domingo, 27 de noviembre de 2011

Una entretenida semana en la vida de un cura diocesano...



Esta mañana, luego de los Bautismos en la parroquia, unos viejos conocidos me preguntaron si no extrañaba la parroquia anterior…
Mi respuesta –que cada vez repito con más frecuencia y convicción- es que “no he tenido tiempo de extrañar, porque he estado –gracias a Dios- muy ocupado”
Se me vino a la cabeza el artículo que se dio a conocer en estos días sobre las “profesiones” más felices, entre las cuales el sacerdocio católico marchaba a la cabeza.
Y recordé que en mi última visita a mi casa, uno de mis sobrinos hizo alusión a un cierto “mito urbano” –o no se como llamarlo-, de que “los curas lo único que hacen es dar Misa”.
Entonces, parecería ser muy natural: “los curas son los más felices, porque no hacen nada…”  O como decía un colega, en tono jocoso: “nosotros somos 6 hermanos, el único vivo soy yo, los demás trabajan…”

Si existen curas que no trabajan, no he conocido ninguno de ellos.
Es más: puedo asegurar que la inmensa mayoría de los curas que conozco viven ocupados. Y no “dando Misa” todo el día – aunque esto es sin duda lo más importante-sino ocupados en un sinnúmero de tareas de las más diversas.
Tareas que paso a enumerar, para responder a la curiosidad de mi sobrino y para que si alguno la comparte, la pueda satisfacer.
Con esto no quiero hacerme el “héroe” ni la "víctima". Estoy seguro que una madre o padre de familia, un trabajador, un estudiante o un profesional viven con la misma o mayor intensidad su vida de todos los días. Sobre todo quienes tienen hijos pequeños -y no tan pequeños-.
Tampoco es publicidad, o “autobombo”. Nada de eso. Vale aclarar que de de estas cosas –en mayor o menor medida- está hecha la vida de todos mis colegas, en algunos casos en un nivel de actividad muy notable.

Veamos:
Cada día los sacerdotes dedicamos un par de horas –poco más, poco menos- a la oración, repartidas entre la Liturgia de las horas, el Rezo del Santo Rosario y la Lectio divina (meditación u oración mental, como prefieran llamarla). Esta oración se reparte a lo largo del día, a veces por la mañana temprano, al mediodía o –no pocas veces- a altas horas de la noche, una vez terminadas las actividades.
Por supuesto, cada día celebramos el Santo Sacrificio de la Misa, centro de la vida del cura. Que es a la vez momento de unión con Él y servicio a la Iglesia. A veces en la Parroquia, otras veces en un geriátrico, en un barrio, en la Escuela, en la capilla. En ocasiones una Misa, otros días dos, y los domingos, en general, tres.
Algunos días atendemos confesiones antes de la Misa, o también a los alumnos de las escuelas, o a los niños de catequesis, o en el contexto de un grupo de oración. Esta semana, por ejemplo, el lunes por la tarde me tocaron unas dos horas y media de confesiones de los chicos que se confirmaban; el miércoles y jueves por la mañana, algunas horas para los chicos de las escuelas, preparando su Misa de fin de curso.
Casi todos los días –al menos en esta parroquia- nos llaman para asistir algún enfermo, sea en las clínicas, o en su propia casa. Esta semana, sin ir más lejos, me tocó bautizar dos recién nacidos en peligro de muerte y bendecir dos más en el Hospital San Roque, y dar la unción de los enfermos a una anciana muy cercana a la muerte.
También suelen llamarnos para visitar las salas velatorias, orando por los difuntos y consolando a las familias; para muchos de mis colegas, esto es tarea cotidiana, y no solo una, sino dos y tres veces por día.
Además se acercan casi cada día personas con diferentes situaciones, que buscan en el sacerdote una palabra de aliento, un consejo, dirección espiritual, orientación vocacional… Algunos lo hacen de manera habitual, otros de manera ocasional, pero siempre esperando atención, buscando que los recibamos como lo hacía el mismo Cristo. Como decía un compañero sacerdote: “nosotros tenemos que estar bien, porque la gente necesita que estemos bien, para poder ayudarlos”.
Acuden diariamente a nuestras parroquias, también, personas que quieren agua bendita, una estampa, o la bendición para sus personas; o que necesitan alguna ropa, un alimento no perecedero, dinero para comprar un medicamento o una garrafa.
Muchas veces nuestro tiempo se completa con visitas a los hogares para bendecirlos, o también con visitas cordiales, en el contexto de una cena o almuerzo –o de unos mates amargos- en los que también el Señor se hace presente para formar e iluminar a su pueblo.
Muchos de nosotros se dedica también –por vocación personal, por necesidad de las comunidades, por mandato del Obispo- a la docencia. En mi caso, son dos horas de clase cada martes, y cuatro horas cátedra los miércoles. Con sus correspondientes tiempos de preparación –la mayoría de las veces, lo confieso, escasa-, de corrección de exámenes, de mesas, etc.
Los días se llenan también con diferentes reuniones de formación; encuentros de preparación para los sacramentos con los chicos o con sus familias; la atención de los novios que se casarán próximamente; el acompañamiento de las docentes y catequistas en el proceso de la educación en la fe; la organización de convivencias, encuentros, bingos o cenas a beneficio; las reuniones para organizar o solucionar las necesidades económicas de las comunidades.
Nos toca muchas veces hacer el “seguimiento” de las obras que se hacen en una parroquia o comunidad; nos toca renegar por momentos con los trabajos mal hechos, pelear precios, comparar presupuestos, controlar el cumplimiento de los contratos…
Y está también el “trabajo” que no se ve: la preparación de las clases, de las homilías, de las charlas; la lectura y la información sobre la actualidad de la Iglesia, para poder estar a la altura de los tiempos –formación permanente-.
Están también las diferentes obligaciones personales o civiles, como ciertos trámites ante el gobierno, la renovación de un carnet de conducir, la correspondiente atención médica, etc.
Y los sábados y domingos están en general bastante ocupados, repartidos entre la atención y acompañamiento de los niños de Catequesis y sus familias, la solución de situaciones particulares, el acompañamiento de los grupos apostólicos de las parroquias, la celebración de los matrimonios –aunque son pocos, siguen existiendo algunos…-, la celebración de los Bautismos, etc. También suele haber campamentos, convivencias, encuentros, vigilias, etc. Para muchos de mis colegas del interior, los “fines de semana” transcurren en gran parte recorriendo las capillas del campo, llevando el Evangelio y la Gracia a los rincones de la parroquia.

¡No pensaba escribir tanto! Que sirvan estas líneas como un sencillo testimonio de la alegría de ser sacerdote.
Alegría que algunas veces se ve oscurecida por nuestros pecados, por nuestras faltas de entrega y fidelidad, por algunos fracasos e incomprensiones. Pero que termina siendo siempre más grande que todo lo demás, cuando la entrega fue desinteresada y generosa.
Ojalá que esto sea para alguno de los que lea –si tuvo la paciencia de llegar al final…- un estímulo para rezar día tras día por nuestra fidelidad en el ministerio.

8 comentarios:

  1. Jesús tiene la justa: "Así también ustedes: cuando hayan hecho todo lo mandado, digan: Somos simples sirvientes, solamente hemos cumplido nuestro deber".(Lucas 17,10). Seremos evaluados no por la cantidad de cosas o tareas que hagamos en el día sino por el amor que pongamos en ellas. La pregunta es si hemos amado a Dios y al prójimo, nada más.

    ResponderEliminar
  2. Padre: Jesús nos enseñó que las obras buenas hay que hacerlas silenciosa y humildemente como María, no para ser felicitados por la gente o para ser vistos. "Cuando hagas un bien, que no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha", dijo.

    ResponderEliminar
  3. ¡Ave María Purísima!
    Beatriz, José, ustedes tienen razón, lógicamente, citan palabras de Jesús...

    Espero que hayan leído todo el post. En el cual insisto varias veces que este tipo de tareas y muchas otras más- llenan la vida de todos los sacerdotes, que es lo que en el fondo me interesaba.
    Sólo que lo escribo en primera persona, porque creo que hace la lectura más llevadera.

    Internet está lleno de noticias de sacerdotes pedófilos, de sacerdotes infieles a sus promesas, de sacerdotes envueltos en escándalos...
    Me parece bueno poner una "pizca" de lo que es la alegría sacerdotal.
    Jesús también dijo: "así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo."
    Creanme que no busco mi gloria, sino la Gloria del Padre que está en los cielos...

    Gracias igual, cada comentario me hace pensar.
    Bendiciones!

    ResponderEliminar
  4. coincido,lo importante es poner el corazon en lo que hacemos. Hay que dejar que las buenas obras hablen por si mismas, todo lo bueno viene de Dios y a Él debe volver.

    ResponderEliminar
  5. Creo que el padre quiere decir que es feliz con su vocación, así como yo con la mía de ser madre y no la cambiaría por nada del mundo a pesar de los sinsabores y problemas.

    ResponderEliminar
  6. Me parece muy positivo que el sacerdote con humildad y diciendo ante todo que es muy feliz ... cuente lo que hacen tantos sacerdotes y que no es noticia. Sólo se habla de lo negativo.
    Lo felicito Padre. ¡Siga adelante! La diócesis de Paraná y seguramente su obispo deben estar agradecidos por la silenciosa labor diaria de tantos sacerdotes, aunque a veces es bueno comentar lo que se hace para que la gente sepa toda la realidad y no la que sale en los medios

    ResponderEliminar
  7. leandro,gracias por hacer conocer la vida sacerdotal.te mando un abrazo ricardo

    ResponderEliminar
  8. Padre rezaré por usted y por su fidelidad a Cristo y también para que pueda seguir dando testimonio de la alegría de haberse entregado por completo al servicio del Rey! A mí también me parece bueno escuchar una voz distinta a la que nos presentan los medios de comunicación! Porque tenemos muchos sacerdotes exelentes y muchas veces no valoramos todo lo que hacen por nuestras almas! Cuántas veces juzgamos a los sacerdotes sin ver que son hombres como nosotros tratando de subir la dura escalera de la santidad! y lo que el padre cuenta podria ser claramenta una fotocopia de la vida de muchisimos otros sacerdotes cansados y agotados mucho más por la pasividad de los laicos que deberiamos ser los brazos y los pies para llegar donde ellos no pueden!

    ResponderEliminar