Me dejó pensando el tema este de los mineros… No lo seguí demasiado por los medios, porque nos tomó en el mes más complicado del año, con media docena de actividades que requerían mucho tiempo de preparación…
Me impresionó que la situación de riesgo de estas 33 personas mantuviera en vilo a miles de millones en todo el mundo, que se informaban, rezaban, pensaban y debatían sobre el tema en todos los ámbitos. Se estima que el momento en que el primer minero, Florencio Ávalos, emergió desde el fondo de la mina, unas mil millones de personas alrededor de todo el mundo vieron lo mismo que millones de chilenos. La “gente común” hablaba de los mineros en el supermercado, en las paradas del colectivo, en las salas de espera, como si los conociera de toda la vida, a veces con nombre y apellido. Muchos lloraron de alegría en el momento en que el primer salió a la luz del día. Así lo describía un medio de prensa:
"El reality show más apasionante que jamás hayas visto. El rescate de 33 mineros, que parecía ser su tumba bajo el desierto de Chile, fue la culminación de un relato mítico de la muerte y resurrección que, brevemente, unificó al mundo de alegría".
Impresiona también como para su rescate se movilizaron todas las fuerzas de un país, y se invirtió un caudaloso presupuesto. El presidente chileno Sebastián Piñera afirmó que el rescate de los 33 mineros desde la Mina San José tuvo un costo de entre 10 y 20 millones de dólares, los cuales serán financiados por el gobierno y la empresa privada.
Más impresiona todavía la justificación del presidente para semejante gasto:
"Pero les quiero decir algo mucho más importante, cada peso valió la pena, cada peso se gastó bien y con un propósito noble: rescatar con vida y sanos y salvos a nuestros mineros", enfatizó el mandatario.
Más impresiona todavía la justificación del presidente para semejante gasto:
"Pero les quiero decir algo mucho más importante, cada peso valió la pena, cada peso se gastó bien y con un propósito noble: rescatar con vida y sanos y salvos a nuestros mineros", enfatizó el mandatario.
Mientras tanto, en Paraná miles de mujeres se reunieron para “debatir” temáticas relativas a la mujer. Miles de ellas –no todas, gracias a Dios- enarbolaron casi como único reclamo: “aborto legal, seguro y gratuito”. Parece, por momentos, que todos los problemas que afectan a las mujeres se resolverían, mágicamente, con la legalización del aborto.
La sociedad paranaense, en su mayoría, recibió desprevenida la venida del Encuentro Nacional de mujeres. Pensaron que quizá era verdad eso de un encuentro “abierto, horizontal, democrático, pluralista”, desmentido de manera casi grotesca con las pintadas que ensuciaron la ciudad y sobre todo con tantas imágenes de odio a la vida y a las miembros de la Iglesia Católica, expulsadas de los talleres con empujones, patadas y golpes de puño.
Si bien en su mayoría la sociedad rechazó el encuentro, me dejó preocupado el motivo del rechazo. Se vio en la televisión algún paranaense –que ojalá no exprese el pensamiento de otros- diciendo “si quieren abortar que aborten, pero que no vengan a ensuciar la ciudad…” En su lógica, era más grave una pintada que un homicidio. No le importaba en absoluto la suerte de los pequeñisimos seres humanos que para las organizadoras eran enemigos del bienestar humano: sólo le importaba la “limpieza” de su ciudad. Le parecía más grave la basura que el encuentro dejó en Paraná, que el hecho de que miles de niños fueran arrojados a la basura...
Y yo pensaba: la vida de los no nacidos, de los millones de niños y niñas amenazadas por quienes proclaman y quieren imponer el derecho a asesinarlos, ¿vale menos que la de los mineros? ¿O es que hay personas valiosas y personas que no lo son? ¿O es que solo tienen derecho a vivir aquellos que pueden pedir ayuda, gritando, mandando mensajes desde lo profundo de la tierra, haciéndonos sentir su deseo de continuar su existencia?
La comunidad internacional y la sociedad en general, que se conmovió por estos 33 –queremos creer que sinceramente- y que deseó con todas sus fuerzas que pudieran salir con vida del “seno de la tierra”, ¿puede permanecer indiferente ante la terrible injusticia y discriminación que sufren a diario los niños para quienes el seno materno se transforma en precoz sepultura? ¿Habrá quienes lloren de dolor y se conmuevan por tantos abortos, como se conmovieron y lloraron por cada minero rescatado?
El Estado chileno invirtió millones de dólares por “cada vida”. Dinero justamente invertido, sin duda alguna. ¿Puede llegar a ser el Estado Argentino y sus instituciones cómplices y autores de la muerte? ¿Es razonable que nuestro sistema de salud sea transformado, -por el egoísmo de algunos, por las ideologías y los intereses de otros- en una máquina de matar? ¿No es demencial y contradictorio que se pida el “aborto legal”, y de ese modo se reclame que el Estado Argentino invierte millones de dólares para la muerte?
Cada católico y cada hombre de bien debe ser conciente de que está frente a un desafío superior al que se enfrentaron los rescatistas en Chile. El combate entre la vida y la muerte crece día a día en la Argentina. El “aborto legal”, como signo de la disolución del alma argentina, parece aproximarse, a pesar de todos nuestros esfuerzos.
La lucha pro vida no puede reducirse, entonces, a una “proclamación de principios”. Por supuesto que esta es irrenunciable: tenemos que testimoniar el valor de la vida y nuestro rechazo al aborto en todos los ámbitos de la sociedad: en la educación, en los medios de comunicación, a través de las instituciones, con marchas, carteles, cadenas de correo electrónico, etc. Pero nuestro servicio a la vida debe ir más allá.
Jesús nos pide que rescatemos a cada niño de la amenaza de la muerte. Me viene a la mente el mensaje pastoral del Obispo de San Sebastián, España. En su maravillosa carta pastoral, ante la implementación de la ley de aborto legal más permisiva del mundo, el Obispo expresaba:
¿Y ahora qué? ¿Vamos a quedarnos de brazos cruzados a la espera de los recursos judiciales? ¿Acaso la "causa de la vida" se reduce a la batalla legal? ¡Ciertamente no!... Como dice el refrán, "más vale encender una vela que maldecir las tinieblas". En estos días he recordado una famosa frase de la Madre Teresa de Calcuta, pronunciada cuando el aborto se liberalizaba en Occidente, en medio de fuertes polémicas: "No los matéis, dádmelos a mí. ¡Yo sí los quiero!". Tampoco puedo olvidar que en cierta ocasión un periodista le preguntaba a la Madre Teresa cuál había sido su estrategia para salvar a tantos niños y desahuciados de la vida. Su respuesta no dejaba lugar a equívocos: "¡Uno a uno!"
Pues bien, ha llegado el momento del "uno a uno"... La mayoría de las asociaciones provida han orientado su acción en los últimos años en esta línea. En muchos lugares -también en San Sebastián- ya vienen trabajando con gran éxito grupos de "rescate", bajo la coordinación de la fundación "RedMadre". Decenas de miles de vidas humanas han sido salvadas "in extremis", cuando tenían ya puesta la "cita" en el abortorio. Su método consiste en dar a la mujer embarazada soluciones alternativas al sacrificio de la vida de su hijo: acompañamiento personal, ayuda económica, pisos de acogida, asistencia médica y jurídica, etc.
Quiera el Señor que las familias católicas argentinas tengan la valentía y el compromiso de decir: “no los maten, dénmelos a mi”. Que podamos encontrar formas concretas de servir a la vida, de estar cerca de las personas que están en situaciones de riesgo. Que así como muchos invirtieron su esfuerzo y dinero para salvar 33 personas de la muerte, nosotros también mostremos nuestro compromiso colaborando incluso materialmente con las asociaciones que, gracias a Dios, ya están surgiendo en Argentina.
Quiera el Señor que dejándonos impulsar por la gracia del Espíritu Santo seamos capaces de custodiar el milagro de la vida, de cada vida humana.
¡Leer y escuchar decir esas palabras de Madre Teresa realmente te llena el alma! ¡Muchas Gracias Padre por la reflexión!
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