
La imagen que acompaña el texto es la Virgen del Rosario de la capilla del Espinillo, la más hermosa que conozco.
PARANÁ PROCLAMA SU FIDELIDAD
A LA SANTÍSIMA VIRGEN DEL ROSARIO
ARZOBISPO. — Hijos de Paraná: Dios tiene un especial designio sobre cada pue-blo, y manifiesta su designio por una gracia singular, otorgada para siempre y ratificada al paso de las generaciones sucesivas.
Hombres, mujeres y niños: sois el presente y lleváis en vosotros el pasado y el fu-turo. Pulsad el alma de ayer, escuchad a las gene-raciones que os han precedido. ¿Cuál es el signo especial del amor de Dios, la gracia singular enclavada en el corazón de la historia de Paraná y transmitida, como fuego sagrado, de generación en generación?
FIELES. — Esa gracia singular de Dios tiene un nombre: la Santí-sima Virgen del Rosario. Ella nos ha precedido en la historia.
— Junto a Ella nació Paraná; — por eso nació cristiana, — hija de Dios. — Es el al-ma viviente de nuestro pueblo — hace más de dos centurias. — De los brotes de su es-tirpe —surgieron hombres y mujeres — de vigor audaz y de temple heroico — que di-jeron Sí a Dios — y con Él a las exigencias de los hombres y del tiempo.
Esta fuente de vida — no se agota. — La Ciudad de hoy quiere ser fiel al tiempo — y sabe que de esta fidelidad — surgirá la Ciudad nueva de mañana.
He aquí nuestra historia, -divina y humana, -visible e invisible. -Historia vivida, - más que escrita, - a la sombra de la Madre. - Todo pasó por manos de María – y todo volvió hacia Ella. - Así fue ayer, así es hoy, - queremos que así sea mañana.
ARZOBISPO. Todo os vino de María, todo os vino por María. Entre todos estos bie-nes ¿cuál es el mayor para vosotros, aquel que preferís a la misma vida?
FIELES. El Don divino de la Fe. Por eso proclamamos que Paraná nació cristiana. - La Fe hizo brotar en nosotros - el manantial de la Vida eterna. - Nacidos con Cristo de María - somos de la raza de Dios, - somos de su estirpe. - Queremos vivir de la Fe – y a su luz - porque ansiamos y debemos ser - luz para todos los hombres.
ARZOBISPO. — ¿De dónde nace y en qué consiste vuestra Fe?
FIELES. — Nuestra Fe es Cristo, — está enraizada en Él. — Queremos encarnar en nosotros — su Palabra, — su Vida — y el mensaje de su vida. — Queremos vivir este compromiso — en lo más profundo de nuestro ser, allí, en la profundidad del corazón, — donde el yo del hombre se enfrenta total y solo — al Dios que le habla — y que lo busca.
Pero luego queremos proyectar la Fe en toda nuestra vida, —en el deber de cada día, — en el trabajo, — en la vida familiar, — en las relaciones con cada hermano, — en el compromiso leal y noble con la Ciudad temporal.
Quisiéramos hacer visible en nosotros — al Dios invisible. —Quisiéramos vivir en plenitud — el hombre nuevo, — obra de la gracia, — y respuesta personal al Dios que llama — y santifica.
ARZOBISPO — ¿Y con qué contáis para presentaros al mundo y a los hombres co-mo realizadores del hombre nuevo y de la nueva Ciudad?
FIELES — Somos pecadores y somos de barro. — Pero somos hijos de María Santí-sima, — la Mujer Fuerte, — la Mujer Pura, — la Rea-lizadora del plan de Dios, — la Luchadora invicta contra el demonio y el pecado. — Quien plasmó a Cristo — puede plasmar a un hombre nuevo, — un mundo nuevo.
Nuestra fuerza nos viene de Cristo y de su Madre. — Nos ali-mentamos con Pan del cielo que hace fuertes — y bebemos Sangre que engendra Santos.
ARZOBISPO. — Hijos de Paraná, hilos de la Virgen del Rosario, sois hijos de la Iglesia, sois también Iglesia. ¿Dc qué modo vivís y sentís este Misterio?
FIELES. — Somos Iglesia porque estamos en Cristo. — El aliento sobrenatural de la gracia — nos hace vivir en comunión con la Jerarquía — y con nuestros hermanos — en comunión con Pedro y en Comunión con los Obispos. — Somos de ayer, — Somos de hoy —y somos de mañana. — Somos del tiempo — y somos de la eter-nidad. — Somos hijos de Dios, — congregados en pueblo — que quiere vivir su misión humana — y su vocación cristiana.
ARZOBISPO. — Hijos de Paraná; dentro de unas horas por nuestras calles y por nuestras rutas solo se oirá el silencio. ¿Este vuestro día acaba hoy?
FIELES. — Nuestro día acaba en la eternidad. — Hoy recomienza, —como quien toma aliento, — para que en él realicemos, — durante nuestra peregrinación hacia la Patria, — dos concretos compromi-sos: — hacer amar al Dios que nos ama — y santi-ficar nuestros hogares.
El día de Paraná, — el gran día, — comienza hoy. — Nuestra meta está fijada.
ARZOBISPO. — ¿Y cómo haréis amar al Dios que os ama?
FIELES. — Amando nosotros. El mundo y los hombres — reconoce-rán al Dios que es Amor — si nosotros amamos al modo de Dios: - dándolo todo.
Queremos educarnos en la ley del amor — y en la ley del ser-vicio. — La prueba más grande del amor — es dar la vida. —Queremos aprender a darla, — gota a gota, — por Dios y por los hombres. — Creemos en la fuerza Omnipotente del amor.
ARZOBISPO. — ¿Y cómo santificaréis los hogares si éstos están cru-jiendo por la acción coaligada del mal?
FIELES. — El arma siempre victoriosa es el Santo Rosario. — Gracias a él — nues-tros hogares podrán convertirse — en anticipos del hogar del cielo.
ARZOBISPO. — ¿Y por qué el Rosario?
FIELES. — El Rosario es el poema — del amor divino por el hombre. — Es la gesta del Hijo de Dios, — peregrino sobre el mundo, — a través de una vida de familia. — Un matrimonio, — un Hijo, — un humilde hogar. — Trabajo, — sacrificio, — ora-ción, — comunión de almas, — paz, — alegría, — don recíproco del uno al otro, —silenciosamente, con los hechos.
Por medio del Rosario — queremos descubrir a nuestra generación — perpleja y destrozada — por un mundo contradictorio, —que hay un oasis siempre a mano — pa-ra restaurar el alma — y retomar el camino de las cumbres. — Este oasis es la oración. —Queremos aprender a orar y enseñar a orar. — Será nuestro mejor aporte a la salva-ción del mundo.
ARZOBISPO. — hijos de Paraná: el tiempo va a detenerse un instante. Tomad el co-razón en las manos, y con la magnanimidad propia de los hijos de Dios, preguntaos y responded: ¿Qué cosa grande queréis hacer por la Santísima Virgen del Rosario?
FIELES. - Una sola cosa. — En nombre del pasado, — del presente, — y del futuro — queremos sellar un Pacto eterno de amor. — Ella es nuestra. Nosotros somos suyos. — Todo lo nuestro es de Ella. —Todo lo de Ella es nuestro.
Del modo más real y absoluto — le consagramos nuestras per-sonas, — nuestras familias, — nuestras empresas, — nuestra vida — y nuestra muerte. — Al decirle Re-ina y Madre le decimos todo.
ARZOBISPO. — Hijos de Paraná: vuestras palabras valen lo que valéis vosotros. No están escritas sobre arena. Son irrevocables, son sagradas. Pero permitidme, como Pas-tor y Padre como puente entre María Santísima y vosotros, que os pregunte: En nombre de las generaciones todas. ¿queréis como Reina y Madre a la Santísima Virgen del Ro-sario?
FIELES. — Sí, la queremos.
ARZOBISPO. — ¿La juráis como Reina, como Patrona y corno Madre?
FIELES. — Sí, la juramos.
ARZOBISPO. — ¿Juráis educar a vuestros hijos, y a los hijos de vuestros hijos un apasionado amor por María Santísima?
FIELES. — Sí, lo juramos.
ARZOBISPO. — Hijos de Paraná, hijos de la Santísima Virgen del Rosario, hijos de Dios: vuestra Fe regocija el cielo y vuestro amor sacude el corazón del mismo Dios y de María, su bienamada. Toda alianza, todo pacto debe ser firmado. ¿Cuál es la firma de vuestro pacto, de vuestra alianza con la Virgen del Rosario?
FIELES. — Nuestra firma es la Corona que sobre su frente pone nuestro amor filial. Así sea.