Desde hacía un par de semanas venía pensando en peregrinar al Santuario, donde la Virgen del Rosario derrama misericorida para toda la Argentina.
Preparé el auto -gomas, agua, aceite; sólo olvidé lavarlo...-, busqué compañeros de ruta -finalmente Andrés, Efra, Damián y Janet- y estaba todo listo. Partimos con un frío realmente polar, el 9 de julio, a las 6:10. Todo estaba preparado para que fuera un día de intimidad con María, de renovación de alianzas y propósitos. Me puse la sotana nueva, porque era día de fiesta espiritual.
Alrededor de las 10:00 divisamos la cúpula que año tras años cobija millones -sí, millones- de peregrinos. Y a las 10:10 ingresamos al santuario. ¡María estaba coronada! Su hermosa diadema es un símbolo del amor de sus hijos de Argentina.
Me puse bien cerquita de la imagen, recé hora intermedia y el Oficio de lectura, y cuando quería disponerme a hacer mi oración mental...
- Padre, me puede bendecir estas medallas?
- Sí, como no, de donde vienen?
- De San Miguel, provincia de Buenos Aires...
Tracé la señal de la Cruz pidiendo bendiciones para objetos y personas. Me disponía a volver a rezar, pero ya era tarde... Uno tras otro, solos o en grupo, familias con niños -y hasta con un gato en la campera- comenzaron a pedirme su bendición. Sólo un instante retomaba mi oración, y otra vez...
Así, con alguna confesión incluida, llegamos a la Santa Misa, con la emoción de ver el templo con muchos fieles, con la alegría infantil de celebrar con ornamentos celestes, siempre sintiendo la presencia de la Madre. Y luego nuevamente; bendiciones de medallas, rosarios, llaves de autos y casas, niños en brazos, familas completas. De Ballester, de Rosario, de Río Cuarto, de Belgrano... Dentro del Templo y fuera de él, en la santería, en el atrio del Santuario, en la calle antes de subir al auto...
En el camino, y una vez de regreso, sentía y renovaba interiormente mi fe en el misterio del Sacerdocio. ¿Qué otra explicación puede tener esa avalancha de fieles en torno a alguien a quien nunca han visto, sino la fe, todavía arraigada, en el sacerdote, en el poder sagrado del sacerdocio cristiano?
¡Gracias, Señor, por el don del sacerdocio! ¡Gracias porque, aunque muchas veces puede parecer que estamos de más, nos renovás en la certeza de que somos necesarios! Porque el mundo necesita tu presencia. ¡Porque nuestras manos son tus manos, nuestra voz es tu voz, nuestros pies los tuyos! ¡Haz que siempre seamos fieles a semejante dignación de tu amor!
Preparé el auto -gomas, agua, aceite; sólo olvidé lavarlo...-, busqué compañeros de ruta -finalmente Andrés, Efra, Damián y Janet- y estaba todo listo. Partimos con un frío realmente polar, el 9 de julio, a las 6:10. Todo estaba preparado para que fuera un día de intimidad con María, de renovación de alianzas y propósitos. Me puse la sotana nueva, porque era día de fiesta espiritual.
Alrededor de las 10:00 divisamos la cúpula que año tras años cobija millones -sí, millones- de peregrinos. Y a las 10:10 ingresamos al santuario. ¡María estaba coronada! Su hermosa diadema es un símbolo del amor de sus hijos de Argentina.
Me puse bien cerquita de la imagen, recé hora intermedia y el Oficio de lectura, y cuando quería disponerme a hacer mi oración mental...
- Padre, me puede bendecir estas medallas?
- Sí, como no, de donde vienen?
- De San Miguel, provincia de Buenos Aires...
Tracé la señal de la Cruz pidiendo bendiciones para objetos y personas. Me disponía a volver a rezar, pero ya era tarde... Uno tras otro, solos o en grupo, familias con niños -y hasta con un gato en la campera- comenzaron a pedirme su bendición. Sólo un instante retomaba mi oración, y otra vez...
Así, con alguna confesión incluida, llegamos a la Santa Misa, con la emoción de ver el templo con muchos fieles, con la alegría infantil de celebrar con ornamentos celestes, siempre sintiendo la presencia de la Madre. Y luego nuevamente; bendiciones de medallas, rosarios, llaves de autos y casas, niños en brazos, familas completas. De Ballester, de Rosario, de Río Cuarto, de Belgrano... Dentro del Templo y fuera de él, en la santería, en el atrio del Santuario, en la calle antes de subir al auto...
En el camino, y una vez de regreso, sentía y renovaba interiormente mi fe en el misterio del Sacerdocio. ¿Qué otra explicación puede tener esa avalancha de fieles en torno a alguien a quien nunca han visto, sino la fe, todavía arraigada, en el sacerdote, en el poder sagrado del sacerdocio cristiano?
¡Gracias, Señor, por el don del sacerdocio! ¡Gracias porque, aunque muchas veces puede parecer que estamos de más, nos renovás en la certeza de que somos necesarios! Porque el mundo necesita tu presencia. ¡Porque nuestras manos son tus manos, nuestra voz es tu voz, nuestros pies los tuyos! ¡Haz que siempre seamos fieles a semejante dignación de tu amor!
"Agradeceré eternamente el don del sacerdocio"
Leo: te puedo asegurar que si no fuera por la sotana muchos hubieran pasado a tu lado sin siquiera percatarse que estaban frente a un cura. En nuestra sociedad, "el hábito hace al monje", y pienso que el llevarlo, te distingue y te compromete aun mas. Muchos "colegas" tuyos han optado por no usarla, tal vez, queriendo achicar la distancia que los separa de los laicos...
ResponderEliminarPero siempre me acuerdo de mis sobrinas, que cuando me vestia con tacos y me pintaba, em decian "Tía: te vestiste de profesora" y yo siempre lo era... pero la apariencia cuenta (y mucho)
De esta pequeña anécdota que has contado, se pueden extraer muchas reflexiones...Asi que, ¡a seguir con la sotana! (a pesar del trabajo que nos da lavarla y plancharla!!!!!!!!!!!)MARÍA
Jesús bendiga el hermoso don de tu sacerdocio.
ResponderEliminarSacerdote,
admirable servidor del Señor,
el Señor mismo en nuestras vidas,
bendice tu andar y tu camino al pasar;
reconforta, pastor fiel,
con tus santas manos la vida de tus ovejas;
transforma para nosotros
el pan en Vida.
Sacerdote, Jesús te bendiga.
Para vos, Leandro, en este Año Sacerdotal.
Un abrazo!!!
Matías.
...No se puede rezar...todo fue oración Padre.
ResponderEliminar"LO TOMÓ, LO BENDIJO, LO PARTIÓ Y LO DIÓ." Aquí está su deseo. Y así será cada día se está cumpliendo. Gracias por su testimonio, por ser sacerdote... demos gracias a Dios. Unidos en oración y Eucaristia hasta el cielo.
Me alegra mucho tu comentario "Padre", cuando leí el título, pensé "Sonamos también a San Nicolás llegó la gripe PORCINA", y a poco que fuí leyendo me dí cuenta que el espíritu de aquellos pagos es muy distinto al de los de acá. Otra cosita... que interesante sería conocer las consecuencias mediatas de tantas bendiciones, a cuantos llegará indirectamente todos éstos "oficios", Un abrazo.
ResponderEliminarpadre: por favor no haga caso a las criticas destructivas de esos que le dicen que cunta lo que hace por orgullo o vanagloria.No se enciende una lampara para esconderla debajo de la cama, contar lo que hace es mostra la luz de Cristo en su vida ya que sus lectores sabemos que sin JESÚS sin la fuerza del ESPIRITU SANTO nada bueno podemos.a mí me hizo muy bien hace 20 años atras ver lo que hacia un sacerdote y un grupo de jovenes, pues yo estaba en el mundo y creia que todo estaba perdido,asi que ver a otra gente que vivia de manera diferente me ayudo a cambiar de vida y la magdalena encontrada en fragante adulterio a travez de ese sacerdote vio a JESúS que me dijo yo te perdono vete y no peques más. Hay muchas magdalenas esperando ver a JESÚS. Asi que sigue mostrando la luz de CRISTO. y que el que este libre de pecado tire la primera piedra.
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