lunes, 31 de diciembre de 2012

¿Qué decís cuando decís "Feliz Año Nuevo"?



Hoy pensaba: todos nos saludamos diciendo “Feliz año Nuevo”.
¿Qué quiere decir la frase?
Año: todos sabemos lo que es, es un período de tiempo compuesto de 365 días. Como aprendimos en la escuela, lo que tarda la tierra en dar vuelta alrededor del Sol…
Nuevo: significa que todavía no ocurrió. Que es inédito. Que se va a dar por primera y única vez en nuestra historia personal.
La palabra más complicada de la frase es, sin duda, “Feliz”. Porque hay casi tantas maneras de entender la felicidad como personas sobre la faz de la tierra.
Ahora, me pregunto, ¿podemos encontrar UN sentido verdadero del adjetivo “Feliz” válido para todos? ¿Existe una felicidad igual para cada ser humano, algo que sea capaz de colmar esa sed infinita que habita en cada corazón?

Yo creo que SÍ. Porque aunque seamos diferentes, compartimos una misma naturaleza humana: somos hermanos, nos une un origen y destino común.
Aclaro que esto no lo digo solo por lo que estudié -lo que me enseñó el p. Hernán en Antropología y Etica, por ejemplo- , o por lo que nos enseña el Magisterio.
Además de saberlo y creerlo por eso, lo SE por mi pobre y pequeña experiencia.

Y entonces, cuando les deseo un FELIZ Año Nuevo yo les quiero desear un año en el que puedan vivir en el Amor. Un año es feliz no por los logros académicos o deportivo, ni por el progreso económico, ni siquiera solamente por tener salud.
Un año es feliz, un hombre es feliz cuando AMA y es AMADO. Solo en el Amor alcanzamos nuestra plenitud. En el Amor dado y en el Amor recibido: ahí está la felicidad. Vas a ser feliz si encontrás personas que te digan y hagan sentir: sos valioso para mí, sos importante. Vas a ser feliz si procurás hacer feliz a otros, amándolos, haciéndoles percibir con claridad que son alguien para vos, y ayudándolos a crecer.

Pero permítanme dar un paso más: yo, Leandro Bonnin, quiero gritar a los cuatro vientos que sólo podemos ser verdaderamente felices CUANDO ENCONTRAMOS A DIOS. Porque todos los afectos humanos son inestables, inconstantes. Solo el de Dios es un “amor indestructible” (Benedicto XVI). Porque en última instancia, todos los amores humanos legítimos –de amistad, familiares, conyugales- tienen el límite inexorable de la muerte. Y la sola certeza de algún día no contar con ellos es suficiente para que esa felicidad sea imperfecta, y por lo tanto, no-felicidad…
Solo el amor de Dios es eterno. Sólo él trasciende las fronteras de la Muerte. Solo el Amor de Dios revelado en Cristo se nos muestra como una aventura infinita, como una certeza inconmovible, “inoxidable”. Un amor que, siendo eterno e infinito, se hace concreto y accesible a nosotros en la Iglesia, a través de la Palabra y los sacramentos.
Y si nos atenemos al amor que hemos de dar, estoy convencido de que sólo en Dios nuestro corazón puede purificarse, para hacerse capaz de amar de verdad. Solo en la Gracia de Jesucristo y en su Ley somos educados y transformados para amar de verdad, sin ilusiones, con fidelidad y constancia.

Cuando te deseo un Feliz Año nuevo, entonces, te deseo que te encuentres y permanezcas en el Amor, que es Dios, Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Que te dejes envolver y sostener por ese Amor, arrastrar y transformar por Él, y te animes a embarcarte en la aventura de la santidad cristiana, que comienza en este mundo y acaba en la Vida Eterna.
Que en el Corazón de la Madre de Dios puedas aprender todo esto en el 2013.

martes, 18 de diciembre de 2012

7 consejos para preparar mejor la Misa de cada domingo.



Muchas veces me he preguntado por qué la Eucaristía, el gran Sacramento, no nos santifica como debiera. Por qué después de celebrar tantas y de participar de tantas otras, uno sigue siendo tan pecador…
Una de las razones es, a mi entender, que no nos preparamos bien. Y por lo tanto, se nos “escapan” muchas gracias que el Señor quiere derramar en nuestro corazón.
Aquí les doy algunos consejos, madurados desde mi “observatorio” preferido (el confesionario, je)  sobre qué cosas hacer y cuáles evitar –a mi entender- para vivir mejor la Misa.
Es cierto que todo esto es difícil para quienes tienen, por ejemplo, hijos pequeños. Pero no dejo de proponerlo como sugerencias útiles para que, cada cual a medida de sus posibilidades, pueda “probar”… ¡después me cuentan!

1.       Prepará la Misa desde tu casa: en lo posible, tratá en algún momento  de leer el Evangelio y mejor todas las lecturas que se proclamarán en la celebración comunitaria. Eso preparará tu corazón para ser más receptivo. Evitá las peleas o discusiones antes de venir a celebrar. Evitá en lo posible venir a Misa desde actividades que te hayan conducido a la euforia o la exaltación. Tratá de que tu día confluya hacia la celebración como el río desagua, serenamente, en el mar.

2.       Llegá temprano: es bueno que tengas por lo menos 5 minutos de recogimiento antes de la celebración. Para dejar a los pies del Señor todas tus preocupaciones e inquietudes. Y para entrar en clima de oración, dejando detrás el ruido de la ciudad, de la televisión, de la radio, de la música… Evitá salir de tu casa sobre la hora, con la previsible posibilidad de que no encontrés lugar para estacionar, o te encontrés un conocido en la vereda y te demorés, o que llegués casi corriendo y todo agitado y transpirado.

3.       Buscá un lugar donde veás y escuchés bien, buscá un cancionero: la liturgia es sensible, participamos de ella interiormente pero sólo a través de la mediación de los sentidos. Elegí un buen lugar, desde el que podás seguir los ritos y unirte a ellos y desde el que podás escuchar atentamente. Un cancionero te ayudará a seguir los cantos, y no solo los estribillos y la primera estrofa. También y sobre  todo en la liturgia, “el que canta bien, reza dos veces” (san Agustín)

4.       No te pongás a “hacer sociales” antes de Misa: el encuentro con los hermanos en la fe es uno de los valores de la celebración dominical, que no debemos perder, ni siquiera en las grandes ciudades. No obstante, el tiempo y el lugar de este no es antes de la Misa ni dentro del Templo. Si encontrás algún conocido con quien deseés hablar, decile simplemente: “a la salida nos encontramos un ratito”, y en el atrio, aprovechás a “ponerte al día”. De paso, respetarás la oración de los demás.

5.       Poné el celular en total silencio, o mejor, apágalo: la humanidad ha vivido miles de años sin celulares… la tierra  seguirá girando y el sol alumbrando aunque  no atiendas un llamado, o no veas un mensaje al instante. Salvo en caso de situaciones graves –si tienes un familiar muy enfermo, o estás pasando por una situación crítica que necesite atención constante- apagar el celular es decirle al Señor: “esta hora es solo para vos”. Si te animás, también sacate el reloj. La Liturgia debe ser para nosotros anticipar el gran Domingo sin ocaso de la eternidad, una “irrupción de lo eterno” en nuestro tiempo. Es como decirle, con un gesto, “qué bien estamos aquí”.

6.       Arrodillate unos minutos: la Misa, como la Cruz,  es un acto de culto. Si bien, como creaturas, siempre somos mendigos, y vamos, como tales, a pedir, Dios se goza en recibir nuestra pequeño homenaje. Estar de rodillas antes de la Eucaristía te ayudará a no perder de vista que fuiste creado para adorar, y que en la Adoración encuentras tu plenitud.

7.       Preparate junto a la Virgen María: el Santo Rosario, con su ritmo y por su carácter contemplativo, te ayudará a ir dejando tu vida ante el Señor. Pedile a María que te muestre a su Hijo, que te dé sus mismas disposiciones en Nazareth y al pie de la Cruz, porque así vivirás la Misa con plena docilidad a la acción de la Gracia.

domingo, 9 de diciembre de 2012

10 tips para confesarte mejor



1.       Hacé bien el examen de conciencia: tomate por lo menos 5 minutos. Hacelo en clima de oración, invocando al Espíritu Santo y a la Inmaculada. Tratá de pensar en profundidad. Eso sí: cuanto más tiempo dejés pasar, más difícil será recordar. Y puede quedarte alguna falta grave o –quizá sin ser grave- importante que no confieses porque con el paso del tiempo quedó “sepultada” en la conciencia. Por eso: confesate con frecuencia.
2.       Pensá en Cristo Crucificado: mirando al Señor en la Cruz, sus heridas, su Corazón traspasado, vemos lo que es en realidad el pecado. Aunque parezca imposible, tus pecados lastiman a Dios, lo dañan, lo hacen sufrir. En la Cruz encontramos el arrepentimiento.
3.       Confesá tus pecados con simplicidad: evitá el lenguaje rebuscado, los eufemismos. Tratá de ir directo “al grano”, sin dar demasiados rodeos. Eso ayudará también al sacerdote a ver lo esencial, y orientarte correctamente.
4.       Confesá tus pecados siguiendo el orden de los mandamientos: en la vida cristiana, “el orden de los factores altera el producto”. Los mandamientos no tienen un orden aleatorio, sino que es importante valorar nuestra vida moral según esa jerarquía. Algunas veces nos perturba e inquieta un pecado de la “segunda tabla” (los mandamientos del amor al prójimo) hasta tal punto que olvidamos la primera. Pero cuando pensamos, nos damos cuenta que esa falta es consecuencia de haber sido negligentes en nuestra vida con Dios.
5.       Nunca digás: “Yo padre, qué pecado puedo tener, me considero un buen cristiano”: es la frase fatal. Muy parecida a la del fariseo del Evangelio: “te doy gracias, Señor, porque no soy como los demás hombres”. Y ya sabemos cómo volvió el fariseo a su casa… Si no ves pecado en vos, casi seguro es porque no hiciste el examen, o porque tu conciencia está oscurecida o mal formada, o porque el orgullo te hace “impermeable” a la gracia de la contrición…
6.       No le hagás al sacerdote una detallada enumeración de tus buenas acciones: otro error fatal. Jamás empieces tu confesión diciendo: “padre, yo voy siempre a Misa, ayudo a la gente, me llevo bien con mi familia, rezo el Rosario todos los días…” En ese caso, tu lugar no es el confesionario, sino algún retablo donde haya un sitio vacío… Salvo que el sacerdote te pregunte, nunca le digas lo bueno que hacés.
7.       No confesés los pecados ajenos: otro error frecuente. Algunas veces vamos a la confesión angustiados por situaciones dolorosas, y en lugar de contar nuestras caídas, enumeramos detallada y apasionadamente los pecados de nuestros esposos/as, hijos/as, compañeros de trabajo, vecinos, políticos de turno, etc. Además de dedicar tiempo a algo que no forma parte de la esencia de la confesión –y muchas veces eso significa quitárselo a quien viene detrás en la cola- contar todo eso hace que tu culpa se vuelva insignificante, casi un acto de virtud, una reacción necesaria ante tanta maldad acumulada en tu contra…
8.       No minimicés el pecado, ni lo exagerés: la conciencia bien formada, la conciencia delicada –que es una gracia que hay que pedir- está entre dos extremos: la conciencia laxa –que no ve pecado en nada, o que considera leve lo que es grave- y la conciencia escrupulosa –que ve pecado grave cuando es leve, y ve pecado donde no hay. Leé, consultá, pedí la gracia, para caminar en el justo equilibrio, que no es el de la mediocridad, sino el de la santidad.
9.       Evitá mezclar temas que sean para otros momentos: es cierto que no es tan fácil encontrar a los sacerdotes con tiempo, y tal vez por eso, una vez que lo “pescaste” aprovechás a hacer todo junto… pero en principio, lo ideal es separar la confesión de la dirección espiritual o de temas pastorales. Si al terminar tu confesión ves que el sacerdote puede atenderte, decile: “padre, necesito hacerle una consulta…” o bien “necesito hablar con usted, cuando me puede atender”.
10.   Pedí perdón por lo que no te hayas dado cuenta o por si te olvidás de algo: el salmo 50 dice al Señor “absuélveme de lo que se me oculta”. Recordá que hay acciones que muchas veces hacemos sin saber que son pecado. Aún cuando no siempre tengamos responsabilidad moral –si obramos en ignorancia invencible, por ejemplo- esa acción, en cuanto contraria al bien objetivo, no nos plenifica, no nos lleva a Dios. También de ellas y sus efectos necesitamos ser sanados. Y también podemos pedir perdón por aquellas faltas que quizá olvidamos: Él nos conoce mejor que nosotros mismos.

martes, 4 de diciembre de 2012

Santo Rosario de los educadores: misterios gloriosos



Santo Rosario de los educadores
Misterios Gloriosos (miércoles y domingos)

Introducción

Querida Madre:
Dios te ha confiado una misión sublime: ser Madre y Educadora de su Hijo hecho hombre.
También ha querido poner en tus manos a todos los redimidos, haciéndote Madre y educadora nuestra.
Hoy te pedimos que nos ayudes a entrar en comunión con tu Hijo Jesús. Que nos enseñes a rezar. Y que contemplándote a Ti y a tu Divino Hijo, aprendamos las virtudes más importantes para cumplir nuestra propia misión de educar a las nuevas generaciones.

Siempre nos enseñas que reconocer nuestros fallos y pecados es una condición indispensable para rezar bien. Por eso comenzamos este Santo Rosario pidiendo perdón.

Canto
Pésame Dios mío


Primer Misterio
La Resurrección de Jesús

Las mujeres fueron al sepulcro el primer día de la semana, pero lo descubrieron vacío; se encontraron allí con dos hombres vestidos de blanco, que les preguntaron: ¿Por qué buscan entre los muertos al que está Vivo?
Jesús Resucitó al tercer día de su crucifixión, venció a la muerte con Su muerte: nos rescató del pecado, nos devolvió la amistad con Dios... Desde este hecho, todo cambia, tenemos una Esperanza segura: el Señor de la Historia camina Resucitado junto a nosotros, para darnos la verdadera Vida, la que nos hermana a todos: la Vida Eterna en el Amor...

Querida Madre, ayúdanos a tener más fe en la Resurrección de tu Hijo. Que esta Verdad nos ilumine en nuestro trabajo diario: no estamos solos, con Su Presencia Viva en nuestros corazones, también podemos vencer el pecado y llevar Su luz, Su fuerza, Su Misericordia, a las personas que el Buen Dios nos encomienda en la escuela, hasta en los momentos más difíciles. Él nos guía, porque está Vivo. Que nunca perdamos esa fe.

Padrenuestro - 10 Avemarías - Gloria


Segundo Misterio
La Ascensión del Señor

Después de algunas apariciones a sus discípulos, a sus apóstoles, Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania, y elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, fue llevado al Cielo... Los discípulos que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, alabando a Dios... ¿Cómo no alegrarse, ante la confirmación tan clara de la Divinidad del Señor, ante las puertas del Cielo que nos abre la entrega de Jesús por todos nosotros, ante el cumplimiento de las Promesas de Dios? ¿Cómo no alegrarnos nosotros, ante esta prueba tan grande de Amor?

Querida Virgen, te pedimos nos ayudes a convertirnos y nos concedas un corazón alegre y agradecido como el de los apóstoles, que creyeron en la Divinidad de Tu Hijo. Ayúdanos a transmitir a los miembros de nuestra Comunidad educativa la alegría que nace de saber que Dios cumple todas sus promesas, y nos mira como siempre, con ternura y esperando nuestro "sí", que asumamos nuestra misión, desde el Cielo... Ayúdanos a vivir y a sembrar la esperanza en el corazón de todos.

Padrenuestro - 10 Avemarías - Gloria


Tercer Misterio
La Venida del Espíritu Santo en Pentecostés

Reunidos en el mismo lugar, los apóstoles junto a la Virgen vieron aparecer unas lenguas como de fuego, que descendieron sobre ellos: y quedaron llenos del Espíritu Santo. Comenzaron a hablar en distintas lenguas. Ya no tenían miedo, sino un gran ardor en el corazón: Dios Padre y Su Hijo enviaron Su Espíritu para que puedan anunciar la Buena Noticia en todas las lenguas, con toda la fuerza, con profunda fe, hasta donde Dios los lleve.

Virgen María, implora junto a nosotros la venida del Espíritu Santo. Ayúdanos a no olvidar que necesitamos de Su auxilio siempre, y de sus dones, si queremos educar de verdad: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad, Temor de Dios. Querida Madre, tú que fuiste dócil al Espíritu Santo a cada momento, ayúdanos a rogar sus dones a Dios y a ser dóciles a Su acción en nuestras vidas también...

Padrenuestro - 10 Avemarías - Gloria


Cuarto Misterio
La Asunción de la Santísima Virgen

¡La Virgen es llevada en cuerpo y alma al Cielo! La Pascua se realiza plenamente en aquella que fue la morada inmaculada del Rey de los Cielos. Qué consuelo se experimenta, y qué paz hallamos, al refugiarnos en su Corazón Maternal... Contemplamos en este misterio cómo nos abre a la esperanza, a un futuro de Cielo. Nos enseña con claridad cuál es nuestra Casa definitiva, el Corazón de Dios... y cómo habitar en ella: viviendo en comunión con Jesús, atentos a la Voluntad Amorosa del Padre.

Madre, te pedimos poder ver "el fin" al que Dios nos llama, a estar con Él en la Eternidad, como nos mostraste vos con tu vida fiel, orante, haciendo todo lo que Jesús decía. Concédenos la gracia de no perder de vista esta meta tan alta a la que Dios nos invita a nosotros también. Que podamos vivir esta certeza en lo cotidiano de cada día, en cada situación con cada niño, con cada compañero de trabajo, en cada tarea que debamos realizar, en nuestras familias. Que podamos imitar a Jesús y vivir con Él como vos, con la fuerza que nos da el Espíritu Santo.

Padrenuestro - 10 Avemarías - Gloria


Quinto Misterio
La Coronación de la Santísima Virgen como Reina de los Cielos y de la Tierra

Nuestra Madre Inmaculada es la Reina del Cielo, de todo lo creado. Es reina también de nuestras vidas. La Esclava del Señor se convirtió en Reina por su inmenso Amor... La servidora del Señor quiere ser servidora de nosotros también: la Virgen Pura que al pie de la Cruz recibió de Su Hijo y Rey la Voluntad de acoger a todos los hijos de Dios como sus hijos, sigue siendo Fiel a este mandato también en el Cielo... Por eso es Reina, medianera de gracias al estar unida al Señor, totalmente entregada por los suyos... Nos sonríe desde el Cielo para acercarnos a Su Hijo, esperándonos junto a Él, todo el tiempo.

María, Madre de Dios y Madre nuestra, te damos gracias por tu Reinado, por tu disponibilidad para servirnos y llevarnos hasta Jesús siempre... Haz que el esplendor de tu presencia ilumine nuestras tinieblas y la de los niños y adolescentes que vienen a nuestra escuela, y que como vos, unidos al Señor, podamos a todos amar y servir.  Reina en nuestros corazones, reina en el corazón de aquellos que nos confías, reina en nuestra escuela.

Padrenuestro - 10 Avemarías - Gloria