lunes, 20 de febrero de 2012

Paternidad responsable: profundización del concepto


Antes de introducirnos en el tema propiamente pastoral, conviene clarificar un poco más el concepto mismo de paternidad responsable. Ya hemos mencionado algunos aspectos generales, sin embargo, conviene profundizar un poco la idea.
Este concepto es mucho más amplio, profundo y rico que el que se utilizaría para señalar el sólo hecho de ser «responsable» en decidir el número de los hijos y el momento adecuado de traerlos al mundo de acuerdo a las diferentes circunstancias que a cada matrimonio le toca vivir. Involucra una «misión» de los esposos, que es preciso asumir seriamente. Compromete la vida matrimonial en todos sus aspectos y la de las personas más queridas: los hijos. Está íntimamente relacionado con aquello que es lo más propio del ser personal: el amor y la vida.
Ejercer la misión de paternidad responsable «exige» una integración permanente de la esfera biológica, psicológica y social, dado que cada persona es un organismo que, para «crecer» sanamente, tiene que ir armonizando cada uno de los elementos.
Cuando queremos mirar más de cerca cuáles son los elementos que están involucrados en lo que entendemos por paternidad responsable, nos damos cuenta que tenemos que recurrir a tres elementos claves: la misión, los esposos y las exigencias.

LA MISIÓN DE LOS ESPOSOS
Para entender el significado de la misión de los esposos en la paternidad responsable, conviene comenzar con una constatación. Dado que el desarrollo tecnológico actual permite dos cosas: tener relaciones sexuales sin transmisión de vida - a lo que llamamos anticoncepción - y generar vida sin relaciones sexuales - a lo que llamamos fertilización asistida - es fundamental poner explícitamente en primer lugar lo que es el centro y origen de la vida y del amor: Dios. Tenemos que comenzar reconociendo que El es el Dueño y Señor, el Modelo y el Fin de la vida humana. Todo el tema de la reproducción se sitúa así en el ámbito de procreación subordinada al Creador.
Enfocar la paternidad responsable desde esta óptica permite entenderla como una alianza permanente entre Dios y los esposos, que libremente quieren cooperar en su plan de amor y de vida. Esto los obliga a esforzarse por entender sus mensajes que están inscritos en la naturaleza biológica, en la estructura psicológica y en las circunstancias que le toca vivir a cada uno. Esto permite descubrir detrás de la paternidad una auténtica misión de los esposos. Su primera y principal tarea consiste en descansar en el hecho que Dios es realmente quien tiene el timón de sus vidas y que la «responsabilidad» que ellos tienen radica en tratar de hacer su voluntad. El resto viene por añadidura.

LA REALIZACIÓN DE LOS ESPOSOS
Los esposos están llamados a cumplir una misión de paternidad y maternidad en la fuerza de su amor y en el ámbito de su matrimonio. Esa misión es un elemento clave en la realización de su propio amor. El varón y la mujer, al sellar su matrimonio, reciben, a través del sacramento, las gracias necesarias para poder ejercer esta misión que está unida a la plenitud de la unión conyugal, sellada en la donación sexual, camino para el inicio de una nueva vida, la de un hijo, el don más preciado del amor.
La paternidad y maternidad es una misión de los esposos porque implica su participación personal libre a través de la relación sexual, pero reciben la misión como un elemento constitutivo de su propia realización en el amor. Para la Iglesia, el matrimonio es la única instancia en que esta relación puede darse con toda plenitud. Sólo en el contexto matrimonial esa relación es expresión, camino y seguro de las características de un amor auténticamente conyugal, esto es, plenamente humano (sensible y espiritual), total (sin ninguna reserva, ni cálculo egoísta), fiel y exclusivo (hasta la muerte) y fecundo.
Dada la banalización de una relación sexual considerada sólo como medio de placer es importante destacar la riqueza y el significado que tiene. Esta riqueza proviene de dos vertientes: a) Por una parte, es realización personal de ambos esposos a través de la comunión en el amor personal. b) Por otra parte, es el camino para lograr la más plena fecundidad personal a través de la transmisión de la propia vida y naturaleza.
Es un desafío para los matrimonios cristianos el poder dar testimonio de la riqueza de estas dos dimensiones del amor personal, que mutuamente se complementan hasta llegar a la perfección que Dios ha escrito en la naturaleza humana.

3º LAS EXIGENCIAS DE LA PATERNIDAD RESPONSABLE
La paternidad responsable comporta una doble exigencia de integración: a) Por una parte, requiere del esfuerzo por integrar armónicamente las esferas biológicas, psicológicas y sociales entre sí. b) Por otra parte, requiere del esfuerzo por integrar armónicamente la doble alianza de amor que le da sentido a su vida de esposos cristianos: la alianza con Dios y la alianza matrimonial.

1. Integración de la esfera biológica
Este aspecto es fundamental para conocer como se concibe un hijo. La información sobre la biología de la reproducción humana que hoy se tiene, permite saber con certeza científica las leyes de la transmisión de la vida.
En el campo de la regulación de la fecundidad el desafío es cómo hacer accesible esta información a las personas que desean administrar su fertilidad. Para esto, han sido desarrolladas diversas técnicas conocidas como «métodos naturales de regulación de la fecundidad». Estas técnicas permiten a la mujer, saber día a día, si está fértil o infértil y así evitar o no la relación sexual según sea la intención con respecto al embarazo. Como la fertilidad es cíclica (que no es sinónimo de regular) estos métodos se conocen también como de abstinencia periódica.
Se ha destacado el hecho de conocer y saber, lo cual es radicalmente distinto a «calcular», «suponer» o «pronosticar». Esto no se puede hacer en forma confiable con la fertilidad, que, por ser un hecho biológico, posee características esenciales de variabilidad. Es altamente improbable que sea constante, como se ha pretendido enseñar, por décadas, a través del método de Ogino Knauss o del Ritmo. Dada la amplia difusión de esta técnica mencionada, es importante clarificar que, actualmente, no se considera como un método natural. Por otro lado, el método de la Ovulación (descrito por los doctores Billings), el método de la temperatura, o la combinación de ambos (Sintotérmico) son técnicas que dan información confiable, que llevan a la mujer a conocer su fertilidad, de manera que, después de un tiempo, se llega a saber fértil o infértil, independiente de la longitud de sus ciclos o de la situación de vida en que esté (ciclos irregulares, lactancia, perimenopausia, etc.).
La fertilidad es algo personal y, por lo tanto, cada mujer tiene que aprender a observarse sistemáticamente, ayudada por alguien que conozca las bases biológicas y que sepa como enseñar a interpretar y usar los diferentes síntomas y signos según la intención de lograr o evitar un embarazo. Se trata de aprender a observar, interpretar (comparar) y aplicar (sacar una conclusión), es decir, aplicar el método científico para descifrar las leyes de transmisión de la vida. De las mujeres que lo intentan, el 97% logra conocerse con un grado de certeza del 98% en 1 a 3 ciclos de instrucción. Son métodos de fácil aprendizaje, de alta eficacia y seguros, ya que no representan riesgo alguno para la salud de la mujer, ni del hijo, durante la concepción y gestación. Tienen un costo en educación tanto en el aspecto biológico, como en el aspecto psicológico para ambos cónyuges: llegar a respetar la fertilidad mediante la abstinencia periódica, es decir, aprender a educar el impulso sexual. Este aspecto será el punto siguiente, pero antes es importante profundizar la actitud de respeto.
El conocer las leyes de transmisión de la vida en el marco de la alianza con Dios es tratar de conocer cómo El hizo la naturaleza humana y, por lo tanto, en esta fertilidad encontrar un mensaje de El, una invitación a dialogar, a preguntarle sobre sus planes y proyectos para la vida matrimonial y familiar. En este sentido, abstenerse es hacer algo que Dios quiere; es hacer su voluntad en la tierra conyugal; es permitir que El reine en lo más íntimo de la alianza y de la vida matrimonial. Este es un aspecto del misterio del sacramento del matrimonio, aplicado a la práctica cotidiana de los métodos naturales: haciendo la voluntad del Padre Dios, llegar a amar al cónyuge como Cristo ama a su Iglesia.
El cultivo de esta actitud marca la diferencia radical con la planificación familiar que, a través de los diferentes anticonceptivos o esterilizaciones manipulan la fertilidad, para lograr los objetivos individuales (derechos reproductivos, hedonismo, consumismo, etc.) o de control de la natalidad, según la perspectiva que se utilice. No es el momento de definir cada uno de los conceptos, pero es importante que quede claro que ninguno de ellos es recomendado por la Iglesia.

2. La integración de la esfera psicológica
La eficacia del método natural, el respeto de la fertilidad y casi todo lo planteado hasta aquí, se decide en un hecho muy concreto y difícil a la vez: si se es capaz de practicar la abstinencia periódica, y de evitar la relación sexual cuando ésta no corresponde, independiente de los deseos y del impulso sexual, que conducen fuertemente a realizarla. Esta es la gran dificultad para la mayoría de las personas, en la cultura actual. Sin embargo, para los que llevan años practicando los métodos naturales, tratando de alcanzar un estilo de vida matrimonial de alianza natural y sobrenatural, este desafío se ha transformado en la gran riqueza de los métodos naturales.
Así como para poder administrar la fertilidad es necesario conocer y respetar las leyes biológicas, en el plano del impulso sexual, para poder utilizar constructivamente su fuerza, es necesario conocerlo y educarlo. Esto obliga a definirlo: ¿qué es el impulso sexual?
La mejor definición, confirmada por la experiencia clínica y pastoral, es entenderlo como la necesidad y la capacidad de complementación con el otro. Esto enriquece el enfoque actual, individualista, de sólo satisfacer las propias urgencias, planteando los desafíos de desarrollar las capacidades de hacer feliz a la persona querida a través de la mutua complementación en todos los planos: físico, afectivo, espiritual (racional y volitivo). Basta enunciar estos aspectos, cada uno con una dinámica propia, para imaginar la amplitud y la densidad de vida matrimonial que se puede cultivar desde esta perspectiva.
En la práctica, la abstinencia periódica significa poder llegar a tener asegurado - en cada ciclo femenino - una etapa de noviazgo (sin relaciones sexuales) y una luna de miel (cuya calidad dependerá de la comunicación afectiva alcanzada en el pololeo). La vida matrimonial no se improvisa, es fruto de un trabajo constante de mutua complementación en todos los planos, durante todo el día y para toda la vida.
Este esfuerzo permanente es exigido y asegurado por los métodos naturales de regulación de la fecundidad, como una característica propia de ellos. Este estilo de vida, enfocado desde la luz de la alianza, se va traduciendo en llegar a amar al cónyuge como Dios lo desea, hasta alcanzar la perfección del amor, es decir, como Cristo ama a su Iglesia.

3. Perspectiva sociológica
Para muchos, los métodos naturales al ser usados para posponer un embarazo no tienen ninguna diferencia con un anticonceptivo. Igual se "cierran a la vida" y estarían en oposición con el "deseo de Dios" de que haya "vida en abundancia"; no seguirían la enseñanza de la Iglesia de "que hay que recibir todos los hijos que Dios manda". ¿Dónde radica la "apertura a la vida”?
Con lo expuesto hasta ahora, ya está clara la dimensión personal y matrimonial al reenfocar lo biológico y lo psicológico desde la perspectiva de la misión de paternidad responsable. Este tercer aspecto abarca la dimensión familiar, social o más bien el proyecto de vida de los esposos y la familia: cuál es la fecundidad, cómo se cultiva la generosidad.
La forma más simple de entender si se enfoca correctamente esta dimensión es que los esposos cada ciclo descubran que la fertilidad es una invitación a tener un hijo y ambos de corazón puedan responder que quisieran aceptar la invitación, pero, no pueden. Hay diversas circunstancias, que ambos han ponderado cuidadosa y generosamente, que les impiden aceptar la invitación por lo cual optan por hacer el esfuerzo de la abstinencia periódica para así respetar la fertilidad. Sin embargo, estarían felices y aceptarían gustosos otro hijo si esa es la voluntad de Dios, la cual no la habrían interpretado correctamente en el análisis previo a la opción libre y generosa de posponer el embarazo por cultivar otra forma de fecundidad.
Desde esta perspectiva, la práctica de los métodos naturales no debería ser nunca considerado como si se tratase de un "anticonceptivo natural", sólo una técnica para evitar un embarazo, que en la mayoría de los casos se podría tener pero no se quiere; o cuando realmente no se puede tener otro hijo, entonces el temor -y no la confianza alegre y generosa- es el sentimiento que prima. Se vive con los dientes apretados o simplemente se usan métodos naturales mientras sea "posible " tener otro embarazo, luego hay que solucionar el "problema" en forma definitiva.
La actitud de alianza matrimonial permite descubrir juntos las múltiples formas de fecundidad: desarrollo personal, capacidad de complementación, acompañamiento a los hijos en su proceso de crecimiento personal, atmósfera del hogar, acogimiento y apertura a otros miembros de la familia o comunidad, etc. La capacidad de concebir se manifiesta en otras expresiones. La actitud de alianza sobrenatural abre a la gran dimensión de la misión sacerdotal de los esposos de colaborar en el plan de redención lo cual se hace real en la opción por el esfuerzo de respetar la voluntad del Padre hasta morir a los propios deseos, de manera que sea El quién reine... obedeciendo hasta la cruz, fuentede verdadera vida y verdadero amor como el de Cristo por su Iglesia.

4. El crecimiento del amor
La misión de paternidad responsable es una invitación permanente a un crecimiento continuo del amor conyugal y del proyecto familiar en armonía con la naturaleza humana y el plan de amor de Dios, lo cual dista mucho de la imagen existente de una restricción a la felicidad de los esposos. Las exigencias que plantea generan una forma de vida que orienta permanentemente a desarrollar la capacidad de complementación con el otro, es una escuela continua de aprendizaje para vencer el egoísmo, enemigo del verdadero amor que se manifiesta en una comunión más plena y en una fecundidad mayor en lo personal, matrimonial, familiar, eclesial y social.
Algunos aspectos más destacados para ejemplificar las formas de crecimiento en lo arriba mencionado: en lo personal se crece en la capacidad de encuentro a través de la donación mutua, descubriendo la felicidad de hacer feliz al otro. En lo matrimonial, el desarrollo de la mutualidad orientada al constante desafío de la complementación en todos los planos y en todo el quehacer cotidiano, genera un espacio de encuentro y enriquecimiento que logra crear una forma de vida, una cultura nueva: lo masculino enriquece las áreas reservadas a lo femenino y viceversa, gracias a la visión compartida que se va teniendo del mundo.

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