1. ¿Qué es
adorar?
Adorar es reconocer
que Dios es Dios, y que nosotros
somos creaturas.
Es
asumir su grandeza y nuestra pequeñez.
Es reconocer que Él es absoluto, y
que nosotros somos relativos.
Adorar significa
reconocer que todo viene de Dios, y
que nosotros dependemos esencialmente de
Él.
Que
existimos por Él, y que si Él deja de pensar un solo instante en nosotros,
desaparecemos.
El
gesto corporal típico de la
adoración es ponerse de rodillas o
postrarse en tierra. El cuerpo asume una actitud de humildad ante Él, que
es Inmenso e Infinito.
2.
¿Por qué creemos que en la Hostia Consagrada está presente Jesús mismo?
Porque
en la Santa Misa, cuando el Sacerdote pronuncia las palabras de la Última Cena,
el Pan se transforma en su Cuerpo, y el
Vino en su Sangre. A partir de ese momento Jesucristo, todo entero, está
presente en el Pan y en el Vino.
Su
presencia no dura sólo durante la Misa, sino todo el tiempo que permanezcan los
signos (pan y vino).
Jesús
Resucitado y glorificado en el Cielo nos espera noche y día en el Sagrario, y
cuando podemos “ver” la Hostia consagrada -cuando se la expone para la
Adoración- nos resulta más evidente aún esta presencia.
3.
¿Cómo hacer un momento de Adoración al Santísimo personal?
La
Adoración brota de un corazón que cree
(fe), espera (esperanza) y ama (caridad).
No
es indispensable tener una guía o un método
para adorar: basta que nuestro corazón decida reconocer su total dependencia de
Dios y de Jesucristo. El Espíritu Santo es el que nos asiste en estas
actitudes.
Sin
embargo, puede ser muy útil
encontrar un método de oración y
adoración, tomando como modelo el modo de rezar de los santos y maestros
espirituales.
· Es importante
disponer el cuerpo en una postura
adecuada y respetuosa de su presencia. Evitá todo lo que pueda dispersarte. Elegí
el mejor lugar dentro de la iglesia u oratorio, donde puedas ver a Jesús
presente en el Sacramento.
· Habitualmente
conviene entrar en la presencia del
Señor invocando al Espíritu Santo
o con una oración introductoria. San Pablo dice que “el Espíritu Santo viene en
ayuda de nuestra debilidad, porque no sabemos orar como conviene”.
· No te olvidés:
Jesús te mira, te oye, te habla...
Su corazón palpita de amor por vos. Tratá de tomar conciencia de que estás ante
el Rey de Reyes. Imagina que eres María, la hermana de Marta, que en casa de
Lázaro está a los pies del Señor. O que, como los Magos venidos de Oriente, te
postrás ante Él y le abrís el cofre de tu corazón… O que, como la mujer cananea
o el ciego de nacimiento corrés a su presencia, te postrás y pedís por otros o
por vos mismo…
· Podés pedir en este momento a María que te enseñe a adorar... que
puedas estar ante Jesús como estaba Ella. Con su Fe, con su Confianza, con su
Amor, con su humildad.
· Si bien no es
indispensable, es conveniente usar algún
texto para meditar o que nos
ayude a contemplar. Puede ser un
texto de la Sagrada Escritura
(especialmente de los Evangelios, pero también son muy valiosos los Salmos,
oraciones del Pueblo de Dios en el Antiguo Testamento) o de los santos.
· No
se trata
sólo de leer para informarnos: es
importante que cada palabra la recibamos
como proviniendo del mismo Jesús, y que esa Palabra toque no sólo nuestra mente, sino también nuestro corazón. Que nos hiera, que nos lleva a la reflexión.
Que suscite asombro, alegría, gratitud, confianza, entusiasmo, resolución…
Recibir y atesorar las palabras y los sentimientos que ella despierta como un
regalo del Maestro.
· Por último,
es importante no quedarnos sólo en la
reflexión. Dios nos habla, y espera nuestra respuesta, que puede ser con palabras, y que muchas veces incluye
el propósito de cambiar de vida, de
ser mejores.
· La oración espontánea (o también con un
salmo, o texto que nos guste de algún santo) puede darse no sólo al final, sino
también durante todo el tiempo.
· Somos
conducidos así a la contemplación: a
mirar a Aquel que nos está mirando desde la Hostia Consagrada. Esta atención a
Él es renuncia a “mí”. Su mirada purifica el corazón. La luz de la mirada de
Jesús ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la luz de su
verdad y de su compasión por todos los hombres.
4.
¿Cómo participar de un momento de Adoración al Santísimo guiado?
En
los momentos de Adoración guiados (comunitarios) se suelen leer textos, ya sea
como viniendo del mismo Jesús (palabras suyas de la Escritura o escritas por
otro y puestas en su boca) ya sea como oraciones a Jesús o como invitaciones de
quien dirige la oración a disponernos con ciertas actitudes.
Es
importante que escuches atentamente y vayas pensando lo que se dice,
tratando de asumir los sentimientos que se sugieren en los textos.
En
los momentos de silencio que se intercalan, continúa
pensando en las palabras que se han dicho, o bien hablá con Jesús de corazón a corazón, o simplemente miralo. Aprovechá cada segundo que pases ante Él.
Un
recurso que se suele utilizar son los cantos. Si están bien elegidos, basta que
pienses en la letra y lo que ella transmite, para ponerte en oración. San
Agustín decía: “el que canta bien, reza dos veces”. Cantar significa, en ese
contexto, cantar pensando lo que decimos, las palabras que pronunciamos.
5.
¿Qué hacer cuando nos vienen muchas distracciones?
Para
nosotros es casi inevitable distraernos, porque no tenemos un dominio total
sobre nuestra memoria, imaginación o inteligencia. Algunas veces estas
distracciones proceden directamente del Maligno, que no quiere que estemos ante
Jesús.
Otras
veces es que, sencillamente, las cosas que nos entusiasman o preocupan vienen
insistentemente a nuestra mente. Un examen que tenemos que rendir, una pelea
que tuvimos con alguien, un familiar enfermo...
En esos
momentos, lo más indicado es entregarle
todo a Dios: ese examen, esa persona, esa enfermedad... dejar todo eso a
los pies de Jesús. Transformar nuestra
distracción en materia de oración.
Otras
veces las distracciones son fruto de
nuestro poco fervor: nuestra fe y amor son demasiado tibios, y fácilmente
se nos va la mirada del Señor. Pedí, entonces, que Él reavive en vos el ardor y
la alegría por ser su discípulo.
6.
¿Qué debemos hacer cuando sentimos mucha sequedad?
Algunas
veces puede sucederte que, durante la Adoración, sentís como un fuego que te quema
por dentro... o una gran dulzura
espiritual... o una inmensa paz en el
alma... o una alegría que te desborda
y que amenaza con hacer “explotar” tu corazón. En esos momentos, una hora de
Adoración se te “pasa volando”.
Pero otras veces no “sentís” nada. Es como que
Dios se ha ido, como si no te escuchara, como si estuviera ausente. A eso
podemos llamarlo “sequedad”, “aridez” o también “desolación”. En esos momentos,
diez minutos se te vuelven “eternos”: no se te pasa nunca.
Allí,
los santos nos dicen: perseverá. Continuá. No dejés la oración. Jesús te está
haciendo crecer, está purificando tu alma del amor propio. Confìa y permanece.