lunes, 31 de diciembre de 2012

¿Qué decís cuando decís "Feliz Año Nuevo"?



Hoy pensaba: todos nos saludamos diciendo “Feliz año Nuevo”.
¿Qué quiere decir la frase?
Año: todos sabemos lo que es, es un período de tiempo compuesto de 365 días. Como aprendimos en la escuela, lo que tarda la tierra en dar vuelta alrededor del Sol…
Nuevo: significa que todavía no ocurrió. Que es inédito. Que se va a dar por primera y única vez en nuestra historia personal.
La palabra más complicada de la frase es, sin duda, “Feliz”. Porque hay casi tantas maneras de entender la felicidad como personas sobre la faz de la tierra.
Ahora, me pregunto, ¿podemos encontrar UN sentido verdadero del adjetivo “Feliz” válido para todos? ¿Existe una felicidad igual para cada ser humano, algo que sea capaz de colmar esa sed infinita que habita en cada corazón?

Yo creo que SÍ. Porque aunque seamos diferentes, compartimos una misma naturaleza humana: somos hermanos, nos une un origen y destino común.
Aclaro que esto no lo digo solo por lo que estudié -lo que me enseñó el p. Hernán en Antropología y Etica, por ejemplo- , o por lo que nos enseña el Magisterio.
Además de saberlo y creerlo por eso, lo SE por mi pobre y pequeña experiencia.

Y entonces, cuando les deseo un FELIZ Año Nuevo yo les quiero desear un año en el que puedan vivir en el Amor. Un año es feliz no por los logros académicos o deportivo, ni por el progreso económico, ni siquiera solamente por tener salud.
Un año es feliz, un hombre es feliz cuando AMA y es AMADO. Solo en el Amor alcanzamos nuestra plenitud. En el Amor dado y en el Amor recibido: ahí está la felicidad. Vas a ser feliz si encontrás personas que te digan y hagan sentir: sos valioso para mí, sos importante. Vas a ser feliz si procurás hacer feliz a otros, amándolos, haciéndoles percibir con claridad que son alguien para vos, y ayudándolos a crecer.

Pero permítanme dar un paso más: yo, Leandro Bonnin, quiero gritar a los cuatro vientos que sólo podemos ser verdaderamente felices CUANDO ENCONTRAMOS A DIOS. Porque todos los afectos humanos son inestables, inconstantes. Solo el de Dios es un “amor indestructible” (Benedicto XVI). Porque en última instancia, todos los amores humanos legítimos –de amistad, familiares, conyugales- tienen el límite inexorable de la muerte. Y la sola certeza de algún día no contar con ellos es suficiente para que esa felicidad sea imperfecta, y por lo tanto, no-felicidad…
Solo el amor de Dios es eterno. Sólo él trasciende las fronteras de la Muerte. Solo el Amor de Dios revelado en Cristo se nos muestra como una aventura infinita, como una certeza inconmovible, “inoxidable”. Un amor que, siendo eterno e infinito, se hace concreto y accesible a nosotros en la Iglesia, a través de la Palabra y los sacramentos.
Y si nos atenemos al amor que hemos de dar, estoy convencido de que sólo en Dios nuestro corazón puede purificarse, para hacerse capaz de amar de verdad. Solo en la Gracia de Jesucristo y en su Ley somos educados y transformados para amar de verdad, sin ilusiones, con fidelidad y constancia.

Cuando te deseo un Feliz Año nuevo, entonces, te deseo que te encuentres y permanezcas en el Amor, que es Dios, Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Que te dejes envolver y sostener por ese Amor, arrastrar y transformar por Él, y te animes a embarcarte en la aventura de la santidad cristiana, que comienza en este mundo y acaba en la Vida Eterna.
Que en el Corazón de la Madre de Dios puedas aprender todo esto en el 2013.

martes, 18 de diciembre de 2012

7 consejos para preparar mejor la Misa de cada domingo.



Muchas veces me he preguntado por qué la Eucaristía, el gran Sacramento, no nos santifica como debiera. Por qué después de celebrar tantas y de participar de tantas otras, uno sigue siendo tan pecador…
Una de las razones es, a mi entender, que no nos preparamos bien. Y por lo tanto, se nos “escapan” muchas gracias que el Señor quiere derramar en nuestro corazón.
Aquí les doy algunos consejos, madurados desde mi “observatorio” preferido (el confesionario, je)  sobre qué cosas hacer y cuáles evitar –a mi entender- para vivir mejor la Misa.
Es cierto que todo esto es difícil para quienes tienen, por ejemplo, hijos pequeños. Pero no dejo de proponerlo como sugerencias útiles para que, cada cual a medida de sus posibilidades, pueda “probar”… ¡después me cuentan!

1.       Prepará la Misa desde tu casa: en lo posible, tratá en algún momento  de leer el Evangelio y mejor todas las lecturas que se proclamarán en la celebración comunitaria. Eso preparará tu corazón para ser más receptivo. Evitá las peleas o discusiones antes de venir a celebrar. Evitá en lo posible venir a Misa desde actividades que te hayan conducido a la euforia o la exaltación. Tratá de que tu día confluya hacia la celebración como el río desagua, serenamente, en el mar.

2.       Llegá temprano: es bueno que tengas por lo menos 5 minutos de recogimiento antes de la celebración. Para dejar a los pies del Señor todas tus preocupaciones e inquietudes. Y para entrar en clima de oración, dejando detrás el ruido de la ciudad, de la televisión, de la radio, de la música… Evitá salir de tu casa sobre la hora, con la previsible posibilidad de que no encontrés lugar para estacionar, o te encontrés un conocido en la vereda y te demorés, o que llegués casi corriendo y todo agitado y transpirado.

3.       Buscá un lugar donde veás y escuchés bien, buscá un cancionero: la liturgia es sensible, participamos de ella interiormente pero sólo a través de la mediación de los sentidos. Elegí un buen lugar, desde el que podás seguir los ritos y unirte a ellos y desde el que podás escuchar atentamente. Un cancionero te ayudará a seguir los cantos, y no solo los estribillos y la primera estrofa. También y sobre  todo en la liturgia, “el que canta bien, reza dos veces” (san Agustín)

4.       No te pongás a “hacer sociales” antes de Misa: el encuentro con los hermanos en la fe es uno de los valores de la celebración dominical, que no debemos perder, ni siquiera en las grandes ciudades. No obstante, el tiempo y el lugar de este no es antes de la Misa ni dentro del Templo. Si encontrás algún conocido con quien deseés hablar, decile simplemente: “a la salida nos encontramos un ratito”, y en el atrio, aprovechás a “ponerte al día”. De paso, respetarás la oración de los demás.

5.       Poné el celular en total silencio, o mejor, apágalo: la humanidad ha vivido miles de años sin celulares… la tierra  seguirá girando y el sol alumbrando aunque  no atiendas un llamado, o no veas un mensaje al instante. Salvo en caso de situaciones graves –si tienes un familiar muy enfermo, o estás pasando por una situación crítica que necesite atención constante- apagar el celular es decirle al Señor: “esta hora es solo para vos”. Si te animás, también sacate el reloj. La Liturgia debe ser para nosotros anticipar el gran Domingo sin ocaso de la eternidad, una “irrupción de lo eterno” en nuestro tiempo. Es como decirle, con un gesto, “qué bien estamos aquí”.

6.       Arrodillate unos minutos: la Misa, como la Cruz,  es un acto de culto. Si bien, como creaturas, siempre somos mendigos, y vamos, como tales, a pedir, Dios se goza en recibir nuestra pequeño homenaje. Estar de rodillas antes de la Eucaristía te ayudará a no perder de vista que fuiste creado para adorar, y que en la Adoración encuentras tu plenitud.

7.       Preparate junto a la Virgen María: el Santo Rosario, con su ritmo y por su carácter contemplativo, te ayudará a ir dejando tu vida ante el Señor. Pedile a María que te muestre a su Hijo, que te dé sus mismas disposiciones en Nazareth y al pie de la Cruz, porque así vivirás la Misa con plena docilidad a la acción de la Gracia.

domingo, 9 de diciembre de 2012

10 tips para confesarte mejor



1.       Hacé bien el examen de conciencia: tomate por lo menos 5 minutos. Hacelo en clima de oración, invocando al Espíritu Santo y a la Inmaculada. Tratá de pensar en profundidad. Eso sí: cuanto más tiempo dejés pasar, más difícil será recordar. Y puede quedarte alguna falta grave o –quizá sin ser grave- importante que no confieses porque con el paso del tiempo quedó “sepultada” en la conciencia. Por eso: confesate con frecuencia.
2.       Pensá en Cristo Crucificado: mirando al Señor en la Cruz, sus heridas, su Corazón traspasado, vemos lo que es en realidad el pecado. Aunque parezca imposible, tus pecados lastiman a Dios, lo dañan, lo hacen sufrir. En la Cruz encontramos el arrepentimiento.
3.       Confesá tus pecados con simplicidad: evitá el lenguaje rebuscado, los eufemismos. Tratá de ir directo “al grano”, sin dar demasiados rodeos. Eso ayudará también al sacerdote a ver lo esencial, y orientarte correctamente.
4.       Confesá tus pecados siguiendo el orden de los mandamientos: en la vida cristiana, “el orden de los factores altera el producto”. Los mandamientos no tienen un orden aleatorio, sino que es importante valorar nuestra vida moral según esa jerarquía. Algunas veces nos perturba e inquieta un pecado de la “segunda tabla” (los mandamientos del amor al prójimo) hasta tal punto que olvidamos la primera. Pero cuando pensamos, nos damos cuenta que esa falta es consecuencia de haber sido negligentes en nuestra vida con Dios.
5.       Nunca digás: “Yo padre, qué pecado puedo tener, me considero un buen cristiano”: es la frase fatal. Muy parecida a la del fariseo del Evangelio: “te doy gracias, Señor, porque no soy como los demás hombres”. Y ya sabemos cómo volvió el fariseo a su casa… Si no ves pecado en vos, casi seguro es porque no hiciste el examen, o porque tu conciencia está oscurecida o mal formada, o porque el orgullo te hace “impermeable” a la gracia de la contrición…
6.       No le hagás al sacerdote una detallada enumeración de tus buenas acciones: otro error fatal. Jamás empieces tu confesión diciendo: “padre, yo voy siempre a Misa, ayudo a la gente, me llevo bien con mi familia, rezo el Rosario todos los días…” En ese caso, tu lugar no es el confesionario, sino algún retablo donde haya un sitio vacío… Salvo que el sacerdote te pregunte, nunca le digas lo bueno que hacés.
7.       No confesés los pecados ajenos: otro error frecuente. Algunas veces vamos a la confesión angustiados por situaciones dolorosas, y en lugar de contar nuestras caídas, enumeramos detallada y apasionadamente los pecados de nuestros esposos/as, hijos/as, compañeros de trabajo, vecinos, políticos de turno, etc. Además de dedicar tiempo a algo que no forma parte de la esencia de la confesión –y muchas veces eso significa quitárselo a quien viene detrás en la cola- contar todo eso hace que tu culpa se vuelva insignificante, casi un acto de virtud, una reacción necesaria ante tanta maldad acumulada en tu contra…
8.       No minimicés el pecado, ni lo exagerés: la conciencia bien formada, la conciencia delicada –que es una gracia que hay que pedir- está entre dos extremos: la conciencia laxa –que no ve pecado en nada, o que considera leve lo que es grave- y la conciencia escrupulosa –que ve pecado grave cuando es leve, y ve pecado donde no hay. Leé, consultá, pedí la gracia, para caminar en el justo equilibrio, que no es el de la mediocridad, sino el de la santidad.
9.       Evitá mezclar temas que sean para otros momentos: es cierto que no es tan fácil encontrar a los sacerdotes con tiempo, y tal vez por eso, una vez que lo “pescaste” aprovechás a hacer todo junto… pero en principio, lo ideal es separar la confesión de la dirección espiritual o de temas pastorales. Si al terminar tu confesión ves que el sacerdote puede atenderte, decile: “padre, necesito hacerle una consulta…” o bien “necesito hablar con usted, cuando me puede atender”.
10.   Pedí perdón por lo que no te hayas dado cuenta o por si te olvidás de algo: el salmo 50 dice al Señor “absuélveme de lo que se me oculta”. Recordá que hay acciones que muchas veces hacemos sin saber que son pecado. Aún cuando no siempre tengamos responsabilidad moral –si obramos en ignorancia invencible, por ejemplo- esa acción, en cuanto contraria al bien objetivo, no nos plenifica, no nos lleva a Dios. También de ellas y sus efectos necesitamos ser sanados. Y también podemos pedir perdón por aquellas faltas que quizá olvidamos: Él nos conoce mejor que nosotros mismos.

martes, 4 de diciembre de 2012

Santo Rosario de los educadores: misterios gloriosos



Santo Rosario de los educadores
Misterios Gloriosos (miércoles y domingos)

Introducción

Querida Madre:
Dios te ha confiado una misión sublime: ser Madre y Educadora de su Hijo hecho hombre.
También ha querido poner en tus manos a todos los redimidos, haciéndote Madre y educadora nuestra.
Hoy te pedimos que nos ayudes a entrar en comunión con tu Hijo Jesús. Que nos enseñes a rezar. Y que contemplándote a Ti y a tu Divino Hijo, aprendamos las virtudes más importantes para cumplir nuestra propia misión de educar a las nuevas generaciones.

Siempre nos enseñas que reconocer nuestros fallos y pecados es una condición indispensable para rezar bien. Por eso comenzamos este Santo Rosario pidiendo perdón.

Canto
Pésame Dios mío


Primer Misterio
La Resurrección de Jesús

Las mujeres fueron al sepulcro el primer día de la semana, pero lo descubrieron vacío; se encontraron allí con dos hombres vestidos de blanco, que les preguntaron: ¿Por qué buscan entre los muertos al que está Vivo?
Jesús Resucitó al tercer día de su crucifixión, venció a la muerte con Su muerte: nos rescató del pecado, nos devolvió la amistad con Dios... Desde este hecho, todo cambia, tenemos una Esperanza segura: el Señor de la Historia camina Resucitado junto a nosotros, para darnos la verdadera Vida, la que nos hermana a todos: la Vida Eterna en el Amor...

Querida Madre, ayúdanos a tener más fe en la Resurrección de tu Hijo. Que esta Verdad nos ilumine en nuestro trabajo diario: no estamos solos, con Su Presencia Viva en nuestros corazones, también podemos vencer el pecado y llevar Su luz, Su fuerza, Su Misericordia, a las personas que el Buen Dios nos encomienda en la escuela, hasta en los momentos más difíciles. Él nos guía, porque está Vivo. Que nunca perdamos esa fe.

Padrenuestro - 10 Avemarías - Gloria


Segundo Misterio
La Ascensión del Señor

Después de algunas apariciones a sus discípulos, a sus apóstoles, Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania, y elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, fue llevado al Cielo... Los discípulos que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, alabando a Dios... ¿Cómo no alegrarse, ante la confirmación tan clara de la Divinidad del Señor, ante las puertas del Cielo que nos abre la entrega de Jesús por todos nosotros, ante el cumplimiento de las Promesas de Dios? ¿Cómo no alegrarnos nosotros, ante esta prueba tan grande de Amor?

Querida Virgen, te pedimos nos ayudes a convertirnos y nos concedas un corazón alegre y agradecido como el de los apóstoles, que creyeron en la Divinidad de Tu Hijo. Ayúdanos a transmitir a los miembros de nuestra Comunidad educativa la alegría que nace de saber que Dios cumple todas sus promesas, y nos mira como siempre, con ternura y esperando nuestro "sí", que asumamos nuestra misión, desde el Cielo... Ayúdanos a vivir y a sembrar la esperanza en el corazón de todos.

Padrenuestro - 10 Avemarías - Gloria


Tercer Misterio
La Venida del Espíritu Santo en Pentecostés

Reunidos en el mismo lugar, los apóstoles junto a la Virgen vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron sobre ellos: y quedaron llenos del Espíritu Santo. Comenzaron a hablar en distintas lenguas. Ya no tenían miedo, sino un gran ardor en el corazón: Dios Padre y Su Hijo enviaron Su Espíritu para que puedan anunciar la Buena Noticia en todas las lenguas, con toda la fuerza, con profunda fe, hasta donde Dios los lleve.

Virgen María, implora junto a nosotros la venida del Espíritu Santo. Ayúdanos a no olvidar que necesitamos de Su auxilio siempre, y de sus dones, si queremos educar de verdad: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad, Temor de Dios. Querida Madre, tú que fuiste dócil al Espíritu Santo a cada momento, ayúdanos a rogar sus dones a Dios y a ser dóciles a Su acción en nuestras vidas también...

Padrenuestro - 10 Avemarías - Gloria


Cuarto Misterio
La Asunción de la Santísima Virgen

¡La Virgen es llevada en cuerpo y alma al Cielo! La Pascua se realiza plenamente en aquella que fue la morada inmaculada del Rey de los Cielos. Qué consuelo se experimenta, y qué paz hallamos, al refugiarnos en su Corazón Maternal... Contemplamos en este misterio cómo nos abre a la esperanza, a un futuro de Cielo. Nos enseña con claridad cuál es nuestra Casa definitiva, el Corazón de Dios... y cómo habitar en ella: viviendo en comunión con Jesús, atentos a la Voluntad Amorosa del Padre.

Madre, te pedimos poder ver "el fin" al que Dios nos llama, a estar con Él en la Eternidad, como nos mostraste vos con tu vida fiel, orante, haciendo todo lo que Jesús decía. Concédenos la gracia de no perder de vista esta meta tan alta a la que Dios nos invita a nosotros también. Que podamos vivir esta certeza en lo cotidiano de cada día, en cada situación con cada niño, con cada compañero de trabajo, en cada tarea que debamos realizar, en nuestras familias. Que podamos imitar a Jesús y vivir con Él como vos, con la fuerza que nos da el Espíritu Santo.

Padrenuestro - 10 Avemarías - Gloria


Quinto Misterio
La Coronación de la Santísima Virgen como Reina de los Cielos y de la Tierra

Nuestra Madre Inmaculada es la Reina del Cielo, de todo lo creado. Es reina también de nuestras vidas. La Esclava del Señor se convirtió en Reina por su inmenso Amor... La servidora del Señor quiere ser servidora de nosotros también: la Virgen Pura que al pie de la Cruz recibió de Su Hijo y Rey la Voluntad de acoger a todos los hijos de Dios como sus hijos, sigue siendo Fiel a este mandato también en el Cielo... Por eso es Reina, medianera de gracias al estar unida al Señor, totalmente entregada por los suyos... Nos sonríe desde el Cielo para acercarnos a Su Hijo, esperándonos junto a Él, todo el tiempo.

María, Madre de Dios y Madre nuestra, te damos gracias por tu Reinado, por tu disponibilidad para servirnos y llevarnos hasta Jesús siempre... Haz que el esplendor de tu presencia ilumine nuestras tinieblas y la de los niños y adolescentes que vienen a nuestra escuela, y que como vos, unidos al Señor, podamos a todos amar y servir.  Reina en nuestros corazones, reina en el corazón de aquellos que nos confías, reina en nuestra escuela.

Padrenuestro - 10 Avemarías - Gloria


martes, 27 de noviembre de 2012

Santo Rosario de los educadores: misterios luminosos


Santo Rosario para los educadores

Introducción

Querida Madre:
Dios te ha confiado una misión sublime: ser Madre y Educadora de su Hijo hecho hombre.
También ha querido poner en tus manos a todos los redimidos, haciéndote Madre y educadora nuestra.
Hoy te pedimos que nos ayudes a entrar en comunión con tu Hijo Jesús. Que nos enseñes a rezar. Y que contemplándote a Ti y a tu Divino Hijo, aprendamos las virtudes más importantes para cumplir nuestra propia misión de educar a las nuevas generaciones.

Siempre nos enseñas que reconocer nuestros fallos y pecados es una condición indispensable para rezar bien. Por eso comenzamos este Santo Rosario pidiendo perdón.

Canto
Pésame Dios mío


Misterios de Luz

Primer Misterio
El Bautismo de Jesús en el río Jordán.

Antes de cumplir con su misión, Jesús es proclamado por su Padre como el Hijo muy querido. El Espíritu Santo, que llena su alma desde la concepción, se manifiesta también habitando sobre Él. Así se hace evidente que Él es el Mesías, el Ungido.

Madre, te pedimos que nos alcances de Dios Padre una nueva y profunda efusión del Espíritu Santo. Que Él llene nuestra inteligencia de su luz y nuestros corazones de su calor, que aumente en nosotros la fe y la caridad, para que sepamos educar con la misma fidelidad con que Jesús cumplió su misión.

Padrenuestro
10 Avemarías
Gloria


Segundo Misterio
La autorrevelación de Jesús en las bodas de Caná.

En una fiesta de bodas, y ante una situación difícil, María se muestra atenta a las necesidades de los novios. De manera sutil pero convincente, presenta a Jesús esta situación. Así consigue de Él el primer signo de su Divinidad, permitiendo a los discípulos iniciar el camino de la fe. Y nos deja un mensaje, que vale para todos los siglos: si quieren que nunca les falte lo necesario, “hagan todo lo que Él les diga”.

Madre, ayúdanos a comprender el valor de la oración de intercesión. Ayúdanos a recordar siempre que “no hay nada imposible para Dios”, y que incluso en las situaciones más difíciles, su poder es capaz de convertir el agua en vino. Preséntale nuevamente a Jesús todas nuestras necesidades.

Padrenuestro
10 Avemarías
Gloria


Tercer Misterio
El anuncio del Reino invitando al a Conversión.

Con todas sus energías, Jesús se consagra a anunciar la proximidad del Reino de Dios. Recorre pueblos y ciudades, y la gente lo sigue en lugares despoblados. Invita a creer en la Palabra y a dejar el pecado que nos aleja de Dios. Acompaña su predicación con la coherencia de su vida y con los signos de su poder divino. “Pasó haciendo el bien”, devolviendo a muchos la salud y a todos la alegría y la paz con su Padre.

Madre, ayúdanos a comprender que no acabamos de educar sino cuando anunciamos a los que nos confías que Dios los ama. Danos la fortaleza y la fidelidad para perseverar en el anuncio del Reino, incluso cuando la Palabra parezca no producir fruto. Concédenos oír el llamado a la conversión, y ayudar a otros a renovar su vida.

Padrenuestro
10 Avemarías
Gloria


Cuarto Misterio.
La Transfiguración de Jesús en el monte Tabor.

En el Monte Santo, Jesús deja ver por unos instantes el misterio de su persona. La luz esplendorosa de su Divinidad traspasa el velo de su carne, e ilumina su rostro y sus vestiduras. El Padre se manifiesta nuevamente, diciendo “Este es mi Hijo, escúchenlo”. Los apóstoles quedan deslumbrados ante la infinita Belleza de tu Gloria.

María: haz que siempre escuchemos la voz de Jesús, y vivamos pendientes de sus palabras. Ayúdanos a reflejar en nuestros rostros y en nuestras miradas la Belleza del Rostro de Jesús. Que en nuestra tarea educativa, quienes nos vean y escuchen, puedan ver y escuchar a Jesús.

Padrenuestro
10 Avemarías
Gloria

  
Quinto Misterio
La institución de la Eucaristía.

Antes de pasar de este mundo al Padre, Jesús nos amó hasta el fin. En esa noche santa, luego de realizar el gesto inaudito del Lavatorio de los pies, lleva al extremo la delicadeza de su Amor, y se da Él mismo como alimento. Y nos deja una misión: “también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros… hagan esto en memoria mía”. Ser discípulos de Cristo será, entonces, estar dispuestos a dar la vida por los demás, haciéndonos sus servidores.

Madre: que nunca olvide que la misión de educar es, ante todo, una vocación de servicio. Que siempre conciba mi autoridad desde la lógica del Jueves Santo. Que imitando la generosidad de Jesús, pueda dar mi vida por los demás, hacerme pan partido para saciar el hambre de Verdad y de Amor de los que confías a mi tarea educativa.

Padrenuestro
10 Avemarías
Gloria

lunes, 30 de julio de 2012

¿Qué es un diácono?



La palabra Diácono, en griego, su idioma original, significa servidor. Todo cristiano está llamado a ser servidor, a ejemplo de Cristo, que vino al mundo “no para  ser servido, sino para servir” (Mc 9, 25).?
Pero con esta palabra se designa, desde los comienzos de la Iglesia, a algunos cristianos que reciben del Señor una ministerio especial.

¿Qué es, entonces, un diácono?
Jesucristo es el Único mediador entre el Padre y los hombres (cfr 2 Tm ...) y el Sumo y eterno sacerdote (Hb ...). Él resumió en su propia persona los ministerios de mediación que, en el Antiguo Testamento, desempeñaban personas distintas: ser Profeta, Sacerdote y Rey-pastor. Al fundar su Iglesia en este mundo, eligió los Doce Apóstoles para que desempeñen en ella ese mismo ministerio: enseñar, santificar y pastorear en su nombre a los demás cristianos.
Ese ministerio se transmite a lo largo de los siglos por un sacramento especial: el sacramento del Orden. Los apóstoles eligieron sucesores, y les transmitieron la gracia del Espíritu Santo y la misión recibida de Cristo mediante la imposición de las manos. (1 Tm...
Además, como la comunidad cristiana crecía rápidamente, eligieron también colaboradores para que los ayuden en algunas de sus funciones, y estuviesen al frente de las comunidades en su ausencia. Ya en el Nuevo Testamento aparecen los presbíteros (Sant 5, 5) y también los diáconos:
Hacia el año 110, en los escritos de San Ignacio de Antioquía, aparecen ya nombrados juntos los que se llamarán los tres grados del Sacramento del Orden: Obispos, Presbíteros y Diáconos. Y en un escrito de San Hipólito de Roma, del año 250, ya se encuentran las oraciones por las cuales se confería la ordenación a cada uno.

¿Qué hace en ellos el sacramento del Orden?
Todo sacramento comunica una gracia especial del Espíritu Santo. La de este sacramento, en sus tres grados, es la configuración con Cristo Cabeza, a fin de servirle de instrumento en favor de su Iglesia. El Espíritu Santo concede al diácono la gracia de, “en comunión con el Obispo y sus presbíteros, estar al servicio del Pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, la palabra y la caridad” (CCE 1588)
El sacramento del Orden, como el Bautismo y la Confirmación, es concedido de una vez para siempre. El ordenado queda consagrado, sellado con un carácter (sello) espiritual indeleble, en lo más profundo de su ser. Aunque alguna vez un ministro dejara de ejercer o se lo impidieran, queda sin embargo marcado para siempre: no puede nunca volver a ser laico.

¿Qué puede hacer un diácono?
El Obispo, el Presbítero y el diácono ejercen el triple oficio de Cristo – profético, sacerdotal y real- pero en diverso grado: el Obispo de modo pleno, y el presbítero y el diácono colaborando con él.
El diácono es ordenado “para realizar un servicio, no para ejercer el sacerdocio”(CCE 1559). No preside la Eucaristía ni puede administrar el Sacramento de la penitencia, ni tampoco la Unción de los Enfermos, que a veces incluye el perdón de los pecados.
Su ministerio se realiza en tres ámbitos: 
La Palabra: El diácono recibe en la ordenación el libro de los evangelios, significando de este modo que una de sus principales misiones es la del anuncio del Evangelio. El puede ya proclamar el Evangelio en la celebración de la Eucaristía, e incluso realizar la homilía.
La Liturgia: El diácono participa más íntimamente en la celebración del Culto, colaborando con el Obispo y los presbíteros. En la Eucaristía algunas partes le son encomendadas (como invitar a los fieles a darse el saludo de la paz, o despedirlos al finalizar la asamblea) y prepara la ofrenda que  va a ser consagrada. Es ministro ordinario para la distribución de la comunión. Puede asistir a la celebración del matrimonio y bendecirlo, y administrar el Bautismo como ministro ordinario. También preside la celebración de la liturgia de las Horas y las Exequias. Puede bendecir personas y objetos en nombre de Cristo.
La Caridad: Su nombre significa servidor. Por ello es en la Iglesia el signo concreto de la caridad, que ha de ejercer de modo especial con los más necesitados, los enfermos y ancianos.

¿Qué implica ser diácono?
En la Iglesia de rito latino existe el diaconado permanente, al cual pueden ser admitido hombres casados, para ejercerlo de forma estable en la Iglesia.
Pero los jóvenes que se orientan al sacerdocio – o, más precisamente, a ser presbíteros – reciben el diaconado como un grado previo.
·         Estos jóvenes deben comprometerse a vivir el celibato, consagrando toda su vida al servicio del Señor y su Iglesia. Este celibato es un signo de su dedicación total, hasta la muerte. Vivido con corazón alegre, es por sí sólo un anuncio radiante del Reino de Dios y de la gloria futura que esperamos.
·         Además debe haber completado o al menos estar por terminar los estudios de Filosofía y Teología, que lo capacitan para ejercer su ministerio, sobre todo el de la Palabra.
·         A partir de la ordenación, el diácono queda “incardinado” en una Diócesis o Arquidiócesis. Esto quiere decir que se liga a esa porción del Pueblo de Dios, a través de la persona de su Obispo. Por ello en la ordenación el candidato pone sus Manos entre las de su Pastor, comprometiéndose a rendir “respeto y obediencia a él y sus sucesores”.
·         Para recibir el diaconado es absolutamente indispensable, además, que el candidato sea totalmente libre, que no esté presionado por ningún motivo exterior o miedo. El candidato pide libremente la ordenación y públicamente declara que es libre. Por eso en la celebración, al ser llamado, responde “Aquí estoy”, como el profeta Isaías, que libremente se ofrece a Dios que lo llama

¿Qué podemos hacer por ellos?
La decisión de recibir el diaconado es el momento de elección definitiva para quien se consagra. Por ello es importante pedir al Señor, por medio de María Santísima, la “Esclava del Señor” (Lc 1,37..), que les dé un corazón generoso y dócil al Espíritu Santo.
También podemos ayudarlos con el testimonio de nuestra propia vida, ya que todos estamos llamados a ser servidores, lavándonos los pies unos a otros, como  nuestro Señor y Maestro.

lunes, 16 de julio de 2012

Libros que me hicieron bien



Varias veces en este año me han pedido que recomiende libros, en general para sostener y fortalecer la vida cristiana de fieles de mi parroquia o personas a quienes acompaño como director espiritual
No pocas veces puedo constatar, a la vez, una “sed” de buenas lecturas, combinada con una… digamos inadecuada elección de la “bebida”.
Porque es un hecho que hoy es fácil publicar libros. Y por eso, no siempre lo que se ofrece en las estanterías de las librerías católicas es de la mejor calidad.
Ahora bien: yo no me siento capaz ni me quiero arrogar el derecho de decir qué libros son “de calidad” y cuales no. Porque no soy un literato ni demasiado culto en cuestiones gramaticales y lingüísticas.
Sí puedo, al menos con bastante probabilidad de acertar, decir si un libro es plenamente conforme con la doctrina de la Iglesia, o si por el contrario es ambigüo, ambivalente, confuso o polémico. Y por lo tanto, peligroso e inconveniente para aquellos que aún están dando sus primeros pasos en la vida de fe, o que tienen una formación lo suficientemente arraigada que les permita discernir por sí mismo lo bueno de lo malo.

Pero vamos al grano: lo que hago en este post es sencillamente enumerar los libros que me han hecho bien a lo largo de mi vida, en diferentes etapas. Algunos los leí cuando tenía 14 años, otros los estoy terminando. Puedo asegurar que todos ellos son conformes con la fe de la Iglesia y en su lectura no hay ningún riesgo de perderla. Al contrario: creo que los buenos libros –como son los que me atrevo a recomendar- tienen la capacidad de aumentar y hacer más lúcida y fervorosa nuestra adhesión a Jesús.

La clasificación es bastante arbitraria, pueden disentir si tal o cual libro va en ese “apartado” o no. De alguno no recuerdo el autor, por lo cual en algún momento lo agregaré pero ahora lo pongo así. No enumero los documentos de la Iglesia ni las enseñanzas del Magisterio pastoral de los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI: han sido en todo mi proceso formativo faros luminosos que me han educado en un profundo amor por la fe católica.  Pero si se me permite, quiero manifestar mi profundísima admiración por las homilías de Benedicto XVI, homilías que serán leídas –con toda seguridad- en los siglos venideros.

Por último, una aclaración: no están todos los libros que he leído, porque lógicamente no todos me “marcaron”. Eso no quiere decir que no sean buenísimos. Por poner un ejemplo, no menciono las Confesiones de San Agustín, por la sencilla razón –me avergüenza decirlo-  de que nunca logré leerlas enteras…


Vidas de Santos:
Tres monjes rebeldes,  de M. Raymond
La Familia que alcanzó a Cristo, de M. Raymond

El Cura de Ars, de Francis Trochu.

El Padre Pío de Pietralccina, ed. Ciudad Nueva.

Cartas de Nicodemo,  de Dobraczinski
La Sombra del Padre,  de Dobraczinski

Oriente en llamas, de Luis de Wohl
Corazón inquieto, de Luis de Wohl
La luz apacible. de Luis de Wohl
El hilo de oro, de Luis de Wohl
El mendigo alegre, de Luis de Wohl

La llama ardiente, de Peter Hünermann
El apóstol de los leprosos, de Peter Hünermann  

José Canovai, de Alfredo Sáenz

Cantando hacia la muerte, vida del Beato Francisco Castelló Aleu

Santo Tomás de Aquino, de G.K.Chesterton

Ignacio, solo y a pie, de José Ignacio Tellechea Idígoras

Juan de la Cruz, un caso límite
Teresa de Jesús

Historia de una Misión, de Hans Urs Von Balthasar
Obras completas de Teresa de Liseaux

Don Bosco y su tiempo, Hugo Wast

Mas nuestro que el pan casero…

No olvidéis el amor, de André Frossard

El fundador del Opus Dei

El Hombre de Villa Tevere


Obras de espiritualidad

La imitación de Cristo, Tomas de Kempis

El tratado de la verdadera devoción a la Santísima virgen María, de San Luis María Grignon de Monfort

Camino, de San Josemaría Escriva de Balaguer

Ascética meditada, de Salvador Canals

La vida interior, de Joseph Tissot

El arte de aprovechar nuestras faltas, Tissot

Introducción a la vida devota, de San Francisco de Sales

Ven, sé mi luz, textos de Madre Teresa de Calcuta

Meditaciones de la Pasión,  de San Alfonso María de Ligorio

Un fuego que enciende otros fuegos,  de San Alberto Hurtado

Las parábolas del Evangelio en los padres de la Iglesia: la figura señorial de Cristo, de Alfredo Sáenz

Jesús de Nazaret I y II,  de Joseph Ratzinger

La Formación permanente, Amadeo Cencini

El alma de todo apostolado, de J. B. Chautard

La Lectio Divina, de Mercier

Firmeza y ternura, de Antonio Cosp

La Unión del Sacerdote con Jesucristo Sacerdote y víctima, de R. Garrigou Lagrange

Predicamos a un Cristo Crucificado, de Rainiero Cantalamessa 


Teología

Informe sobre la fe, de Joseph Ratzinger
Luz del Mundo, de Joseph Ratzinger
La Eucaristía, centro de la Iglesia, de Joseph Ratzinger
Introducción al espíritu de la liturgia, de Joseph Ratzinger
Un canto nuevo para el Señor, de Joseph Ratzinger

El rocío del Espíritu, Mons. Luis Alessio

El Santo Sacrificio de la Misa, Alfredo Sáenz

Los signos sagrados, Romano Guardini

María en el Misterio de la Alianza, Ignace de la Potterie


Varios


El drama del humanismo ateo
, de Henri de Lubac

El nuevo gobierno de Sancho, de Leonardo Castellani

La Formación del hombre, de Mons Héctor Aguer


Fábulas camperas, de Leonardo Castellani

Cartas del Diablo a su sobrino, de C. S. Lewis

Los hermanos Karamazov, de Fiodor Dostoievski

Diario de un cura rural, de George Bernanos

Para Salvarte, de Jorge Loring

Roma, dulce hogar, de Scott Hahn
Las Bodas del Cordero, de Scott Hahn

domingo, 24 de junio de 2012

El Gran Milagro: algunas reflexiones para sacarle todo el “gusto”.



Hace como un mes y medio me hablaron de la película “El Gran Milagro”. Me dijeron que era un dibujo animado y que podía ser muy buena para los niños que se preparan a la Primara Comunión. Demoré cerca de un mes en buscarla, y en encontrar una horita para verla.

Quien me la recomendó no se equivocaba, pero se quedaba corto. La película es un verdadero “hallazgo”. Basada en unas supuestas revelaciones privadas, expresa de modo sencillo verdades muy profundas de nuestra fe católica. La he recomendado y casi todos los que la han visto –además de llorar mucho, mucho…- han sido enriquecidos por su mensaje, me cuentan que les ha ayudado a vivir mejor la Sagrada Eucaristía.

Quiero compartir algunas apreciaciones y comentarios, que pueden ayudar a quienes usen la película para dar catequesis sobre la Eucaristía.
El texto que escribo quiere ser simple, pero antes de cada párrafo mío coloco alguna cita del Catecismo y de otros textos magisteriales que aclaran, fundamentan o explicitan algunas afirmaciones de la película.

Espero que ustedes también la disfruten como yo.


1.       La Eucaristía y la Vida: 

En realidad, este gesto humilde y sencillo (la presentación de las ofrendas) tiene un sentido muy grande: en el pan y el vino que llevamos al altar toda la creación es asumida por Cristo Redentor para ser transformada y presentada al Padre. En este sentido, llevamos también al altar todo el sufrimiento y el dolor del mundo, conscientes de que todo es precioso a los ojos de Dios.
Sacramentum Caritatis, 47

En definitiva, « en el ‘‘culto'' mismo, en la comunión eucarística, está incluido a la vez el ser amado y el amar a los otros. Una Eucaristía que no comporte un ejercicio práctico del amor es fragmentaria en sí misma »
Sacramentum Caritatis, 82


Los tres personajes principales tienen situaciones personales muy difíciles y a la vez muy parecidas a las de la “gente común”. Por eso creo que la película provoca mucha emoción e identificación en quienes la miran.

La chica siente la soledad por la muerte de su esposo, y a la vez ha entrado en un ritmo frenético de trabajo, que le impide vivir plenamente su vocación como madre.
El conductor del colectivo tiene a su hijo con un cáncer muy avanzado, y siente que ya no tiene fuerzas para seguir. Esta situación dolorosa le hace dudar de la presencia y del amor de Dios.
La abuelita siente que ya no tiene una razón para vivir, y que es una carga, una molestia para los demás.

Lo valioso del argumento de la película es que los tres descubren, ayudados por los niños-ángeles, que pueden ofrecer todos esos problemas a Dios, y unirlos al Sacrificio de Cristo. En la Misa reciben fuerzas para seguir adelante.

Por otra parte, en el caso de la chica, vivir la Santa Misa le ayuda a cambiar de actitud y pasar más tiempo con su hijo, en lugar de trabajar en exceso.

La enseñanza es que la Liturgia está totalmente vinculada con la vida, no es como un “meteoro” que cae en nuestra vida, sino que se relaciona con ella: a ella podemos llevar la vida y de ella salimos fortalecidos y deseosos de ser mejores. Y no solo nos da el deseo de ser mejores: nos da la fuerza para hacerlo.


2.       El ángel de la Guarda:

Desde su comienzo (cf Mt 18, 10) hasta la muerte (cf Lc 16, 22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf Sal 34, 8; 91, 10-13) y de su intercesión (cf Jb 33, 23-24; Za 1,12; Tb 12, 12). "Nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida" (San Basilio Magno). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios.
 CCE 338

En la película aparece continuamente el ángel de la Guarda o Ángel Custodio. La existencia de los Ángeles custodios es una verdad de fe, como expresa el texto del Catecismo antes citado. La Oración colecta de la liturgia del 2 de octubre dicen así:
Oh Dios, que en tu providencia inefable te has dignado enviar a tus santos ángeles para nuestra custodia; te suplicamos nos concedas vernos siempre defendidos por su protección y gozar eternamente de su compañía. Por nuestro Señor Jesucristo.

Él ha sido creado por Dios para ayudarnos a llegar al Cielo. Está siempre a nuestro lado, nos ayuda, nos consuela, nos aconseja, siempre. No lo podemos ver, pero es real. Algunos santos han desarrollado mucho un diálogo continuo con su ángel de la Guarda, bajo cuya dirección han encontrado modos de vivir su vocación.

Tal vez uno de los detalles que puede traer confusión, es que en la película los ángeles toman cuerpo. Esto no es imposible (Dios puede permitirlo por alguna causa) pero sí infrecuente. Si se ve la película con niños, hay que aclararles que es un recurso de la película.


3.       Los ángeles en la Misa

La tensión escatológica suscitada por la Eucaristía expresa y consolida la comunión con la Iglesia celestial. No es casualidad que en las anáforas orientales y en las plegarias eucarísticas latinas se recuerde siempre con veneración a la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor, a los ángeles, a los santos apóstoles, a los gloriosos mártires y a todos los santos.
Ecclesia de Eucharistia, 19

La Liturgia es "acción" del "Cristo total" (Christus totus). Los que desde ahora la celebran participan ya, más allá de los signos, de la liturgia del cielo, donde la celebración es enteramente comunión y fiesta.

Los celebrantes de la liturgia celestial
El Apocalipsis de san Juan, leído en la liturgia de la Iglesia, nos revela primeramente que "un trono estaba erigido en el cielo y Uno sentado en el trono" (Ap 4,2): "el Señor Dios" (Is 6,1; cf Ez 1,26-28). Luego revela al Cordero, "inmolado y de pie" (Ap 5,6; cf Jn 1,29): Cristo crucificado y resucitado, el único Sumo Sacerdote del santuario verdadero (cf Hb 4,14-15; 10, 19-21; etc), el mismo "que ofrece y que es ofrecido, que da y que es dado" (Liturgia Bizantina. Anaphora Iohannis Chrysostomi). Y por último, revela "el río de agua de vida [...] que brota del trono de Dios y del Cordero" (Ap 22,1), uno de los más bellos símbolos del Espíritu Santo (cf Jn 4,10-14; Ap 21,6).
Recapitulados" en Cristo, participan en el servicio de la alabanza de Dios y en la realización de su designio: las Potencias celestiales (cf Ap 4-5; Is 6,2-3), toda la creación (los cuatro Vivientes), los servidores de la Antigua y de la Nueva Alianza (los veinticuatro ancianos), el nuevo Pueblo de Dios (los ciento cuarenta y cuatro mil [cf Ap 7,1-8; 14,1]), en particular los mártires "degollados a causa de la Palabra de Dios" [Ap 6,9-11]), y la Santísima Madre de Dios (la Mujer [cf Ap 12], la Esposa del Cordero [cf Ap 21,9]), y finalmente una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas" (Ap 7,9).
En esta liturgia eterna el Espíritu y la Iglesia nos hacen participar cuando celebramos el Misterio de la salvación en los sacramentos.
CCE 1136-1139

Los dos textos citados concuerdan y corroboran lo que presenta la película con mucha claridad: la distinción entre el Cielo y la tierra “desaparece” en la Santa Misa: el Cielo está en la tierra, la tierra en el Cielo.

En la película los ángeles tienen un rol muy importante durante la Santa Misa.
·      Se presenta a los ángeles custodios de cada fiel rezando por las almas que les han sido confiadas.
·      Se los presenta también presentando las ofrendas de los fieles al Padre.
·      También aparecen adorando a Jesús en el momento del Santo y de la Consagración, y acompañando a los fieles en el momento en que van a comulgar.

Esta acción ha sido señalada varias veces por la Iglesia, en sus diferentes liturgias. Cabe recordar que en cada Misa, antes del Santo –que siempre antecede el momento de la Consagración- la Iglesia menciona explícitamente la unión con los coros angélicos, con esta u otras fórmulas parecidas: “Por eso, ahora, nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y los santos diciendo…”

En la Liturgia romana el ministerio de los ángeles aparece con más claridad en la Plegaria I: “Te pedimos humildemente, Dios todopoderoso, que esta ofrenda sea llevada a tu presencia por manos de tu ángel…”
En otros textos litúrgicos –no de la Santa Misa- aparece también la acción de los ángeles. Por ejemplo, el "In Paradisum deducant te angeli..." ["Al Paraíso te lleven los ángeles..."] de la liturgia de difuntos, o también en el "Himno querúbico" de la liturgia bizantina). También hay una mención explícita a ellos en en “Yo Confieso, una de las formas de realizar el acto penitencial al inicio de la Celebración: “Por eso ruego a Santa María Siempre Virgen, a los ángeles, a los santos…”


4.       La existencia y la acción del Demonio

La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo (cf. Jn 8,44; Ap 12,9). La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. Diabolus enim et alii daemones a Deo quidem natura creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali ("El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos")
Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura: no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños —de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física—en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero "nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" (Rm 8,28).
CCE 393. 395

En esta petición (líbranos del mal) el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El “diablo” (diá-bolos) es aquél que “se atraviesa” en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo.
“Homicida [...] desde el principio [...] mentiroso y padre de la mentira” (Jn 8, 44), “Satanás, el seductor del mundo entero” (Ap 12, 9), es aquél por medio del cual el pecado y la muerte entraron en el mundo y, por cuya definitiva derrota toda la creación entera será “liberada del pecado y de la muerte” (Plegaria Eucarística IV, 123: Misal Romano). “Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Engendrado de Dios le guarda y el Maligno no llega a tocarle. Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero yace en poder del Maligno” (1 Jn 5, 18-19):
«El Señor que ha borrado vuestro pecado y perdonado vuestras faltas también os protege y os guarda contra las astucias del Diablo que os combate para que el enemigo, que tiene la costumbre de engendrar la falta, no os sorprenda. Quien confía en Dios, no tema al demonio. “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?” (Rm 8, 31)» (San Ambrosio, De sacramentis, 5, 30).
CCE 2851-2852


El demonio aparece en la película realizando su acción propia, que es tentar. Sin lugar a dudas, el Demonio hace lo posible para alejarnos de la oración, para distraernos en la Misa, para disuadirnos de confesarnos o para hacernos confesar superficialmente…
El detalle más confuso de la película es cuando el demonio se convierte en una chica para distraer o tentar a los que esperan la confesión. Eso sin dudas es un artificio de la película, el demonio no actúa así usualmente –solo en rarísimas excepciones tomó una apariencia humana, como en la vida de algunos santos-.
El modo de representar gráficamente al Demonio es totalmente coherente con la Tradición, y tiene un findamento bíblico, ya que es una combinación entre la imagen de la serpiente (Gn 3) y del Dragón (Ap 12)


5.       La presencia de Jesús en los sacramentos

«Es al mismo Cristo Jesús, Sacerdote, a cuya sagrada persona representa el ministro. Este, ciertamente, gracias a la consagración sacerdotal recibida se asimila al Sumo Sacerdote y goza de la facultad de actuar por el poder de Cristo mismo (a quien representa) » (Pío XII, enc. Mediator Dei)
Como he tenido ocasión de aclarar en otra ocasión, in persona Christi « quiere decir más que “en nombre”, o también, “en vez” de Cristo. In “persona”: es decir, en la identificación específica, sacramental con el “sumo y eterno Sacerdote”, que es el autor y el sujeto principal de su propio sacrificio, en el que, en verdad, no puede ser sustituido por nadie ».
Ecclesia de Eucharistia 29

En el servicio eclesial del ministro ordenado es Cristo mismo quien está presente a su Iglesia como Cabeza de su cuerpo, Pastor de su rebaño, Sumo Sacerdote del sacrificio redentor, Maestro de la Verdad. Es lo que la Iglesia expresa al decir que el sacerdote, en virtud del sacramento del Orden, actúa in persona Christi Capitis (cf LG 10; 28; SC 33; CD 11; PO 2,6):
CCE 1548

Es uno de los detalles mejor logrados de la película, a mi entender. Tanto en el Sacramento de la Reconciliación como en el de la Eucaristía, aparece claro que es el mismo Jesús quien da los sacramentos, es Él mismo quien absuelve, quien consagra, a través del los sacerdotes.
Insistir en este aspecto es muy importante para madurar en la fe, porque muchas veces las personas van a Misa o dejan de ir, se confiesan o dejan de confesarse, por el sacerdote. Ven sus virtudes o defectos, y en base a eso deciden.
Eso es un grave error. Un cristiano va a Misa porque allí está Jesús, se confiesa porque sabe que Jesús es quien actúa en el sacerdote. Hacer un acto de fe en esta presencia es muy importante para vivir bien los sacramentos.


6.       El Sacrificio de la Cruz en la Misa

 « El Señor Jesús, la noche en que fue entregado » (1 Co 11, 23), instituyó el Sacrificio eucarístico de su cuerpo y de su sangre. Las palabras del apóstol Pablo nos llevan a las circunstancias dramáticas en que nació la Eucaristía. En ella está inscrito de forma indeleble el acontecimiento de la pasión y muerte del Señor. No sólo lo evoca sino que lo hace sacramentalmente presente. Es el sacrificio de la Cruz que se perpetúa por los siglos.
Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de su Señor, se hace realmente presente este acontecimiento central de salvación y « se realiza la obra de nuestra redención ».(11) Este sacrificio es tan decisivo para la salvación del género humano, que Jesucristo lo ha realizado y ha vuelto al Padre sólo después de habernos dejado el medio para participar de él, como si hubiéramos estado presentes. Así, todo fiel puede tomar parte en él, obteniendo frutos inagotablemente.

Ecclesia de Eucharistia 11

En la película se subraya también uno de los aspectos esenciales de la Misa: su carácter de sacrificio, o más precisamente, el ser actualización del Sacrificio de Cristo en la Cruz. La Eucaristía es también banquete pascual, este aspecto queda más subrayado en los ritos, pero es banquete justamente porque Jesús es el Cordero pascual que se inmoló en la Cruz, y que hoy, en el Cielo, continúa ofreciéndose al Padre como víctima por nuestros pecados.
Estar en Misa es estar en el Calvario. Es cierto que esa presencia de Jesús es ya la de Cristo Glorificado, pero esto no anula la enorme verdad que en la Eucaristía se hace presente el acto de entrega de la Cruz.


7.       La unión con la Iglesia triunfante.

Es un aspecto de la Eucaristía que merece ser resaltado: mientras nosotros celebramos el sacrificio del Cordero, nos unimos a la liturgia celestial, asociándonos con la multitud inmensa que grita: « La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero » (Ap 7, 10). La Eucaristía es verdaderamente un resquicio del cielo que se abre sobre la tierra. Es un rayo de gloria de la Jerusalén celestial, que penetra en las nubes de nuestra historia y proyecta luz sobre nuestro camino.
Ecclesia de Eucharistia 19

En la película, en el momento de la plegaria Eucarística, “aparecen” los bienaventurados, los salvados, aquellos que ya gozan de la visión de Dios. Esto no es un artificio de la película: es real, es totalmente real. ¿Por qué? Porque cuando Cristo Glorificado se hace presente, junto a él se hace presente también todos los que están con Él en el Cielo. O mirándolo desde otra perspectiva, cuando nosotros vamos a Misa, participamos anticipadamente del Cielo. La Misa no solo es el sacrificio del Calvario: es también la anticipación de las bodas eternas del Cordero, del Banquete celestial.
Por eso nunca estamos tan cerca de los santos como cuando estamos en Misa. Es bueno subrayarlo para orientar el culto de los santos: si alguien quiere estar en comunión con algún santo en particular, la forma más eficaz es en la Misa. Y también si tenemos una certeza moral de la salvación de algún miembro de nuestra familia –aunque no esté canonizado- la forma más perfecta de unirnos con él es en Misa, mucho más que yendo al cementerio o de otras formas.

Es cierto que no se puede dar un diálogo audible con los oídos del cuerpo, como se ve en la película, ni tampoco un abrazo físico. Lo que sí es verdad es que podemos tener un encuentro, estamos realmente en comunión, no con el recuerdo o con la idea de nuestro ser querido, sino con él mismo.

Dice el Card Ratzinger en una conferencia:
“Hay que decir, resumiendo, que ni el sacerdote ni la comunidad son por sí mismos el sujeto de la liturgia, sino que lo es el Cristo total, Cabeza y miembros; el sacerdote, la comunidad y los individuos son sujetos en tanto que están unidos a Cristo y en tanto que lo re-presentan en la comunión de la Cabeza y el Cuerpo. En toda celebración litúrgica participa toda la Iglesia: el cielo y la tierra, Dios y el hombre, no sólo en teoría sino muy realmente. Cuanto más se nutra la celebración de este saber, de esta experiencia, más concretamente se realizará el sentido de la liturgia.”


8.       La unión con la Iglesia purgante.

La comunión con los difuntos. «La Iglesia peregrina, perfectamente consciente de esta comunión de todo el cuerpo místico de Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció sufragios por ellos; "pues es una idea santa y piadosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados" (2 M 12, 46)"» (LG 50). Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor.
CCE 958

Otra de las verdades de la Fe que aparece es la de las almas del purgatorio.
Cuando una persona muere, hay tres posibilidades: que esté en pecado mortal, y entonces permanece separada de Dios para siempre: eso es el infierno. Hasta la segunda venida de Jesús, el infierno es un “estado” de las almas, no un lugar físico, ya que las almas no ocupan lugar. Cuando venga Jesús por segunda vez y resuciten los muertos, allí entonces toda la persona -cuerpo y alma- padecerá esa separación de Dios.
Si el alma está en Gracia de Dios y totalmente purificada –por su caridad, por la penitencia, porque recibió la Unción antes de morir, porque se le dio la indulgencia plenaria...- comienza a estar plenamente unida a Dios por toda la eternidad: eso es el Cielo. Hasta la Parusía, también el cielo es un "estado" de las almas salvadas, es decir, no tiene todavía una dimensión corporal.
Y si murió en gracia de Dios, pero imperfectamente purificada –sea que tenga pecados veniales, sea que aún no haya expiado las penas temporales de los pecados cometidos- tiene la certeza de la salvación, pero aún debe purificarse.
El purgatorio es, entonces, el estado en que las almas, ya seguras de la salvación, acaban su purificación y de ese modo se preparan para contemplar a Dios  uno y Trino en el Cielo.
Ellas no pueden merecer por sí mismas aunque rezan por nosotros.
En la Eucaristía es donde podemos vivir más intensamente la unión con la Iglesia del Purgatorio.
Cuando ofrecemos la Eucaristía, cuando comulgamos con fervor, podemos salvar almas del purgatorio gracias al misterio de la comunión de los santos.


Sobre estos temas -cielo, Infierno, Purgatorio- recomiendo las Catequesis de Juan Pablo II, que se pueden encontrar aquí, aquí y aquí

9.       La presencia de la Virgen en la Misa

57. « Haced esto en recuerdo mío » (Lc 22, 19). En el « memorial » del Calvario está presente todo lo que Cristo ha llevado a cabo en su pasión y muerte. Por tanto, no falta lo que Cristo ha realizado también con su Madre para beneficio nuestro. En efecto, le confía al discípulo predilecto y, en él, le entrega a cada uno de nosotros: « !He aquí a tu hijo¡ ». Igualmente dice también a todos nosotros: « ¡He aquí a tu madre! » (cf. Jn 19, 26.27).

Vivir en la Eucaristía el memorial de la muerte de Cristo implica también recibir continuamente este don. Significa tomar con nosotros –a ejemplo de Juan– a quien una vez nos fue entregada como Madre. Significa asumir, al mismo tiempo, el compromiso de conformarnos a Cristo, aprendiendo de su Madre y dejándonos acompañar por ella. María está presente con la Iglesia, y como Madre de la Iglesia, en todas nuestras celebraciones eucarísticas. Así como Iglesia y Eucaristía son un binomio inseparable, lo mismo se puede decir del binomio María y Eucaristía. Por eso, el recuerdo de María en el celebración eucarística es unánime, ya desde la antigüedad, en las Iglesias de Oriente y Occidente.
EE 57

La película ofrece también la oportunidad de orientar una correcta relación con María Santísima. En efecto, uno de las problemáticas habituales ha sido la separación entre devoción mariana y participación en la vida sacramental.
Se puede, a través de la película, insistir en que María está siempre unida a Jesús. Y por eso, no hay aquí en la tierra momento ni manera más perfecta para estar con María que en la Santa Misa.
La Santa Misa es la actualización del Misterio del Calvario: María estuvo allí, María está ahora en la Santa Misa.
La Misa es participación real en el banquete del Cielo. María está en el Cielo en cuerpo y alma, María está ahora en con nosotros cuando “anticipamos” el cielo.
María es modelo de cómo vivir la Santa Misa: escuchar la palabra como ella, ofrecernos a Jesús y con Jesús como ella, adorar como ella, mostrar nuestro cariño y ternura a Jesús cuando comulgamos, llevar a Jesús en nuestro interior a los hermanos, como ella hizo cuando fue a ver a Isabel.
En conclusión: nunca estamos tan cerca de María como cuando estamos en Misa. Y nada agrada tanto a María como que celebremos la Santa Misa con gran fe y amor. Porque ella dijo y dice: “Hagan todo lo que Él les diga”. Y Jesús nos ha dicho: “Hagan esto en conmemoración mía”


10.    Los consejos prácticos para vivir la Santa Misa

El Concilio Vaticano II puso un énfasis particular en la participación activa, plena y fructuosa de todo el Pueblo de Dios en la celebración eucarística.[155] Ciertamente, la renovación llevada a cabo en estos años ha favorecido notables progresos en la dirección deseada por los Padres conciliares. Pero no hemos de ocultar el hecho de que, a veces, ha surgido alguna incomprensión precisamente sobre el sentido de esta participación. Por tanto, conviene dejar claro que con esta palabra no se quiere hacer referencia a una simple actividad externa durante la celebración. En realidad, la participación activa deseada por el Concilio se ha de comprender en términos más sustanciales, partiendo de una mayor toma de conciencia del misterio que se celebra y de su relación con la vida cotidiana. Sigue siendo totalmente válida la recomendación de la Constitución conciliar Sacrosanctum Concilium, que exhorta a los fieles a no asistir a la liturgia eucarística « como espectadores mudos o extraños », sino a participar « consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada ».
Sacramentum Caritatis 52.

Todos los comentarios sobre la manera de vivir la Santa Misa son geniales, todos impecables.
Con cada uno de ellos se puede hacer una breve catequesis sobre las partes de la Misa y sobre como vivirlas.
Un repaso rápido nos muestra:
·         La importancia de llegar a horario, llegar antes, para preparar el corazón.
·         Hacer bien el acto penitencial, con auténtica contrición.
·         Rezar las oraciones –en la película es el Gloria- con voz alta y firme, reconociendo que somos sus creaturas.
·         Escuchar con atención la Palabra de Dios, porque siempre tiene “algo” para mí.
·         Escuchar la homilía, no distraernos con el celular o con pensamientos ajenos.
·         Presentar al Señor la ofrenda de nuestra vida: sufrimientos y alegrías, trabajos, etc.
·         Presentar al Señor nuestra intercesión por las personas que amamos.
·         Tomar conciencia de que la Liturgia presupone “el Cielo abierto”, y que en verdad estamos allí junto con los ángeles y los santos.
·         Recordar el significado profundo del gesto de ponernos de rodillas.
·         Recordar que el gesto de la paz nos compromete a reconciliarnos con los que estemos distanciados.
·         Comulgar con piedad, con fervor. Relizar siempre una acción de gracias.
·         Hacer bien los gestos, como la señal de la Cruz.
·         No olvidar que Jesús sigue presente en nuestro interior, haciéndonos “Sagrarios vivientes”. Seguir hablando con él al finalizar la Misa.