martes, 30 de junio de 2009

Una oración por los sacerdotes

Jesús, Buen Pastor,

que has querido guiar a tu pueblo

mediante el ministerio de los sacerdotes:

¡gracias por este regalo para tu Iglesia y para el mundo!

Te pedimos por quienes has llamado a ser tus ministros:

cuídalos y concédeles el ser fieles.

Que sepan estar en medio y delante de tu pueblo,

siguiendo tus huellas e irradiando tus mismos sentimientos.

Te rogamos por quienes se están preparando

para servir como pastores

que sean disponibles y generosos

para dejarse moldear según tu corazón.

Te pedimos por los jóvenes a quienes también hoy llamas:

que sepan escucharte y tengan el coraje de responderte,

que no sean indiferentes a tu mirada tierna y comprometedora,

que te descubran como el verdadero Tesoro

y estén dispuestos a dar la vida "hasta el extremo".

Te lo pedimos junto con María, nuestra Madre de Luján,

y San Juan María Vianney, el Santo Cura de Ars,

en este Año Sacerdotal. Amén.

lunes, 22 de junio de 2009

Un lunes 22 de junio...

Esta vez, el domingo logré acostarme temprano. Con la satisfacción de la tarea cumplida, con varios compromisos para la semana entrante... y con la alegría del Huracán casi campeón. ¡Ah! Además esta semana comienza Wimbledon... Será un placer ver campeón y número 1 nuevamente al gran Roger...

Con un sueño suficiente y mucho mejor de la congestión, comenzamos tempranito. Una leche con miel y las semillas para la memoria que me dió mi mamá, y a las 6:00 ya estaba en la Iglesia, ¡despierto!. Con Jesús y con don Cacho, pude comenzar con el Evangelio del Sermón del Monte... ¡qué exigente es el Señor!

A las 6:50, don Werner y su señora, con una fidelidad y puntualidad alemana, estaban listos esperando la Comunión, en el Mes del Corazón de Jesús. Van 22 días y ya estoy a punto de aprenderme de memoria el acto de consagración, tan hermoso como difícil...
A las 7:00, Oficio de Lectura y Laudes. El día ya está consagrado al Señor del Tiempo, y puede comenzar a rodar.

Las Hermanitas del Hogar me esperaban para la Santa Misa. Claro que esta vez las sorprendí: ¡llegué 5 minutos antes! Y a las 7:30 ya estaba comenzando, cuando la hermana Gloria y la Hna. Dora aún traían a los niños hacia la capilla. La Eucaristía simple, esencial, cotidiana. La presencia del Señor en su Pascua, que da sentido y eleva todas nuestras pequeñas pascuas del día.

Sin homilía ni demasiados espacios, porque a las 8:05 me esperan los niños de la Escuela en el Templo parroquial. Gracias a Dios se demoran un poquito, y alcanzo a cruzar algún chiste con nuestro secretario, que siempre está de buen humor.
La catequesis versó hoy sobre la mansedumbre y humildad de Jesús... cada palabra dicha es un examen de conciencia... A las 8:30, la Comunión. Este fin de semana estuvo feo el tiempo. Veo que son muchos los que no participaron de la Misa, y por eso -tal vez- no se acercan a comulgar hoy... ¡Qué pena para Jesús! Pero muchos otros sí: y lo hacen siempre, con gran perseverancia. Son la esperanza de la Iglesia.

Un ratito me alcanza para compartir en la sala de maestros de la escuela, con las jardineras, y sus anécdotas familiares... Así es la escuela, gracias a Dios: como una gran familia.
Y a las 9, volvemos al templo con los jardineros de 4 y 5 años. Siempre es una delicia compartir un rato de catequesis, aunque percibo que no alcanzan a comprender al "cura" que les habla demasiado difícil, demasiado elevado. Falta pedagogía, ¿no? El Señor suple...

Saliendo de la Sacristía, una hermosa visita: Stella, que está de licencia en la Escuela, viene a devolver una mantel. Luego de las obligadas cargadas por la demora -lo tiene desde el Viernes Santo, jeje- me cuenta de su recuperación, y de como este tiempo de prueba la ha hecho profundizar en su fe y abandono en Dios. ¡Es un alivio que todavía haya gente tan creyente!

Afuera, mientras charlaba, me espera un hombre joven, de unos 35 años, cara conocida, pero no lo logro identificar... Ah, claro, estuve en su casa la semana pasada, bendiciéndola -qué desastre la memoria, necesito más semillas, je-. Se acerca porque están pasando momentos difíciles en su familia. Hace unos años hizo un seminario de vida, y quisiera volver a acercarse a Dios...

En eso estábamos, cuando Cacho - a las 9:50- me pasa el teléfono. Un enfermo grave, con síntomas de estar en sus últimas horas, necesita los sacramentos. Queda lejos, pero sé bien llegar: su hermana me espera afuera. Allá salí hacia el geriátrico y sí, era verdad: Ricardo está grave, respira con gran dificultad, no parece escuchar, tiene sus ojos cerrados. ¡Qué pequeño me siento, en eso momento, tan trascendente, en el que se juega la salvación de su alma! Le doy la absolución bajo condición, exhortándolo al arrepentimiento; le doy la indulgencia plenaria, lo unjo, y encomiendo su alma. A la tarde lo habían pasado a terapia, y no sabían si pasaba la noche: ¡recen por él!

Al regresar, a las 10:20, intento sin éxito pasar por el Gimnasio que me pidieron que bendiga. Vamos entonces a la Escuela. El mate de la sala de maestros es poco recomendable, pero llego justo al recreo largo, y aprovecho el café. Diversas cuestiones salen a la luz en la breve charla con la directora y algunos maestros: la misión, el casamiento de Graciela, el desinterés de algunos padres, las obras en el Salón... Todo parte de nuestra realidad.

Subo después al Secundario, y aprovecho a pasar por cuarto año. Estamos organizando un viaje, pero aparentemente no va a poder ser... Demasiados compromisos, demasiados gastos.
Pero tengo otro interés: en las vacaciones hay Ejercicios espirituales en la Aldea, los del Padre Leo. Creo que les va a venir bien a algunos en particular. Los invito, se ponen contentos, creo que van...

Regreso a la casa parroquial a las 11:45. Reviso el correo -me llegó una respuesta por un presupuesto para grabar un CD, uno de los tantos proyectos de este año-. Leo el diario online -sobre todo el deportivo, lógico- y ya estamos listos para almorzar. Es el momento de ponernos al día y organizar el resto de la jornada con el P. César, que desafía estoicamente el frío y continúa con sus actividades sacerdotales, a pesar de sus achaques.

Un ratito de siesta, un llamado telefónico a mi casa y a las 13:40 de nuevo a la Iglesia, porque vienen los chicos del turno tarde a hacer el mes del Sagrado Corazón. Otra vez no son tantos los que comulgan, pero si fuera uno solo, valdría la pena.
A las 14:00 los jardineros nuevamente. ¡Qué difícil explicarles lo que es la "humildad" de Jesús! Tomás siempre tiene una respuesta rápida, aunque no siempre tan precisa... ¡son hermosos!. Las maestras invitaron a los papás, y aprovecho para darles un mensaje, y una bendición: han venido unos 15, que se van contentos.

En ese huequito rezo Nona, y preparo el bolso para la Misa de las 16 en la gruta de santa Rita. Pero antes hay dos reuniones de padres en la Escuela, para entregar los boletines. Siento una hermosa confianza con muchos de ellos: me siento parte de su familia. Otros, en cambio, miran con un poco de recelo, como a un extraño. ¡Acércalos a tu Corazón, Jesús mío!

A las 15:40 salgo caminando hacia la placita, donde debo bendecir la gruta y la imagen de Santa Rita. ¿Vendrá gente, con tanto frío? Sorpresivamente, llegamos a ser unos 30 o más: ¡hasta había algunos hombres y niños! Enfrente, otros hombres quemaban los restos de un árbol, pero el humo no nos afecta. La historia de Santa Rita vale tanto como su intercesión: ojalá viviéramos el Evangelio como ella.

De regreso a la Parroquia, enciendo el auto para calentar el motor y luego ir a ver a Claudia, que no puede caminar del dolor en estos días. Me voy para la cocina a calentar agua para el mate de Pamela, que viene a pasar los Bautismos al libro, y mientras la pava chilla veo los goles de Huracán: ¡qué equipo!. Cuando salgo ¡el auto no estaba en su lugar! Se había ido hacia atrás por el patio, hasta casi chocar la columna de la luz. Claro: el freno de mano no anda, y en punto muerto...

Gracias a Dios no pasó nada y a las 17:10 marché para el Barrio Corona Sur, a la casa de Zulema. Ella sabe donde vive Claudia. En la esquina lo encuentro al Padre Esteban Madrid Páez, que viene de su casa. Son amigos desde que Rodrigo estuvo en el Seminario menor. Intercambiamos saludos y unas palabras desde los autos, y nos despedimos.

¡Pobre Claudia! Realmente estaba mal. ¡Qué fácil es hablar de la Cruz y del sentido del dolor, pero qué difícil es vivirlo! Intento escucharla, comprenderla, hacerle sentir que Jesús estaba a su lado. No tiene los sacramentos -su familia no era católica- pero es una mujer de fe, y sé que en estos momentos se aferrará a Jesús. Rezamos juntos y le doy una bendición.

Por calle Almafuerte se llega bastante rápido al Hospital. Allí está desde hace unos días Lilí, la mamá de Ulises. Que me había reclamado la semana anterior... se me había complicado, y además estaba resfriado, y ella con defensas bajas. Estuvimos casi una hora: la noté dolorida pero animada, acompañada de su esposo.

A las 19:50 estaba de nuevo en Borja. Recé Vísperas, poniendo a todos mis feligreses en el Corazón de Jesús, y luego el Rosario. En el Corazón de la Virgen van quedando todas las impresiones y las intenciones del día. ¿Qué habrá de cenar? Mmmm hay tarta, ¡y budín de pan de postre!

Un mensaje para una enferma, otro para mi hermano -que nunca responde, como de costumbre-, y a escribir para el blog. Solo falta un buen baño caliente, las completas, y a disfrutar de las aventuras de Don Bosco: ¡qué bien escribe Hugo Wast!

"Agradeceré eternamente el don del Sacerdocio"

"Agradeceré eternamente el don del Sacerdocio"

Siempre me atrajo esa frase que está sobre la lápida de Monseñor Tortolo, en la Catedral de Paraná, en el altar de la Inmaculada.
Sólo pude comenzar a comprenderla cuando, el 19 de noviembre del 2005, el Señor tuvo la misericordia de consagrarme a mí también para que sea otra Cristo. Cada día puedo ahondarla más, y a medida que pasa el tiempo, el agradecimiento se hace más pleno. El Señor es increíble.
En este año sacerdotal, quisiera compartir algunas experiencias que me han ido marcando y a través de las cuales el Señor me muestra su amor misericirdioso.
Comienzo con la narración de algunos días sacerdotales. Hoy: un lunes, el lunes 22 de Junio de 2009.

jueves, 18 de junio de 2009

En el inicio del año sacerdotal...


Ave María Purísima!!!
¿Cómo están? ¡Tanto tiempo!
Mañana iniciamos el año sacerdotal que ha convocado el Santo Padre. Además de pedir oraciones por mí y todos mis "colegas", quiero compartir un artículo que me pidieron de una publicación. El tema que me pidieron era "el discipulado del presbítero", en el marco del documento de Aparecida. Pero creo que puede ayudarnos a reflexionar sobre la importancia y sentido del año sacerdotal. ¡Que les aproveche!

El presbítero también es un discípulo
El encuentro de Aparecida nos ha ayudado a ver con más claridad qué significa ser discípulo. En el documento ocupa un lugar especial lo referente a los presbíteros como discípulos misioneros. El discipulado de estos miembros de la Iglesia reviste una gran importancia para la vida de la Iglesia. De su fidelidad depende, en gran medida, la fidelidad del pueblo de Dios y la vitalidad de la Iglesia misionera.

¿Crisis de fidelidad?
En los tiempos que corren, y particularmente en estos primeros meses del 2009, los MCS han insistido en mostrar una extendida "crisis" en los presbíteros de la Iglesia. Lamentablemente esa "sensación" se ha extendido por todas partes, y ha golpeado fuertemente la fe de muchos creyentes sencillos. Ante esto me parece que es importante tener en claro algunas cuestiones: Es verdad que algunos de los casos "mediatizados" son auténticos; pero es es injusto e infundado afirmar que todo el clero esté en crisis y es un hecho -reconocido por los obispos en Aparecida- que la mayor parte de los sacerdotes son sustancialmente fieles. Con nuestras debilidades y pecados personales, como todo mortal. Pero fieles al fin, intentando vivir cada día nuestra vocación.

¿Qué actitud tomar?
Ante esa situación ambigua -a la que seguramente todos hemos dedicado una o más charlas con nuestra familia o amigos-, nos preguntamo: ¿cuál es la actitud correcta ante las caídas de quienes deben ser, “imágenes del Buen Pastor"? Cada pecado grave es una ofensa en cierto modo infinita, porque atenta contra el amor infinito de Dios. Por eso debemos sufrir, nos debe doler a todos. Porque además de lastimar el Corazón de Cristo, ese pecado hiere a toda la Iglesia, la debilita. Es necesario que conservemos la conciencia clara, y que por una misericordia mal entendida, no acabemos justificando el mal. Ciertamente, el Señor es misericordioso, y todo pecado puede ser perdonado. Ciertamente nadie puede juzgar a su hermano. Pero debemos evitar justificar lo injustificable. O ante una infidelidad personal, caer en la fácil coartada de criticar a la institución.

El celibato, ¿una trampa?
Cada vez que un sacerdote viola su promesa de celibato, parece que toda la Iglesia jerárquica es llevada al "banquillo" del acusado, como si él hubiera llegado a esa situación forzado por oscuros intereses de una estructura de poder. ¿Es el celibato una trampa? De ninguna manera. Nosotros, de forma absolutamente libre, hemos abrazado el celibato no como un requisito formal, porque "no quedaba otra", sino porque nos sentíamos llamados por Cristo a dedicarle nuestra vida entera. Éramos plenamente conscientes de que esa radicalidad implicaba la renuncia a formar una familia. Y todo el proceso ha sido cuidadosamente acompañado por la Iglesia Madre.

El sacerdote, siempre discípulo.
¿Por qué suceden las infidelidades? Porque como elegidos "llevamos este tesoro en recipientes de barro" (2 Cor 4,7) Porque la fidelidad es una gracia. En otras palabras: aquellos que hemos sido consagrados por el sacramento del Orden, continuamos siendo, esencialmente, discípulos. Aunque muchas veces debamos actuar "en persona de Cristo Cabeza", debamos enseñar con autoridad y debamos ser pastores del rebaño. Seguimos siendo niños pequeños, infantes que no saben sino balbucir el nombre de Dios, y que estamos recién aprendiendo nuestras primeras lecciones. Somos ovejas, que más que ninguna otra necesitamos escuchar la Palabra del Buen Pastor y dejarnos guiar por él. La Iglesia ha elaborado una doctrina muy profunda y amplia sobre los medios de santificación del sacerdote: la lectura orante y la predicación de la Palabra de Dios; la celebración gozosa de la Eucaristía y de toda la liturgia; el servicio fiel, paciente y generoso a los fieles, sobre todo a los pobres y enfermos y la devoción tierna a María Santísima...

El pastor necesita de las ovejas...
Pero aún más. Por esta debilidad congénita en nosotros, necesitamos del apoyo y sobre todo de la oración de los fieles. En uno de sus libros, el Cardenal Ratzinger recordaba su ordenación sacerdotal y episcopal. Y decía que "Mientras los candidatos a la ordenación se postran rostro en tierra, toda la comunidad reunida canta la letanía de los santos. (...) Fue para mí maravillosamente consolador sentir a la Iglesia en oración, que invocaba a todos los santos, sentir que la oración de la Iglesia me envolvía y me abrazaba físicamente. En la propia incapacidad, que debía expresarse corporalmente en el estar postrado, esta oración, esta presencia de todos los santos, de los vivos y de los difuntos, esta una fuerza maravillosa y sólo ella podía confortarme." Para ser fiel, el sacerdote debe permanecer siempre, hasta el fin de su vida, espiritualmente postrado en tierra, consciente de su fragilidad y de su nada para asumir la misión. Y sigue necesitando, mucho más aún que en el día de su ordenación, de la oración y del apoyo de los demás cristianos.

¿Un año sacerdotal?
Ese es el sentido del año sacerdotal convocado por el Santo Padre. Su lema es sugerente: "Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote". Se pide a los fieles intensificar la oración por los sacerdotes, a que los abracen y envuelvan con sus plegarias, para que puedan ser fieles al llamado recibido. Es también muy sugerente la ocasión de la convocatoria del año sacerdotal: los 150 años de la muerte del Santo Cura de Ars. Cuando la sociedad quiere mirar y juzgar al sacerdote desde los modelos de liderazgo humanos actuales, como si fuera un manager o un dirigente social, el Papa vuelve a proponernos a este humilde sacerdote como modelo ¿Qué hizo de particular el Santo Cura de Ars? Fue cura, se entregó sin reservas a su vocación. Otros santos sacerdotes han pasado a la historia como grandes fundadores, como teólogos o filósofos brillantes, como renovadores de la vida y la disciplina de la Iglesia, etc. El Cura de Ars se pasó la vida en oración y penitencia, en un pueblito pequeño, sin brillo, confesando durante días enteros, sin descansar. Fue fiel, en el sentido más profundo de la palabra. Su figura parecía humanamente insignificante: sin embargo, por su gran humildad y disponibilidad, el Señor obró maravillas. Que este Año Sacerdotal, bajo la protección de María, formadora del Sumo y eterno sacerdote, nos permita renovarnos en la fidelidad de nuestro discipulado.