Antes de
introducirnos en el tema propiamente pastoral, conviene clarificar un poco más
el concepto mismo de paternidad responsable. Ya hemos mencionado algunos
aspectos generales, sin embargo, conviene profundizar un poco la idea.
Este concepto
es mucho más amplio, profundo y rico que el que se utilizaría para señalar el
sólo hecho de ser «responsable» en decidir el número de los hijos y el momento
adecuado de traerlos al mundo de acuerdo a las diferentes circunstancias que a
cada matrimonio le toca vivir. Involucra una «misión» de los esposos, que es
preciso asumir seriamente. Compromete la vida matrimonial en todos sus aspectos
y la de las personas más queridas: los hijos. Está íntimamente relacionado con
aquello que es lo más propio del ser personal: el amor y la vida.
Ejercer la
misión de paternidad responsable «exige» una integración permanente de la
esfera biológica, psicológica y social, dado que cada persona es un organismo
que, para «crecer» sanamente, tiene que ir armonizando cada uno de los
elementos.
Cuando
queremos mirar más de cerca cuáles son los elementos que están involucrados en
lo que entendemos por paternidad responsable, nos damos cuenta que tenemos que
recurrir a tres elementos claves: la misión, los esposos y las exigencias.
1° LA
MISIÓN DE LOS ESPOSOS
Para entender
el significado de la misión de los esposos en la paternidad responsable,
conviene comenzar con una constatación. Dado que el desarrollo tecnológico
actual permite dos cosas: tener relaciones sexuales sin transmisión de vida - a
lo que llamamos anticoncepción - y generar vida sin relaciones sexuales - a lo
que llamamos fertilización asistida - es fundamental poner explícitamente en
primer lugar lo que es el centro y origen de la vida y del amor: Dios. Tenemos
que comenzar reconociendo que El es el Dueño y Señor, el Modelo y el Fin de la
vida humana. Todo el tema de la reproducción se sitúa así en el ámbito de
procreación subordinada al Creador.
Enfocar la
paternidad responsable desde esta óptica permite entenderla como una alianza
permanente entre Dios y los esposos, que libremente quieren cooperar en su plan
de amor y de vida. Esto los obliga a esforzarse por entender sus mensajes que
están inscritos en la naturaleza biológica, en la estructura psicológica y en
las circunstancias que le toca vivir a cada uno. Esto permite descubrir detrás
de la paternidad una auténtica misión de los esposos. Su primera y principal
tarea consiste en descansar en el hecho que Dios es realmente quien tiene el
timón de sus vidas y que la «responsabilidad» que ellos tienen radica en tratar
de hacer su voluntad. El resto viene por añadidura.
2° LA REALIZACIÓN DE LOS
ESPOSOS
Los esposos
están llamados a cumplir una misión de paternidad y maternidad en la fuerza de
su amor y en el ámbito de su matrimonio. Esa misión es un elemento clave en la
realización de su propio amor. El varón y la mujer, al sellar su matrimonio,
reciben, a través del sacramento, las gracias necesarias para poder ejercer
esta misión que está unida a la plenitud de la unión conyugal, sellada en la
donación sexual, camino para el inicio de una nueva vida, la de un hijo, el don
más preciado del amor.
La paternidad
y maternidad es una misión de los esposos porque implica su participación
personal libre a través de la relación sexual, pero reciben la misión como un
elemento constitutivo de su propia realización en el amor. Para la Iglesia , el matrimonio es
la única instancia en que esta relación puede darse con toda plenitud. Sólo en
el contexto matrimonial esa relación es expresión, camino y seguro de las
características de un amor auténticamente conyugal, esto es, plenamente humano
(sensible y espiritual), total (sin ninguna reserva, ni cálculo egoísta), fiel
y exclusivo (hasta la muerte) y fecundo.
Dada la
banalización de una relación sexual considerada sólo como medio de placer es
importante destacar la riqueza y el significado que tiene. Esta riqueza
proviene de dos vertientes: a) Por una parte, es realización personal de ambos
esposos a través de la comunión en el amor personal. b) Por otra parte, es el
camino para lograr la más plena fecundidad personal a través de la transmisión
de la propia vida y naturaleza.
Es un desafío
para los matrimonios cristianos el poder dar testimonio de la riqueza de estas
dos dimensiones del amor personal, que mutuamente se complementan hasta llegar
a la perfección que Dios ha escrito en la naturaleza humana.
3º LAS EXIGENCIAS DE LA PATERNIDAD RESPONSABLE
La paternidad
responsable comporta una doble exigencia de integración: a) Por una parte,
requiere del esfuerzo por integrar armónicamente las esferas biológicas,
psicológicas y sociales entre sí. b) Por otra parte, requiere del esfuerzo por
integrar armónicamente la doble alianza de amor que le da sentido a su vida de
esposos cristianos: la alianza con Dios y la alianza matrimonial.
1.
Integración de la esfera biológica
Este aspecto
es fundamental para conocer como se concibe un hijo. La información sobre la
biología de la reproducción humana que hoy se tiene, permite saber con certeza
científica las leyes de la transmisión de la vida.
En el campo de
la regulación de la fecundidad el desafío es cómo hacer accesible esta
información a las personas que desean administrar su fertilidad. Para esto, han
sido desarrolladas diversas técnicas conocidas como «métodos naturales de
regulación de la fecundidad». Estas técnicas permiten a la mujer, saber día a
día, si está fértil o infértil y así evitar o no la relación sexual según sea
la intención con respecto al embarazo. Como la fertilidad es cíclica (que no es
sinónimo de regular) estos métodos se conocen también como de abstinencia
periódica.
Se ha
destacado el hecho de conocer y saber, lo cual es radicalmente distinto a
«calcular», «suponer» o «pronosticar». Esto no se puede hacer en forma
confiable con la fertilidad, que, por ser un hecho biológico, posee
características esenciales de variabilidad. Es altamente improbable que sea
constante, como se ha pretendido enseñar, por décadas, a través del método de
Ogino Knauss o del Ritmo. Dada la amplia difusión de esta técnica mencionada,
es importante clarificar que, actualmente, no se considera como un método
natural. Por otro lado, el método de la Ovulación (descrito por los doctores Billings),
el método de la temperatura, o la combinación de ambos (Sintotérmico) son
técnicas que dan información confiable, que llevan a la mujer a conocer su
fertilidad, de manera que, después de un tiempo, se llega a saber fértil o
infértil, independiente de la longitud de sus ciclos o de la situación de vida
en que esté (ciclos irregulares, lactancia, perimenopausia, etc.).
La fertilidad
es algo personal y, por lo tanto, cada mujer tiene que aprender a observarse
sistemáticamente, ayudada por alguien que conozca las bases biológicas y que
sepa como enseñar a interpretar y usar los diferentes síntomas y signos según
la intención de lograr o evitar un embarazo. Se trata de aprender a observar,
interpretar (comparar) y aplicar (sacar una conclusión), es decir, aplicar el
método científico para descifrar las leyes de transmisión de la vida. De las
mujeres que lo intentan, el 97% logra conocerse con un grado de certeza del 98%
en 1 a 3
ciclos de instrucción. Son métodos de fácil aprendizaje, de alta eficacia y
seguros, ya que no representan riesgo alguno para la salud de la mujer, ni del
hijo, durante la concepción y gestación. Tienen un costo en educación tanto en
el aspecto biológico, como en el aspecto psicológico para ambos cónyuges:
llegar a respetar la fertilidad mediante la abstinencia periódica, es decir,
aprender a educar el impulso sexual. Este aspecto será el punto siguiente, pero
antes es importante profundizar la actitud de respeto.
El conocer las
leyes de transmisión de la vida en el marco de la alianza con Dios es tratar de
conocer cómo El hizo la naturaleza humana y, por lo tanto, en esta fertilidad
encontrar un mensaje de El, una invitación a dialogar, a preguntarle sobre sus
planes y proyectos para la vida matrimonial y familiar. En este sentido,
abstenerse es hacer algo que Dios quiere; es hacer su voluntad en la tierra
conyugal; es permitir que El reine en lo más íntimo de la alianza y de la vida
matrimonial. Este es un aspecto del misterio del sacramento del matrimonio,
aplicado a la práctica cotidiana de los métodos naturales: haciendo la voluntad
del Padre Dios, llegar a amar al cónyuge como Cristo ama a su Iglesia.
El cultivo de
esta actitud marca la diferencia radical con la planificación familiar que, a
través de los diferentes anticonceptivos o esterilizaciones manipulan la
fertilidad, para lograr los objetivos individuales (derechos reproductivos,
hedonismo, consumismo, etc.) o de control de la natalidad, según la perspectiva
que se utilice. No es el momento de definir cada uno de los conceptos, pero es
importante que quede claro que ninguno de ellos es recomendado por la Iglesia.
2. La
integración de la esfera psicológica
La eficacia
del método natural, el respeto de la fertilidad y casi todo lo planteado hasta
aquí, se decide en un hecho muy concreto y difícil a la vez: si se es capaz de
practicar la abstinencia periódica, y de evitar la relación sexual cuando ésta
no corresponde, independiente de los deseos y del impulso sexual, que conducen
fuertemente a realizarla. Esta es la gran dificultad para la mayoría de las personas,
en la cultura actual. Sin embargo, para los que llevan años practicando los
métodos naturales, tratando de alcanzar un estilo de vida matrimonial de
alianza natural y sobrenatural, este desafío se ha transformado en la gran
riqueza de los métodos naturales.
Así como para
poder administrar la fertilidad es necesario conocer y respetar las leyes
biológicas, en el plano del impulso sexual, para poder utilizar
constructivamente su fuerza, es necesario conocerlo y educarlo. Esto obliga a
definirlo: ¿qué es el impulso sexual?
La mejor
definición, confirmada por la experiencia clínica y pastoral, es entenderlo
como la necesidad y la capacidad de complementación con el otro. Esto enriquece
el enfoque actual, individualista, de sólo satisfacer las propias urgencias,
planteando los desafíos de desarrollar las capacidades de hacer feliz a la
persona querida a través de la mutua complementación en todos los planos:
físico, afectivo, espiritual (racional y volitivo). Basta enunciar estos
aspectos, cada uno con una dinámica propia, para imaginar la amplitud y la
densidad de vida matrimonial que se puede cultivar desde esta perspectiva.
En la
práctica, la abstinencia periódica significa poder llegar a tener asegurado -
en cada ciclo femenino - una etapa de noviazgo (sin relaciones sexuales) y una
luna de miel (cuya calidad dependerá de la comunicación afectiva alcanzada en
el pololeo). La vida matrimonial no se improvisa, es fruto de un trabajo
constante de mutua complementación en todos los planos, durante todo el día y
para toda la vida.
Este esfuerzo
permanente es exigido y asegurado por los métodos naturales de regulación de la
fecundidad, como una característica propia de ellos. Este estilo de vida,
enfocado desde la luz de la alianza, se va traduciendo en llegar a amar al
cónyuge como Dios lo desea, hasta alcanzar la perfección del amor, es decir,
como Cristo ama a su Iglesia.
3.
Perspectiva sociológica
Para muchos,
los métodos naturales al ser usados para posponer un embarazo no tienen ninguna
diferencia con un anticonceptivo. Igual se "cierran a la vida" y
estarían en oposición con el "deseo de Dios" de que haya "vida
en abundancia"; no seguirían la enseñanza de la Iglesia de "que hay
que recibir todos los hijos que Dios manda". ¿Dónde radica la
"apertura a la vida”?
Con lo
expuesto hasta ahora, ya está clara la dimensión personal y matrimonial al
reenfocar lo biológico y lo psicológico desde la perspectiva de la misión de
paternidad responsable. Este tercer aspecto abarca la dimensión familiar,
social o más bien el proyecto de vida de los esposos y la familia: cuál es la
fecundidad, cómo se cultiva la generosidad.
La forma más
simple de entender si se enfoca correctamente esta dimensión es que los esposos
cada ciclo descubran que la fertilidad es una invitación a tener un hijo y
ambos de corazón puedan responder que quisieran aceptar la invitación, pero, no
pueden. Hay diversas circunstancias, que ambos han ponderado cuidadosa y
generosamente, que les impiden aceptar la invitación por lo cual optan por
hacer el esfuerzo de la abstinencia periódica para así respetar la fertilidad.
Sin embargo, estarían felices y aceptarían gustosos otro hijo si esa es la
voluntad de Dios, la cual no la habrían interpretado correctamente en el
análisis previo a la opción libre y generosa de posponer el embarazo por
cultivar otra forma de fecundidad.
Desde esta
perspectiva, la práctica de los métodos naturales no debería ser nunca
considerado como si se tratase de un "anticonceptivo natural", sólo
una técnica para evitar un embarazo, que en la mayoría de los casos se podría
tener pero no se quiere; o cuando realmente no se puede tener otro hijo,
entonces el temor -y no la confianza alegre y generosa- es el sentimiento que
prima. Se vive con los dientes apretados o simplemente se usan métodos
naturales mientras sea "posible " tener otro embarazo, luego hay que
solucionar el "problema" en forma definitiva.
La actitud de
alianza matrimonial permite descubrir juntos las múltiples formas de
fecundidad: desarrollo personal, capacidad de complementación, acompañamiento a
los hijos en su proceso de crecimiento personal, atmósfera del hogar,
acogimiento y apertura a otros miembros de la familia o comunidad, etc. La
capacidad de concebir se manifiesta en otras expresiones. La actitud de alianza
sobrenatural abre a la gran dimensión de la misión sacerdotal de los esposos de
colaborar en el plan de redención lo cual se hace real en la opción por el
esfuerzo de respetar la voluntad del Padre hasta morir a los propios deseos, de
manera que sea El quién reine... obedeciendo hasta la cruz, fuentede verdadera
vida y verdadero amor como el de Cristo por su Iglesia.
4. El
crecimiento del amor
La misión de
paternidad responsable es una invitación permanente a un crecimiento continuo
del amor conyugal y del proyecto familiar en armonía con la naturaleza humana y
el plan de amor de Dios, lo cual dista mucho de la imagen existente de una
restricción a la felicidad de los esposos. Las exigencias que plantea generan
una forma de vida que orienta permanentemente a desarrollar la capacidad de
complementación con el otro, es una escuela continua de aprendizaje para vencer
el egoísmo, enemigo del verdadero amor que se manifiesta en una comunión más
plena y en una fecundidad mayor en lo personal, matrimonial, familiar, eclesial
y social.
Algunos
aspectos más destacados para ejemplificar las formas de crecimiento en lo
arriba mencionado: en lo personal se crece en la capacidad de encuentro a
través de la donación mutua, descubriendo la felicidad de hacer feliz al otro.
En lo matrimonial, el desarrollo de la mutualidad orientada al constante
desafío de la complementación en todos los planos y en todo el quehacer
cotidiano, genera un espacio de encuentro y enriquecimiento que logra crear una
forma de vida, una cultura nueva: lo masculino enriquece las áreas reservadas a
lo femenino y viceversa, gracias a la visión compartida que se va teniendo del
mundo.
eso no es lo que busco!!!
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