Jesús: tú nos has revelado que eres la Luz del mundo, la verdadera Luz.
Por eso, cuando estamos en pecado, vivimos en tinieblas.
Cuando nos escapamos, cuando huimos de tí, sentimos al principio como una libertad, como que nada nos ata ni nos retiene.
Pero a medida que nos vamos alejando, nos vamos perdiendo. Porque solos no podemos saber cual es el camino. Porque sin ti, no sabemos donde están las praderas tranquilas, y los estanques de agua fresca y limpia.
Y terminanos en el abismo, casi al borde del precipicio. La noche se nos viene encima. Los problemas de la vida, problemas que tantas veces provocamos nosotros con nuestro pecado, nos rodean, nos abruman.
Terminamos solos, enredados en zarzas llenas de espinas, sin poder distinguir nada a nuestro alrededor. Terminamos tristes, vacíos, con frío en el corazón.
Pero sabemos que tú nos amas. Esa certeza es la única luz que se mantiene encendida siempre. Sabemos que apenas te das cuenta de que faltamos, sales a buscarnos. Y que con solo emitir un pequeño sonido, una tenue llamada, vendrás a rescatarnos. Porque eres capaz de reconocer nuestra voz a kilómetros de distancia.
Hoy te queremos pedir perdón, te queremos llamar desde el fondo de nuestro pecado, de nuestra miseria. Hoy clamamos por ti, nuestro Pastor, nuestro salvador.
Hoy te decimos que queremos volver, que queremos cambiar. Que necesitamos ser renovados por tu gracia.
¡Ven a rescatarnos, Pastor bueno!
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