domingo, 24 de junio de 2012

El Gran Milagro: algunas reflexiones para sacarle todo el “gusto”.



Hace como un mes y medio me hablaron de la película “El Gran Milagro”. Me dijeron que era un dibujo animado y que podía ser muy buena para los niños que se preparan a la Primara Comunión. Demoré cerca de un mes en buscarla, y en encontrar una horita para verla.

Quien me la recomendó no se equivocaba, pero se quedaba corto. La película es un verdadero “hallazgo”. Basada en unas supuestas revelaciones privadas, expresa de modo sencillo verdades muy profundas de nuestra fe católica. La he recomendado y casi todos los que la han visto –además de llorar mucho, mucho…- han sido enriquecidos por su mensaje, me cuentan que les ha ayudado a vivir mejor la Sagrada Eucaristía.

Quiero compartir algunas apreciaciones y comentarios, que pueden ayudar a quienes usen la película para dar catequesis sobre la Eucaristía.
El texto que escribo quiere ser simple, pero antes de cada párrafo mío coloco alguna cita del Catecismo y de otros textos magisteriales que aclaran, fundamentan o explicitan algunas afirmaciones de la película.

Espero que ustedes también la disfruten como yo.


1.       La Eucaristía y la Vida: 

En realidad, este gesto humilde y sencillo (la presentación de las ofrendas) tiene un sentido muy grande: en el pan y el vino que llevamos al altar toda la creación es asumida por Cristo Redentor para ser transformada y presentada al Padre. En este sentido, llevamos también al altar todo el sufrimiento y el dolor del mundo, conscientes de que todo es precioso a los ojos de Dios.
Sacramentum Caritatis, 47

En definitiva, « en el ‘‘culto'' mismo, en la comunión eucarística, está incluido a la vez el ser amado y el amar a los otros. Una Eucaristía que no comporte un ejercicio práctico del amor es fragmentaria en sí misma »
Sacramentum Caritatis, 82


Los tres personajes principales tienen situaciones personales muy difíciles y a la vez muy parecidas a las de la “gente común”. Por eso creo que la película provoca mucha emoción e identificación en quienes la miran.

La chica siente la soledad por la muerte de su esposo, y a la vez ha entrado en un ritmo frenético de trabajo, que le impide vivir plenamente su vocación como madre.
El conductor del colectivo tiene a su hijo con un cáncer muy avanzado, y siente que ya no tiene fuerzas para seguir. Esta situación dolorosa le hace dudar de la presencia y del amor de Dios.
La abuelita siente que ya no tiene una razón para vivir, y que es una carga, una molestia para los demás.

Lo valioso del argumento de la película es que los tres descubren, ayudados por los niños-ángeles, que pueden ofrecer todos esos problemas a Dios, y unirlos al Sacrificio de Cristo. En la Misa reciben fuerzas para seguir adelante.

Por otra parte, en el caso de la chica, vivir la Santa Misa le ayuda a cambiar de actitud y pasar más tiempo con su hijo, en lugar de trabajar en exceso.

La enseñanza es que la Liturgia está totalmente vinculada con la vida, no es como un “meteoro” que cae en nuestra vida, sino que se relaciona con ella: a ella podemos llevar la vida y de ella salimos fortalecidos y deseosos de ser mejores. Y no solo nos da el deseo de ser mejores: nos da la fuerza para hacerlo.


2.       El ángel de la Guarda:

Desde su comienzo (cf Mt 18, 10) hasta la muerte (cf Lc 16, 22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf Sal 34, 8; 91, 10-13) y de su intercesión (cf Jb 33, 23-24; Za 1,12; Tb 12, 12). "Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida" (San Basilio Magno). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.
 CCE 338

En la película aparece continuamente el ángel de la Guarda o Ángel Custodio. La existencia de los Ángeles custodios es una verdad de fe, como expresa el texto del Catecismo antes citado. La Oración colecta de la liturgia del 2 de octubre dicen así:
Oh Dios, que en tu providencia inefable te has dignado enviar a tus santos ángeles para nuestra custodia; te suplicamos nos concedas vernos siempre defendidos por su protección y gozar eternamente de su compañía. Por nuestro Señor Jesucristo.

Él ha sido creado por Dios para ayudarnos a llegar al Cielo. Está siempre a nuestro lado, nos ayuda, nos consuela, nos aconseja, siempre. No lo podemos ver, pero es real. Algunos santos han desarrollado mucho un diálogo continuo con su ángel de la Guarda, bajo cuya dirección han encontrado modos de vivir su vocación.

Tal vez uno de los detalles que puede traer confusión, es que en la película los ángeles toman cuerpo. Esto no es imposible (Dios puede permitirlo por alguna causa) pero sí infrecuente. Si se ve la película con niños, hay que aclararles que es un recurso de la película.


3.       Los ángeles en la Misa

La tensión escatológica suscitada por la Eucaristía expresa y consolida la comunión con la Iglesia celestial. No es casualidad que en las anáforas orientales y en las plegarias eucarísticas latinas se recuerde siempre con veneración a la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor, a los ángeles, a los santos apóstoles, a los gloriosos mártires y a todos los santos.
Ecclesia de Eucharistia, 19

La Liturgia es "acción" del "Cristo total" (Christus totus). Los que desde ahora la celebran participan ya, más allá de los signos, de la liturgia del cielo, donde la celebración es enteramente comunión y fiesta.

Los celebrantes de la liturgia celestial
El Apocalipsis de san Juan, leído en la liturgia de la Iglesia, nos revela primeramente que "un trono estaba erigido en el cielo y Uno sentado en el trono" (Ap 4,2): "el Señor Dios" (Is 6,1; cf Ez 1,26-28). Luego revela al Cordero, "inmolado y de pie" (Ap 5,6; cf Jn 1,29): Cristo crucificado y resucitado, el único Sumo Sacerdote del santuario verdadero (cf Hb 4,14-15; 10, 19-21; etc), el mismo "que ofrece y que es ofrecido, que da y que es dado" (Liturgia Bizantina. Anaphora Iohannis Chrysostomi). Y por último, revela "el río de agua de vida [...] que brota del trono de Dios y del Cordero" (Ap 22,1), uno de los más bellos símbolos del Espíritu Santo (cf Jn 4,10-14; Ap 21,6).
Recapitulados" en Cristo, participan en el servicio de la alabanza de Dios y en la realización de su designio: las Potencias celestiales (cf Ap 4-5; Is 6,2-3), toda la creación (los cuatro Vivientes), los servidores de la Antigua y de la Nueva Alianza (los veinticuatro ancianos), el nuevo Pueblo de Dios (los ciento cuarenta y cuatro mil [cf Ap 7,1-8; 14,1]), en particular los mártires "degollados a causa de la Palabra de Dios" [Ap 6,9-11]), y la Santísima Madre de Dios (la Mujer [cf Ap 12], la Esposa del Cordero [cf Ap 21,9]), y finalmente una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas" (Ap 7,9).
En esta liturgia eterna el Espíritu y la Iglesia nos hacen participar cuando celebramos el Misterio de la salvación en los sacramentos.
CCE 1136-1139

Los dos textos citados concuerdan y corroboran lo que presenta la película con mucha claridad: la distinción entre el Cielo y la tierra “desaparece” en la Santa Misa: el Cielo está en la tierra, la tierra en el Cielo.

En la película los ángeles tienen un rol muy importante durante la Santa Misa.
·      Se presenta a los ángeles custodios de cada fiel rezando por las almas que les han sido confiadas.
·      Se los presenta también presentando las ofrendas de los fieles al Padre.
·      También aparecen adorando a Jesús en el momento del Santo y de la Consagración, y acompañando a los fieles en el momento en que van a comulgar.

Esta acción ha sido señalada varias veces por la Iglesia, en sus diferentes liturgias. Cabe recordar que en cada Misa, antes del Santo –que siempre antecede el momento de la Consagración- la Iglesia menciona explícitamente la unión con los coros angélicos, con esta u otras fórmulas parecidas: “Por eso, ahora, nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y los santos diciendo…”

En la Liturgia romana el ministerio de los ángeles aparece con más claridad en la Plegaria I: “Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, que esta ofrenda sea llevada a tu presencia por manos de tu ángel…”
En otros textos litúrgicos –no de la Santa Misa- aparece también la acción de los ángeles. Por ejemplo, el "In Paradisum deducant te angeli..." ["Al Paraíso te lleven los ángeles..."] de la liturgia de difuntos, o también en el "Himno querúbico" de la liturgia bizantina). También hay una mención explícita a ellos en en “Yo Confieso, una de las formas de realizar el acto penitencial al inicio de la Celebración: “Por eso ruego a Santa María Siempre Virgen, a los ángeles, a los santos…”


4.       La existencia y la acción del Demonio

La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo (cf. Jn 8,44; Ap 12,9). La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. Diabolus enim et alii daemones a Deo quidem natura creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali ("El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos")
Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños —de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física—en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero "nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" (Rm 8,28).
CCE 393. 395

En esta petición (líbranos del mal) el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El “diablo” (diá-bolos) es aquél que “se atraviesa” en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo.
“Homicida [...] desde el principio [...] mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8, 44), “Satanás, el seductor del mundo entero” (Ap 12, 9), es aquél por medio del cual el pecado y la muerte entraron en el mundo y, por cuya definitiva derrota toda la creación entera será “liberada del pecado y de la muerte” (Plegaria Eucarística IV, 123: Misal Romano). “Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Engendrado de Dios le guarda y el Maligno no llega a tocarle. Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero yace en poder del Maligno” (1 Jn 5, 18-19):
«El Señor que ha borrado vuestro pecado y perdonado vuestras faltas también os protege y os guarda contra las astucias del Diablo que os combate para que el enemigo, que tiene la costumbre de engendrar la falta, no os sorprenda. Quien confía en Dios, no tema al demonio. “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Rm 8, 31)» (San Ambrosio, De sacramentis, 5, 30).
CCE 2851-2852


El demonio aparece en la película realizando su acción propia, que es tentar. Sin lugar a dudas, el Demonio hace lo posible para alejarnos de la oración, para distraernos en la Misa, para disuadirnos de confesarnos o para hacernos confesar superficialmente…
El detalle más confuso de la película es cuando el demonio se convierte en una chica para distraer o tentar a los que esperan la confesión. Eso sin dudas es un artificio de la película, el demonio no actúa así usualmente –solo en rarísimas excepciones tomó una apariencia humana, como en la vida de algunos santos-.
El modo de representar gráficamente al Demonio es totalmente coherente con la Tradición, y tiene un findamento bíblico, ya que es una combinación entre la imagen de la serpiente (Gn 3) y del Dragón (Ap 12)


5.       La presencia de Jesús en los sacramentos

«Es al mismo Cristo Jesús, Sacerdote, a cuya sagrada persona representa el ministro. Este, ciertamente, gracias a la consagración sacerdotal recibida se asimila al Sumo Sacerdote y goza de la facultad de actuar por el poder de Cristo mismo (a quien representa) » (Pío XII, enc. Mediator Dei)
Como he tenido ocasión de aclarar en otra ocasión, in persona Christi « quiere decir más que “en nombre”, o también, “en vez” de Cristo. In “persona”: es decir, en la identificación específica, sacramental con el “sumo y eterno Sacerdote”, que es el autor y el sujeto principal de su propio sacrificio, en el que, en verdad, no puede ser sustituido por nadie ».
Ecclesia de Eucharistia 29

En el servicio eclesial del ministro ordenado es Cristo mismo quien está presente a su Iglesia como Cabeza de su cuerpo, Pastor de su rebaño, Sumo Sacerdote del sacrificio redentor, Maestro de la Verdad. Es lo que la Iglesia expresa al decir que el sacerdote, en virtud del sacramento del Orden, actúa in persona Christi Capitis (cf LG 10; 28; SC 33; CD 11; PO 2,6):
CCE 1548

Es uno de los detalles mejor logrados de la película, a mi entender. Tanto en el Sacramento de la Reconciliación como en el de la Eucaristía, aparece claro que es el mismo Jesús quien da los sacramentos, es Él mismo quien absuelve, quien consagra, a través del los sacerdotes.
Insistir en este aspecto es muy importante para madurar en la fe, porque muchas veces las personas van a Misa o dejan de ir, se confiesan o dejan de confesarse, por el sacerdote. Ven sus virtudes o defectos, y en base a eso deciden.
Eso es un grave error. Un cristiano va a Misa porque allí está Jesús, se confiesa porque sabe que Jesús es quien actúa en el sacerdote. Hacer un acto de fe en esta presencia es muy importante para vivir bien los sacramentos.


6.       El Sacrificio de la Cruz en la Misa

 « El Señor Jesús, la noche en que fue entregado » (1 Co 11, 23), instituyó el Sacrificio eucarístico de su cuerpo y de su sangre. Las palabras del apóstol Pablo nos llevan a las circunstancias dramáticas en que nació la Eucaristía. En ella está inscrito de forma indeleble el acontecimiento de la pasión y muerte del Señor. No sólo lo evoca sino que lo hace sacramentalmente presente. Es el sacrificio de la Cruz que se perpetúa por los siglos.
Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de su Señor, se hace realmente presente este acontecimiento central de salvación y « se realiza la obra de nuestra redención ».(11) Este sacrificio es tan decisivo para la salvación del género humano, que Jesucristo lo ha realizado y ha vuelto al Padre sólo después de habernos dejado el medio para participar de él, como si hubiéramos estado presentes. Así, todo fiel puede tomar parte en él, obteniendo frutos inagotablemente.

Ecclesia de Eucharistia 11

En la película se subraya también uno de los aspectos esenciales de la Misa: su carácter de sacrificio, o más precisamente, el ser actualización del Sacrificio de Cristo en la Cruz. La Eucaristía es también banquete pascual, este aspecto queda más subrayado en los ritos, pero es banquete justamente porque Jesús es el Cordero pascual que se inmoló en la Cruz, y que hoy, en el Cielo, continúa ofreciéndose al Padre como víctima por nuestros pecados.
Estar en Misa es estar en el Calvario. Es cierto que esa presencia de Jesús es ya la de Cristo Glorificado, pero esto no anula la enorme verdad que en la Eucaristía se hace presente el acto de entrega de la Cruz.


7.       La unión con la Iglesia triunfante.

Es un aspecto de la Eucaristía que merece ser resaltado: mientras nosotros celebramos el sacrificio del Cordero, nos unimos a la liturgia celestial, asociándonos con la multitud inmensa que grita: « La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero » (Ap 7, 10). La Eucaristía es verdaderamente un resquicio del cielo que se abre sobre la tierra. Es un rayo de gloria de la Jerusalén celestial, que penetra en las nubes de nuestra historia y proyecta luz sobre nuestro camino.
Ecclesia de Eucharistia 19

En la película, en el momento de la plegaria Eucarística, “aparecen” los bienaventurados, los salvados, aquellos que ya gozan de la visión de Dios. Esto no es un artificio de la película: es real, es totalmente real. ¿Por qué? Porque cuando Cristo Glorificado se hace presente, junto a él se hace presente también todos los que están con Él en el Cielo. O mirándolo desde otra perspectiva, cuando nosotros vamos a Misa, participamos anticipadamente del Cielo. La Misa no solo es el sacrificio del Calvario: es también la anticipación de las bodas eternas del Cordero, del Banquete celestial.
Por eso nunca estamos tan cerca de los santos como cuando estamos en Misa. Es bueno subrayarlo para orientar el culto de los santos: si alguien quiere estar en comunión con algún santo en particular, la forma más eficaz es en la Misa. Y también si tenemos una certeza moral de la salvación de algún miembro de nuestra familia –aunque no esté canonizado- la forma más perfecta de unirnos con él es en Misa, mucho más que yendo al cementerio o de otras formas.

Es cierto que no se puede dar un diálogo audible con los oídos del cuerpo, como se ve en la película, ni tampoco un abrazo físico. Lo que sí es verdad es que podemos tener un encuentro, estamos realmente en comunión, no con el recuerdo o con la idea de nuestro ser querido, sino con él mismo.

Dice el Card Ratzinger en una conferencia:
“Hay que decir, resumiendo, que ni el sacerdote ni la comunidad son por sí mismos el sujeto de la liturgia, sino que lo es el Cristo total, Cabeza y miembros; el sacerdote, la comunidad y los individuos son sujetos en tanto que están unidos a Cristo y en tanto que lo re-presentan en la comunión de la Cabeza y el Cuerpo. En toda celebración litúrgica participa toda la Iglesia: el cielo y la tierra, Dios y el hombre, no sólo en teoría sino muy realmente. Cuanto más se nutra la celebración de este saber, de esta experiencia, más concretamente se realizará el sentido de la liturgia.”


8.       La unión con la Iglesia purgante.

La comunión con los difuntos. «La Iglesia peregrina, perfectamente consciente de esta comunión de todo el cuerpo místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció sufragios por ellos; "pues es una idea santa y piadosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados" (2 M 12, 46)"» (LG 50). Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor.
CCE 958

Otra de las verdades de la Fe que aparece es la de las almas del purgatorio.
Cuando una persona muere, hay tres posibilidades: que esté en pecado mortal, y entonces permanece separada de Dios para siempre: eso es el infierno. Hasta la segunda venida de Jesús, el infierno es un “estado” de las almas, no un lugar físico, ya que las almas no ocupan lugar. Cuando venga Jesús por segunda vez y resuciten los muertos, allí entonces toda la persona -cuerpo y alma- padecerá esa separación de Dios.
Si el alma está en Gracia de Dios y totalmente purificada –por su caridad, por la penitencia, porque recibió la Unción antes de morir, porque se le dio la indulgencia plenaria...- comienza a estar plenamente unida a Dios por toda la eternidad: eso es el Cielo. Hasta la Parusía, también el cielo es un "estado" de las almas salvadas, es decir, no tiene todavía una dimensión corporal.
Y si murió en gracia de Dios, pero imperfectamente purificada –sea que tenga pecados veniales, sea que aún no haya expiado las penas temporales de los pecados cometidos- tiene la certeza de la salvación, pero aún debe purificarse.
El purgatorio es, entonces, el estado en que las almas, ya seguras de la salvación, acaban su purificación y de ese modo se preparan para contemplar a Dios  uno y Trino en el Cielo.
Ellas no pueden merecer por sí mismas aunque rezan por nosotros.
En la Eucaristía es donde podemos vivir más intensamente la unión con la Iglesia del Purgatorio.
Cuando ofrecemos la Eucaristía, cuando comulgamos con fervor, podemos salvar almas del purgatorio gracias al misterio de la comunión de los santos.


Sobre estos temas -cielo, Infierno, Purgatorio- recomiendo las Catequesis de Juan Pablo II, que se pueden encontrar aquí, aquí y aquí

9.       La presencia de la Virgen en la Misa

57. « Haced esto en recuerdo mío » (Lc 22, 19). En el « memorial » del Calvario está presente todo lo que Cristo ha llevado a cabo en su pasión y muerte. Por tanto, no falta lo que Cristo ha realizado también con su Madre para beneficio nuestro. En efecto, le confía al discípulo predilecto y, en él, le entrega a cada uno de nosotros: « !He aquí a tu hijo¡ ». Igualmente dice también a todos nosotros: « ¡He aquí a tu madre! » (cf. Jn 19, 26.27).

Vivir en la Eucaristía el memorial de la muerte de Cristo implica también recibir continuamente este don. Significa tomar con nosotros –a ejemplo de Juan– a quien una vez nos fue entregada como Madre. Significa asumir, al mismo tiempo, el compromiso de conformarnos a Cristo, aprendiendo de su Madre y dejándonos acompañar por ella. María está presente con la Iglesia, y como Madre de la Iglesia, en todas nuestras celebraciones eucarísticas. Así como Iglesia y Eucaristía son un binomio inseparable, lo mismo se puede decir del binomio María y Eucaristía. Por eso, el recuerdo de María en el celebración eucarística es unánime, ya desde la antigüedad, en las Iglesias de Oriente y Occidente.
EE 57

La película ofrece también la oportunidad de orientar una correcta relación con María Santísima. En efecto, uno de las problemáticas habituales ha sido la separación entre devoción mariana y participación en la vida sacramental.
Se puede, a través de la película, insistir en que María está siempre unida a Jesús. Y por eso, no hay aquí en la tierra momento ni manera más perfecta para estar con María que en la Santa Misa.
La Santa Misa es la actualización del Misterio del Calvario: María estuvo allí, María está ahora en la Santa Misa.
La Misa es participación real en el banquete del Cielo. María está en el Cielo en cuerpo y alma, María está ahora en con nosotros cuando “anticipamos” el cielo.
María es modelo de cómo vivir la Santa Misa: escuchar la palabra como ella, ofrecernos a Jesús y con Jesús como ella, adorar como ella, mostrar nuestro cariño y ternura a Jesús cuando comulgamos, llevar a Jesús en nuestro interior a los hermanos, como ella hizo cuando fue a ver a Isabel.
En conclusión: nunca estamos tan cerca de María como cuando estamos en Misa. Y nada agrada tanto a María como que celebremos la Santa Misa con gran fe y amor. Porque ella dijo y dice: “Hagan todo lo que Él les diga”. Y Jesús nos ha dicho: “Hagan esto en conmemoración mía”


10.    Los consejos prácticos para vivir la Santa Misa

El Concilio Vaticano II puso un énfasis particular en la participación activa, plena y fructuosa de todo el Pueblo de Dios en la celebración eucarística.[155] Ciertamente, la renovación llevada a cabo en estos años ha favorecido notables progresos en la dirección deseada por los Padres conciliares. Pero no hemos de ocultar el hecho de que, a veces, ha surgido alguna incomprensión precisamente sobre el sentido de esta participación. Por tanto, conviene dejar claro que con esta palabra no se quiere hacer referencia a una simple actividad externa durante la celebración. En realidad, la participación activa deseada por el Concilio se ha de comprender en términos más sustanciales, partiendo de una mayor toma de conciencia del misterio que se celebra y de su relación con la vida cotidiana. Sigue siendo totalmente válida la recomendación de la Constitución conciliar Sacrosanctum Concilium, que exhorta a los fieles a no asistir a la liturgia eucarística « como espectadores mudos o extraños », sino a participar « consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada ».
Sacramentum Caritatis 52.

Todos los comentarios sobre la manera de vivir la Santa Misa son geniales, todos impecables.
Con cada uno de ellos se puede hacer una breve catequesis sobre las partes de la Misa y sobre como vivirlas.
Un repaso rápido nos muestra:
·         La importancia de llegar a horario, llegar antes, para preparar el corazón.
·         Hacer bien el acto penitencial, con auténtica contrición.
·         Rezar las oraciones –en la película es el Gloria- con voz alta y firme, reconociendo que somos sus creaturas.
·         Escuchar con atención la Palabra de Dios, porque siempre tiene “algo” para mí.
·         Escuchar la homilía, no distraernos con el celular o con pensamientos ajenos.
·         Presentar al Señor la ofrenda de nuestra vida: sufrimientos y alegrías, trabajos, etc.
·         Presentar al Señor nuestra intercesión por las personas que amamos.
·         Tomar conciencia de que la Liturgia presupone “el Cielo abierto”, y que en verdad estamos allí junto con los ángeles y los santos.
·         Recordar el significado profundo del gesto de ponernos de rodillas.
·         Recordar que el gesto de la paz nos compromete a reconciliarnos con los que estemos distanciados.
·         Comulgar con piedad, con fervor. Relizar siempre una acción de gracias.
·         Hacer bien los gestos, como la señal de la Cruz.
·         No olvidar que Jesús sigue presente en nuestro interior, haciéndonos “Sagrarios vivientes”. Seguir hablando con él al finalizar la Misa.


sábado, 23 de junio de 2012

5 motivos para no elegir el fondo del templo durante la Santa Misa



Lo que voy a decir es muy obvio, así que casi me da vergüenza escribirlo…
Pero como las cosas obvias, a fuerza de suponerlas, se van volviendo imperceptibles, les dejo estas reflexiones, maduradas, debo confesarlo, en los tiempos de “espera de penitentes”, en diversos confesionarios de la provincia.

Les dejo para que piensen y compartan 5 razones para no “elegir” el fondo. Y subrayo el “elegir”, porque a veces –ojalá a menudo, je- si el templo está llenísimo nos va a tocar, en contra de nuestra voluntad, quedarnos allí.
Me refiero al fondo “elegido”, buscado, “planeado”. Al fondo del templo más como actitud que como situación local.

1.     El altar te queda lejos: el culto litúrgico está hecho de ritos sensibles. Es cierto que su “eficacia” no varía en absoluto si yo los veo con claridad o si estoy lejos o con los ojos cerrados. No obstante, cada uno de los signos y elementos sensibles –ornamentos, candelabros y cirios, pan y vino, vasos sagrados, posturas del sacerdote, etc.- tienen un sentido y un valor. Y aunque no es obligatorio siempre “mirar” –salvo en el sublime momento de la elevación- se supone que el contacto visual es una de las formas de “participación activa” que propone la Iglesia, siempre pasando de lo visible a lo invisible, de lo exterior a lo interior.
2.     Entre el altar y vos hay muchas –o varias- personas: esto implica que cada movimiento inesperado  –el señor al que le suena el celular y hace malabarismos para apagarlo, la señora que no encuentra el monedero dentro de su amplia y abundante cartera, el nenito que se quedó dormido o los dos hermanitos que juegan a los autitos tres bancos más adelante- es una potencial distracción. Me dirás: “es inevitable alguna” o “alguien se tiene que distraer”, pero vuelvo al principio: si te quedás deliberadamente en el fondo, pudiendo ir delante, estás eligiendo esas distracciones.
3.     Suele escucharse menos: aunque sea algo elemental, uno de los déficits más frecuentes en nuestros templos es el de un buen sonido… Sentarte atrás significa muchas veces tener que hacer un doble esfuerzo para oír las lecturas o la homilía, para escuchar el número del canto que se va a hacer, para unirte a las oraciones del presidente…
4.     Todos los ruidos de la calle compiten con la Misa: esto varía de acuerdo al diseño de la iglesia y al lugar donde está enclavada, pero en muchos casos en el fondo podrás seguir atentamente el ritmo de la ciudad: te vas a distraer pensando en “¿qué habrá sucedido que pasaron una ambulancia y un patrullero?”, vas a escuchar algunos jóvenes planear su salida de sábado a la noche o comentar el resultado del clásico del domingo, vas a percibir las frenadas arriesgadas, te vas a preguntar ¿qué le pasará a este? cuando alguien entre y salga de la iglesia con rostro confundido, o te vas a sonreír por el “estilo” tan peculiar de algunos para hacer la Genuflexión.
5.     Te vas a tentar de hacer comentarios: como estás lejos del padre, como no estás tan expuesto, como ciertamente puede darte la sensación de ser mero “espectador” de lo que ocurre, es muy pero muy probable que –para salir un poco de la rutina- comiences a hacer comentarios con la persona que te acompaña a la celebración: sobre como leyeron, sobre la homilía del sacerdote, sobre la voz de los que cantan, sobre el frío, sobre lo larga que se hizo la Misa… Cada uno de estos pequeños comentarios nos apartan del modo perfecto de participación que la Iglesia, nuestra Madre, nos invita a desarrollar.

Ojalá estas sencillas reflexiones te ayuden a tener una participación cada día más fecunda en el Misterio del Señor.

viernes, 8 de junio de 2012

Una meditación preparando el Corpus



EL CIRIO
(de Romano Guardini, en "Los signos sagrados")

¡Singular posición la de nuestra alma! Acontécele con todas las cosas creadas lo que en el Paraíso a nuestro padre Adán; el cual, viendo desfilar ante sí, presentados por Dios para que les diera nombre, los animales de la creación, ninguno halló que se le asemejara. Así también de las cosas del mundo que pasan ante ella se reconoce el alma «distinta». Y no hay ciencia terrena que disipe esta certidumbre, ni bajeza que la desvirtúe: «Soy distinta del resto de la creación; extraña a todos los seres, con solo Dios emparentada».
Mas, con ser esto verdad, no lo es menos que con todas las cosas tiene el alma cierto parentesco. Siéntese a par de ellas como en familia. Todo le habla: forma, actitud, movimiento. E inquieta busca la manera de expresar en ellas sus sentimientos más íntimos y de convertirlas en símbolos de su propia vida. No bien descubre una figura relevante, allí ve reflejado algún rasgo de su propia fisonomía y aludida alguna cualidad suya.
¿No es verdad lo que decimos? Pues en eso estriba el simbolismo. «No soy como vosotras, dice el alma a las criaturas, viéndose esencialmente extraña a todas; mas luego, por la misteriosa afinidad que tiene con ellas, interpreta las cosas y los sucesos como imágenes de su propio ser.
He aquí un símbolo, bello y expresivo como pocos: el cirio. Quizá nada diga yo que no hayas tú mismo sentido a menudo.
Mírale ahí en el candelero. Anchurosa y grave descansa sobre el suelo el pie, del que arranca firme y seguro el tallo; ajustado en el mechero y ceñido inferiormente por amplia arandela, sube en el aire el cirio, algo más sutil en la parte superior, pero rígido y consistente, por alto que se eleve. Así está en el espacio, esbelto, intactamente puro, si bien cálido de tono; inconfundible por su forma distinta.
Mira en su ápice oscilar la llama, por donde el cirio convierte en luz radiante y ardorosa la sustancia de su cuerpo virginal.
Viéndole, ¿no sientes despertar en ti ambiciones nobles? Pues hele ahí en su puesto, sin titubeos ni vacilaciones, recto, puro y aristocrático. Nota bien cómo en él todo parece decir: «Estoy dispuesto»; y cómo está donde debe: ante el Señor.
Verás también que no usa de evasivas ni hurta el cuerpo al deber. Todo pregona disposición clara y resuelta. Y cumpliendo sin tregua su destino, se consume en luz y ardor.
Pero acaso dirás: ¿Qué sabe el cirio de esas cosas, no teniendo alma? Préstasela tu. Conviértelo en símbolo de la tuya. Haz que a su vista despierten las nobles disposiciones de tu corazón: « ¡ Heme aquí, Señor!» Al punto experimentarás que la actitud del cirio, tan gallarda y pura, representa tus propios sentimientos. Procura que esas bellas disposiciones se truequen en fidelidad probada. Entonces dirás con verdad: ¡En ese cirio, Señor, estoy yo en tu presencia!»
No abandones tu puesto; persevera en él hasta el fin. Ni andes inquiriendo razones ni motivos. La razón suprema de tu vida consiste en consumirte en verdad y amor por Dios, como el cirio en luz y ardor.

viernes, 1 de junio de 2012

Seis consejos infalibles para hacer una mala confesión.



Los antiguos decían: “corruptio optimi pessima”, que se puede traducir algo así “la corrupción de lo mejor es lo peor”
La confesión es una de los “mejores” inventos de Jesús, uno de los regalos más increíbles que  nos ha dejado el Maestro.
El Mandinga lo sabe: ¡por eso intenta alejarnos del Sacramento!
Pero cuando no lo logra, tiene otra estrategia: nos hace “falsificar” la confesión, nos hace “confesarnos mal”, es decir, corrompe este milagro que constantemente Dios quiere realizar en nosotros: que su Sangre redentora nos limpie, nos purifique y renueve.

Permítanme “exponer” alguna de estas falsificaciones (no todas, obviamente), poniéndome por un momento en el lugar del Tentador -¡vade retro!-. Se los digo como cariñosos consejos de amigo…

1.       No te preocupes por hacer examen de conciencia: eso puede hacerte mucho, mucho daño… la más mínima expresión de dolor por el pecado es peor que el cáncer y el sida juntos, la peor de las formas de autoflagelarse… ¿Para qué revolver lo que ya pasó? Jesús sabe todo, andá a la confesión espontáneamente… ¡el no necesita nada! 
2.       Cuando te presentes al sacerdote, ni se te ocurra decir esa infame frase: “Perdóname, Padre, porque he pecado”. No, no, no… eso está pasado de moda! Esas eran modalidades que los curas alemanes inculcaban a las personas para mantenerlas dominadas, oprimidas bajo el yugo de su conciencia. Decile al sacerdote: “hola padre, quiero charlar con usted”
3.     Es esencial que le cuentes al sacerdote –que le enumeres minuciosamente- tus grandes virtudes, tus obras de caridad, lo eficaz de tu apostolado, tus experiencias místicas… Eso te hará sentir muy bueno, un cristiano ejemplar que a lo sumo tiene “distracciones”. Me encantaría que todos se confesaran como aquél buen hombre del que habló mi enemigo, cuya oración era algo así: “te doy gracias, Señor, porque no soy como los demás hombres…”
4.       También es imprescindible –te diría que sin esto no tiene sentido que te confieses- que le cuentes al cura todos los pecados que recuerdes… ¡de los demás! Cuando le narrás el mal carácter de tu esposa, lo insoportable que son tus hijos, lo deleznables que son tus compañeros de trabajo… el sacerdote queda conmovido y casi tiene ganas de ponerse de rodillas y venerarte, cual un mártir contemporáneo. ¡Qué noble sensación, la de sentirse la mayor de las víctimas! Mover a compasión de este modo al sacerdote es la mejor estratagema para evitar preguntas molestas o desubicadas llamadas a conversión…
5.       Tal vez algo tengas que decir: todavía queda algún cura medieval que si no le confesás ningún pecado ¡te dice que no te puede absolver! En ese caso, procura decir tus pecados de manera “casual”, sin orden, sin tampoco aclarar mucho. Cuanto más genérico seas, más me gusta. Lo ideal –a esto le llamo yo confesarse con “estilo”- es decir tus pecados con una risita irónica… ¡casi me parece verme en vos en ese momento!
6.       Una cosa más, no te olvides de esto, por favor: rezá el pésame del modo más superficial que puedas, sacale alguna oración, rezalo entre dientes, o lo más rápido que te salga, como cuando eras niño y jugabas a ver quién decía más rápido el abecedario… No se te ocurra pensar en las palabras, palabras crueles que pueden hacerte creer que la confesión es algo serio, que implica un cambio de vida y que supone que vas a “evitar ocasiones próximas…”