La paternidad responsable, tal
como la concibe la Iglesia ,
involucra aspectos valóricos y científicos. Presentamos una corta síntesis de
ambos aspectos a fin de fundamentar su propuesta.
1º FUNDAMENTOS ANTROPOLÓGICOS
Para entender, con toda su
riqueza y exigencias, la propuesta de la Iglesia en relación a la sexualidad y la
procreación, es necesario tener ante los ojos, al menos los rudimentos de la
antropología cristiana. Sólo desde esa perspectiva se hace comprensible la
exigencia que plantea en relación a la continencia periódica.
1. La vocación al amor
El punto de partida para entender
la paternidad responsable, tal como la concibe la Iglesia Católica ,
lo encontramos en la vocación primordial del hombre al amor. Creado a imagen y
semejanza de Dios, que se ha revelado como «Amor», debe reconocer que su
vocación más elemental es amar. Con toda razón podemos decir que la realización
o la frustración definitiva de cada ser humano depende de si durante su vida en
la tierra, se abrió o se cerró al amor.
Ahora bien, el primer cauce para
la realización de esta vocación primordial se encuentra en la realidad
complementaria que existe entre los sexos. Es así como el encuentro y la
complementación del varón y la mujer sólo se puede comprender profundamente
desde la perspectiva del amor. El cuerpo humano sexuado entraña una dimensión
conyugal. Es un don para otro.
Más allá de la invitación a la
procreación que está latente en la sexualidad humana, a diferencia de los
animales, muestra un camino de amor y comunión que involucra toda la persona.
El cuerpo sexuado está directamente relacionado con la vocación de toda la
persona a ser reflejo del Dios-Amor. Mientras en el animal el sexo está
simplemente orientado a la reproducción, en el ser humano participa de las
cualidades de la persona y está subordinado a la razón y ordenado a la plenitud
del amor. Desde esa perspectiva, lo que en el animal es simple reproducción, en
el ser humano es procreación, paternidad y maternidad, esto es, relación
eminentemente personal y personalizante.
2. Diversas dimensiones del amor
conyugal
La vocación al amor conyugal le
da pleno sentido a la sexualidad humana a través del llamado al «amor total»,
esto es, un amor que abarca, en forma inseparable, la dimensión sensible y
espiritual del ser humano.
El amor propiamente humano nunca
puede transformarse en pura sensualidad sin deshumanizarse. El cuerpo humano,
que está animado por un alma espiritual, no es pura materia, sino realidad
humana. Participa de la dignidad de la persona y tiene el sello de una vocación
conyugal.
3. El amor total y la vida
El matrimonio es el cauce en el
cual se puede expresar en forma plena la vocación al amor total. Esa totalidad,
que abarca cuerpo y alma, abarca también la procreación, que es el fruto
natural de un amor que se expresa físicamente en la intimidad conyugal. Por su
misma naturaleza es procreativo. La fecundidad no es un elemento extraño que se
le puede agregar o quitar. Si se le priva de este elemento específico, no
solamente perdería algo central de su integridad sino que ya no sería un amor
total o conyugal.
El amor conyugal se hace íntimo y
pleno en la relación sexual de los esposos. Según el plan divino, esta
expresión íntima y total de los esposos está orientada a una doble finalidad:
1) En primer lugar, a la realización propiamente personal de los esposos en el
amor. El Señor lo expresa diciendo que «no es bueno que el hombre esté solo».
Por esa razón, para que pueda entrar en comunión superando la soledad se le da
una compañía semejante a él. 2) En segundo lugar, está orientada a la
fecundidad personal en la paternidad y la maternidad y a la prolongación de la
humanidad a través de la gestación de nuevos hombres.
En un lenguaje más resumido y
técnico se habla de dos dimensiones del acto sexual: una dimensión unitiva y
una procreativa. Ambas dimensiones del acto por el cual los esposos expresan su
amor son inseparables. Los actos sexuales dentro del matrimonio deben, por lo
tanto, quedar abiertos a la procreación de una nueva vida, esto es, no deben
ser artificialmente interferidos en su dinámica propia. A los esposos
corresponde escoger el momento en que expresen su amor en la intimidad
conyugal, pero no es lícito que priven a esa expresión de amor de la dimensión
procreativa que el Creador le asignó.
4. La paternidad como
responsabilidad
La relación sexual, como acto
responsable de los esposos, se enmarca dentro del ámbito de su libertad. Los
esposos deben asumir, conscientemente, las consecuencias de esta forma de
expresión de su amor. Esta responsabilidad es compleja, esto es, abarca
diversas dimensiones del ser humano como persona y como ser social. Por una
parte, los esposos tienen que asumir el hecho de que la expresión corporal del
amor presupone y se orienta a la comunión personal. Se entrega el cuerpo para
entregar el espíritu y para entrar en la intimidad de una comunión de personas.
La relación sexual no es, en primer lugar, para descargar la tensión hormonal o
para obtener placer sino para expresar la intimidad del amor. El placer no es
la finalidad del acto sexual, sino su consecuencia. Vale decir, es la
consecuencia de una experiencia íntima de amor personal. Debe ser la
consecuencia de amar y ser amado íntimamente. Esto no se puede desvirtuar.
Por otra parte, los esposos se
reconocen mutuamente como fecundos, saben y deben asumir el hecho de que la expresión
sexual de su amor conduce, muchas veces, a la procreación. La fertilidad no es
algo exterior a ellos. Es parte integrante del otro y de sí mismo. No siempre
los actos por los cuales los esposos se expresan el amor son fecundos en la
procreación, pero hay que contar con eso. Ellos no pueden interferir
artificialmente privando el acto por el que se expresan el amor total, de su
natural fecundidad porque es una negación flagrante de la aceptación total del
otro y de la donación total a él. La conyugalidad no admite una entrega
limitada: «me entrego a ti excluyendo algo inherente a mi propia persona», o
bien, «te acepto a ti, siempre que renuncies a algo inherente a tu persona»,
«me entrego a ti, pero me defiendo de ti».
Sin embargo, la infecundidad periódica
de la mujer les abre las puertas para regular el número de los hijos. De aquí
surge una doble responsabilidad: a) Saber cuándo pueden tener una expresión
íntima de amor, aprovechando los períodos agenésicos, si en conciencia se dan
cuenta que deben espaciar o limitar los hijos. b) Discernir cuál es la voluntad
de Dios para ellos, en relación al número de los hijos que deban traer al
mundo. Deben adecuarse a los caminos que les muestra Dios a través de la misma
naturaleza para regular su número.
Hay que destacar que, la
dimensión más noble de la «responsabilidad» de la paternidad y de la maternidad
consiste en la participación en el acto por el cual Dios crea a un nuevo ser,
cooperando así al nacimiento de una nueva persona, amada por Dios por sí misma
y llamada, como ellos, a la vida eterna. Esta asociación con el Dios de la vida
requiere de un discernimiento maduro en relación al ejercicio de la intimidad
sexual.
2º BASES CIENTÍFICAS DE LOS MÉTODOS NATURALES 1
Si bien es cierto que al hombre
no le es lícito privar, maliciosamente, al acto sexual de su virtualidad
procreadora, le es lícito elegir el momento en que expresa su amor íntimamente
en la relación conyugal. Dios imprimió un ciclo en todos los organismos vivos.
El ser humano no escapa a esta realidad orgánica. También en su cuerpo
experimenta diversos momentos del ciclo de la vida. La fertilidad, que es
permanente en el varón, pasa por diversos momentos de infertilidad en la mujer.
Comienza cuando ya está psicológicamente madura y termina con la menopausia.
Cada mes vuelve a reproducirse en ella un ciclo de fertilidad e infertilidad.
Los períodos de infertilidad pueden ser detectados y utilizados para espaciar
los hijos sin interferir en la dinámica natural del acto sexual.
Adecuarse, en las expresiones de
la sexualidad, a los períodos agenésicos presupone una disciplina e involucra
una abstinencia. Es importante entender bien el sentido positivo de esa
renuncia en función del amor propiamente conyugal. La renuncia física está en
función de mantener vivo el amor afectivo y espiritual. Exige a los cónyuges
aprender a comunicarse, mutuamente, en formas que suelen perderse y deteriorar
la misma sexualidad. Los tiempos de abstinencia deben ser entendidos como momentos
de cultivo de la conquista mutua, de crecimiento en la ternura y sus
expresiones en la caricia. Esto significa que, lejos de contrariar a la
naturaleza y perturbar la relación conyugal, la renuncia periódica viene a
constituir un seguro importante de la integridad del amor.
1. Método de la temperatura basal
1 Jensen Dr.
Luis, adaptación de su libro "SEXUALIDAD Y TRANSMISIÓN DE LA VIDA , Los métodos
naturales", Editorial Patris, 1991, Santiago. Chile.
Data de la década del 40.
Prácticamente todas las mujeres con alguna dificultad para lograr un embarazo
lo han tenido que aprender, ya que es el más preciso, sencillo y económico para
determinar si hubo ovulación. Se fundamenta en el efecto que posee la
progesterona, hormona secretada por el ovario después de ocurrida la ovulación,
a nivel del centro regulador de la temperatura corporal. Esta técnica es la más
segura que existe. Según datos de la Organización Mundial
de la Salud este
método es más seguro que varios de los métodos anticonceptivos artificiales
modernos. Posee una eficacia de método cercana al 99%. Sin embargo, tiene dos
inconvenientes: depende de un instrumento y sólo da seguridad en el período
post-ovulatorio.
La primera limitante se refiere
al termómetro: hay que tenerlo, usarlo bien e interpretar los datos
correctamente. La mujer debe tomarse la temperatura todos los días en
condiciones basales, es decir, en condiciones especiales de reposo. Para
algunas mujeres, por su sistema y/o condiciones de vida, significa un esfuerzo
grande o impracticable. Por último, la interpretación del registro tiene que
ser enseñada por alguien que tenga una experiencia calificada.
La segunda limitante está
relacionada con la abstinencia que demanda ya que sólo da seguridad en el
período post-ovulatorio. Este método certifica la ovulación mediante el alza en
la curva de la temperatura. Si hay alza, quiere decir que hubo ovulación y como
ésta ocurre una sola vez en el ciclo, el período restante es absolutamente
infértil. Aquí radica su altísima seguridad. El problema está en las mujeres
que no ovulan, ya que mientras no se produzca un alza en la curva, no existe
ninguna seguridad y hay que suponer fertilidad.
La ausencia de alza en la temperatura
es lo que dificulta el uso del Método de la Temperatura Basal
en las mujeres que tienen ciclos largos, ciclos anovulatorios o que están en
período de lactancia. Las circunstancias mencionadas hacen que los cónyuges
puedan pasar varias semanas o meses sin saber qué terreno pisan. Ante la duda,
la prudencia aconseja abstenerse de relaciones sexuales, sobre todo si existe
una razón de peso para no tener un hijo. Lo anterior se traduce en un período
muy largo sin poder tener relaciones sexuales.
2. Método de la Ovulación
Data de fines de la década del
50. Las primeras pruebas clínicas se realizaron en la mitad de los años 60. Se
conoce por el nombre de sus descubridores, los Drs. John y Evelyn Billings.
Aparentemente, es la técnica más difícil, pero una vez conocida y dominada, es
claramente la más fácil y más universalmente aplicable para todas las mujeres,
en cualquier período de su vida reproductiva.
Surgió de las observaciones del
Dr. Billings, en las cuales constató que prácticamente todas las mujeres son
capaces de percibir, espontáneamente, una serie de síntomas y signos de
fertilidad. Síntomas y signos que, desde mediados del siglo pasado, en la
literatura científica, aparecen relacionadas con la fertilidad femenina. Para
dar solidez a sus hallazgos, correlacionó lo detectado por las mujeres con la
evaluación objetiva basada en determinaciones hormonales en la sangre. Una vez
que demostró la consistencia de sus hallazgos, desarrolló un método pedagógico
para que las mujeres se "sintonicen" con estos signos de fertilidad,
los reconozcan e interpreten con seguridad, y puedan usarlos con confianza.
El signo clave de este método es
la presencia o ausencia de síntomas producidos por las mucosidades cervicales
en el ámbito de los genitales externos de la mujer. Las sensaciones o los
síntomas que las mucosidades producen en la zona son más importantes que la
observación del flujo. El 80% de las mujeres se han dado cuenta, espontáneamente,
de la presencia de flujo mucoso y, más de alguna vez, han notado que no están
secas, sino que presentan un flujo, distinto al de la menstruación, cuyo
aspecto es el de una clara de huevo cruda. Aquellas que permanentemente
presentan algún flujo notan que éste aumenta o cambia sus características. Para
las que nunca han detectado ningún flujo, si se observan con más atención,
podrán percibir que hay cambios en las sensaciones, que son detectables aun
cuando sean muy sutiles. Una ilustración que ejemplifica muy bien esta
situación es apreciar el cambio que se observa al pasar la lengua por los
labios, inmediatamente se puede detectar el cambio de seco a húmedo.
Sin embargo, la mayoría de las
mujeres no da importancia a estos síntomas porque los han sentido siempre y no
les molestan, de manera que los consideran algo normal en sus vidas, pero
desconocen su significado. Otras, en cambio, al detectar las mucosidades creen
que están enfermas y consultan al médico. Creen tener "flores
blancas" o estar "pasadas de frío", y sienten una gran
tranquilidad al saber que esto es normal.
Hay que destacar que lo que está
biológicamente determinado y, por lo tanto, lo más constante, es la distancia
desde el comienzo del período fértil hasta la menstruación siguiente. En
cambio, el período infértil, inmediatamente después de la menstruación, puede
no existir, como es el caso de los ciclos cortos, o bien prolongarse por meses
durante la lactancia. Sin embargo, cada mujer puede determinar, día a día, su
estado de fertilidad o infertilidad.
La presencia de mucosidades y el
cambio en los síntomas vulvares, indican el comienzo de la fertilidad, la cual
durará hasta 3 días después de la desaparición total de los signos de
fertilidad. El flujo mucoso con su patrón cambiante ascendente y progresivo
durante un promedio de 6 días y luego su desaparición brusca, es un espejo de
lo que ocurre a nivel del ovario. El óvulo y sus estructuras van madurando a
una velocidad creciente y secretando estrógenos (la hormona que estimula la secreción
de mucosidades con patrón ascendente en cantidad y características de
fertilidad.) La caída brusca que presentan estas mucosidades es la señal que
antecede, de 24 a
36 horas la salida del óvulo del ovario (la ovulación).
Con estos elementos (cambio,
progresión ascendente y desaparición brusca de las mucosidades) cada mujer
puede saber día a día si está fértil o infértil, no importando la regularidad
de sus ciclos ni la situación de fertilidad en que esté a lo largo de su vida
reproductiva. Tampoco es un inconveniente el hecho de que las mucosidades sean
escasas o estén siempre presentes, ya que la zona de los genitales externos,
donde van a ser detectadas es altamente sensible y la mujer, con un
entrenamiento adecuado, puede captar los más mínimos cambios.
La mujer detecta estas
mucosidades en la cara interna de los labios menores. Ahí hay más terminaciones
nerviosas que en el pulpejo de los dedos o en los labios de la boca. Gracias a
la sensibilidad de la vulva, casi todas detectan, espontáneamente, la
existencia de estas mucosidades. Por esto cualquier mujer que se lo proponga
puede aprenderlo fácilmente: el 97% lo logra en 1 a 2 ciclos de aprendizaje,
ese decir, 5 a
6 semanas de instrucción personal.
El objetivo final de la
instrucción es lograr que las mujeres lleguen a ser independientes en el
conocimiento de la fertilidad. Esto ocurre generalmente al cuarto mes de
práctica. A esta altura, la mujer sabe, incluso, el momento del día en que
comienza la fertilidad y, con mucho más precisión, el momento en que ésta
termina. Llega a "saberse" fértil: se "siente" fértil sin
necesidad de mayores controles. El conocimiento de la fertilidad pasa así a ser
para las mujeres algo natural y espontáneo, llegando a tener autonomía en
materia de regulación de la fecundidad, lo que ningún otro método permite.
¿Sirve para evitar un embarazo
cuando es necesario hacerlo? Para contestar esta pregunta hay que considerar
dos aspectos de los métodos naturales: Primero, ¿con qué seguridad se puede
llegar a conocer la fertilidad femenina? Segundo, ¿con qué responsabilidad los
cónyuges son capaces de respetar esta fertilidad, es decir, capaces de
practicar la abstinencia periódica?
La precisión con que la mujer
logra detectar su fertilidad es extraordinaria. Si 100 mujeres usan el método
por un año 98,5% llegan a saber, con seguridad, cuándo están fértiles. Esto
quiere decir que si 100 parejas siguen el método correctamente, durante un año,
sólo 1.5 se va a embarazar involuntariamente, porque la mujer no detectó su
fertilidad, aun habiendo hecho todo correctamente para percibirla. A esto hay
que sumar menos de una mujer que se podría embarazar por un malentendido en el
proceso de enseñanza-aprendizaje. Las cifras mencionadas están respaldadas por
investigaciones en distintos grupos y condiciones (Organización Mundial de la Salud ).
Cuando se aplica el método en un
grupo heterogéneo de parejas, es decir, cónyuges que sólo desean distanciar un
nacimiento junto con otros que no desean más hijos, la eficacia tiende a
disminuir, ya que hay otras causas de embarazo no intentado, distintas a las
atribuibles al método propiamente tal. La principal se refiere a las fallas de
uso, es decir, cónyuges que, sabiendo que están fértiles, no cumplen con las
reglas de evitar cualquier contacto genital en este período, y tienen
relaciones sexuales. En otras palabras, se arriesgan sin ninguna precaución; no
observan la regla número uno: "ante la duda, abstente".
Es así como la mayoría de los
embarazos no intentados conscientemente, que ocurren en los cónyuges usuarios
de métodos naturales, no lo son porque el o los métodos fallen, sino porque las
parejas se arriesgan, ya que las razones para evitar un nuevo nacimiento no
eran de gran peso y, por lo tanto, no justificaban el esfuerzo, es decir, la
abstinencia exigida.
Es importante definir las
características de esta abstinencia en el uso de los métodos naturales,
determinar muy bien las reglas del juego y sus fundamentos para que así sea más
fácil observarlas o saber exactamente cual es la probabilidad de que ocurra un
embarazo al transgredirlas. Es decir, el chance que están jugando. La
abstinencia periódica deber ser absoluta, vale decir, debe darse durante
"todo" el período fértil y se debe evitar "cualquier contacto
genital" durante el mismo.
¿Por qué durante "todo"
el período fértil? La mayoría de los embarazos no intentados ocurre porque se
tienen relaciones en los días extremos, pensando que aún no comienza o ya
terminó la fertilidad. Sin embargo, el método es "todo o nada" y la
posibilidad de un embarazo, aunque sea menor, existe durante todo el período
fértil. La razón es que apenas comienza el flujo mucoso, las condiciones para
el paso y la sobrevida de los espermatozoides, en los genitales de la mujer,
mejoran notablemente. Si los espermatozoides no encuentran mucosidades
fértiles, se quedan en la vagina que tiene condiciones muy adversas (una acidez
muy alta) y mueren todos al cabo de pocas horas. En cambio, las mucosidades
cervicales fértiles poseen un ambiente neutro, igual al de los espermatozoides,
de manera que en esas condiciones pueden vivir muchos días y no sólo 72 horas
como se pensaba antes (método de Ogino). La sobrevida de los espermatozoides en
este ambiente favorable puede ser de siete o más días, por lo tanto, apenas
comienzan los primeros síntomas de fertilidad cualquier contacto genital puede
traducirse en un embarazo.
¿Por qué evitar cualquier
contacto genital durante el período fértil? El flujo mucoso no sólo posee un
ambiente propicio para los espermatozoides, sino que además es una verdadera
"aspiradora". Tiene un efecto microcapilar, de manera que si un
espermatozoide toma contacto con un extremo del flujo, casi instantáneamente
llega a la otra punta. Se ha demostrado que en 60 segundos un espermatozoide
puede estar dentro del cuello del útero, en camino a fecundar el óvulo. Esto
significa que no es necesario que exista penetración del pene en la vagina para
que ocurra un embarazo, porque el extremo de "la aspiradora" -el
flujo mucoso- está en la vulva, en la parte externa de los genitales. Otro
hecho biológico fundamental es que no sólo hay espermatozoides en el momento de
la eyaculación, sino que antes ya han salido unos cuantos millones. Las razones
mencionadas aclaran por qué puede haber un embarazo sin necesidad que haya ni
penetración ni eyaculación dentro de la vagina, bastando sólo un contacto
genital durante el período fértil.
Podríamos definir el flujo
mucoso, también, como una "compuerta" que permite el paso de los
espermatozoides hacia el cuello del útero, el cual vendría a ser un
"servicentro" para los espermatozoides, ya que ahí estos son muy bien
tratados, seleccionados, ordenados y mantenidos en buenas condiciones a la
espera del óvulo para fecundarlo. La sobrevida del óvulo es corta, de sólo 6 a 12 horas, de manera que los
espermatozoides son los que tienen que estar listos para realizar su misión.
Esta es la principal razón de la existencia de los días fértiles
preovulatorios, 6 en promedio con un rango entre 4 y 8 días.
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