I.
Me
sorprendió muchísimo: el año de la Fe acaba de empezar, esperaba ansioso su
encíclica sobre la Fe para “devorarla” como a sus libros sobre Jesús de Nazareth
o sus homilías de Navidad, la JMJ estaba a la vuelta de la esquina… nada
parecía indicar cercana esta decisión.
II.
Me
provocó una enorme emoción: que disimulé completamente, je. Estábamos con el
padre "Coco Folonier" y –como siempre- hicimos comentarios agudos sobre la
realidad eclesial y varios chistes… Pero eran solo maneras de atenuar y “disfrazar”
la tristeza por su próxima ausencia al frente de la barca de Pedro. Como
sacerdote, su testimonio de fidelidad a la misión es impecable y me marca
profundamente.
III.
Me
produjo una inmensa admiración: otra vez este hombre –uno de nosotros, uno
como nosotros, aunque excepcional- nos ha dado una lección. Mejor dicho, unas
cuantas lecciones:
a) Una
lección de realismo: siente que ya no tiene fuerzas, y prefiere dejar
el lugar a otro.
b) Una
lección de fe: porque tomó la decisión ante Dios, examinando su
conciencia, y no ante los hombres.
c) Una
lección de humildad: porque nunca se creyó el “salvador”, porque
siempre tuvo claro que el que conducía a la Iglesia era Otro, no él.
d) Una
lección de confianza en la Providencia: porque sabe que “el poder de la
muerte no prevalecerá” contra la Iglesia, y que Dios enviará el Pontífice que
la Iglesia necesita en este tiempo.
IV.
Me dejó
una gran serenidad: porque, aunque admiro profundamente a Benedicto, y he
disfrutado de cada cosa suya que he leído, y me siento identificado
profundamente con su manera de ejercer el ministerio petrino, creo
firmemente, sé, estoy convencido, tengo la absoluta confianza, descanso
tranquilo en la certeza de que el Papa que venga –por quien ya
comenzamos a gritar “¡Viva el Papa!”- será para nosotros el dulce Cristo en la
Tierra.
V.
Me quedé
recordando algunas de las cosas más importantes que, en mi vida sacerdotal, me ha dejado Benedicto: y enumero las cinco que recuerdo ahora.
No es un análisis de su pontificado –que, obviamente, soy incapaz de hacer-
sino una enumeración de las cosas que no olvidaré:
a) Su predicación: Profunda y clara. Fiel
a la Escritura y enriquecida con los Padres de la Iglesia y las símbolos de la Liturgia. Completamente sobrenatural y a la vez en diálogo con la problemática
del hombre de hoy. Creo que leeremos y meditaremos sus homilías y discursos
durante siglos.
b) La “reforma de la reforma litúrgica”:
continuando con su tarea como profesor y teólogo, nos ha dejado una manera de
percibir y celebrar la Liturgia que nos permite adentrarnos anticipadamente en
la Liturgia celestial.
c) La “hermenéutica de la continuidad”:
Benedicto ha encontrado –a mi entender- una manera enormemente acertada de
hablar del Concilio, en exacto equilibrio entre visiones extremas -y por lo
tanto parciales-, que tanto han dañado a la Iglesia.
d) Su actitud ante los escándalos en la
Iglesia: hombre bondadoso y sereno, no le "tembló el pulso" para procurar la
purificación de la Iglesia. Su política de “tolerancia cero” –en continuidad
con la de los últimos años de pontificado de Juan Pablo II- ha dado y seguirá
dando frutos en la Iglesia.
e) Sus libros sobre Jesús: Aún cuando no
sean Magisterio, han sido un regalo para la Iglesia. Sobre todo porque con
palabra críticamente fundamentada, sentido común y fe sencilla, ha hecho frente –Dios
quiera de que manera definitiva- a todos los que han puesto en cuestión la
historicidad de los Evangelios.
f) Su titánico esfuerzo por la unidad de la
Iglesia: que lo llevó a realizar muchos gestos incomprendidos. Buscó tender puentes, dar la mano, abrir la puerta en todas
las direcciones, manteniendo a la vez la fidelidad a la verdad que nos viene de
Jesús.
VI.
Me
produce bastante gracia la manera de abordar el tema en algunos medios de comunicación.
Parecen ser incapaces de aceptar que alguien “encumbrado” en la cima de una
institución bimilenaria y con más de mil millones de fieles –al que, según
ellos, arribó con ansias de poder y dominio- dé un paso al costado. Me da
gracia que, en general, en lugar de rendirse y reconocer la grandeza del gesto,
busquen por todos los medios razones ocultas e inventen intrigas…
VII. Y me
invita a rezar más por la Iglesia: mañana empezamos la Cuaresma. Todo este
tiempo estará marcado por la oración y la espera de la llegada del nuevo
sucesor de Pedro. Seguramente surgirán voces encontradas, se ventilarán
supuestas o verdaderas rivalidades intraeclesiales, los medios de comunicación
montarán el “circo” con el que rodean tantas otras sucesiones seculares…
Quiera el Señor que en estos días penitenciales, en los que se hablará más de la Iglesia, cada uno de los creyentes aprovechemos para conocerla mejor, para interiorizarnos en su historia, para comprometernos en su edificación.
Que el Espíritu Santo, cuya representación se encuentra en un lugar privilegiado en la Basílica San Pedro, asista a los Cardenales y al nuevo Pontífice.
Que la Dulce Madre de la Iglesia consuele y dé reposo a Joseph, (a quien durante estos años llamamos Benedicto) en recompensa por su generoso servicio.
Quiera el Señor que en estos días penitenciales, en los que se hablará más de la Iglesia, cada uno de los creyentes aprovechemos para conocerla mejor, para interiorizarnos en su historia, para comprometernos en su edificación.
Que el Espíritu Santo, cuya representación se encuentra en un lugar privilegiado en la Basílica San Pedro, asista a los Cardenales y al nuevo Pontífice.
Que la Dulce Madre de la Iglesia consuele y dé reposo a Joseph, (a quien durante estos años llamamos Benedicto) en recompensa por su generoso servicio.
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