJETIVOS PASTORALES
La pastoral de la procreación o de la paternidad responsable, debe tener un objetivo muy preciso para que no se desvirtúe. Tal objetivo es la redención del amor conyugal y de la sexualidad de los esposos, orientándolos hacia una paternidad según el querer divino, tal como ya lo explicamos. Conviene, sin embargo, concretizar más estos pensamientos.
La actividad de esta pastoral hay que entenderla como un servicio de evangelización de los esposos. Se orienta a matrimonios concretos. Pretende ser una presencia oportuna y eficaz de la Iglesia en sus vidas, para ayudarlos a vivir evangélicamente su sexualidad. En la fuerza del Evangelio, con la ayuda de la gracia y de los medios que nos ofrece la ciencia moderna, quiere ayudarlos para que vivan su amor conyugal como un amor hermoso, que les permita entrar en una «comunión de personas», abriéndose naturalmente a la «paternidad responsable». Les ayuda, en concreto, a integrar la sexualidad en la dimensión espiritual y afectiva del amor esponsal y a regular la fertilidad por un camino que respete la voluntad divina expresada en la naturaleza misma. La Iglesia actúa en forma diferente a los Servicios de Salud, pues no se contenta con enseñar un método de regulación de la fertilidad, sino que ilumina
el proceso con la luz de la fe y le infunde una espiritualidad.
El segundo objetivo de la actividad pastoral se orienta al ámbito público. Pretende mejorar el ambiente donde se desenvuelven los esposos. Esto significa deshacer prejuicios y disminuir las presiones que puedan inducirlos a actuar en contra de su naturaleza. Por esa razón, emprende, también, acciones exteriores, especialmente a través de los medios de comunicación social, para mostrar la forma cristiana de concebir y vivir la sexualidad y el amor conyugal, contrarrestando el ambiente nocivo que impregna nuestra cultura.
2º LÍNEAS DE ACCIÓN PASTORAL
1. La formación de agentes pastorales
Se ha podido comprobar que un elemento clave en la difusión de las diversas formas de la pastoral familiar es fomentar más el «protagonismo laical» de que habla Santo Domingo. La mejor forma de hacerlo es formando un número suficiente de agentes pastorales y compartiendo con ellos las responsabilidades de la conducción y animación pastoral.
Los médicos y las enfermeras son formados por las universidades, pero los difusores de la paternidad responsable se pueden formar, también, en otras instancias. No cabe duda de que toda la responsabilidad de la difusión de los métodos naturales no puede descansar sobre los hombros de unos pocos médicos y enfermeras. Es necesario crear una plataforma mucho más amplia. El respaldo profesional debe estar siempre presente, pero la organización pastoral debe tener cauces pastorales propios. El intenso quehacer de los médicos y enfermeras desaconseja que se les recargue con las tareas pastorales de organización y difusión, que ya tienen sus estructuras propias.
2. Preparación de material de apoyo
Según la experiencia pastoral, el material de apoyo que se emplee en las campañas de difusión de la paternidad responsable, juega un rol importante. Hay que elaborar y difundir un material, que sea atractivo y fácil de comprender. El equilibrio entre lo fácil, didáctico, inspirador y profundo no es
fácil de lograr. Hay que evitar, por una parte, el tono moralista, tecnicista y complicado, que los hagan aparecer como inaccesibles, pero a la vez, hay que evitar elaborar sólo material en base a dibujos del tipo de las «tiras cómicas». Para lograr esto hay que estar atento a evaluar la receptividad y el efecto en los destinatarios. Es necesario lograr que el concepto de «paternidad responsable» entre por la vista.
3. Adecuada presentación de los métodos
Para que se pueda establecer esta pastoral y transformarse en una forma de vida, es necesario ser muy cuidadoso en la metodología de difusión que se utilice. ¿Qué condiciones debe cumplir?
A. Debe estar integrada en un proyecto global
Presentar, siempre, los métodos naturales en el contexto de la espiritualidad del «amor hermoso», de la «comunión de personas» y de la «paternidad responsable», esto es, acompañado de su mística. Esto significa que nunca se debe desprender la difusión de los métodos naturales de la manera cristiana de vivir la sexualidad. Debe plantearse como un elemento básico dentro de la aspiración a la santidad matrimonial y una concretización elemental de la espiritualidad conyugal.
B. Como culminación de un proceso educativo
Recordar que llegar a una adecuada aplicación de los métodos naturales supone un proceso de vida que debe ser suscitado y educado. Es una culminación del proceso de educación del amor. Sin una auténtica educación para el amor, los métodos aparecerán vaciados de su sustancia. Por esa razón, es indispensable iniciar el proceso desde la juventud, con una adecuada pastoral de pololos.
Un aspecto importante del acompañamiento del proceso, que culmina en la autonomía de los usuarios y la formación de su estilo de vida cristiana, es tomar en cuenta el aspecto de la gradualidad, esto es, de la conquista por etapas con metas bien definidas. El moralismo y el dogmatismo rígidos, que no se preocupan de los aspectos pedagógicos, normalmente terminan por descorazonar al usuario. Se debe contar con fallas y debilidades; nunca condenar, sino más bien alentar a seguir adelante a pesar de las debilidades.
C. Respaldado por sus fundamentos científicos
Si bien es cierto que, detrás de la propuesta del uso de los métodos naturales de regulación de la fertilidad, existe un imperativo moral, es conveniente destacar sus fundamentos científicos y su adaptación a la psicología de las relaciones del hombre y la mujer. Tenemos que aceptar el hecho de que, actualmente, hay poca sensibilidad para una argumentación puramente ética y, en cambio, mucha para los argumentos científicos.
D. Distinguiendo norma general de excepciones
Hay ocasiones en que un sacerdote puede aconsejar a una persona determinada que haga una excepción a alguna norma en esta materia, por ejemplo, cuando se trata de una persona obsesiva que padece de un desequilibrio psicológico grave que puede llegar a provocar la ruptura de su familia. En tal caso se podría ayudar a esa persona a liberarse de escrúpulos de conciencia en el uso de algún medio no abortivo. Sin embargo, aquello que ocurre en el ámbito estrictamente privado de la penitencia y que vale para esa persona determinada se transforma en un peligro de desorientación cuando trasciende fuera del confesionario. Muchas personas dicen: «el P. NN me dio permiso para...». Esto ha hecho en muchos casos que algunas excepciones aparezcan como normas.
E. En el contexto de la sacramentalidad conyugal
Es indispensable mostrar que la debilidad humana necesita de la gracia para poder superar sus problemas. Debe enseñarse la indispensable armonía que debe existir entre naturaleza y gracia, esto es, del don de Dios y la cooperación del hombre con ese don. Esto se pone en evidencia, especialmente, cuando se sitúa la vivencia del amor hermoso sobre la base del sacramento del matrimonio. Creemos que, actualmente, uno de los aspectos más críticos de la evangelización de la familia radica en que se ha perdido sensibilidad para asumir la realidad sacramental del matrimonio cristiano. La «estupenda novedad», de la que habla Juan Pablo II, se siente lejana e incomprensible y, sin embargo, es lo más genuinamente cristiano de nuestra oferta.
F. Una adecuada difusión en el ámbito público
Debido a la fuerte presión sicológica del ambiente, es necesario acompañar la creación de los «Centros» y la difusión de nuestra visión de la sexualidad y del amor, con una adecuada llegada a los medios de comunicación y a la conciencia pública. Esto requiere, además, de la elaboración de programas atractivos, creando afiches que puedan impactar por la vista a la juventud y hacer reflexionar a los adultos.
4. Creación de centros de pastoral
Dentro de la estrategia pastoral se ha visto necesario crear «Centros de la Familia » o puntos de referencia visibles y concretos que la propicien y acompañen. Estos Centros deben cuidar de dar respuesta a los diversos desafíos de la evangelización de la vida matrimonial y familiar. Ciertamente, uno de los desafíos más importantes es la evangelización del amor y de la sexualidad, a través de la paternidad responsable. Creemos que una parte integrante y fundamental de esos «Centros» es la atención de los métodos naturales y la difusión y animación de los mismos. La experiencia nos muestra que es inoperante desgastarse en incontables charlas que no dejan mayor huella. El acompañamiento estable de los procesos de vida de las familias es la única manera de hacer algo fecundo en este campo.
5. Grupos de usuarios que den testimonio
El respaldo indispensable de esos Centros debe ser el conjunto de usuarios que, habiendo transformado en una forma de vida y en camino de santidad la mística del amor hermoso y de la paternidad responsable, sean capaces de dar testimonio de ello. A estos usuarios, junto con infundirles una mística, es necesario seguir alimentándolos espiritualmente con retiros y jornadas.
6. Ubicación de la pastoral de paternidad responsable
La pastoral de paternidad responsable forma una parte integrante de la pastoral familiar y se debe ubicar en el marco que ésta establece. No es bueno propiciar que el trabajo de difundir los métodos naturales aparezca como algo que lleva adelante un grupo de católicos de buena voluntad, pero que no están conectados con el proyecto global de la Iglesia. Tendría mucho más dificultad para llegar a todos los ámbitos de la Iglesia , corriendo el peligro de enquistarse.
La introducción de los métodos naturales, debe hacerse en el ámbito de la
pastoral familiar ordinaria que se establece, básicamente, en las parroquias, colegios y movimientos y que, en algunos casos, se va ampliando a las fuerzas armadas y de orden y a ciertas empresas. Hemos podido constatar que si no se establece ahí, permanece siempre como algo exquisito que vale para algunas personas especiales, pero no involucra a la Iglesia como tal. Algunas personas de gran responsabilidad eclesial dicen: «Son cuestiones de tal o cual Movimiento.»
3º ASPECTOS ORGANIZATIVOS
Ciertamente la organización de la pastoral de paternidad responsable se diferenciará según sean las distintas realidades donde se pretenda establecer, sin embargo, hay algunos aspectos de ella que valen para todos los casos. Sólo a ellos nos vamos a referir:
1. La autonomía estructural
El centro de la actividad pastoral de paternidad responsable debe estar en un espacio propio de la Iglesia. Muchas veces, en una etapa inicial de su estructuración, puede ser muy tentador apoyarse excesivamente en instituciones no eclesiales en que se nos brinda un cobijo, por ejemplo, en un hospital, en una policlínica o en la consulta de un médico, etc. Esto puede ocurrir especialmente cuando encontramos médicos o enfermeras que nos apoyan decididamente y no tenemos la misma experiencia de parte de los párrocos. Este apoyo puede servir transitoriamente, pero mirando la continuidad del proyecto pastoral como tal, conviene que la utilización de esos espacios sea sólo en una etapa de corta duración, ya que siendo una pastoral ordinaria de la Iglesia debe encontrar su centro físico en los locales propios de la Iglesia como parroquias o vicarías. Hay que contar con que los cambios de orientación y personal, que son normales de los servicios públicos, pueden llegar a desarmar fácilmente un esfuerzo de años. De esa manera, lo que fue una ayuda valiosa en un momento determinado se puede transformar en el futuro en un perjuicio.
2. La creación de una central sólida de apoyo
Dado el hecho que esta pastoral concreta tiene una real dependencia del personal del área de la salud, conviene que la Arquidiócesis tenga un servicio profesional de apoyo centralizado. No conviene que esta función profesional se base únicamente en profesionales voluntarios, que pueden ser valiosos como apoyo técnico, pero no como fundamento de una estructura pastoral.
Cada diócesis debería contar con un servicio estable de profesionales contratados que dé garantía al apoyo de los agentes pastorales y a los usuarios de los métodos naturales de regulación de la fertilidad. Siendo este servicio excesivamente caro para ser sustentado por una parroquia, e incluso para una vicaría zonal, el servicio debería establecerse en la sede central de la Pastoral Familiar del Arzobispado, con la posibilidad de desplazarse según un programa establecido de común acuerdo según las necesidades.
3. La formación de un equipo central
En cada unidad pastoral -sea vicaría zonal o decanato- conviene crear un equipo pequeño que estimule, coordine y oriente el proceso de establecimiento de la pastoral de paternidad responsable en parroquias y colegios.
Estos equipos centrales cumplen diversas funciones: deben apoyar a los agentes pastorales de base, evitando que ocupen su tiempo disponible en funciones organizativas o en procurar el material logístico que deben utilizar; deben, además, ser garantes de una sana orientación de los equipos de base.
4. El carácter pluridisciplinar
Por la función misma del equipo central, conviene que tenga una representación suficientemente amplia, esto es, que reclute personas del área de la salud, matrimonios usuarios, sacerdotes y religiosas. Para que no abulte demasiado al equipo y dificulte su agilidad operacional, se puede crear un cuerpo directivo central y un equipo de reflexión más amplio.
VI Profundización en el Magisterio
1° CAMBIO DE ENFOQUE DEL
MATRIMONIO
Durante el siglo XX se
produjeron dos momentos de cambio notables en la percepción del matrimonio y de
la familia, especialmente en lo que se refiere a la procreación. Hay dos
acontecimientos que parecen haber acelerado este proceso de transformación
cultural y social:
1)
1935 El libro de Herbert Doms
“Sentido
y finalidad del matrimonio.”[i]
El
primer cambio se refiere al surgimiento de una concepción más personalista que legal
del matrimonio. Como un hecho emblemático de esta nueva mentalidad se puede
considerar el libro de Herbert Doms. No tanto por la repercusión que pueda
haber tenido, sino porque en él se recoge los aportes de la filosofía
personalista[ii]
que está en la conciencia culta europea y se aplica al matrimonio, destacando
el valor único de la persona humana; la importancia que tiene para el
matrimonio y la familia el amor mutuo. Con este aporte se impulsa toda una
reflexión y se hace más consciente la evolución que está teniendo el estilo de
vida matrimonial.
2)
1952-56 Los descubrimientos médicos
Doctores
G. Pincus y John Rock
El segundo acontecimiento proviene del mundo de la
investigación médica. Los doctores Pincus y Rock descubren la manera de
provocar artificialmente los períodos agenésicos. Con este descubrimiento se
responde, de alguna manera, a la explosión demográfica ocasionada especialmente
a partir del descubrimiento de los antibióticos, pero que, a su vez, hace
surgir toda una problemática de tipo teológico y moral en torno al matrimonio
que aún está candente.
Apoyándose en este descubrimiento, pero sin
considerar las implicaciones éticas, se desatan en todo el mundo campañas de
control de la natalidad que responden a un cierto pánico ante el aumento
acelerado de la población. Estas campañas han sido mantenidas por organismos
internacionales. [iii]
2° RESPUESTA DEL
MAGISTERIO
El Magisterio de la Iglesia no sólo acompañó
este proceso que amagaba los cimientos mismos de la cultura moderna y conducía
a la familia a su máxima debilidad, sino que, en cierto sentido se adelantó a
él. Prueba de ello son los documentos magisteriales que comienzan a aparecer ya
desde 1930 y que van diseñando una doctrina cada vez más clara y coherente al
respecto. Sin pretender profundizar en el tema vamos a mostrar lo más
significativo de cada uno de ellos.
1.
“Casti Connubii”, el 31 de Diciembre de 1930, Pío XI
El primer paso dentro del
proceso de gestación de una doctrina orgánica e integral sobre el matrimonio
fue el documento de Pío XI, Casti Connubii. En él se aborda explícitamente la
doctrina sobre la regulación de la natalidad.
“.. de lo que se opone a
los bienes del matrimonio, hemos de hablar en primer lugar de la prole, la cual
muchos se atreven a llamar pesada carga del matrimonio, por lo que los cónyuges han de evitarla con toda
diligencia, no ciertamente por medio de una honesta continencia (permitida
también en el matrimonio, supuesto el consentimiento de ambos esposos), sino viciando el acto conyugal.
Ningún motivo aun cuando
sea gravísimo, puede hacer que lo que va intrínsecamente contra la naturaleza,
sea honesto y conforme a la misma naturaleza;...”C.C. n. 35)
“cualquier
uso del matrimonio en cuyo ejercicio el acto, de propia industria, queda
destituido de su natural fuerza procreativa, va contra la ley de Dios y contra
la ley natural, y los que tal cometen se hacen culpables de grave delito”
(C.C. 36)
2.
Enseñanzas de Pío XII
Más tarde, Pío XII en múltiples ocasiones,
especialmente en su nutrido contacto con los médicos y enfermeras de Roma,
vuelve una y otra vez a reafirmar el pensamiento de Pío XI.[iv] Trazó
claramente la línea divisoria del juicio moral sobre el uso de la progesterona. Afirmó que, si se utiliza con fin “terapéutico”, es lícita,
porque lo que pretenden es curar a la mujer, “para evitar la ovulación” y consecuentemente la fecundidad misma,
entonces es ilícita.
3. “Gaudium et Spes”
El Concilio Vaticano II no se sintió llamado a
innovar en esta materia. Sin embargo, al hacer planteamiento global sobre el
matrimonio, dio un enfoque que vendría a ser esencial para la nueva síntesis
que presentaría más adelante Paulo VI y reafirmaría Juan Pablo II. Se refiere
expresamente a aquellas circunstancias en que es preciso ejercer un cierto control de la fecundidad. El enfoque
es el de la defensa de la vida, clarificando que es misión y responsabilidad
del matrimonio. Lo presenta desde la perspectiva de la paternidad responsable y
hace hincapié en la necesidad de
recurrir a criterios objetivos al tomar esa decisión. En este planteamiento
ya está expresada la unidad que debe existir entre los dos sentidos del acto
conyugal: entrega íntima y procreatividad.
“En
el deber de transmitir la vida humana y de educarla, lo cual hay que
considerar como su propia misión, los
cónyuges saben que son cooperadores del amor de Dios Creador y como sus
intérpretes. Por eso, con responsabilidad humana y cristiana cumplirán su
misión y con dócil reverencia hacia Dios se esforzarán ambos, de común acuerdo
y común esfuerzo, por formarse un juicio recto, atendiendo tanto a su propio
bien personal como al bien de los hijos, ya nacidos o todavía por venir, discerniendo las circunstancias de los
tiempos y del estado de vida tanto materiales como espirituales, y, finalmente,
teniendo en cuenta el bien de la comunidad familiar, de la sociedad temporal y
de la propia Iglesia. Este juicio, en último término, deben formarlo ante Dios
los esposos personalmente. En su modo de obrar, los esposos cristianos sean
conscientes de que no pueden proceder a su antojo, sino que siempre deben regirse por la conciencia, la cual ha
de ajustarse a la ley divina misma, dóciles al Magisterio de la Iglesia , que interpreta
auténticamente esa ley a la luz del Evangelio.” (G. S. n. 50)
"El Concilio sabe que los esposos, al
ordenar armoniosamente su vida conyugal, con frecuencia se encuentran impedidos
por algunas circunstancias actuales de la vida, pueden hallarse en situaciones en las que el número de hijos, al menos
por cierto tiempo, no pueda aumentarse, y el cultivo del amor fiel y la
plena intimidad de vida tienen sus dificultades para mantenerse...
Hay quienes se atreven a dar soluciones
inmorales a estos problemas; más aún, ni siquiera retroceden ante el homicidio;
la Iglesia ,
sin embargo, recuerda que no puede haber contradicción entre las leyes divinas
de la transmisión de la vida y del fomento del genuino amor conyugal.
Pues Dios, Señor de la vida, ha confiado a
los hombres la insigne misión de conservar la vida, misión que ha de llevarse a
cabo de modo digno del hombre. Por
tanto, la vida desde su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo
cuidado; el aborto y el infanticidio
son crímenes abominables"(G.S. Nº 51).
“Al tratar de conjugar el amor conyugal con
la responsable transmisión de la vida, la índole moral de la conducta no
depende de la sincera apreciación e intención de los motivos, sino de criterios objetivos, tomados de la
naturaleza de la persona y de sus actos, que guardan íntegro el sentido de la
mutua entrega y de la procreación humana, entretejidos con el amor verdadero;
eso es imposible sin cultivar la virtud de la castidad conyugal sinceramente.
No es lícito a los hijos de la
Iglesia , fundados en estos principios, ir por caminos que el
Magisterio, al explicar la ley divina reprueba, sobre la regulación de la
natalidad.” (Idem)
4.
“Humanæ Vitæ”
Como preámbulo de la promulgación de «Humanae
Vitae» conviene recordar que Juan XXIII había constituido una «Comisión de Matrimonio y Natalidad» conformada
por especialistas de todo el mundo para analizar los nuevos desafíos al
respecto. La Iglesia
entera estaba a la espera del informe de ella y del pronunciamiento definitivo
del Papa sobre el uso de los anovulares.
Durante ese tiempo de espera,
Paulo VI tuvo una sorpresiva intervención en una asamblea de Cardenales. En
ella reafirmó la vigencia de la doctrina enseñada por Pío XII sobre el uso de
la progesterona, pero, a la vez, manifestó su intención de extender la Comisión de Matrimonio y
Natalidad agregando la participación de seglares casados, sacerdotes,
religiosos y obispos. Junto con reconocer la complejidad del problema, afirma
que entre las múltiples competencias que se suman en él, se debe destacar la de
los propios esposos. No obstante eso, afirma que lo que está en juego es la ley
divina, que debe ser interpretada a la luz de las nuevas evidencias
científicas. Termina su intervención planteando tres normas a las que es
preciso atenerse:
·
Todos los católicos han
de atenerse a una única ley en esta materia tan grave.
·
Nadie puede arrogarse,
hasta un pronunciamiento papal, el derecho a enseñar en términos diferentes a
la norma vigente.
·
No encuentra argumentos
suficientes para considerar superadas las normas de Pío XII.[v]
1º Define el concepto de «Paternidad Responsable».
10.
Por ello el amor conyugal exige a los esposos una conciencia de su misión de “paternidad responsable” sobre la que
hoy tanto se insiste con razón y que hay que comprender exactamente. Hay que
considerarla bajo diversos aspectos legítimos y relacionados entre sí.
1. En relación con los procesos biológicos, paternidad
responsable significa conocimiento y respeto de sus funciones; la
inteligencia descubre, en el poder de dar la vida, leyes biológicas que forman
parte de la persona humana.
2. En relación con las tendencias del
instinto y de las pasiones, la paternidad responsable comporta el dominio
necesario que sobre aquellas han de ejercer la razón y la voluntad.
3. En relación con las condiciones físicas,
económicas, psicológicas y sociales, la paternidad responsable se pone en
práctica ya sea con la deliberación ponderada y generosa de tener una familia
numerosa ya sea con la decisión tomada por graves motivos y en el respeto de la
ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún
tiempo o por tiempo indefinido.
4. La paternidad responsable comporta sobre todo una vinculación más
profunda con el orden moral objetivo, establecido por Dios, cuyo fiel
intérprete es la recta conciencia. El
ejercicio responsable de la paternidad exige, por tanto, que los cónyuges
reconozcan plenamente sus propios deberes para con Dios, para consigo mismo,
para con la familia y la sociedad, en una justa jerarquía de valores.
En la
misión de transmitir la vida, los esposos no
quedan por tanto libres para proceder arbitrariamente, como si ellos
pudiesen determinar de manera completamente autónoma los caminos lícitos a
seguir, sino que deben conformar su conducta a la intención creadora de Dios,
manifestada en la misma naturaleza del matrimonio y de sus actos y
constantemente enseñada por la
Iglesia “
2º Invita a respetar la naturaleza y
finalidad del acto matrimonial.
11. Estos actos, con los cuales los esposos se
unen en casta intimidad, y a través de los cuales se transmite la vida humana,
son, como ha recordado el Concilio, “honestos y dignos” y no cesan de ser legítimos si, por causas
independientes de la voluntad de los cónyuges, se prevén infecundos, porque continúan
ordenados a expresar y consolidar su unión. De hecho, como atestigua la
experiencia, no se sigue una nueva vida de cada uno de los actos conyugales. Dios ha dispuesto con sabiduría leyes y
ritmos naturales de fecundidad que por sí mismo distancian los nacimientos. La
Iglesia , sin embargo, al exigir que los hombres observen las
normas de la ley natural interpretada por su constante doctrina, enseña que cualquier acto matrimonial (quilibet
matrimonii usus) debe quedar abierto a la transmisión de la vida.
3º Plantea lo inseparable de dos aspectos :
Unión y procreación.
12. Esta doctrina, muchas veces expuesta
por el Magisterio, está fundada sobre la
inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por
propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado
unitivo y el significado procreador. Efectivamente, el acto conyugal, por
su íntima estructura, mientras une profundamente a los esposos, los hace aptos
para la generación de nuevas vidas, según las leyes inscritas en el ser mismo
del hombre y de la mujer. Salvaguardando
ambos aspectos esenciales, unitivo y procreador, el acto conyugal conserva
íntegro el sentido del amor mutuo y verdadero y su ordenación a la altísima
vocación del hombre a la paternidad. Pensamos que los hombres, en particular
los de nuestro tiempo, se encuentran en grado de comprender el carácter
profundamente razonable y humano de este principio fundamental.
4º Ubica esto como fidelidad al plan de
Dios.
13.
Justamente se hace notar que un acto
conyugal impuesto al cónyuge sin considerar su condición actual y sus
legítimos deseos, no es un verdadero
acto de amor; y prescinde por tanto de una exigencia del recto orden moral en
las relaciones entre los esposos. Así,
quien reflexiona rectamente deberá también reconocer que un acto de amor
recíproco, que prejuzgue la disponibilidad a transmitir la vida que Dios
Creador, según particulares leyes, ha puesto en él, está en contradicción con
el designio constitutivo del matrimonio y la voluntad del Autor de la
vida. Usar este don divino destruyendo
su significado y su finalidad, aún sólo parcialmente, contradecir la naturaleza
del hombre y la de la mujer y sus más íntimas relaciones, y por lo mismo es
contradecir también el plan de Dios y su voluntad. Usufructuar en cambio el don del amor
conyugal respetando las leyes del proceso generador significa reconocerse no
árbitros de las fuentes de la vida humana, sino más bien administradores del
plan establecido por el Creador.
En
efecto, al igual que el hombre no tiene un dominio ilimitado
sobre el cuerpo en general, del mismo modo tampoco lo tiene, con más razón,
sobre las facultades generadoras en cuanto tales, en virtud de su
ordenación intrínseca a originar la vida, de la que Dios es principio. La vida
humana es sagrada recordaba Juan XXIII; desde su comienzo, compromete
directamente la acción creadora de Dios
5º Define las vías ilícitas para la
regulación de los nacimientos.
14. En conformidad con
estos principios fundamentales de la visión humana y cristiana del matrimonio,
debemos una vez más declarar que:
1. hay que excluir absolutamente, como vía
lícita para la regulación de los nacimientos, la interrupción directa del
proceso generador ya iniciado, y sobre todo el aborto directamente querido
y procurado, aunque sea por razones terapéuticas.
2. hay que excluir igualmente, como el
Magisterio de la Iglesia
ha declarado muchas veces, la esterilización directa, perpetua o
temporal, tanto del hombre como de la mujer;
queda además excluida toda acción que,
o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el
desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio,
hacer imposible la procreación.
3. tampoco se pueden invocar como razones
válidas, para justificar los actos conyugales intencionalmente infecundos, el mal menor o el hecho
de que tales actos constituirían un todo con los actos fecundos anteriores o
que seguirán después, y que por tanto compartirán la única e idéntica bondad
moral. En verdad, si es lícito alguna
vez tolerar un mal moral menor a fin de evitar un mal mayor o de promover un
bien más grande, no es lícito, ni aun por razones gravísimas, hacer el mal para
conseguir el bien, es decir, hacer objeto de un acto positivo de voluntad lo que
es intrínsecamente desordenado y por lo mismo indigno de la persona humana,
aunque con ello se quisiese salvaguardar o promover el bien individual,
familiar o social. Es por tanto un error pensar que un acto conyugal,
hecho voluntariamente infecundo, y por esto intrínsecamente deshonesto, pueda
ser cohonestado por el conjunto de una vida conyugal fecunda.
6º Muestra la licitud de los medios
terapéuticos.
15. La Iglesia en cambio, no
retiene de ningún modo ilícito el uso de
los medios terapéuticos verdaderamente necesarios para curar enfermedades del
organismo, a pesar de que se siguiese un impedimento, aun previsto, para la
procreación, con tal de que ese impedimento no sea, por cualquier motivo,
directamente querido.
7º Proclama la licitud del recurso a los
períodos infecundos.
Por
consiguiente si para espaciar los
nacimientos existen serios motivos, derivados de las condiciones físicas o
psicológicas de los cónyuges, o de circunstancias exteriores, la Iglesia enseña que
entonces es lícito tener en cuenta los
ritmos naturales inmanentes a las funciones generadoras para usar del
matrimonio sólo en los períodos infecundos y así regular la natalidad sin
ofender los principios morales que acabamos de recordar.
CONCLUSIÓN
Sabemos que la Iglesia en el tema de la
paternidad responsable es hoy día, en nuestra sociedad, "la voz que clama
en el desierto" y si lo hace es porque sabe que cuenta con la asistencia
del Espíritu Santo, sabe que la gracia le permite a los esposos llegar a
experimentar en forma real que el "amor es más fuerte".
Estamos convencidos que la
naturaleza humana, tanto en su biología como en su psicología, ha sido creada
para alcanzar una armonía y una plenitud en el amor. Esta es la fuerza que
anima y conduce las enseñanzas de la Madre Iglesia que quiere la felicidad de sus
hijos.
En el campo del amor esponsal,
desde siempre, todos los estudios y avances modernos confirman la riqueza y
solidez de este principio, se ha buscado mantener siempre unido el sentido de
comunión y de procreación. Este es el camino para asegurar un crecimiento
sostenido del amor conyugal, para que éste llegue a ser reflejo del amor
hermoso, espejo de la
Trinidad , y así cada esposo se desarrolle plenamente a través
de la mutua complementación, propia del sacramento del matrimonio. Así esta
plenitud de comunión se verá coronada por la fecundidad, dará "vida y vida
en abundancia", cuya mejor expresión es el hijo, el "don más preciado
del amor".
Muchas gracias!!! Muy completo
ResponderEliminarGracias Padre Bonnin aunque parezca utopico lo narrado quiero dar fe que es posible ,no digo facil pero si posible ...tengo 8 hijos y una esposa maravillosa Gracias a DIOS.
ResponderEliminarBrillante ,no es facil pero si posible!!!, y lo digo por experiencia .Agradezco a Dios por mis 8 hijos y mi esposa
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