Ave María Purísima!!!
¿Cómo están? ¡Tanto tiempo!
Mañana iniciamos el año sacerdotal que ha convocado el Santo Padre. Además de pedir oraciones por mí y todos mis "colegas", quiero compartir un artículo que me pidieron de una publicación. El tema que me pidieron era "el discipulado del presbítero", en el marco del documento de Aparecida. Pero creo que puede ayudarnos a reflexionar sobre la importancia y sentido del año sacerdotal. ¡Que les aproveche!
¿Cómo están? ¡Tanto tiempo!
Mañana iniciamos el año sacerdotal que ha convocado el Santo Padre. Además de pedir oraciones por mí y todos mis "colegas", quiero compartir un artículo que me pidieron de una publicación. El tema que me pidieron era "el discipulado del presbítero", en el marco del documento de Aparecida. Pero creo que puede ayudarnos a reflexionar sobre la importancia y sentido del año sacerdotal. ¡Que les aproveche!
El presbítero también es un discípulo
El encuentro de Aparecida nos ha ayudado a ver con más claridad qué significa ser discípulo. En el documento ocupa un lugar especial lo referente a los presbíteros como discípulos misioneros. El discipulado de estos miembros de la Iglesia reviste una gran importancia para la vida de la Iglesia. De su fidelidad depende, en gran medida, la fidelidad del pueblo de Dios y la vitalidad de la Iglesia misionera.
¿Crisis de fidelidad?
En los tiempos que corren, y particularmente en estos primeros meses del 2009, los MCS han insistido en mostrar una extendida "crisis" en los presbíteros de la Iglesia. Lamentablemente esa "sensación" se ha extendido por todas partes, y ha golpeado fuertemente la fe de muchos creyentes sencillos. Ante esto me parece que es importante tener en claro algunas cuestiones: Es verdad que algunos de los casos "mediatizados" son auténticos; pero es es injusto e infundado afirmar que todo el clero esté en crisis y es un hecho -reconocido por los obispos en Aparecida- que la mayor parte de los sacerdotes son sustancialmente fieles. Con nuestras debilidades y pecados personales, como todo mortal. Pero fieles al fin, intentando vivir cada día nuestra vocación.
¿Qué actitud tomar?
Ante esa situación ambigua -a la que seguramente todos hemos dedicado una o más charlas con nuestra familia o amigos-, nos preguntamo: ¿cuál es la actitud correcta ante las caídas de quienes deben ser, “imágenes del Buen Pastor"? Cada pecado grave es una ofensa en cierto modo infinita, porque atenta contra el amor infinito de Dios. Por eso debemos sufrir, nos debe doler a todos. Porque además de lastimar el Corazón de Cristo, ese pecado hiere a toda la Iglesia, la debilita. Es necesario que conservemos la conciencia clara, y que por una misericordia mal entendida, no acabemos justificando el mal. Ciertamente, el Señor es misericordioso, y todo pecado puede ser perdonado. Ciertamente nadie puede juzgar a su hermano. Pero debemos evitar justificar lo injustificable. O ante una infidelidad personal, caer en la fácil coartada de criticar a la institución.
El celibato, ¿una trampa?
Cada vez que un sacerdote viola su promesa de celibato, parece que toda la Iglesia jerárquica es llevada al "banquillo" del acusado, como si él hubiera llegado a esa situación forzado por oscuros intereses de una estructura de poder. ¿Es el celibato una trampa? De ninguna manera. Nosotros, de forma absolutamente libre, hemos abrazado el celibato no como un requisito formal, porque "no quedaba otra", sino porque nos sentíamos llamados por Cristo a dedicarle nuestra vida entera. Éramos plenamente conscientes de que esa radicalidad implicaba la renuncia a formar una familia. Y todo el proceso ha sido cuidadosamente acompañado por la Iglesia Madre.
El sacerdote, siempre discípulo.
¿Por qué suceden las infidelidades? Porque como elegidos "llevamos este tesoro en recipientes de barro" (2 Cor 4,7) Porque la fidelidad es una gracia. En otras palabras: aquellos que hemos sido consagrados por el sacramento del Orden, continuamos siendo, esencialmente, discípulos. Aunque muchas veces debamos actuar "en persona de Cristo Cabeza", debamos enseñar con autoridad y debamos ser pastores del rebaño. Seguimos siendo niños pequeños, infantes que no saben sino balbucir el nombre de Dios, y que estamos recién aprendiendo nuestras primeras lecciones. Somos ovejas, que más que ninguna otra necesitamos escuchar la Palabra del Buen Pastor y dejarnos guiar por él. La Iglesia ha elaborado una doctrina muy profunda y amplia sobre los medios de santificación del sacerdote: la lectura orante y la predicación de la Palabra de Dios; la celebración gozosa de la Eucaristía y de toda la liturgia; el servicio fiel, paciente y generoso a los fieles, sobre todo a los pobres y enfermos y la devoción tierna a María Santísima...
El pastor necesita de las ovejas...
Pero aún más. Por esta debilidad congénita en nosotros, necesitamos del apoyo y sobre todo de la oración de los fieles. En uno de sus libros, el Cardenal Ratzinger recordaba su ordenación sacerdotal y episcopal. Y decía que "Mientras los candidatos a la ordenación se postran rostro en tierra, toda la comunidad reunida canta la letanía de los santos. (...) Fue para mí maravillosamente consolador sentir a la Iglesia en oración, que invocaba a todos los santos, sentir que la oración de la Iglesia me envolvía y me abrazaba físicamente. En la propia incapacidad, que debía expresarse corporalmente en el estar postrado, esta oración, esta presencia de todos los santos, de los vivos y de los difuntos, esta una fuerza maravillosa y sólo ella podía confortarme." Para ser fiel, el sacerdote debe permanecer siempre, hasta el fin de su vida, espiritualmente postrado en tierra, consciente de su fragilidad y de su nada para asumir la misión. Y sigue necesitando, mucho más aún que en el día de su ordenación, de la oración y del apoyo de los demás cristianos.
¿Un año sacerdotal?
Ese es el sentido del año sacerdotal convocado por el Santo Padre. Su lema es sugerente: "Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote". Se pide a los fieles intensificar la oración por los sacerdotes, a que los abracen y envuelvan con sus plegarias, para que puedan ser fieles al llamado recibido. Es también muy sugerente la ocasión de la convocatoria del año sacerdotal: los 150 años de la muerte del Santo Cura de Ars. Cuando la sociedad quiere mirar y juzgar al sacerdote desde los modelos de liderazgo humanos actuales, como si fuera un manager o un dirigente social, el Papa vuelve a proponernos a este humilde sacerdote como modelo ¿Qué hizo de particular el Santo Cura de Ars? Fue cura, se entregó sin reservas a su vocación. Otros santos sacerdotes han pasado a la historia como grandes fundadores, como teólogos o filósofos brillantes, como renovadores de la vida y la disciplina de la Iglesia, etc. El Cura de Ars se pasó la vida en oración y penitencia, en un pueblito pequeño, sin brillo, confesando durante días enteros, sin descansar. Fue fiel, en el sentido más profundo de la palabra. Su figura parecía humanamente insignificante: sin embargo, por su gran humildad y disponibilidad, el Señor obró maravillas. Que este Año Sacerdotal, bajo la protección de María, formadora del Sumo y eterno sacerdote, nos permita renovarnos en la fidelidad de nuestro discipulado.
El encuentro de Aparecida nos ha ayudado a ver con más claridad qué significa ser discípulo. En el documento ocupa un lugar especial lo referente a los presbíteros como discípulos misioneros. El discipulado de estos miembros de la Iglesia reviste una gran importancia para la vida de la Iglesia. De su fidelidad depende, en gran medida, la fidelidad del pueblo de Dios y la vitalidad de la Iglesia misionera.
¿Crisis de fidelidad?
En los tiempos que corren, y particularmente en estos primeros meses del 2009, los MCS han insistido en mostrar una extendida "crisis" en los presbíteros de la Iglesia. Lamentablemente esa "sensación" se ha extendido por todas partes, y ha golpeado fuertemente la fe de muchos creyentes sencillos. Ante esto me parece que es importante tener en claro algunas cuestiones: Es verdad que algunos de los casos "mediatizados" son auténticos; pero es es injusto e infundado afirmar que todo el clero esté en crisis y es un hecho -reconocido por los obispos en Aparecida- que la mayor parte de los sacerdotes son sustancialmente fieles. Con nuestras debilidades y pecados personales, como todo mortal. Pero fieles al fin, intentando vivir cada día nuestra vocación.
¿Qué actitud tomar?
Ante esa situación ambigua -a la que seguramente todos hemos dedicado una o más charlas con nuestra familia o amigos-, nos preguntamo: ¿cuál es la actitud correcta ante las caídas de quienes deben ser, “imágenes del Buen Pastor"? Cada pecado grave es una ofensa en cierto modo infinita, porque atenta contra el amor infinito de Dios. Por eso debemos sufrir, nos debe doler a todos. Porque además de lastimar el Corazón de Cristo, ese pecado hiere a toda la Iglesia, la debilita. Es necesario que conservemos la conciencia clara, y que por una misericordia mal entendida, no acabemos justificando el mal. Ciertamente, el Señor es misericordioso, y todo pecado puede ser perdonado. Ciertamente nadie puede juzgar a su hermano. Pero debemos evitar justificar lo injustificable. O ante una infidelidad personal, caer en la fácil coartada de criticar a la institución.
El celibato, ¿una trampa?
Cada vez que un sacerdote viola su promesa de celibato, parece que toda la Iglesia jerárquica es llevada al "banquillo" del acusado, como si él hubiera llegado a esa situación forzado por oscuros intereses de una estructura de poder. ¿Es el celibato una trampa? De ninguna manera. Nosotros, de forma absolutamente libre, hemos abrazado el celibato no como un requisito formal, porque "no quedaba otra", sino porque nos sentíamos llamados por Cristo a dedicarle nuestra vida entera. Éramos plenamente conscientes de que esa radicalidad implicaba la renuncia a formar una familia. Y todo el proceso ha sido cuidadosamente acompañado por la Iglesia Madre.
El sacerdote, siempre discípulo.
¿Por qué suceden las infidelidades? Porque como elegidos "llevamos este tesoro en recipientes de barro" (2 Cor 4,7) Porque la fidelidad es una gracia. En otras palabras: aquellos que hemos sido consagrados por el sacramento del Orden, continuamos siendo, esencialmente, discípulos. Aunque muchas veces debamos actuar "en persona de Cristo Cabeza", debamos enseñar con autoridad y debamos ser pastores del rebaño. Seguimos siendo niños pequeños, infantes que no saben sino balbucir el nombre de Dios, y que estamos recién aprendiendo nuestras primeras lecciones. Somos ovejas, que más que ninguna otra necesitamos escuchar la Palabra del Buen Pastor y dejarnos guiar por él. La Iglesia ha elaborado una doctrina muy profunda y amplia sobre los medios de santificación del sacerdote: la lectura orante y la predicación de la Palabra de Dios; la celebración gozosa de la Eucaristía y de toda la liturgia; el servicio fiel, paciente y generoso a los fieles, sobre todo a los pobres y enfermos y la devoción tierna a María Santísima...
El pastor necesita de las ovejas...
Pero aún más. Por esta debilidad congénita en nosotros, necesitamos del apoyo y sobre todo de la oración de los fieles. En uno de sus libros, el Cardenal Ratzinger recordaba su ordenación sacerdotal y episcopal. Y decía que "Mientras los candidatos a la ordenación se postran rostro en tierra, toda la comunidad reunida canta la letanía de los santos. (...) Fue para mí maravillosamente consolador sentir a la Iglesia en oración, que invocaba a todos los santos, sentir que la oración de la Iglesia me envolvía y me abrazaba físicamente. En la propia incapacidad, que debía expresarse corporalmente en el estar postrado, esta oración, esta presencia de todos los santos, de los vivos y de los difuntos, esta una fuerza maravillosa y sólo ella podía confortarme." Para ser fiel, el sacerdote debe permanecer siempre, hasta el fin de su vida, espiritualmente postrado en tierra, consciente de su fragilidad y de su nada para asumir la misión. Y sigue necesitando, mucho más aún que en el día de su ordenación, de la oración y del apoyo de los demás cristianos.
¿Un año sacerdotal?
Ese es el sentido del año sacerdotal convocado por el Santo Padre. Su lema es sugerente: "Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote". Se pide a los fieles intensificar la oración por los sacerdotes, a que los abracen y envuelvan con sus plegarias, para que puedan ser fieles al llamado recibido. Es también muy sugerente la ocasión de la convocatoria del año sacerdotal: los 150 años de la muerte del Santo Cura de Ars. Cuando la sociedad quiere mirar y juzgar al sacerdote desde los modelos de liderazgo humanos actuales, como si fuera un manager o un dirigente social, el Papa vuelve a proponernos a este humilde sacerdote como modelo ¿Qué hizo de particular el Santo Cura de Ars? Fue cura, se entregó sin reservas a su vocación. Otros santos sacerdotes han pasado a la historia como grandes fundadores, como teólogos o filósofos brillantes, como renovadores de la vida y la disciplina de la Iglesia, etc. El Cura de Ars se pasó la vida en oración y penitencia, en un pueblito pequeño, sin brillo, confesando durante días enteros, sin descansar. Fue fiel, en el sentido más profundo de la palabra. Su figura parecía humanamente insignificante: sin embargo, por su gran humildad y disponibilidad, el Señor obró maravillas. Que este Año Sacerdotal, bajo la protección de María, formadora del Sumo y eterno sacerdote, nos permita renovarnos en la fidelidad de nuestro discipulado.
Muy lindo artículo.
ResponderEliminarRezaré por vos y tus "colegas".
Matías.
sobre Brochero tiene algo? viví unos años en Córdoba y es un curazo. El P. Carlos Heredia enseñó a muchos a tomarle cariño, llevaba su causa. Y es un cura muy querido allá.
ResponderEliminar1) ¿Podemos o debemos reducir el sacerdocior al celibato)
ResponderEliminar2) ¿Son menos sacerdotes los curas orientales casados?
3)Si algún hermano sacerdote no puede responder al celibato ¿es acusado por el Sanedrín?
4)¿Quién puede tirar la primera piedra?
No se conoce ningún escándalo amoroso de los curas orientales casados.
Esperamos su publicación, ya que es fácil publicar unicamente lo que es grato a nuestros oídos. Quien escribe debe hacerse cargo de lo que dice y sus consecuencias.