Un texto de una sinceridad y valentía inaudita e impresionante, para abordar uno de los temas más difíciles que le tocó afrontar durante su pontificado: los abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia en un país de gran tradición católica, como Irlanda.
A esta carta habría que añadirle los gestos de este Pontífice, injustamente acusado de encubridor, que en cada viaje en que tuvo oportunidad se encontró con las víctimas y, según cuenta una de Malta, lloró con ellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario