Había prometido acostarme temprano, pero... no pude resistir la tentación de sacrificar un rato de sueño para compartir la profunda emoción que me embarga por estas horas.
Es un poco inexplicable e inexpresable: hice la peregrinación ya varios años -con distintos "rendimientos..."- pero este año es especial.
La soñé desde principios de año, cuando supe que iba a ser una semana después del Encuentro Nacional de Mujeres. La esperè ansioso este último mes; la empecé a palpitar desde la primera reunión de preparación, una semana atrás.
Y hoy casi puedo decir que la necesitamos.
La necesito yo, en primer lugar y como cada año, para expresarle a María mi cariño filial, la confianza ilimitada que aprendí a tenerle en este tiempo y que se renueva cada año para estas épocas.
La necesita nuestra Iglesia de Paraná, para poder expresarse y a la vez visualizarse a sí misma. No estará toda la diócesis, numéricamente hablando. Pero a lo largo de los más de 80 kms que -Dios mediante- caminaremos, podremos vislumbrar el misterio de la Iglesia, reunida "en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo", y formada por miembros diversos: el Obispo y los sacerdotes, las religiosas y consagradas, los jóvenes y niños, los ancianos; hombres y mujeres maduros, grupos de amigos, novios a punto de casarse, matrimonios con nietos... Gente de grupos misioneros, de Schoensttat, focolares, de la Acción Católica, catequistas, docentes de nuestras escuelas, ministros de la Comunión, Scouts, del movimiento de la Palabra, de Jornadas, de Cursillos, de Emaús... Todos formando "un solo Cuerpo", caminando de la mano de María, gritando al mundo el gozo de creer en Jesús y de pertenecer a la Iglesia. Alentándonos mutuamente, alegrándonos y consolándonos para poder llegar a la meta, símbolo de la meta definitiva que anhelamos alcanzar.
Y por eso mismo, la necesita nuestra sociedad paranaense y -por qué no- la necesita el mundo. Para recobrar la esperanza, y volver a convencerse de que no todo está perdido. Para que las marchas de la muerte, los gritos, los insultos, el odio a la vida y a la verdad, sean suavizados y contrarrestados con el lenguaje del Amor y de la Paz. Para que la sociedad pueda también redescubrir que la Iglesia no es basura, ni es la dictadura, sino que -con nuestras limitaciones y pecados incluidos- la Iglesia es una gran familia, es el inicio del reinado de Jesús, "reino de Verdad y de vida, el reino de la santidad y de gracia, El reino de la justicia, el amor y la paz". Para escuchar que una multitud apuesta por el perdón y la reconciliación, que sabe que "el camino es el amor", y que está dispuesta a hacer brillar en el medio de la noche de los tiempos, la luz del Evangelio.
Será una marcha por la mujer y hacia la Mujer, porque caminamos sabiendo que unos brazos maternales nos esperan en el Santuario. Y sin habernos puesto de acuerdo, estoy seguro de que muchos caminaremos pidiendo al Señor por todas las mujeres que, días atrás, nos han permitido ver sus heridas, sus carencias, la ausencia de Dios en sus vidas, y por eso la ausencia del amor.
A María, Mujer, Hija, Esposa, Madre de Jesús y de los redimidos, confiamos el alma de cada una de ellas.
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