domingo, 19 de febrero de 2012

Fundamentos de la Paternidad Responsable


La paternidad responsable, tal como la concibe la Iglesia, involucra aspectos valóricos y científicos. Presentamos una corta síntesis de ambos aspectos a fin de fundamentar su propuesta.

1º FUNDAMENTOS ANTROPOLÓGICOS
Para entender, con toda su riqueza y exigencias, la propuesta de la Iglesia en relación a la sexualidad y la procreación, es necesario tener ante los ojos, al menos los rudimentos de la antropología cristiana. Sólo desde esa perspectiva se hace comprensible la exigencia que plantea en relación a la continencia periódica.

1. La vocación al amor
El punto de partida para entender la paternidad responsable, tal como la concibe la Iglesia Católica, lo encontramos en la vocación primordial del hombre al amor. Creado a imagen y semejanza de Dios, que se ha revelado como «Amor», debe reconocer que su vocación más elemental es amar. Con toda razón podemos decir que la realización o la frustración definitiva de cada ser humano depende de si durante su vida en la tierra, se abrió o se cerró al amor.
Ahora bien, el primer cauce para la realización de esta vocación primordial se encuentra en la realidad complementaria que existe entre los sexos. Es así como el encuentro y la complementación del varón y la mujer sólo se puede comprender profundamente desde la perspectiva del amor. El cuerpo humano sexuado entraña una dimensión conyugal. Es un don para otro.
Más allá de la invitación a la procreación que está latente en la sexualidad humana, a diferencia de los animales, muestra un camino de amor y comunión que involucra toda la persona. El cuerpo sexuado está directamente relacionado con la vocación de toda la persona a ser reflejo del Dios-Amor. Mientras en el animal el sexo está simplemente orientado a la reproducción, en el ser humano participa de las cualidades de la persona y está subordinado a la razón y ordenado a la plenitud del amor. Desde esa perspectiva, lo que en el animal es simple reproducción, en el ser humano es procreación, paternidad y maternidad, esto es, relación eminentemente personal y personalizante.

2. Diversas dimensiones del amor conyugal
La vocación al amor conyugal le da pleno sentido a la sexualidad humana a través del llamado al «amor total», esto es, un amor que abarca, en forma inseparable, la dimensión sensible y espiritual del ser humano.
El amor propiamente humano nunca puede transformarse en pura sensualidad sin deshumanizarse. El cuerpo humano, que está animado por un alma espiritual, no es pura materia, sino realidad humana. Participa de la dignidad de la persona y tiene el sello de una vocación conyugal.

3. El amor total y la vida
El matrimonio es el cauce en el cual se puede expresar en forma plena la vocación al amor total. Esa totalidad, que abarca cuerpo y alma, abarca también la procreación, que es el fruto natural de un amor que se expresa físicamente en la intimidad conyugal. Por su misma naturaleza es procreativo. La fecundidad no es un elemento extraño que se le puede agregar o quitar. Si se le priva de este elemento específico, no solamente perdería algo central de su integridad sino que ya no sería un amor total o conyugal.
El amor conyugal se hace íntimo y pleno en la relación sexual de los esposos. Según el plan divino, esta expresión íntima y total de los esposos está orientada a una doble finalidad: 1) En primer lugar, a la realización propiamente personal de los esposos en el amor. El Señor lo expresa diciendo que «no es bueno que el hombre esté solo». Por esa razón, para que pueda entrar en comunión superando la soledad se le da una compañía semejante a él. 2) En segundo lugar, está orientada a la fecundidad personal en la paternidad y la maternidad y a la prolongación de la humanidad a través de la gestación de nuevos hombres.
En un lenguaje más resumido y técnico se habla de dos dimensiones del acto sexual: una dimensión unitiva y una procreativa. Ambas dimensiones del acto por el cual los esposos expresan su amor son inseparables. Los actos sexuales dentro del matrimonio deben, por lo tanto, quedar abiertos a la procreación de una nueva vida, esto es, no deben ser artificialmente interferidos en su dinámica propia. A los esposos corresponde escoger el momento en que expresen su amor en la intimidad conyugal, pero no es lícito que priven a esa expresión de amor de la dimensión procreativa que el Creador le asignó.

4. La paternidad como responsabilidad
La relación sexual, como acto responsable de los esposos, se enmarca dentro del ámbito de su libertad. Los esposos deben asumir, conscientemente, las consecuencias de esta forma de expresión de su amor. Esta responsabilidad es compleja, esto es, abarca diversas dimensiones del ser humano como persona y como ser social. Por una parte, los esposos tienen que asumir el hecho de que la expresión corporal del amor presupone y se orienta a la comunión personal. Se entrega el cuerpo para entregar el espíritu y para entrar en la intimidad de una comunión de personas. La relación sexual no es, en primer lugar, para descargar la tensión hormonal o para obtener placer sino para expresar la intimidad del amor. El placer no es la finalidad del acto sexual, sino su consecuencia. Vale decir, es la consecuencia de una experiencia íntima de amor personal. Debe ser la consecuencia de amar y ser amado íntimamente. Esto no se puede desvirtuar.
Por otra parte, los esposos se reconocen mutuamente como fecundos, saben y deben asumir el hecho de que la expresión sexual de su amor conduce, muchas veces, a la procreación. La fertilidad no es algo exterior a ellos. Es parte integrante del otro y de sí mismo. No siempre los actos por los cuales los esposos se expresan el amor son fecundos en la procreación, pero hay que contar con eso. Ellos no pueden interferir artificialmente privando el acto por el que se expresan el amor total, de su natural fecundidad porque es una negación flagrante de la aceptación total del otro y de la donación total a él. La conyugalidad no admite una entrega limitada: «me entrego a ti excluyendo algo inherente a mi propia persona», o bien, «te acepto a ti, siempre que renuncies a algo inherente a tu persona», «me entrego a ti, pero me defiendo de ti».
Sin embargo, la infecundidad periódica de la mujer les abre las puertas para regular el número de los hijos. De aquí surge una doble responsabilidad: a) Saber cuándo pueden tener una expresión íntima de amor, aprovechando los períodos agenésicos, si en conciencia se dan cuenta que deben espaciar o limitar los hijos. b) Discernir cuál es la voluntad de Dios para ellos, en relación al número de los hijos que deban traer al mundo. Deben adecuarse a los caminos que les muestra Dios a través de la misma naturaleza para regular su número.
Hay que destacar que, la dimensión más noble de la «responsabilidad» de la paternidad y de la maternidad consiste en la participación en el acto por el cual Dios crea a un nuevo ser, cooperando así al nacimiento de una nueva persona, amada por Dios por sí misma y llamada, como ellos, a la vida eterna. Esta asociación con el Dios de la vida requiere de un discernimiento maduro en relación al ejercicio de la intimidad sexual.


2º BASES CIENTÍFICAS DE LOS MÉTODOS NATURALES 1
Si bien es cierto que al hombre no le es lícito privar, maliciosamente, al acto sexual de su virtualidad procreadora, le es lícito elegir el momento en que expresa su amor íntimamente en la relación conyugal. Dios imprimió un ciclo en todos los organismos vivos. El ser humano no escapa a esta realidad orgánica. También en su cuerpo experimenta diversos momentos del ciclo de la vida. La fertilidad, que es permanente en el varón, pasa por diversos momentos de infertilidad en la mujer. Comienza cuando ya está psicológicamente madura y termina con la menopausia. Cada mes vuelve a reproducirse en ella un ciclo de fertilidad e infertilidad. Los períodos de infertilidad pueden ser detectados y utilizados para espaciar los hijos sin interferir en la dinámica natural del acto sexual.
Adecuarse, en las expresiones de la sexualidad, a los períodos agenésicos presupone una disciplina e involucra una abstinencia. Es importante entender bien el sentido positivo de esa renuncia en función del amor propiamente conyugal. La renuncia física está en función de mantener vivo el amor afectivo y espiritual. Exige a los cónyuges aprender a comunicarse, mutuamente, en formas que suelen perderse y deteriorar la misma sexualidad. Los tiempos de abstinencia deben ser entendidos como momentos de cultivo de la conquista mutua, de crecimiento en la ternura y sus expresiones en la caricia. Esto significa que, lejos de contrariar a la naturaleza y perturbar la relación conyugal, la renuncia periódica viene a constituir un seguro importante de la integridad del amor.

1. Método de la temperatura basal
1 Jensen Dr. Luis, adaptación de su libro "SEXUALIDAD Y TRANSMISIÓN DE LA VIDA, Los métodos naturales", Editorial Patris, 1991, Santiago. Chile.

Data de la década del 40. Prácticamente todas las mujeres con alguna dificultad para lograr un embarazo lo han tenido que aprender, ya que es el más preciso, sencillo y económico para determinar si hubo ovulación. Se fundamenta en el efecto que posee la progesterona, hormona secretada por el ovario después de ocurrida la ovulación, a nivel del centro regulador de la temperatura corporal. Esta técnica es la más segura que existe. Según datos de la Organización Mundial de la Salud este método es más seguro que varios de los métodos anticonceptivos artificiales modernos. Posee una eficacia de método cercana al 99%. Sin embargo, tiene dos inconvenientes: depende de un instrumento y sólo da seguridad en el período post-ovulatorio.
La primera limitante se refiere al termómetro: hay que tenerlo, usarlo bien e interpretar los datos correctamente. La mujer debe tomarse la temperatura todos los días en condiciones basales, es decir, en condiciones especiales de reposo. Para algunas mujeres, por su sistema y/o condiciones de vida, significa un esfuerzo grande o impracticable. Por último, la interpretación del registro tiene que ser enseñada por alguien que tenga una experiencia calificada.
La segunda limitante está relacionada con la abstinencia que demanda ya que sólo da seguridad en el período post-ovulatorio. Este método certifica la ovulación mediante el alza en la curva de la temperatura. Si hay alza, quiere decir que hubo ovulación y como ésta ocurre una sola vez en el ciclo, el período restante es absolutamente infértil. Aquí radica su altísima seguridad. El problema está en las mujeres que no ovulan, ya que mientras no se produzca un alza en la curva, no existe ninguna seguridad y hay que suponer fertilidad.
La ausencia de alza en la temperatura es lo que dificulta el uso del Método de la Temperatura Basal en las mujeres que tienen ciclos largos, ciclos anovulatorios o que están en período de lactancia. Las circunstancias mencionadas hacen que los cónyuges puedan pasar varias semanas o meses sin saber qué terreno pisan. Ante la duda, la prudencia aconseja abstenerse de relaciones sexuales, sobre todo si existe una razón de peso para no tener un hijo. Lo anterior se traduce en un período muy largo sin poder tener relaciones sexuales.

2. Método de la Ovulación
Data de fines de la década del 50. Las primeras pruebas clínicas se realizaron en la mitad de los años 60. Se conoce por el nombre de sus descubridores, los Drs. John y Evelyn Billings. Aparentemente, es la técnica más difícil, pero una vez conocida y dominada, es claramente la más fácil y más universalmente aplicable para todas las mujeres, en cualquier período de su vida reproductiva.
Surgió de las observaciones del Dr. Billings, en las cuales constató que prácticamente todas las mujeres son capaces de percibir, espontáneamente, una serie de síntomas y signos de fertilidad. Síntomas y signos que, desde mediados del siglo pasado, en la literatura científica, aparecen relacionadas con la fertilidad femenina. Para dar solidez a sus hallazgos, correlacionó lo detectado por las mujeres con la evaluación objetiva basada en determinaciones hormonales en la sangre. Una vez que demostró la consistencia de sus hallazgos, desarrolló un método pedagógico para que las mujeres se "sintonicen" con estos signos de fertilidad, los reconozcan e interpreten con seguridad, y puedan usarlos con confianza.
El signo clave de este método es la presencia o ausencia de síntomas producidos por las mucosidades cervicales en el ámbito de los genitales externos de la mujer. Las sensaciones o los síntomas que las mucosidades producen en la zona son más importantes que la observación del flujo. El 80% de las mujeres se han dado cuenta, espontáneamente, de la presencia de flujo mucoso y, más de alguna vez, han notado que no están secas, sino que presentan un flujo, distinto al de la menstruación, cuyo aspecto es el de una clara de huevo cruda. Aquellas que permanentemente presentan algún flujo notan que éste aumenta o cambia sus características. Para las que nunca han detectado ningún flujo, si se observan con más atención, podrán percibir que hay cambios en las sensaciones, que son detectables aun cuando sean muy sutiles. Una ilustración que ejemplifica muy bien esta situación es apreciar el cambio que se observa al pasar la lengua por los labios, inmediatamente se puede detectar el cambio de seco a húmedo.
Sin embargo, la mayoría de las mujeres no da importancia a estos síntomas porque los han sentido siempre y no les molestan, de manera que los consideran algo normal en sus vidas, pero desconocen su significado. Otras, en cambio, al detectar las mucosidades creen que están enfermas y consultan al médico. Creen tener "flores blancas" o estar "pasadas de frío", y sienten una gran tranquilidad al saber que esto es normal.
Hay que destacar que lo que está biológicamente determinado y, por lo tanto, lo más constante, es la distancia desde el comienzo del período fértil hasta la menstruación siguiente. En cambio, el período infértil, inmediatamente después de la menstruación, puede no existir, como es el caso de los ciclos cortos, o bien prolongarse por meses durante la lactancia. Sin embargo, cada mujer puede determinar, día a día, su estado de fertilidad o infertilidad.
La presencia de mucosidades y el cambio en los síntomas vulvares, indican el comienzo de la fertilidad, la cual durará hasta 3 días después de la desaparición total de los signos de fertilidad. El flujo mucoso con su patrón cambiante ascendente y progresivo durante un promedio de 6 días y luego su desaparición brusca, es un espejo de lo que ocurre a nivel del ovario. El óvulo y sus estructuras van madurando a una velocidad creciente y secretando estrógenos (la hormona que estimula la secreción de mucosidades con patrón ascendente en cantidad y características de fertilidad.) La caída brusca que presentan estas mucosidades es la señal que antecede, de 24 a 36 horas la salida del óvulo del ovario (la ovulación).
Con estos elementos (cambio, progresión ascendente y desaparición brusca de las mucosidades) cada mujer puede saber día a día si está fértil o infértil, no importando la regularidad de sus ciclos ni la situación de fertilidad en que esté a lo largo de su vida reproductiva. Tampoco es un inconveniente el hecho de que las mucosidades sean escasas o estén siempre presentes, ya que la zona de los genitales externos, donde van a ser detectadas es altamente sensible y la mujer, con un entrenamiento adecuado, puede captar los más mínimos cambios.
La mujer detecta estas mucosidades en la cara interna de los labios menores. Ahí hay más terminaciones nerviosas que en el pulpejo de los dedos o en los labios de la boca. Gracias a la sensibilidad de la vulva, casi todas detectan, espontáneamente, la existencia de estas mucosidades. Por esto cualquier mujer que se lo proponga puede aprenderlo fácilmente: el 97% lo logra en 1 a 2 ciclos de aprendizaje, ese decir, 5 a 6 semanas de instrucción personal.
El objetivo final de la instrucción es lograr que las mujeres lleguen a ser independientes en el conocimiento de la fertilidad. Esto ocurre generalmente al cuarto mes de práctica. A esta altura, la mujer sabe, incluso, el momento del día en que comienza la fertilidad y, con mucho más precisión, el momento en que ésta termina. Llega a "saberse" fértil: se "siente" fértil sin necesidad de mayores controles. El conocimiento de la fertilidad pasa así a ser para las mujeres algo natural y espontáneo, llegando a tener autonomía en materia de regulación de la fecundidad, lo que ningún otro método permite.
¿Sirve para evitar un embarazo cuando es necesario hacerlo? Para contestar esta pregunta hay que considerar dos aspectos de los métodos naturales: Primero, ¿con qué seguridad se puede llegar a conocer la fertilidad femenina? Segundo, ¿con qué responsabilidad los cónyuges son capaces de respetar esta fertilidad, es decir, capaces de practicar la abstinencia periódica?
La precisión con que la mujer logra detectar su fertilidad es extraordinaria. Si 100 mujeres usan el método por un año 98,5% llegan a saber, con seguridad, cuándo están fértiles. Esto quiere decir que si 100 parejas siguen el método correctamente, durante un año, sólo 1.5 se va a embarazar involuntariamente, porque la mujer no detectó su fertilidad, aun habiendo hecho todo correctamente para percibirla. A esto hay que sumar menos de una mujer que se podría embarazar por un malentendido en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Las cifras mencionadas están respaldadas por investigaciones en distintos grupos y condiciones (Organización Mundial de la Salud).
Cuando se aplica el método en un grupo heterogéneo de parejas, es decir, cónyuges que sólo desean distanciar un nacimiento junto con otros que no desean más hijos, la eficacia tiende a disminuir, ya que hay otras causas de embarazo no intentado, distintas a las atribuibles al método propiamente tal. La principal se refiere a las fallas de uso, es decir, cónyuges que, sabiendo que están fértiles, no cumplen con las reglas de evitar cualquier contacto genital en este período, y tienen relaciones sexuales. En otras palabras, se arriesgan sin ninguna precaución; no observan la regla número uno: "ante la duda, abstente".
Es así como la mayoría de los embarazos no intentados conscientemente, que ocurren en los cónyuges usuarios de métodos naturales, no lo son porque el o los métodos fallen, sino porque las parejas se arriesgan, ya que las razones para evitar un nuevo nacimiento no eran de gran peso y, por lo tanto, no justificaban el esfuerzo, es decir, la abstinencia exigida.
Es importante definir las características de esta abstinencia en el uso de los métodos naturales, determinar muy bien las reglas del juego y sus fundamentos para que así sea más fácil observarlas o saber exactamente cual es la probabilidad de que ocurra un embarazo al transgredirlas. Es decir, el chance que están jugando. La abstinencia periódica deber ser absoluta, vale decir, debe darse durante "todo" el período fértil y se debe evitar "cualquier contacto genital" durante el mismo.
¿Por qué durante "todo" el período fértil? La mayoría de los embarazos no intentados ocurre porque se tienen relaciones en los días extremos, pensando que aún no comienza o ya terminó la fertilidad. Sin embargo, el método es "todo o nada" y la posibilidad de un embarazo, aunque sea menor, existe durante todo el período fértil. La razón es que apenas comienza el flujo mucoso, las condiciones para el paso y la sobrevida de los espermatozoides, en los genitales de la mujer, mejoran notablemente. Si los espermatozoides no encuentran mucosidades fértiles, se quedan en la vagina que tiene condiciones muy adversas (una acidez muy alta) y mueren todos al cabo de pocas horas. En cambio, las mucosidades cervicales fértiles poseen un ambiente neutro, igual al de los espermatozoides, de manera que en esas condiciones pueden vivir muchos días y no sólo 72 horas como se pensaba antes (método de Ogino). La sobrevida de los espermatozoides en este ambiente favorable puede ser de siete o más días, por lo tanto, apenas comienzan los primeros síntomas de fertilidad cualquier contacto genital puede traducirse en un embarazo.
¿Por qué evitar cualquier contacto genital durante el período fértil? El flujo mucoso no sólo posee un ambiente propicio para los espermatozoides, sino que además es una verdadera "aspiradora". Tiene un efecto microcapilar, de manera que si un espermatozoide toma contacto con un extremo del flujo, casi instantáneamente llega a la otra punta. Se ha demostrado que en 60 segundos un espermatozoide puede estar dentro del cuello del útero, en camino a fecundar el óvulo. Esto significa que no es necesario que exista penetración del pene en la vagina para que ocurra un embarazo, porque el extremo de "la aspiradora" -el flujo mucoso- está en la vulva, en la parte externa de los genitales. Otro hecho biológico fundamental es que no sólo hay espermatozoides en el momento de la eyaculación, sino que antes ya han salido unos cuantos millones. Las razones mencionadas aclaran por qué puede haber un embarazo sin necesidad que haya ni penetración ni eyaculación dentro de la vagina, bastando sólo un contacto genital durante el período fértil.
Podríamos definir el flujo mucoso, también, como una "compuerta" que permite el paso de los espermatozoides hacia el cuello del útero, el cual vendría a ser un "servicentro" para los espermatozoides, ya que ahí estos son muy bien tratados, seleccionados, ordenados y mantenidos en buenas condiciones a la espera del óvulo para fecundarlo. La sobrevida del óvulo es corta, de sólo 6 a 12 horas, de manera que los espermatozoides son los que tienen que estar listos para realizar su misión. Esta es la principal razón de la existencia de los días fértiles preovulatorios, 6 en promedio con un rango entre 4 y 8 días.

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