Varios motivos me han llevado a decidirme a "escribir" sobre este tema. En realidad, no voy a escribir, sino que voy a re-publicar algunos artículos -como el de la semana anterior- que me parecen muy valiosos, y necesarios en la realidad actual.
El tema de la Paternidad responsable, que tiene como "contracara" el rechazo de todos los medios anticonceptivos -según la célebre definición de Pablo VI "toda acción que, o en previsión del acto conyugal,
o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se
proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación"- es uno de los más complejos que los sacerdotes y evangelizadores tenemos que afrontar.
La total claridad en la adhesión al Magisterio de la Iglesia -magisterio unánime, sostenido en el tiempo, ratificado una y otra vez- es un signo de auténtica fidelidad al querer de Dios, a su proyecto creador, plasmado en la naturaleza del hombre y la mujer.
Rechazar esta doctrina es, a la vez, rechazar el orden de la Creación -presionados por la mentalidad hedonista y antivida reinante- y rechazar el Magisterio de la Iglesia.
En la Publicación "Paternidad responsable. Manual de pastoral Familiar", publicado por el sitio del movimiento de Schoensttat de Chile -que voy a compartir por partes en adelante-, se afirma que la mayor dificultad en la "pastoral de la Paternidad responsable" es:
"La falta de convicción entre los responsables.(...) En amplios círculos clericales, se nota un cierto escepticismo en relación a la plena validez de los métodos naturales de regulación de la fertilidad."
El material que "re-publico" y que pueden encontrar en otros sitios de internet, es plenamente conforme al Magisterio de la Iglesia, está bien fundamentado y utiliza un lenguaje comprensible.
Tiene la riqueza de mostrar la "Abstinencia periódica" -único medio legítimo para planificar los nacimientos de acuerdo con la moral evangélica y la doctrina de la Iglesia- en un contexto antropológico amplio y profundo, subrayando sobre todo los aspectos positivos de dicha abstinencia.
Les dejo el texto del prólogo.
El tesoro más propio de todo
matrimonio es el amor que se prodigan mutuamente los cónyuges. Por ser
específicamente «conyugal», ese amor tiene una connotación de totalidad:
involucra alma y cuerpo y, por tratarse de personas sexuadas, se orienta a la
generación de una nueva vida.
Es tarea de la pastoral familiar
ayudar a los esposos para que vivan de tal manera su mutuo amor, que merezca
denominarse «amor hermoso»: Un amor que viene de Dios, sin interferencias; que
manifiesta algo de El porque transforma y purifica; y que conduce hacia El,
porque se hace escuela de santidad. Un amor vivido en la fuerza del Espíritu Santo,
a través del sacramento del matrimonio, que hace posible una entrega sincera de
sí mismo del uno al otro. Un amor que asume al tú en toda su realidad, sin
descartar aspectos esenciales de su persona.
Sobre esta base se sitúa lo que
entiende la Iglesia
por una paternidad plenamente responsable. Esta forma de asumir la paternidad no
consiste, por lo tanto, en la simple utilización de métodos lícitos de regulación
de la fertilidad para limitar el número de los hijos, sino que en la manera de
vivir el amor mutuo en forma integral y de cara a Dios cooperando con Él en la
procreación de un nuevo ser, amado por Dios por sí mismo. Desde esta
perspectiva se hace posible rescatar la plena dignidad de la genitalidad como
instrumento de comunión personal y como camino a la vida para nuevas personas.
La responsabilidad esencial de los
cónyuges consiste en que asumen el amor mutuo con todas sus consecuencias de
unión y de procreación, porque es un don que viene de Dios. Los esposos, inspirados
en esa espiritualidad, se experimentarán aliados y cooperadores de Dios que, en
la gestación de la nueva vida, les confía a un ser amado por El por sí mismo
desde la eternidad. Un ser llamado a reflejarlo e invitado a tomar parte en la
vida eterna.
Considerándose enriquecidos y
comprometidos con la fuente única del amor y de la vida, los esposos estarán en
condiciones de descubrir el sentido positivo, liberador y enriquecedor de la
abstinencia periódica que conlleva la práctica de los métodos naturales de
regulación de la fecundidad. Desprovisto de esta espiritualidad, que le da
pleno sentido, el uso de los métodos naturales se hará insostenible, o bien, se
confundirá con una anticoncepción lícita, dejando de ser la expresión de una
manera de vivir el amor hermoso.
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