lunes, 31 de enero de 2011

Un poco de sabiduría salesiana.

Cada año, el 31 de enero nos trae preparado un "plato fuerte" a quienes celebramos diariamente el Oficio Divino (Liturgia de las horas). 
Es que hoy se celebra a San Juan Bosco, "padre y maestro de la juventud", sacerdote piamontés -!!!- que "revolucionó" la pedagogía y los métodos educativos de su tiempo. No lo hizo después de culminar algún master en Didáctica, o en Psicología, sino impulsado por su inmenso amor y por el deseo de vivir al pie de la letra el Evangelio. 
Pero Juan no era un tipo "blandito", bueno porque carente de carácter. Todo lo contrario. Fue "instruido" en esta nueva sabiduría por la Santísima Virgen, quien, a los 9 años, le enseñó que no debía corregir a sus rebeldes compañeros a golpes de puño -era piamontés, no lo olviden-, sino "con dulzura y amabilidad". Y ese aprendizaje le llevó toda la vida, como al santo que eligió por patrono, San Francisco de Sales.
Educadores en general, ya sea en el ámbito de la familia o de la escuela o en tantos otros ámbitos de educación no formal: los dejo con el texto.


De las cartas de san Juan Bosco, presbítero
(Epistolario, Turín 1959, 4, 201-203)

Si de verdad buscamos la auténtica felicidad de nuestros alumnos y queremos inducirlos al cumplimiento de sus obligaciones, conviene ante todo que nunca olvidéis que hacéis las veces de padres de nuestros amados jóvenes, por quienes trabajé siempre con amor, por quienes estudié y ejercí el ministerio sacerdotal, y no sólo yo, sino toda la Congregación salesiana.
¡Cuántas veces, hijos míos, durante mi vida, ya bastante prolongada, he tenido ocasión de convencerme de esta gran verdad! Es más fácil enojarse que aguantar, amenazar al niño que persuadirlo; añadiré incluso que, para nuestra impaciencia y soberbia, resulta más cómodo castigar a los rebeldes que corregirlos, soportándolos con firmeza y suavidad a la vez.
Os recomiendo que imitéis la caridad que usaba Pablo con los neófitos, caridad que con frecuencia los llevaba a derramar lágrimas y a suplicar, cuando los encontraba poco dóciles y rebeldes a su amor.
Guardaos de que nadie pueda pensar que os dejáis llevar por los arranques de vuestro espíritu. Es difícil, al castigar, conservar la debida moderación, la cual es necesaria para que en nadie pueda surgir la duda de que obramos sólo para hacer prevalecer nuestra autoridad o para desahogar nuestro mal humor.
Miremos como a hijos a aquellos sobre los cuales debemos ejercer alguna autoridad. Pongámonos a su servicio, a imitación de Jesús, el cual vino para obedecer y no para mandar, y avergoncémonos de todo lo que pueda tener incluso apariencia de dominio; si algún dominio ejercemos sobre ellos, ha de ser para servirlos mejor.
Éste era el modo de obrar de Jesús con los apóstoles, ya que era paciente con ellos, a pesar de que eran ignorantes y rudos, e incluso poco fieles; también con los pecadores se comportaba con benignidad y con una amigable familiaridad, de tal modo que era motivo de admiración para unos, de escándalo para otros, pero también ocasión de que muchos concibieran la esperanza de alcanzar el perdón de Dios. Por esto nos mandó que fuésemos mansos y humildes de corazón.
Son hijos nuestros, y por esto, cuando corrijamos sus errores, hemos de deponer toda ira o, por lo menos, dominarla de tal manera como si la hubiéramos extinguido totalmente.
Mantengamos sereno nuestro espíritu, evitemos el desprecio en la mirada, las palabras hirientes; tengamos comprensión en el presente y esperanza en el futuro, como conviene a unos padres de verdad, que se preocupan sinceramente de la corrección y enmienda de sus hijos.
En los casos más graves, es mejor rogar a Dios con humildad que arrojar un torrente de palabras, ya que éstas ofenden a los que las escuchan, sin que sirvan de provecho alguno a los culpables.

miércoles, 26 de enero de 2011

A manera de agradecimiento...

Me pasé el día entero –casi literalmente- subiendo fotos del Grupo Misionero al Facebook. Estoy unos días en casa, de vacaciones, el tiempo estuvo feo y… aproveché.
Y comenzaron a llover los comentarios, llenos de recuerdos fascinantes. Casi casi me pongo melancólico, o nostálgico, o no sé cual será la mejor expresión. Casi me parece que vuelvo a tener 15 o 16 años…
Cuando voy a rezar antes de celebrar la Misa, recuerdo que fue por estas fechas -26 o 27 de enero, no sé bien-  que “ingresé” de verdad al Grupo, hace ¡17 años!.
Mi ingreso real –aunque ya estaba yendo a las reuniones- fue el retiro ignaciano, predicado por el p. Ernesto Moyano, en la “escuela de Berteth” como la llamábamos.
Al retiro fui por casualidad. Justo el padre Heraldo y unos cuantos más no estaban, y después de la Misa del sábado por la noche, quedamos Néstor, el Miky y yo. El padre Moyano nos invitó a comer unas pizzas. Pagaba él, así que no dudamos… Yo tenía solo 14 años, todavía me faltaba uno para poder hacer el retiro, pero el padre –que no se por qué razón desde entonces me recuerda como ¿“Picapiedras”?- me invitó. Dudé un instante, pero como no tenía demasiada idea de lo que era un retiro de silencio, acepté.
El miércoles por la tarde ingresamos en el silencio. No recuerdo bien los detalles, más allá de algunas anécdotas graciosas, como los errores de lectura en el libro de Maximiliano Kolbe… Sé que el primer día fue complicado: mucho ruido, mucho mundo, mucha vanidad en el corazón y la imaginación.
Pero la gracia –la de Dios, y la del predicador, que nos invitaba a tirarnos “de pechito” hacia la santidad- hicieron su trabajo. Y volví a casa diferente. Con los mismos defectos, pero con un ansia enorme de ser santo, y de ganar almas para el Rey eternal.
Y allí comencé a vivir de verdad –en la medida de mi edad y capacidades- la gracia del Grupo Misionero. Fueron dos años increíbles, antes de ingresar al Seminario Menor, de un entusiasmo y una alegría que me cuesta describir adecuadamente.
¿Cuál era el secreto del grupo? No hay demasiados secretos.
·            Una seria formación, que el padre Heraldo impartía con constancia y profundidad. Tengo grabadas, por ejemplo, la charla sobre la Eucaristía en que nos explicó con lujo de detalles el misterio de la Transustanciación según la fe de la Iglesia, y las controversias eucarísticas del medioevo; o la vez que nos explicó la unión hipostática, y nos narraba las historias de Arrio y sus secuaces; o la concienzuda lectura de la Evangelium Vitae, apenas publicada, en el ´95. Todo esto matizado con las infaltables bromas, cargadas, ironías, etc.
·            Una vida espiritual intensa, hecha con las “recetas” de siempre, las de don Bosco: Comunión y Misa diaria en lo posible, confesión semanal o quincenal, Rosario diario, meditación… Vida espiritual que compartíamos con un buen número, cada vez mayor. Al comenzar las clases, la llave de la parroquia quedaba invariablemente en la maceta junto al porchecito de la casa parroquial; a los más grandes, que ya lo hacían, nos sumamos ese año un buen grupo, que se acrecentó más y más. 15 minutos, media hora, 45, una hora antes de de entrar en el colegio, pasábamos junto a Jesús en el Sagrario. Sobre el armonio estaban la Imitación de Cristo, la Ascética Meditada, Camino, las Meditaciones de la Pasión de San Alfonso María de Ligorio…
·            Un ardor apostólico que por momentos me da envidia. Teníamos muchos defectos. Probablemente éramos un poco altaneros, y prejuiciosos, y nos faltaba caridad para con las fallas de los demás. Pero no hay duda de que teníamos un ideal: conquistar el mundo para Cristo. Y ese ideal nos hacía valientes hasta la imprudencia, capaces de mantener acaloradas e interminables discusiones con quien fuera.
·            Y por último, una “vida comunitaria” de gran calidad. Compartimos horas de mates, partidos de ping pong, paseos, campeonatos de truco, asados –cuando la carne era barata-, partiditos de voley y fútbol – haciendo incluso incursiones en los campeonatos locales con los más variados resultados-. Momentos que ayudaron a forjar amistades profundas, duraderas, creando lazos que parecen indestructibles, y que el tiempo no solo no debilita sino que profundiza.
Todas estas vivencias durante el año “explotaban” y daban fruto en las misiones de verano. Encontrándonos con jóvenes de otras parroquia, con los mismos sueños e ideales, dispuestos a regalarle a Jesús y a las almas una de las semanas de sus vacaciones, en algunos casos, la única. Días plenos de oración, de entrega, de servicio, en compañía de los siempre numerosos sacerdotes, que aportaban cada uno su riqueza para nuestra formación.

Mi síntesis se alargó, je. Habría tanto para escribir. Probablemente, cada uno de los que fuimos y somos parte tenga experiencias similares. Sé igualmente que es un riesgo de los que “envejecemos” idealizar el pasado…
Esto solo quiere ser un ¡gracias! a Dios por todas las personas que en los años de grupo misionero. han sido para mí un signo de Su presencia y Amor. Y un compromiso para rezar y hacer lo que esté a nuestro alcance para que esta obra de Dios –si es su voluntad- permanezca por muchos años más, bajo el manto protector de la Virgen del Rosario.

martes, 18 de enero de 2011

Una canción más

Estoy de vacaciones unos días en casa, y es como que se me reaviva la vocación de cineasta, je. Acá les comparto un videíto en homenaje a Madre Teresa de Calcuta, quien ha sido una "compañera de camino" muy importante para mí en estos años. No tiene copyright el tema, a ver si alguien que toque un poco mejor la guitarra se le anima... Las voces están impecables... :)





Les dejo la letra y los tonos. ¡Bendiciones!


DAME ALMAS, SÉ MI LUZ
Canción a la Madre Teresa de Calcuta
          
                LA              MI7
1.  Desde niña un tierno amor
Fa#m           RE
por Jesús Sacramentado
Sim       Si7          MI7
Incendió     tu corazón.
      LA                 MI7
Te entregaste como esposa
Fa#m            RE
del Amor Crucificado
Sim           Si7              MI7
Toda entera     para Dios

      LA    MI7 Fa#m                RE
“Tengo    Sed” Jesús te dijo
 LA       DO                 MI7
“Dame almas, sé mi Luz”
Fa#m              Mi7                 Fa#m
Te pedimos,         Madre Teresa
RE           Sim               MI7
que irradiemos a Jesús,
          RE       MI7   LA
que amemos a Jesús.

2. Tu misión Madre Teresa
fue saciar la sed de Cristo
sed del hombre y de su amor.
En los pobres y olvidados
a Jesús reconociste
y serviste con pasión